Introducción
En los países industrializados, el consumo de cigarrillos es la mayor causa de enfermedades prevenibles y de muerte prematura (1-5). La relación entre el hábito tabáquico y la mayor predisposición a sufrir enfermedades cardiovasculares y cáncer ha sido ampliamente demostrada (6-8).
el consumo de tabaco y el hábito alimentario, aunque los estudios son escasos en nuestro medio (9). Diferentes estudios han mostrado diferencias en los parámetros antropométricos y biológicos entre fumadores y no fumadores (10-13). Estas diferencias pueden ser la consecuencia de los efectos de los componentes del tabaco en varias reacciones metabólicas (14-16) o pueden depender de diferentes comportamientos o estilos de vida en fumadores y no fumadores (10,12,17,18). La evaluación de los hábitos en las poblaciones estudiadas ha demostrado que fumadores y no fumadores difieren en la selección de alimentos de su dieta habitual (19-28). El consumo de los diferentes nutrientes también se ve modificado con la existencia del hábito tabáquico, siendo numerosos los estudios existentes que demuestran esta cuestión (9,24,29,30). En otros estudios se ha tratado de poner de manifiesto la existencia de diferencias en el hábito alimentario en función de si la pareja tiene el hábito tabáquico o no (31,32), o de si se vive en un hogar con fumadores (33).
El objetivo del presente estudio es describir posibles diferencias en el consumo de alimentos y nutrientes en función del consumo de tabaco en una muestra de la población de Pamplona.
Material y métodos
Se diseñó un estudio transversal por encuesta postal basada en un cuestionario autoadministrado. Consistió en una evaluación del estado nutricional mediante la utilización de indicadores dietéticos y antropométricos en una muestra representativa de la población de Pamplona. Se trabajó con una muestra aleatoria estratificada, por sexo y edad, obtenida de la población con edad comprendida entre 18 y 65 años. Se estimó que para el cálculo de características con prevalencia desconocida (p=0,5) con una confianza del 95% y una precisión del 3,5% eran necesarias 784 encuestas. Se enviaron 3.000 encuestas, de las cuales se devolvieron completadas 880, lo que supone una tasa de respuesta del 29,3%. Se realizaron dos envíos, una carta de presentación en el primer envío y la encuesta con un sobre autofranqueado para la devolución en el segundo.
La encuesta utilizada incluía una evaluación del consumo de alimentos, basada en el diseño utilizado por Willett para estudiar los hábitos y la salud de los componentes de la cohorte de la American Nurses Association (34,35). Corresponde al método de estimación de ingesta dietética mediante cuestionario semicuantitativo de frecuencia de consumo de alimentos. Este cuestionario, en España, ha sido desarrollado y validado por Martín-Moreno (36); la encuesta incluía también preguntas sobre el consumo de tabaco, un cuestionario de frecuencia semicuantitativo para evaluar el consumo de alcohol y distintas preguntas para evaluar la actividad física (basadas en el Cuestionario de Actividad Física de Paffenbarger (37), utilizado para medir las tendencias de la actividad física a lo largo del tiempo en las cohortes de alumnos de Harvard), además de una ficha sociodemográfica.
Las variables antropométricas empleadas en el análisis fueron peso y talla. A partir de las mismas se calculó el índice de masa corporal (IMC) y se clasificó a los individuos en las siguientes categorías: delgadez (<20 kg/m2), normopeso (20 a <25 kg/m2), sobrepeso (25 a <30 kg/m2) obesidad (³30 kg/m2), según los criterios de Garrow (38).
A partir de las respuestas sobre la frecuencia de consumo de alimentos se obtuvieron los gramos de consumo diario de cada alimento. Para hacerlo se consideraron el peso por unidad y las raciones o porciones habituales de los alimentos, a partir de los valores utilizados por Muñoz (39); para el cálculo de las cantidades de los nutrientes se emplearon las tablas de composición de alimentos del Ministerio de Sanidad y Consumo (40), las de Mataix y Mañas (41), así como las de Moreiras (42).
Se clasificó a la población estudiada en fumadora, exfumadora y no fumadora. Son considerados como fumadores los que responden afirmativamente a “¿Fuma en la actualidad?”. Los exfumadores se obtienen filtrando a los fumadores y seleccionando a los que responden afirmativamente a “¿Ha fumado alguna vez?”. El resto se consideran no fumadores.
Un total de 874 individuos de 18 a 65 años fueron incluidos en el análisis, 399 varones y 475 mujeres, el 99,3% de los que respondieron a la encuesta. Los resultados incluyen una distribución de las distintas variables estudiadas según el hábito de fumar, separando el análisis por sexos. Las diferencias en el consumo de energía, nutrientes y alcohol según el consumo de tabaco fueron analizadas según la prueba no paramétrica de Kruskal Wallis, desechando el análisis de la varianza por no cumplirse el requisito de normalidad. Para el análisis de las diferencias en el consumo de los alimentos según el hábito tabáquico se empleó la prueba c2 de Pearson y residuos tipificados corregidos.
Resultados
En la tabla 1 se describe la distribución de las variables estudiadas por sexo.
La prevalencia de fumadores en la población de Pamplona de 18 a 65 años se aproximaría a un 41% en varones y a un 34% en el caso de las mujeres, aunque se debe tener en cuenta que la baja respuesta podría inducir sesgos que inhabilitarían la extrapolación de resultados a la población; un 26,1% y un 42,7% de varones y mujeres aparecen como no fumadores, mientras que en el caso de los exfumadores las cifras son de un 33,1% y un 23,4%, respectivamente.
El estudio de la tabla 2 parece mostrar que las mujeres delgadas son más frecuentes entre las fumadoras, mientras que la prevalencia de sobrepeso y obesidad se incrementa entre las que no fuman; por el contrario, en el caso de los varones, la prevalencia de obesidad está reducida entre los que no fuman.
El ejercicio físico realizado y medido por el índice de actividad física (IAF) es menor en los fumadores, de manera que aquellos individuos que fuman se concentran en una mayor proporción en los quintiles menores, aunque estas diferencias no son estadísticamente significativas en general. El comportamiento es bastante similar cuando se analiza el ejercicio físico realizado en el tiempo de ocio, sobre todo en el caso de los varones. El consumo de alcohol parece estar incrementado en las personas que fuman, mientras que los no fumadores se concentran en las categorías de menor consumo de alcohol.
El consumo de energía parece ser mayor en los no fumadores, cuando se estudia a los varones, mientras que en las mujeres no se observan diferencias significativas, como se puede observar en la tabla 3.
Tanto los varones como las mujeres fumadores consumen más vitamina B1 y alcohol; el consumo de fibra está incrementado en las mujeres no fumadoras y exfumadoras, en relación a aquellas que sí fuman. En el caso de los varones no se aprecian diferencias en el consumo de fibra por el hábito tabáquico, aunque los fumadores presentan menores niveles de consumo. El consumo de grasas saturadas, monoinsaturadas y colesterol es superior en los varones no fumadores, especialmente en comparación a los exfumadores, que son los que menos grasas consumen. No se observan diferencias en las cantidades ingeridas de los minerales estudiados, pero éstas sí aparecen al analizar el consumo de las vitaminas. En este caso, tanto los varones como las mujeres fumadores presentan menores niveles de consumo de ácido nicotínico, ácido fólico y vitamina C. Además las mujeres fumadoras consumen menor cantidad de piridoxina. La ingesta de estos micronutrientes es superior entre las mujeres no fumadoras, mientras que en el caso de los varones, los exfumadores presentan el mejor comportamiento en cuanto a su consumo.
En la tabla 4 se analiza cómo se distribuye el consumo de los alimentos según el hábito de fumar.
Se aprecia con claridad que los fumadores consumen menos fruta, en ambos sexos. Las personas exfumadoras, por el contrario, son los que presentan un mayor nivel de ingesta de este alimento. Las mujeres exfumadoras son las que menos legumbre consumen. El consumo de vegetales como verdura, lechuga y tomate es superior entre los varones exfumadores, mientras que los fumadores consumen menor cantidad de lechuga. Las diferencias en el consumo de vegetales son menores entre las mujeres con un mayor consumo de verdura en las exfumadoras. El consumo de productos lácteos no presenta diferencias en ninguno de los dos sexos. Los varones exfumadores consumen más carne de pollo y cordero, mientras que por el contrario su ingesta de carne de cerdo es menor. Entre los varones, los fumadores son los que menos carne de pollo consumen. En el caso de las mujeres, las exfumadoras parecen consumir hamburguesa con mayor frecuencia. Los exfumadores ingieren más cantidad de pescado entre los varones, mientras que los fumadores parecen comer mantequilla con mayor frecuencia. Las mujeres no fumadoras consumen pescado blanco más habitualmente que los otros grupos.
Discusión
Este estudio permite constatar la estrecha relación existente entre el hábito tabáquico y los hábitos alimentarios en la población de Pamplona. Los resultados son consistentes con otros que han mostrado una asociación entre los patrones de alimentación y el consumo de tabaco, donde se ha podido observar un consumo menos saludable de alimentos y nutrientes entre las personas fumadoras (9,19-30). Además, dada la estrecha relación existente entre tabaco, alimentación y enfermedad cardiovascular y cáncer, se pone de manifiesto que la población de riesgo, en este caso los fumadores, ven incrementada la probabilidad de desarrollar alguna de estas enfermedades por asociar hábitos dietéticos de riesgo al hábito de fumar.
Se puede comprobar en el presente estudio que aquellos varones que fuman presentan unos hábitos alimentarios menos sanos, con un menor consumo de fruta y vegetales, de manera similar a los resultados de otros trabajos (9,19,21-25). Además ingieren menos carne de pollo y pescados, mientras que su consumo de carne de cerdo y de mantequilla aparece incrementado. El patrón de consumo más saludable se da entre los exfumadores, con una mayor ingesta de fruta, vegetales, carne de pollo y pescados. Las diferencias en el patrón de consumo de alimentos son algo menores en el caso de las mujeres, al contrario de lo observado en otros estudios (23,29). No obstante, se pone de manifiesto que las fumadoras consumen menores cantidades de fruta y pescado blanco. Además, al igual que ocurría con los varones, las mujeres exfumadoras muestran hábitos alimentarios más saludables, con una mayor ingesta de fruta y verdura.
Parece observarse también que las cantidades de alcohol ingeridas se ven incrementadas entre las personas fumadoras, en ambos sexos. Éste sería un factor de riesgo adicional para el desarrollo de las enfermedades anteriormente mencionadas.
Además, el consumo de fibra y micronutrientes (folatos, vitaminas y antioxidantes), y de manera similar a lo observado en diversos estudios (24,29,30), está reducido en las personas que fuman. El riesgo de padecer algunas enfermedades, como cáncer, estaría incrementada en el caso de los fumadores por diversas circunstancias. Por una parte, el consumo de tabaco se asocia a dietas menos sanas con menos factores protectores; pero además la demanda de algunos micronutrientes (vitaminas, antioxidantes) está incrementada en las personas que fuman (24,30).
El patrón de consumo de lípidos también suele ejercer un efecto negativo en los fumadores en relación con el desarrollo de arteriosclerosis. El presente estudio no ha mostrado que exista entre las personas fumadoras un mayor consumo de ácidos grasos saturados y colesterol, en detrimento de las grasas insaturadas, como ocurre en otros estudios (29,30). Por el contrario, los varones no fumadores presentan mayor consumo de grasas saturadas, monoinsaturadas y colesterol.
La prevalencia de sobrepeso y obesidad parece ser superior entre los varones, de manera contraria a lo descrito en otros trabajos de nuestro medio (43). Se puede apreciar, en los dos sexos, la existencia de menores valores en el índice de masa corporal (IMC) en el caso de las personas fumadoras.
El estudio presenta algunas limitaciones. En primer lugar, se trata de un cuestionario autoadministrado donde no se han utilizado entrevistadores adiestrados que faciliten la interpretación y la respuesta del mismo. Además, en este tipo de estudios por encuesta postal se suelen producir bajas tasas de respuesta (29,3% en nuestro caso) y sesgos de selección, ya que las personas con mayor nivel educativo y económico tienden a responder con mayor frecuencia. En nuestro caso, esta impresión parece confirmarse, ya que la distribución de la muestra parece indicar que las personas con alto nivel educativo han podido responder más que los otros grupos. Tampoco se ha incluido un análisis multivariado, que elimine el efecto de confusión inducido por algunas variables sociodemográficas, ya que no se apreciaron grandes diferencias con el análisis bivariado cuando se ajustaron modelos de regresión logística.
El presente estudio parece poner de manifiesto la existencia de una dieta más saludable en los no fumadores y exfumadores, que de manera similar a lo observado en otros estudios (23), podría considerarse que comparten una dieta parecida y más sana que los fumadores. Sería deseable además que la población de riesgo, en este caso los fumadores, tuvieran hábitos alimentarios más saludables para atenuar el efecto del tabaco y para cubrir la demanda adicional de algunos nutrientes requerida por este grupo.
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1*. Sección de Farmacia y Dietética. Clínica de Rehabilitación de Salud Mental. Pamplona.
2*. Departamento de Ciencias de la Salud. Universidad Pública de Navarra. Pamplona.
La realización de esta investigación ha sido financiada por el Departamento de Educación y Cultura del Gobierno de Navarra a través de la Convocatoria de Ayudas a la Formación y Perfeccionamiento del Personal Investigador Navarro durante los Cursos 2000/1 y 2001/2.
Fuente: Anales del sistema sanitario de Navarra Volumen 29 |