Dicen los expertos que atienden a trastornos culturales, “modas surgidas, en gran medida, a través de los mensajes publicitarios y los prototipos sociales que crean los medios de comunicación”. Lo cierto es que son enfermedades que se instauran en nuestra sociedad y parecen contagiarse como parte de una cultura “absurda” y, sobre todo, “obsesiva”. El psiquiatra Francisco Montañés nos habla de una de estas “nuevas obsesiones”, la de conseguir una figura atlética, “musculosa y sin un gramo de grasa”, la vigorexia
Aseguran los expertos que todas atienden a una cuestión de modas o expectativas culturales. Pero no hablamos de una moda de escaparate por la que uno pasa o deja de pasar sin mayor importancia, hablamos de “conductas cargadas de riesgos para la salud física y mental”.
Si hasta hace poco la gran amenaza ha sido la obsesión por adelgazar, manifestada en escandalosas cifras de enfermos de anorexia y bulimia, las nuevas modas traen derivados de éstas. En los últimos años una de las obsesiones que más adeptos está ganando es la de la figura atlética, conocida como vigorexia.
Un término que fue acuñado en 1993 por el psiquiatra americano Harrison Pope, cuando aún no estaba reconocida como enfermedad. Pope comenzó a alarmar sobre este problema tras estudiar el comportamiento de nueve millones de americanos que frecuentaban los gimnasios. Según sus datos, en torno al 10% podrían estar afectados por un desorden emocional que les impide verse como en realidad son. Él lo anunció como una anorexia a la inversa, pero también se ha llamado complejo de adonis o dismorfia muscular.
En general, nos explica el doctor Francisco Montañés, del hospital Fundación Alcorcón, “son personas que creen estar más débiles de lo que son y buscan tener una figura atlética”. En el caso de los hombres, “se obsesionan por tener una musculatura cada vez mayor, que ellos realmente no ven aumentar” y, en el caso de las mujeres, “buscan definir sus músculos sin aumentar la grasa”.
Son personas, comenta, “que llegan a pasar más de seis horas al día haciendo ejercicio físico” y esto, recalca el doctor Montañés, “genera discapacidad y problemas a nivel social, laboral, de autocuidados o familiar”. Son, según este psiquiatra, “personas que no se adaptan al ambiente”. Además, un alto porcentaje de los vigoréxicos, “son consumidores de anabolizantes y suplementos dietéticos y presentan dietas desequilibradas con exceso de proteínas, hidratos de carbono y fibra”. De lo cual, “se derivan otros efectos secundarios más allá de los psicológicos”.
Nos invaden los prototipos que relacionan físico con éxito social
El deporte, la vida sana, la huida de la obesidad, el cuidado de la comida... “son términos que tienen cada vez mayor peso entre los mensajes publicitarios, incluso informativos, que invaden nuestra sociedad”. En ocasiones, subraya el doctor Montañés, “son mensajes lanzados con intención de promocionar la salud”, pero en otras muchas, “la intención es la de generar un mercado”. Éstos últimos conllevan un riesgo evidente, pero incluso los mensajes con fines sanitarios, asevera el experto, “generan problemas, pues están llenos de sutilezas y excepciones y de forma casi inevitable se difunden medias verdades”.
Existen además en nuestra sociedad, otros prototipos en los que “se relaciona el físico con el éxito social”. Estos prototipos o modelos sociales pueden dar lugar, expone el psiquiatra, “a síndromes concretos en individuos con determinados rasgos de personalidad”.
Los primeros afectados “son personas con carácter muy obsesivo, gente que siempre busca altas perspectivas, se obsesionan por lo que consideran la perfección, y nunca la ven llegar”. Este tipo de personalidad suele ser, en palabras del doctor, “la más susceptible a seguir este tipo de conductas sociales pero, a partir de ellos, se crea una moda que se va contagiando a personas de carácter más débil”.
Aunque la media de edad de afectados por este tipo de trastornos obsesivos, en este caso la vigorexia, está entre los 18 y los 35 años, los expertos puntualizan que el mayor riesgo está en la etapa adolescente. “La infancia y la adolescencia son periodos de formación de la personalidad y por tanto, periodos sensibles al cambio y a las influencias”, recuerda Montañés. Es además, “el momento en el que la experiencia de los mayores es relegada a un segundo término”. Es, por tanto, recalca, “el momento en el que más inciden estas modas”.
Por partes
Trastornos obsesivos. La vigorexia (obsesión por la figura atlética) es una más de las patologías que en los últimos años ha entrado en el listado de enfermedades obsesivas. Tanto ésta, como la anorexia o bulimia (obsesión por adelgazar) o la ortorexia (obsesión por la comida sana), son trastornos culturales producto de modas que afectan principalmente a las personalidades obsesivas o más influenciables.
Efectos. Señalan los expertos que no todas las conductas exageradas han de entenderse como enfermedad. Éstas, “han de alarmar cuando comienzan a producir desadaptación social, laboral, personal, familiar o de autocuidados”.
Tratamiento. Aunque sus efectos secundarios pueden requerir atención de distintos especialistas, el principal problemas de estos trastornos es psicológico. Por ello, los tratamientos han de empezar con terapias cognitivas-conductuales y trabajando con la escala de valores.
Un trastorno que se detecta tarde
Francisco Montañés, psiquiatra del Hospital Fundación Alcorcón, en Madrid, habló para AULA, desde la realidad que él vive en su consulta, sobre este tipo de trastornos obsesivos. Montañés asegura que, en nuestro país, “aún son pocos los casos de vigorexia que están siendo tratados por los especialistas”. Incluso, añade, “son pocos los médicos especializados”. Esto, expone, “no quiere decir que no haya casos”.
Su repercusión es desconocida en la población general, pero se estima que “en torno a un 10% de las personas que van a los gimnasios padecen este trastorno”. El mayor problema, comenta el doctor, “es que no tienen conciencia de estar enfermos y no perciben sus efectos secundarios, en su mayoría de carácter social”. Por ello, “la vigorexia llega al especialista muy tarde”. A su juicio, en esta labor ha de entrar el papel de las personas que trabajan en los gimnasios, “son ellos quienes tienen mayor contacto y quienes deben advertir de los riesgos”.
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