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Potomania: enganchados al agua
La moda de la botellita es peligrosa
Paco Rego / Raúl Arias

Cuando Miriam tenía hambre, abría el bolso y bebía agua. Su objetivo era perder kilos. Ingería seis litros al día. Hasta que cayó desplomada, enferma de potomanía
«Antes que meterme esa porquería en el cuerpo, prefiero quedarme como estoy». Ocho meses atrás, cuando a Miriam se le pasó por la cabeza perder algunos kilos -«Nunca estuve gorda pero me apetecía bajar de peso para ponerme minifalda»-, la joven asturiana tenía claro que lo haría sin pócimas milagrosas. Tenía sobrados motivos. Había aprendido en carne ajena y en su pandilla corría de boca en boca que el agua, además de restar kilos, ayuda a mitigar las ansias de fumar.

Miriam, enganchada al tabaco desde los 16 años (hoy tiene 23), pensó que había encontrado el remedio a su medida. «Engañaba el estómago. Cuando sentía ganas de comer, abría mi bolso, sacaba mi botellita y bebía. Incluso si no tenía hambre. Y poco a poco fui perdiendo unos kilitos».

Al ver que la cosa le funcionaba -también sus ganas de fumar iban a menos-, Miriam se hizo aún más inseparable de la botella. Bebía a todas horas. En el cine, en el metro, por la calle...Como si el cuerpo le pidiera más y más líquido. Pasó de tomar tres litros diarios a beberse cinco o seis por jornada. Sin saberlo, se había convertido en una adicta al agua. Miriam es potomaníaca y está en tratamiento.

«Son adictos que ni se imaginan las consecuencias. Piensan que, por ser natural, el agua no hace daño. Esa es la imagen que se tiene del líquido. Pero es un error. Una ingesta excesiva y prolongada incluso puede ser letal», dice el nutricionista y endocrinólogo Pedro Crespo. Los especialistas coinciden en la importancia de beber al menos un litro y medio al día. Pero hay personas que literalmente se toman esta indicación de manera exagerada. Algunas piensan que así les será más fácil dejar el tabaco. Otras, porque creen que tomando agua en abundancia perderán de manera sana esos kilos que les incomodan, o que vivirán más años.

Baja agilidad mental

El riesgo no es menor. Un exceso de agua en el organismo ayuda a que los minerales (sodio, potasio, magnesio...) se diluyan con mayor rapidez en el plasma sanguíneo, dando lugar a la aparición de calambres, cansancio y pérdida de agilidad mental.

A falta de datos que retraten la incidencia de este trastorno nuevo y relativamente desconocido -ni siquiera el término potomanía aparece en el diccionario de la Real Academia de la Lengua- por el hospital madrileño Ramón y Cajal ya han pasado algunos adictos que, como la veinteañera asturiana, han perdido el control. Uno de los ingresados consumía entre seis y siete litros de agua diarios (la media está en 124 litros por español y año), en vez de los dos recomendables para asegurar el equilibrio hídrico del cuerpo. «Todo lo que pase de esta cantidad es innecesario», añade el doctor Crespo.
Y Miriam se pasó. Hace tres meses, en la fiesta de cumpleaños de un amigo, se desplomó en el suelo sin decir palabra. Fue su último mal trago. Cuando recobró la conciencia -había pasado una hora desde que comenzó a sentirse mal- estaba tumbada en una camilla del box de urgencias de un hospital. Le fallaba el corazón, las piernas se le encogían solas por los calambres y sus riñones daban sobradas muestras de cansancio. Miriam -que sigue acudiendo al psiquiatra para corregir su enganche al agua- estuvo durante media hora a las puertas del shock.

«¿Cómo vas a pensar que lo más natural que existe puede llegar a hacerte un destrozo así?», reflexiona ella, cuatro meses después de que su vida estuviera a punto de desvanecerse.

Igual da la hora o el lugar. La moda sana y el culto al cuerpo han dado alas al consumo del líquido elemento. 5.489 millones de litros embotellados (un 5,5% más que el año pasado, según los productores) se bebieron los españoles en 2005, los cuartos consumidores en Europa tras italianos, alemanes y franceses. Por calles, oficinas o en el interior de los transportes públicos, la botella de agua sobresaliendo de un bolso o llevada de la mano forma ya parte del cambiante paisaje urbano. Y son las mujeres, sobre todo jóvenes, las que más recurren al placentero sorbo. Quizás porque, equivocadamente, la mayoría está convencida de que la fórmula más líquido=menos grasa es el camino rápido, sano y seguro para adelgazar.

Entre los daños más perjudiciales para la salud, se encuentra la alteración en el funcionamiento de los riñones (encargados de regular los excesos de líquido a través de la orina), de la sangre y el equilibrio de los fluidos internos. Una de las situaciones más difíciles de revertir es cuando la sangre presenta niveles muy bajos de sodio en la sangre (hiponatremia). El funcionamiento del cerebro se ve seriamente comprometido. Producto de esto, es común la presencia de náuseas, dolores de cabeza muy intensos o letargia. Los casos más graves terminan en convulsiones, una parálisis o, incluso, la muerte.

Algunos psiquiatras, como José Miguel Gaona, acostumbrado a tratar adicciones, ya han comenzado a estudiar la potomanía como un desequilibrio mental. «Es un trastorno típico de personas histéricas, que además de seguir una moda, sienten un gran placer bebiendo grandes cantidades de agua».

A Miriam le han recetado un litro diario. Y, aunque dice encontrarse mejor, reconoce que le cuesta. «¿El mono? A veces aun me da fuerte».

Fuente: El Mundo