Aunque los estándares éticos de las empresas anotan que el empleado 24 horas es lo idóneo, la verdad es que resulta insostenible. Ya se reconocen el síndrome de burn out y de karoshi como enemigos del emprendimiento...
Existen algunas empresas y ejecutivos que se vanaglorian de tener como norma o sistema trabajar siempre más allá de los horarios convencionales. Para estas personas, un rasgo del éxito es no tener tiempo de salir a comer, ni ratos de ocio o vida familiar. Consideran el descanso y las vacaciones como momentos que sólo vendrán en su etapa de jubilación -que probablemente se dará hasta que tengan unos 90 años de edad-. Además, si tienen gente a su cargo, también le exigen disponibilidad las 24 horas de los 365 días del año.
Quienes cumplan con estos requisitos y sigan la misma línea serán considerados empleados sobresalientes.
Por una parte, la cultura actual favorece este tipo de actitudes. El control de presupuestos provoca que haya gente que asume la función de dos cargos o más. Por otro lado, el fantasma del desempleo asusta a más de uno, así que los trabajadores tienden a aferrarse a su empleo como a un madero en pleno naufragio.
Pero las jornadas de 16 horas, las semanas sin descanso y las temporadas sin vacaciones sólo merman la salud física y emocional de quienes las viven. Para trabajar con productividad también es importante llevar una alimentación adecuada, hacer ejercicio y gozar de tiempo libre.
El workaholic
Es importante no confundir a una persona responsable y trabajadora con un workaholic (anglicismo que se refiere a una actitud compulsiva hacia el trabajo). Es comprensible que alguien pueda vivir una temporada de intensas jornadas laborales ante baches en el negocio, fusiones, lanzamiento de producto o cambios de dirección, por ejemplo.
¿Estamos ante gente muy trabajadora o ante adictos al trabajo? La respuesta es: si la mayor parte de su tiempo y ocupaciones giran alrededor de su empleo, hay un desequilibrio que vale la pena revertir.
La revista Scientific American elaboró un informe que ponía de manifiesto que desde 1945, en Occidente el rendimiento por hora trabajada se había multiplicado. Y aunque la adicción al trabajo es una patología que ha existido siempre, no fue hasta los años ochenta cuando comenzó a estudiarse a raíz de la aparición de los ejecutivos urbanos (yuppies).
Durante la década de los ochenta y mediados de los noventa la idea de vivir para trabajar era considerada como la fórmula del éxito. No obstante, ante la aparición de fenómenos como el Síndrome del Burn Out -serie de enfermedades originadas por el estrés laboral- y el Karoshi o muerte súbita por presiones en el trabajo, se replanteó el concepto de actitud sana hacia el trabajo. Y es que el siglo 21 llegó plagado de nuevas patologías relacionadas con el campo laboral y los estilos de vida.
¿Consumido?
En este caso, el Burn Out puede traducirse como síndrome del consumido o totalmente quemado. Esto porque quienes lo presentan sufren de agotamiento extremo que se refleja en baja autoestima, despersonalización y aislamiento profesional. El cuadro mezcla afecciones físicas con trastornos psicológicos. Este concepto fue acuñado en 1974 por el psiquiatra H.J. Freudenberger, quien estableció que el síndrome aparece en el individuo como una respuesta al estrés laboral crónico, elemento que tiene consecuencias negativas tanto para la persona como para la organización en la que labora.
¿En qué momento se da el Burn Out? Surge cuando una situación laboral sobrepasa al individuo y reduce su capacidad de aceptación y adaptación.
Entre las numerosas formas de estrés laboral que pueden afectar a los profesionales y que influyen en el desencadenamiento del síndrome, destacan: la sobrecarga laboral, indefinición de funciones y tareas, carencia de autonomía y autoridad para poder tomar decisiones, así como los rápidos cambios tecnológicos a los que hay que adaptarse. Este síndrome también genera reacciones psicosomáticas, entre las que son comunes la ansiedad y depresión; ambas originan numerosas bajas laborales. El problema trasciende el ámbito empresarial y llega hasta la vida personal y familiar de quien lo padece.
Muerte por trabajo
Karoshi es una palabra japonesa que significa muerte por agotamiento debido al exceso de trabajo. Este vocablo ha sido adoptado en todo el mundo.
En Japón, a finales de los 90, se acuñó este concepto como término médico social que comprende los fallecimientos o incapacidades laborales de origen cardiovascular -como accidente cerebro vascular, infarto de miocardio o insuficiencia cardiaca aguda- que pueden producirse cuando el trabajador se ve sometido a una intensa presión de trabajo.
Este campo de estudio concluye que los afectados eran fundamentalmente varones de entre 35 y 50 años de edad, con horarios de trabajo prolongados y otras cargas generadoras de estrés.
Dichas costumbres exacerban sus otros hábitos de vida y originaban los ataques, desencadenados en última instancia por pequeños sucesos o problemas laborales.
Testimonios
Juan Pablo comenzó a trabajar a los 17 años de edad en negocios familiares; luego de concluir su carrera comenzó a trabajar en una empresa trasnacional y de ahí salió para montar su propio negocio. A su empresa le va muy bien.
Se describe como una persona muy trabajadora, pero reconoce haber sido durante toda su vida profesional (22 años) un adicto al trabajo, hasta hoy. No se vanagloria por ello, al contrario: le gustaría haber tenido más tiempo para disfrutar a su familia y convivir más con ellos que con el trabajo.
Menciona que el impulso que lo llevó a comportarse así fue lograr el reconocimiento y tener un patrimonio. La demanda de trabajo de la empresa no le permitía pensar en otro tipo de actividades.
Señala que en las últimas dos décadas apenas fue a comer a su casa, entre semana, unas dos veces. Por el trabajo, afirma, convivió muy poco con sus dos hijos (ahora uno está en la universidad y el otro en preparatoria).
Lo que hoy busca Juan Pablo, mediante el coaching, es lograr un balance entre su vida personal y el trabajo: esa es su nueva idea de éxito.
Eduardo Martínez es un alto ejecutivo de una institución financiera. Inició su carrera profesional hace 20 años. Sus compañeros lo describen como un workaholic y él está de acuerdo, aunque afirma que ello se ha derivado más de las circunstancias que de una elección personal.
"Este nivel que tiene en la organización es más de liderazgo, la misma institución le demanda y requiere de más actividades, lo importante es darle rumbo a las cosas y manejar estrategias."
Lo que sugiere es:
* Llueva, truene o relampaguee, asigne una hora a la semana para la planeación de actividades. Jerarquice, cumpla con las más importantes y delegue el resto.
* Delegar, delegar, delegar. Tenga confianza en su equipo de trabajo. Rodéese de profesionales.
* Fíjese límites de tiempo para cumplir metas, revisar proyectos y también para irse a casa y hacer otras actividades.
* Eduardo menciona hacer un gran esfuerzo por realizar ejercicio matutino, al menos 30 minutos cuatro veces a la semana. Convive con su familia y respeta sus compromisos con ellos con la misma seriedad que los compromisos laborales. Dice que desde que sigue estos pasos, su vida ha tomado una mejor perspectiva: se siente mejor consigo mismo.
Nace en la infancia
Los especialistas en psicología y personalidad, así como diversas investigaciones afirman que la raíz de la adicción por el trabajo, característica del workaholic, puede haberse plantado durante la niñez.
Generalmente es producto de una baja autoestima que se arrastra hasta la edad adulta, dice la psicóloga Viviana Peña.
Algunas de las razones que llevan a las personas a fugarse en las actividades laborales, son:
* Se enfrentan constantemente a situaciones incontrolables en la infancia
* Tienden a ser producto de las llamadas "buenas familias", donde los padres esperan demasiado de sus hijos
* Sus padres son perfeccionistas
* Vienen de familias disfuncionales
* Incluso pueden ser hijos de alcohólicos
Y algunos de los motores de esta actitud, puede ser:
* Búsqueda de reconocimiento
* Necesidad de sentir que se tiene todo bajo control
* Excesiva autoexigencia y autocrítica
* Deseo de alcanzar la perfección que no existe
* Sienten que nunca alcanzan al 100% sus objetivos o metas
Ser un profesional exitoso no tiene por qué caer en la adicción al trabajo. Quedarse horas extras en la oficina, no hace a la gente más eficiente, al contrario, quienes no sacan todo el jugo de su horario de trabajo, sienten la necesidad de extender su tiempo en la oficina de una forma compulsiva para sopesar lo que ellos mismos llaman "incapacidad".
Un workaholic es...
* Aquél que vive para trabajar.
* Quien antepone el trabajo al resto de sus actividades.
* Deposita su autoestima sólo en sus logros (o fracasos) laborales.
* Dedica más de 12 horas de cada día a su trabajo.
* Quizá estén satisfechos con su vida laboral, pero son infelices en otros aspectos.
Y cómo acabar con este icono en las empresas:
* Su empresa debe enfocarse en la consecución de resultados, pero con sistemas de trabajo que brinden calidad de vida a sus colaboradores.
* Promueva que los trabajadores jerarquicen sus prioridades laborales según sus tiempos.
* Destaque esta idea: la gente verdaderamente productiva hace su trabajo durante su jornada laboral estándar.
Entrepreneur en español
Mayo 2006