La llamada vigorexia o “Complejo de Adonis” es un desorden emocional que afecta al 1 por ciento de la población. Se ubica en las antípodas de la anorexia y la bulimia. Afecta a los hombres, especialmente adolescentes y preadolescentes.
En los gimnasios de Buenos Aires son fácilmente identificables. Están obsesionados por verse musculosos, no dejan de mirarse en cuanto espejo encuentran y suben y bajan de la balanza repetidas veces. Además, están mañana, tarde y noche haciendo aparatos. Casi ninguno lo sabe, pero más allá de sus figuras esculpidas, muchos de estos obsesivos gimnastas padecen de un trastorno llamado vigorexia o "Complejo de Adonis", un desorden emocional que afecta al 1 por ciento de la población.
Hace ya una década, el doctor Harrison Pope, hablaba de un nuevo Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA). Lo ubicaba en el extremo opuesto de la anorexia, la bulimia y ciertos tipos de obesidad que afectan principalmente a las mujeres. Pero que, en este caso, es más común en hombres, especialmente entre los adolescentes y preadolescentes. “Los cambios radicales en la dieta, la automedicación (anabólicos, complementos...), el carácter introvertido e irritable, el cuidado obsesivo de la imagen corporal y una preocupación excesiva por la composición química y calórica de los alimentos” son, según explicó el nutricionista Gabriel Franco a Clarín.com, algunas de sus características más evidentes.
La trastienda de este cuadro no difiere de otros TCA en cuanto al grado de distorsión con que los individuos afectados interpretan la realidad, el deterioro de su autoestima y el entorno familiar y afectivo en los que se encuentran o creen encontrarse. “La apariencia física se distorsiona por el exceso de actividad física, y se deterioran progresivamente los huesos, músculos y tendones, los aparatos cardiocirculatorio, gastrointestinal y hormonal acusan el golpe de los anabólicos y esto puede afectar, incluso, la actividad sexual”, explicó Franco, que preside la Asociación Argentina para la Prevención de los Trastornos de la Conducta Alimentaria.
Para la doctora Mabel Carrera, presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición lo principal es tener cuidado con los suplementos vitamínicos y minerales. “Los excesos son malos y producen enfermedades”, dijo. Aunque no hay datos concluyentes, en España, por ejemplo, algunos cálculos hablan de 20.000 pacientes afectados por la vigorexia, frente a más de 700.000 afectados por la anorexia.
Quienes sufren este desorden siempre se ven débiles y carentes de cualquier atractivo físico. Un cuadro obsesivo-convulsivo los lleva a abandonar sus actividades sociales e, incluso, laborales. Sólo quieren entrenar y lo hacen sin descanso. Como la bulimia y la anorexia, la vigorexia puede acarrear la muerte. “Lamentablemente amparada en la actividad física y la vida sana, tiene una mejor imagen social y por esto el inicio del tratamiento se posterga” explicó Franco, avisando sobre la necesidad de alertar a padres, profesores de educación física y fisicoculturismo, entrenadores y cualquier persona que tenga a su cargo la guía de los gimnastas.
El tratamiento de la vigorexia, como el de otros desórdenes de la alimentación, es complejo pero posible. Aunque no cabe duda que en el desarrollo de esta enfermedad factores socioculturales como el culto al cuerpo y los cánones de belleza juegan un rol central, también están relacionados con desequilibrios de diversos neurotransmisores del sistema nervioso central, y más concretamente de la serotonina. Por ello, se puede recurrir para el tratamiento de esta enfermedad a fármacos que actúen sobre estas sustancias. Sin embargo, la terapia fundamental es de tipo psicológico. El objetivo es modificar la conducta del sujeto, recuperando su autoestima y superando el miedo al fracaso.
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