Imprimir
La droga llama a tu puerta
Eusebio Ferrer Hortet

Lo mejor, enemigo de lo bueno

No se pretende aquí hacer un exhaustivo estudio sobre la droga y sus problemas, sino simplemente -como padres y madres de familia, como educadores con responsabilidades de formación de jóvenes o como personas que están asomando a la vida- acercarnos a un tema que cada día adquiere más protagonismo en la sociedad que nos ha tocado vivir. Basta con que echemos una ojeada a las secciones de sucesos de cualquier periódico, para que leamos alguna noticia relacionada con el tráfico de estupefacientes, muertes por sobredosis, atracos perpetrados por toxicómanos...
Hace unos años el problema de los drogadictos era desconocido por el hombre de la calle. Se sabía de algunos casos aislados, lejanos, que no afectaban a uno directamente. Hoy, si sale el tema en una tertulia, siempre aparece alguien a quien le concierne de modo cercano y, por desgracia, puede poner al problema una cara con nombre y apellidos concretos.

Los centros de consumo no son sólo los barrios bajos o los sitios de reunión de un estrato de la sociedad donde el dinero parece fluir de los grifos, sino que invade discotecas y otros lugares de la más variada extracción social. No se libran ni los campos de deporte ni los colegios donde se agrupan los niños. Cuando llega a nosotros la noticia de un chaval o una chica de menos de diez años que mastica bolas formadas con pegamento que contiene disolventes, en vez de escandalizarnos, tal vez deberíamos reflexionar sobre qué clase de ejemplo les damos, cuál es el ambiente que les ofrecemos, si lo que han visto en sus padres es un lanzarse hacia la búsqueda incesante de sensaciones, de «nuevas experiencias», lo que induce a los hijos a probar cuando ni siquiera tienen capacidad para saber lo que es el placer.

Nunca nos daremos cuenta del daño que podemos hacer a quienes nos rodean, cuando no les dedicamos el tiempo, la atención y el cariño a lo que tienen derecho. Del mismo modo, el chico o la muchacha que vive en un ambiente poco exigente, sin que se le ofrezca la posibilidad de que por sí mismo vaya alcanzando distintos logros, acaba por encerrase en el mundo de la comodidad, los caprichos, el egoísmo, y empieza a abrir puertas hacia el deseo del disfrute, sin esfuerzo, de los paraísos que la droga promete.
Nos hallamos ante un problema que ha adquirido en poco tiempo, importancia a nivel no sólo de gobierno -debates en los parlamentos- sino de los propios Estados -lucha internacional contra la mafia que trafica y comercia con drogas y estupefacientes- que lleva consigo la violencia a gran escala, el «negocio» de la prostitución, la pornografía, etc.

La esclavitud de la droga deja al sujeto dispuesto a cualquier cosa, a la humillación más despreciable, más inimaginable.

Una cuestión de esta envergadura sería iluso pretender abordarla desde un corto número de páginas, pero sin embargo nos servirá para detenernos un poco a reflexionar sobre un problema que está ahí, acaso dispuesto a pegarnos el zarpazo a nosotros mismos o a algún ser muy querido, muy cercano (hijo, alumno, amigo, compañero...).
Antes de adentrarnos en el tema hay que hacer una advertencia importante, que con frecuencia olvidamos: el ser humano es libre. Nadie está predestinado a ser toxicómano. Existen ambientes, circunstancias que hacen que unas personas tengan más fácil acceso o propensión a introducirse en el mundo de la droga; pero el hombre, la mujer, dispone de los suficientes recursos internos para no dejarse «enganchar», como hoy se dice. Paradójicamente, el ser humano por su propia libertad es capaz de dar los primeros pasos que le llevarán después a ser devorado por la misma bestia que creía poder dominar. Aunque cueste reconocerlo, los inadaptados, los débiles, los perezosos, los «pasotas», los egoístas, los comodones, los insatisfechos, etc., no nacieron así, sino que día a día -y lo terrible es que muchas veces bajo nuestra propia mirada- se fueron «haciendo así» hasta desembocar en lo que desembocaron, de la misma forma que los voluntariosos, enérgicos, con fortaleza, animosos, entregados a los otros, preocupados por los demás, tampoco son así por casualidad, sino que lo consiguieron gracias a un ejercicio diario y continuado.

El ser humano es comodón por tendencia y no quiere pechar con la responsabilidad que le concierne: cuando las cosas salen bien, él es el protagonista, pero cuando salen torcidas, es más fácil culpar a la sociedad, las estructuras o la familia, cualquiera menos a él mismo, porque, reconocerlo sería aceptar la posibilidad de rectificar y eso es sinónimo del esfuerzo, de ejercer la voluntad. De ahí el que, cuando nos planteemos la cuestión de la droga, no pensemos que es un monstruo que nos puede atacar por la espalda irremisiblemente, sino que por el contrario cuanto más señores seamos de nosotros mismos, menos peligro tenemos de ser siquiera rozados por ella. Y quede bien claro que el dominio de sí mismo se demuestra no acercándonos ni un ápice a la posibilidad de gustar algo relacionado, aunque sea de lejos, con la droga. El «probarnos», «experimentar sólo para demostrarme mi propia fuerza», es dar saltitos al borde del precipicio con un 99 por cien de probabilidades de que, en el momento menos pensado, ceda la tierra e iniciemos una caída que en los primeros momentos es tan placentera como volar, pero que por desgracia toma una dirección sólo en sentido descendente, con velocidad acelerada y con un final cantado.

La propia exigencia, el ejercicio constante de la voluntad para ir alcanzando nuevos objetivos, el ambiente de cariño, comprensión, diálogo, la vivencia de ideales, que contrarreste el ambiente comodón, egoísta, materialista, mezquino y hedonista que nos envuelve, es el mejor antídoto que disponemos en la lucha contra la droga. Los gobiernos, los Estados, tienen el deber de poner todos los medios a su alcance para erradicar con leyes y medidas policiales los males que acarrea la droga, pero los más eficaces antídotos los tenemos al alcance de nuestra mano, en el seno de nuestra propia familia. Es un quehacer .diario, constante, que a veces parecerá agotarnos, o que juzgamos insuficiente, sin apercibirnos del extraordinario poder que tenemos. Estaríamos dispuestos a comprar a cualquier precio las pastillas que nos inmunizaran a nosotros y a los nuestros del cáncer de la droga; sin embargo, por fortuna, el ser humano es mucho más complicado, sutil y a la vez sencillo de lo que parece. La solución es barata, aunque cueste ponerla en práctica.

Otro aspecto muy a tener en cuenta es el de que los grandes problemas que inquietan al ser humano, como el que nos ocupa de la droga o, ya en fase adelantada, de la drogadicción, nunca llegan de golpe, inesperadamente, sino poco a poco, día a día, un fin de semana después de otro. Por eso no podemos dormirnos, despreocuparnos, por mucho que la vida nos apriete. No podemos cruzarnos de brazos cuando descubramos, detalle a detalle, que a nuestro hijo, a nuestro alumno, a nuestro amigo, a nosotros mismos, suceden unos hechos chocantes, inusuales, porque con el transcurso del tiempo nos habremos habituado a ellos y hallaremos explicación para todo.

Contribuir al consumo de la droga, por ignorancia

«Se está viendo que, con cierta frecuencia, la insuficiencia de la información educativa es la causa de que muchos hayan caído en la droga. Y esto es así en la mayoría de los casos, por el déficit cultural de los educadores. No se puede decir, por ejemplo, como hemos tenido ocasión de oír alguna vez, que no importa probar la droga porque conviene conocer las cosas».

«Analizando los datos anamnésicos de sus enfermos, se encuentra que cuando se habla de la droga (incluso por los mismos padres) de modo poco adecuado, confuso o sin conciencia del problema, se contribuye a facilitar el consumo según Kolansky y Moore. Tal información desacertada -por carencia de planteamiento didáctico, por decirlo así- tiene siempre malas consecuencias» (Dr. González Barón, «Nuestro Tiempo»).
Contribuir al consumo, por nuestra propia ignorancia, es algo lamentable y que debemos evitar por todos los medios.

Visión panorámica

Antes de seguir adelante, será conveniente definir algunos conceptos que después se utilizarán. Para ello transcribo la definición del Dr. González Barón:
«Se conoce como tolerancia el hecho característico de que con muchas drogas, a medida que el sujeto la va tomando necesita dosis cada vez más altas para conseguir los mismos efectos.

Se llama dependencia física la profunda alteración fisiológica, que deriva del cambio producido en el sistema nervioso, ocasionado por la interrupción de la administración de la droga cuando ya se había hecho habitual.

Y se describe en cada caso un síndrome de abstinencia, con manifestaciones psíquicas y orgánicas, muy dolorosas en ocasiones, y cuyas características dependen de cada droga y de la personalidad del sujeto.

En la mayoría de los casos, como parte de este síndrome o como consecuencia, se presenta lo que se llama adicción: alteración de la conducta con un deseo incoercible de tomar la droga, tratando de asegurarse por cualquier medio la cantidad que necesitan, y también se incluye en la adicción la tendencia a la recaída después de que se ha conseguido suspender el uso de la droga».

El mundo de la droga separa a los sujetos de la vida y de la relación con las personas normales y se encierran entre unas amistades, en unos ambientes muy concretos, formando un estrato social que desea manifestarse como marginado. Ellos creen que no tienen la culpa de su estado, sino la sociedad, «las estructuras», que les empujaron al lugar donde se encuentran. La adicción modifica su conducta hasta extremos insospechados por el propio sujeto y en esta nueva situación degradante, dolorosa, en la que se mueve, utiliza hasta un nuevo lenguaje como para demostrarse que vive su propia vida, que nada tiene que ver con la anterior, con la sociedad que «le empujó» al desastre. No vamos a realizar aquí una especie de diccionario del drogadicto y narcotraficante, pero todos habremos oído hablar de «engancharse» como sinónimo de «adicción»; «mono», en lugar de «síndrome de abstinencia»; «viaje» por «dosis»; «camello» por «traficante»; «caballo» por «heroína»; «polvo» por «cocaína»; «porro» por «cigarrillo de hachís, grifa o marihuana», etc. etc.

Pasemos ahora a conocer, de manera somera, algunas de las drogas más utilizadas.

Fármaco

Efecto deseado

Alucinógenos

 

-Dietilamida del ácido lisérgico (LSD)

-Expansión de la conciencia, autoexploración, experiencia

-Trimetoxifeniletilamina Hidroxidimetiltriptamina

-Al igual que LSD, aunque se dice que la calidad de la experiencia difiere de la obtenida con LSD

-Dimetiltriptamina (DMT)

-Experiencia alucinógena abreviada (una o dos horas)

-Feniciclidina (Sernyl)

-No se busca activamente ; a menudo se vende como otra droga o se utiliza para alterar los efectos de la sustancia base

-Dimetoximetilfenetilamina

-Experiencia alucinógena duradera o expansión de la conciencia

-Marihuana, hachís

-Relajación falta de inhibición; disminución del umbral a varios estímulos; aumento de la sociabilidad

Estimulantes

 

-Anfetamina
-Metanfetamina

Estímulo, motor al igual que psicológico; balandronadas falsas; ideación creadora, aumento del rendimiento físico

-Metilfenidato (Ritalin)
-Cocaína

Elevación del estado de ánimo y estímulo cortical de acción breve

Depresores

 

Barbitúricos
-Secobarbital
-Amobarbital
-Fenobarbital
-Amobarbital/secobarbital

Desinhibición; alivio de la tensión; euforia; fármaco alterno cuando el opiómano no puede conseguir derivados del opio

No barbitúricos
-Glutetimida
-Metiprilon
-Metacualona
-Etoclorovinol

Al igual que barbitúricos; varios miembros del grupo se conocen por propiedades «afrodisíacas»

Alcohol
-Etanol

Al igual que los barbitúricos; la disponibilidad fácil y la aceptabilidad social fomentan la droga como alternativa práctica

Opiáceos
-Diacetilmorfina (heroína)
-Morfina
-Dihidromorfinona (Dilaudid)
-Codeína
-Paregórico
-Meperidina (Demerol)

En etapa inicial euforia y tranquilidad (disminución de la tensión); después dependencia física --síndrome de evitación o de abstinencia

Tranquilizantes menores
-Clorodiazepóxido
-Diazepam
-Meprobamato

A veces desinhibición (cuando se utilizan con alcohol); por lo regular alivio de la tensión y autotrotamiento de reacciones disfóricas a otros fármacos

Disolventes
-Pegamento/ Pintura
-Gasolina / Líquido de encendedor
-Barniz o removedor de barniz para uñas

Depresores no refinados; a menudo se utilizan cuando no se dispone de otra droga o se restringe la accesibilidad

Diversos
-Asthmador (alcaloides de belladona)
-Nuez moscada
-Jarabe para la tos
-Calamento
-Oxido nitroso
-Nitrito de amilo

Fármacos de moda, a menudo relacionados con folklore local de contemporáneos.
A menudo se utilizan en combinación con otras experiencias de drogas

«Pueden hacerse algunas afirmaciones generales acerca de tipos de fármacos».
«Todas las drogas del grupo de depresores, excepto los disolventes, producen dependencia física y síntomas ulteriores de abstinencia al suspenderlos repentinamente. La tolerancia es carácter común y puede clasificarse en dos grupos, a saber: la de tipo de alcohol barbitúrico en la cual hay tolerancia a los efectos sedantes, y la del tipo morfina, en la cual hay tolerancia a todas las reacciones que incluye la dosis letal o mortal, siempre que se aumente gradualmente».

«El alcohol y los barbitúricos ingeridos simultáneamente producen efecto depresor mayor que el resultante de la simple suma de dosis lo cual probablemente guarde relación con bloqueo excretorio metabólico, o con inhibición por competencia hacia sistemas enzimáticos comunes».

«Los problemas médicos mayores guardan relación con el uso intravenoso de cualquier substancia y son función de la substancia misma además del método de administración. Ello se aplica en especial a anfetaminas (que incluyen el metilfenidato), barbitúricos y opiáceos».

«No son raros los cuadros de dependencia mixta, especialmente barbitúricos y opiáceos».

«El abuso de una substancia en su forma pura, producida con control de calidad, es la excepción y no la regla. Muchas de las drogas que se compran en la calle están diluidas o mezcladas con otras substancias que a menudo producen variaciones notables de la respuesta en relación con las calculadas del componente original».

Ser realistas, no bobos

Como padres de familia, educadores, o hasta como personas a las que nos puede afectar, debemos huir de considerar la droga como un problema irreparable, insoluble. Simplemente se trata de un peligro que acecha. Tenemos en nuestras manos muchos más medios para combatirla de lo que pensamos: claudicar, bajar tan sólo la guardia, es lanzarnos a sus brazos (garras, para ser más exactos).

Los problemas de la drogadicción no se presentan de la noche a la mañana, todo responde a un proceso paulatino. Y es ahí donde debemos apoyarnos para detectar los primeros síntomas, para reaccionar inmediatamente.

Las primeras señales que indican un caminar hacia la droga los detectan los propios sujetos: ojo, no dejarse engañar por los compañeros y menos por uno mismo buscando excusas para lo inexcusable. Pero los padres, los educadores, también podemos guiarnos por signos externos de quienes se meten en el «rollo» de la droga, aunque traten de engañarnos, de ocultar su verdadero problema. Estos signos externos, variaciones de aspecto y conducta, no quiere decir que irremisiblemente sean fruto de las primeras o continuas experiencias con la droga; pueden provenir de otras cuestiones. Para lo que si sirven es para detectar anomalías, problemas, que en muchos casos están relacionados con la droga.

La dejadez, la falta de aseo personal, el descenso en el rendimiento intelectual en los estudios, en el trabajo, la carencia de apetito, el mal color, no arremangarse la camisa por calor que haga -ocultando pinchazos intravenosos- desinterés por las cosas que ocurren a su lado, aun de las personas más afines, cambio de amistades, dejar de frecuentar ambientes hasta entonces habituales, falta de comunicabilidad, aparición de jeringuillas, cucharitas requemadas, cajetillas con un trozo de cartón recortado, y en fin, ropas con olores dulzones a extrañas hierbas o cualquier detalle chocante que detectamos, es motivo de una conversación a fondo con el adolescente, un profundizar sobre sus preocupaciones, su comportamiento, amistades que frecuenta, lugares de reuniones, etc. etc.

La droga es un problema que siempre va unido al dinero. Esta es una de las fuentes de información más valiosas de las que disponemos los educadores (llámense maestros, padres o tutores). Si del cajón de la mesilla o del armario de la cocina donde se guardan los cambios desaparecen cantidades..., pongamos a funcionar el radar. ¿Qué necesidades experimenta el hijo, la hija, para atreverse a apropiar de un dinero que hasta entonces para ellos era poco menos que intocable? Nunca le hemos negado lo necesario para las diversiones, ¿por qué ahora no lo pide? ¿En qué lo gasta? Las madres y los padres que han pasado por ese trance coinciden en que las cantidades desaparecidas van en aumento y luego viene el salto a la sortijita que no aparece -si es suya, «la perdió... ¿no lo había comentado?»

Más tarde, son otras cosas de valor de otros miembros de la familia las que desaparecen y de pronto, sucede a la inversa. El hijo o la chica pasan a ser unos Fuera de serie, que sacan dinero de debajo de las piedras... Eso puede ser muy grave, una fase cada vez más cerca a lo irreversible: meterse en el tráfico, en la venta, para conseguir mantener las imperiosas necesidades.

En nuestro deseo de ayudarles, no olvidemos que la persona que empieza a introducirse en el mundo de la droga (no digamos cuando esté «enganchado») miente -otro síntoma- de modo descarado.

Nos encontramos Frente a un ser humano que ha cambiado de personalidad. Lo que le hacía reaccionar, ya no le alce nada, ha cambiado los antiguos gustos y sentimientos por un solo deseo: satisfacer su propia necesidad. No seamos ingenuos tratando de disculpar y justificar desde la inapetencia hasta los vómitos frecuentes, desde las ojeras hasta su aire ausente, etc. etc. Pero además existen:
Complicaciones médicas corrientes concomitantes con el uso de drogas por los adolescentes.

Complicación

Relacionada con

Tegumentos

 

«Rieles de ferrocarril»

Sitios infectados o fibrosos de punción venosa; uso de cualquier droga.

Cicatrices de inyección en la piel

Atrofia y fibrosis adiposas con inyección subcutánea de opiáceos y barbitúricos.

Microfurunculosis

Anfetaminas

Abscesos

Irritación química (especialmente barbitúricos) o cualquier inyección infectada.

Acné rebelde al tratamiento

Anfetaminas, barbitúricos.

Aparato Respiratorio

 

Granulomas por cuerpo extraño (pulmón de talco)

Uso intravenoso continuado de cualquier droga en la cual se introducen en la circulación las fibras de algodón de relleno con talco.

Absceso pulmonar

Aspiración secundaria a émbolos sépticos.

Edema pulmonar

Heroína (sobredosis-anafilaxia), metadona, propoxifeno

Bronquitis aguda con hemoptisis

Marihuana, disolventes

Tuberculosis

Forma de vivir de los que usan drogas

Aparato Cardiovascular

 

Endocarditis, izquierda o derecha

Inyección contaminada

Arritmia

Marihuana, opiáceos

Hipertensión aguda

Anfetaminas

Hipotensión

Depresores, anfetaminas

Angiítis necrosante

Anfetaminas

Arteriospasmo periférico

LSD, semillas de Dondiego de día

Aparato Gastrointestinal

 

Hepatitis: por suero

«Útiles» contaminados

Tóxica

Alcohol, disolventes

Crónica persistente

Depresores, anfetaminas

Estreñimiento

Opiáceos, abstinencia de anfetaminas

Hemorroides

Secundarias a estreñimiento

Estomatitis

Anfetaminas, substancias atropinoides

Aparato Urogenital

 

Disuria terminal

Anfetaminas

Impotencia

Anfetaminas, opiáceos

Amenorrea secundaria

Opiáceos

Sistema Nervioso

 

Temblores

Anfetaminas, barbitúricos, abstinencia de opiáceos.

Convulsiones

Sobredósis: meperidina, propoxifeno, cocaína, LSD, estricnina, metacualona.
Abstinencia: barbitúricos

Nistagmo

Barbitúricos y alcohol

Parestesias

Ergotismo secundario a LSD de mala calidad

Espasmo extensor

Estricnina como adulterante

Embolia de vasos retinianos

Contaminación por talco

Psiquiátricas
Reacción de ansiedad y pánico
Síndrome cerebral agudo: tóxico
Síndrome de agotamiento y depresión
Psicosis latente manifiesta
Conducta agresiva irracional

 

Diversos

 

Reacciones positivas falsas biológicas para sífilis

Opiáceos

Tétanos

Inyección en la piel

Paludismo

Contaminación

Osteomielitis por Pseudomonas

 

Como también pone de manifiesto el Dr. Mackenzie, después de esta descripción, «no todas las manifestaciones clínicas del uso de las drogas guardan relación exclusiva con el tipo de droga y el grado de su pureza. El medio o los caracteres personales y las esperanzas del individuo que usa la droga, pueden tener función importante para regir las manifestaciones ulteriores de conducta producidas por cualquiera de ellas.»
Actualmente para quienes se drogan introduciendo substancias por medio de inyecciones, existe el riesgo –hoy mortal- de adquirir el SIDA (Síndrome De Inmunodeficiencia Adquirido)

42.000.000.000.000 de pesetas anuales en juego

En un debate televisivo, se dio como aproximada la cifra de 42 billones de pesetas (como se dice cuando se dan estas cifras por la radio: billones con «b») lo que se mueve anualmente en el mercado de narcotraficantes. Grupos de la mafia, trafican con cifras que sólo son comparables a las que leemos en los presupuestos de algunos estados de países desarrollados. Aquí hallaremos la explicación de corrupciones, sobornos, campanas de relaciones públicas con presupuestos millonarios para presentar con rostro inocente determinadas drogas, etc. Y también el aumento de lacras sociales como la violencia, la prostitución, la pornografía que forman un círculo vicioso que, degradando la moral social, invita al consumo de la droga, que a su vez degrada la moral social.
Porcentaje del aumento de las sustancias decomisadas, comparando los dos años:
Un negocio tan próspero, donde los clientes aumentan, es algo que debe cuidarse con esmero y a gran escala. Todos los esfuerzos de los que se benefician, van encaminados, en primer lugar, a ofrecer una agradable imagen de la droga, presentada como un signo de progreso, y hasta -no se paran en barras- de libertad. No puede negarse que se ha conseguido presentar la droga con una marcada diferencia entre las blandas (hachís, grifa, marihuana y derivados de cáñamo) y las duras (cocaína, morfina, heroína, barbitúricos, LSD, etc.). Una vez cambiada la mentalidad del hombre de la calle, es mucho más fácil ampliar el público consumidor.
En España hemos visto los nefastos resultados que se consiguieron con una mayor permisividad legal, que tuvo que ser derogada. Aquí sí se puede decir que es peligroso jugar con fuego.

De la permisividad a la drogadicción

Para no caer en puras teorías que ilustren lo anterior, transcribo simplemente dos noticias sacadas de los periódicos, que tienen la misma familia como protagonista, con un intervalo de 12 años.
«Washington (EFE). Consumida por lo menos una vez por más de veinte millones de norteamericanos, la marihuana puede unirse próximamente al alcohol y al tabaco como tercera droga permitida socialmente en los Estados Unidos».

«Esto al menos se desprendía de un informe que una docena de consejeros federales enviaron al presidente Ford, en el que le recomendaban que redujera la persecución del Gobierno contra el consumo de la marihuana».

«Tras subrayar que los efectos de la marihuana no eran más peligrosos que los que producen el alcohol o el tabaco, el informe aseguraba que la marihuana es junto con el tabaco y el alcohol una de las drogas más utilizadas en Estados Unidos».
«El informe pedía, en cambio, que toda la vigilancia que pudiera reducirse en el caso de la marihuana se emplease en la represión del consumo y tráfico de heroína, anfetaminas, LSD y barbitúricos».

«El presidente Ford, cuyo hijo reconoció recientemente haber fumado marihuana, calificó el informe de realista»
«Nueva York/EFE.-- Las drogas y el alcohol pueden arruinar la vida de una persona; pero se puede salir de este pozo sin fondo. Este es el mensaje fundamental de 'La historia de Betty Ford', filme basado en la vida real de la esposa del expresidente Gerald Ford, que emitirá el lunes la cadena de televisión americana ABC».
«Betty comenzó su adicción al alcohol y las drogas después de que su marido perdiera la elección presidencial en 1976, frente al candidato demócrata Jimmy Carter; durante un tiempo, no quiso reconocer la raíz de sus problemas hasta que un día, convencida por su familia, decidió encararlos y librarse de ellos con un coraje ampliamente reconocido en Estados Unidos».
«Sometida a tratamiento médico en un hospital naval, la señora Ford logró por fin recuperarse por completo y creó luego la Fundación que lleva su nombre para tratamiento de alcohólicos y drogadictos»… como dicen los americanos, «No comments».

El cuidado de la imagen: vestir al lobo de Caperucita

La necesidad de aumentar el mercado y las ventas de droga, como se apuntó anteriormente, requiere verdaderas campañas de imagen para que el público rechace la idea de que la droga va unida al desastre y a la muerte. Como el negocio es rentable, si con él se consiguen sobornos y compras de profesionales y políticos, más fácil es conseguir los servicios profesionales de verdaderos expertos para colaborar en campañas de cambio de imagen. Veamos a grandes rasgos cómo se organizan:
1.º La marihuana, el hachís, la grifa son de uso común, luego si socialmente está tan extendida, ¿cómo pueden atreverse a prohibirla?

- Aquí se trata de extrapolar el consenso popular, «la mayoría», que es la ley en las cuestiones políticas de los Estados democráticos, para cambiar la validez de un acto cuya conveniencia o perjudicabilidad depende del hecho en sí. No porque haya una ola de asesinatos podemos pedir que se deroguen las leyes que lo condenan. Sería aberrante considerar socialmente aceptable el matar al prójimo puesto que se ha convertido en la costumbre más popular de las últimas décadas.

2.º Colocar al mismo nivel las drogas derivadas del cáñamo con el alcohol y el tabaco, con lo que se consigue un mayor nivel de confusión.
- No vamos a defender aquí el consumo del alcohol, ni las dramáticas consecuencias de su abuso. Lo que sí es cierto es que los millones de personas que beben su vaso de vino en las comidas -son por lo tanto consumidores- dan unos porcentajes muy bajos de ciudadanos que terminan siendo alcohólicos. Los caminos que finalizan en el delirium tremens no se inician por ingerir simplemente bebidas alcohólicas, lo que en otra clase de 'drogas', equivale a experimentación. Veremos más adelante cómo las consecuencias de Fumar hachís producen los resultados de una buena intoxicación etílica, cosa que están muy lejos de buscar los miles de bebedores habituales. Digamos que está más cerca de matar el que lleva siempre consigo una pistola cargada, que quien tiene cuchillos en su cocina, aunque puede darse el caso de que -por las circunstancias que sean- el útil culinario pudiera esgrimirlo como arma mortífera.

- Del tabaco podemos decir otro tanto, aunque las consecuencias siendo importantes, nunca adquieren la gravedad del alcohol. Existen muchas enfermedades relacionadas con el consumo del tabaco, pero no con la peligrosidad -por establecer un parangón- de las que se derivan de la promiscuidad sexual (pensemos en el SIDA, sin ir más lejos). En casos de fumadores empedernidos puede hablarse no solo de adicción, sino de que la nicotina puede producir síndrome de abstinencia; (¿quién no ha experimentado el mal humor del pariente que, por prescripción facultativa, debe dejar el tabaco?). Pero seamos realistas, por el momento no leemos en los periódicos que ninguna estanquera haya muerto víctima de un fumador que buscaba desesperadamente su cajetilla...
- En consecuencia: A río revuelto, ganancia de pescadores. Si uno se fuja, siempre se habla de que la peligrosidad del hachís, de la marihuana, no es superior a la de las drogas permitidas como el alcohol y el tabaco, se compara para quitar importancia a los derivados de cáñamo y presentarlos como productos no nocivos. Nunca a la inversa. En eso de la peligrosidad de las drogas por lo visto se sigue la misma ley que tiende a equilibrar la temperatura de los cuerpos que están a distintos grados, donde los más fríos, inexorablemente, toman grados de los más calientes: nunca a la inversa.
3.º Una vez rebajada la idea de la peligrosidad de la marihuana, el hachís (derivados del cáñamo), presentarlas como 'droga blanda’. Y por el contrario, hablar de la 'droga dura' (heroína, cocaína, barbitúricos, LSD, crak, etc.) recargando las tintas para que resulte la mala del cuento.

- Son las recomendaciones para que los medios y los esfuerzos que se dedican a erradicar la marihuana y el hachís, se dediquen a combatir la heroína, la cocaína, los barbitúricos, las anfetaminas, etc. etc.
- El público queda convencido de la seriedad del planteamiento: son las drogas duras las que hay que combatir, lo otro es una pérdida de tiempo, es ir contra los gustos y los deseos de toda una sociedad que no sólo consume droga blanda, sino que alardea de ello como bandera de libertad.

- Como puede verse el proceso está planeado meticulosamente por grandes expertos de innegable capacidad profesional y podemos preguntarnos para qué. Muy sencillo:
-- No todos los que fuman un «porro» terminan en la droga dura. Pero todos los que terminan «enganchados» en la droga dura, empezaron por la marihuana, el hachís...
-- ¿Qué significa eso? Pues es fácil deducirlo, es un simple problema de comercialización. Los grandes negocios y movimientos económicos se consiguen a través del comercio de la droga dura y los derivados del cáñamo, la «inofensiva, social y maravillosa» droga blanda es la encargada de abrir mercados, buscar y conseguir clientes y lavar el cerebro del público respecto al impulso de inmediato rechazo que lleva de por si la palabra droga.

Aunque la marihuana se vista de seda

Para que nos demos cuenta del peligro que encierra el juguete que puede caer en nuestras manos o en las de algún ser querido cercano a nosotros, detengámonos un poco a saber algo acerca de lo que en la calle se llaman drogas blancas. Transcribo unas páginas de una «Síntesis de Toxicología».

El cáñamo y sus productos
Botánica
El cáñamo (Cannabis Sátiva) es una planta dioica del grupo de las certicáceas, de la familia de las canabiceas oriunda de Asia Central, desde donde se ha propagado a otros países.

En Europa es una planta de cierta altura, llegando a alcanzar más de 2 m. Se cultiva con preferencia de cara a sus fibras textiles y a sus granos oleaginosos.
Sin embargo en ciertas, regiones (en altas mesetas asiáticas, Indostán, Persia, Grecia, África del Norte), la planta como reacción a la sequedad y al clima es menos vigorosa, de menor tamaño y de escaso valor textil. En la parte florida de la planta hembra, se segrega una resina (medio de protección) que posee propiedades fisiológicas activas. Esta variedad adaptativa ha recibido el nombre de Cannabis Indica. De ella se extraen los productos utilizados por los toxicómanos.

Elementos químicos y farmacodinámicos  

Los primeros estudios sobre el cáñamo fueron realizados por Silvestre de Sacy, Rouger y Desgenettes durante la campaña de Napoleón en Egipto, mientras que Virey y Lamarck utilizaron muestras procedentes de Oriente.
El cáñamo se utiliza bajo las siguientes formas:

a) La resina: La cual tiene nombres distintos, según los países (charas en Asia, hachís en el Oriente mediterráneo y chira en África del Norte). Esta resina recogida por procedimientos especiales, se presenta en forma de pastillas o de bastoncitos.
b) El cáñamo (hojas y flores de la planta hembra), se recoge y se deseca, se tritura antes de su uso con instrumentos especiales. Con frecuencia se mezcla a ciertos tabacos. Tiene nombres distintos: bang y ganja (India), kifi (Argelia, Marruecos), takruri (Túnez), haback (Turquía), hachís (Siria, Líbano), adjomba (África Central), dagga (África Austral), marihuana (América), grifa (México, España).
La resina es mucho más nociva que el cáñamo natural. En la primera, la cantidad de producto activo oscila alrededor de un 30%, mientras que en el segundo casi no sobrepasa del 8 al 12%. Algunos países han instituido un monopolio en su venta (Túnez, Marruecos), esforzándose en mantener una cantidad pequeña, constante, que no supere el 4-5%.
El principio activo aislado de la resina es el Cannabinol. La identificación del cáñamo puede hacerse al microscopio, pero con mucha más precisión en el laboratorio de química (reacción alcalina de Beam).
Experimentalmente, los ensayos fisiológicos de Richet y de Joel, han permitido llegar a la conclusión de que la acción del cáñamo se ejerce sobre el cortex cerebral, lo que justificaría el calificativo de «veneno de la inteligencia».
Antaño se utilizaban extractos de cáñamo en farmacia; hoy en día están en desuso.

Productos preparados y utilizados por los toxicómanos

J. Bauquet, a quien se debe un importante estudio sobre el cáñamo, clasifica los productos y preparaciones utilizadas por los toxicómanos, en tres categorías.

Para fumar
La más buscada es conocida por el nombre de hachís. Son pequeños bastoncitos hechos de resina. Se les parte en el momento de su empleo, a veces se les añade opio, o bien productos perfumados o afrodisíacos. Todo ello se introduce en los cigarrillos.
Se consumen con mayor frecuencia (por lo menos en África del Norte) las flores y las hojas del cáñamo desecadas y cortadas en pequeños fragmentos.
Los fumadores argelinos lo consumen en una pequeña pipa especial, mezclado con tabaco «Soufi», variedad de tabaco indígena cultivado en el Sur, o enrollado en cigarrillos.
Son igualmente las hojas de cáñamo, las que en América se fuman en los cigarrillos de marihuana.

Para beber
Son maceraciones acuosas de las hojas o de las flores (poco activas, dada la poca solubilidad del vegetal), o bien suspensiones hechas con el cáñamo picado al mortero (tipo assis). Estas preparaciones se mezclan con soluciones o jarabes perfumados (flor de naranjo, jazmín, etc.) (tipo essar) o alcoholes anisados (chats-raki).

Para comer
Todas las recetas de confitería y toda la imaginación oriental, se han puesto a la disposición, en distintas preparaciones o excipientes, de una clientela especializada (confituras, pastas blandas, pastas duras, etc.).
Los dulces más conocidos son el manzul, el madjun, el damawesck y el garuich. Su diversidad depende principalmente de sus asociaciones: almendras, nueces, nuez moscada, pimienta, canela, cuando no se trata de opio, de nuez vómica, de cantáridas, ya que además poseen una acción afrodisíaca.

La embriaguez por cáñamo

Esquemáticamente, se han descrito varias fases sucesivas en la embriaguez canábica:

Fase de excitación eufórica
Según Moreau de Tours al cabo de una o dos horas de la ingestión de la droga, el sujeto experimenta una sensación de bienestar físico y moral, y una alegría íntima indefinible. Esta alegría profunda es expansiva y comunicativa. Se experimenta una gran necesidad de movimiento, pero se contiene para poder experimentar todo su bienestar. El raciocinio está todavía conservado pero las acciones empiezan a escaparse al control de la voluntad.

Fase de exaltación sensorial y afectiva (Desorientación)
Al principio se tiene una hiperestesia sensorial anormal, caracterizada por una mayor agudeza en las percepciones (el menor ruido, el menor sonido, poseen resonancias extraordinarias, engendrando ilusiones y a menudo alucinaciones).
Esta borrachera por hachís, aumenta de una manera particular la emotividad del sujeto, el cual se convierte en extremadamente sugestionable. Su comunicabilidad se halla aumentada y a menudo posee una hilaridad incoercible, no siendo raro que en ocasiones presente una repentina impulsividad con crisis de ansiedad, fugas con agresividad que pueden llegar al crimen.
La noción de tiempo y espacio se halla alterada. El sujeto ha vivido en un mundo maravilloso, fantástico, y ha visto innumerables escenas en un desarrollo sin fin y sin embargo el reloj no ha adelantado más de un minuto. Las distancias aumentan considerablemente, entre el sujeto y su vecino, entre el vaso y la mano, así como se ven considerablemente alargados y deformados los propios miembros del fumador.

Fase estática
Una indecible sensación de éxtasis sigue al tumulto de ideas y de imágenes a esta fase de beatitud tranquila, que todavía se ve trastornada por la aparición de visiones.
El sujeto entra en este período de bienestar, que los musulmanes llaman precisamente el kif, y que ha dado el nombre a la droga que lo proporciona. Si conserva cierto grado de lucidez, permanece en un estado de gran impotencia. Decía Baudelaire, «Os desafío a romper una pluma o un lápiz»: sería un trabajo por encima de sus fuerzas. Esta abulia total es muy típica. También se ha observado que puede llegar a un verdadero desdoblamiento de la personalidad.

Depresión y sueño. El despertar
Después de varias horas de este estado extático y pasivo, el sujeto queda dormido. Al día siguiente se despierta algo mareado pero muy dispuesto. Sin embargo, una vez en pie y al estar en contacto con sus obligaciones, se siente un poco cansado, e incapaz de trabajar y falto de energía para actuar. En México el alcohol se utiliza como antídoto de la embriaguez canábica.

El canabismo crónico. Aspectos médicos y sociales

El uso habitual del canabismo, es decir el canabismo crónico, es quizá menos tiránico que el del opio. El aumento de las dosis es menos rápido, la abstinencia no se acompaña de accidentes graves.
Sin embargo la dependencia a la droga es lo suficientemente importante como para disminuir el valor social del sujeto y producirle graves trastornos físicos y mentales. Dice un proverbio marroquí: «Un poco de Kifi calienta, mucho quema». Mientras existen algunos fumadores moderados o bien algunos musulmanes se conforman en degustar algunos dulces a base de hachís, con ocasión de la Pascua del Ramadán, existen por otra parte indígenas que llegan a abusos prolongados en los que se resiente su psiquismo y su salud física ya que pierden su actividad social regular y se conforman con pequeños empleos ocasionales, o bien, vegetan miserablemente.
Se descubren fácilmente por su apatía, por su forma descuidada de vestir, por sus cambios de humor, su palidez, y por ese estado de degradación física propia de todos los intoxicados crónicos.

En estos individuos aparecen a menudo cuadros agudos: accesos de agitación delirante, raptos de ansiedad, fugas, reacciones antisociales, violentas y criminales.
Estos accidentes de aparición súbita pueden desaparecer al cabo de unos días de hospitalización, si el individuo es joven todavía; sin embargo lo más frecuente es que se prolonguen por un estado de indiferencia, de enlentecimiento intelectual, con apariencia de disociación esquizofrénica, lo que hace pensar en una demencia precoz; en casos más avanzados no se trata más que de una pseudo-esquizofrenia. Al cabo de seis meses o un año de internamiento, es posible que el sujeto vuelva a la normalidad.

Conclusiones

- El canabismo habitual no es tan tiránico como (p.e.) la adicción que producen los derivados del opio; pero es tiránico.
- Con un tiempo de uso continuado se precisa de aumentos de dosis para conseguir iguales resultados. El cuerpo se habitúa a la sustancia tóxica y cada vez precisa más.
- Tiene consecuencias nefastas para el cuerpo, la mente y el comportamiento social. El individuo tiende hacia la apatía, el desinterés, la indiferencia ante todo y todos.
- La embriaguez de cáñamo es lo que en términos vulgares podríamos definir como una tremenda borrachera.
Al experimentar la droga pierde totalmente la personalidad, el dominio de sí mismo, la libertad de tomar las propias decisiones. De pronto es como si «otro» entrase dentro de uno mismo y empezase a actuar por su cuenta y riesgo. «Otro» que parece mejor que uno mismo, lo malo está en que abandona cuando se pasa el efecto de la droga y cada vez es más exigente para volver y peor se ve la realidad cuando uno regresa del viaje.
- Con los últimos descubrimientos como el crack, una mezcla de cocaína y otros productos que abaratan las dosis, se consiguen sorprendentes resultados de efectividad y rapidez... Lástima que la propia sociedad haya reaccionado en contra de su uso sólo al comprobar que aumenta hasta grados insospechados la velocidad de adicción, los riesgos de que se produzcan daños irreversibles y el alto porcentaje de muertes entre sus consumidores. Con este panorama, los derivados del cáñamo semejan una infusión de tila y uno llega a olvidar los experimentos de Richet y Joel que demuestran que la acción del cáñamo se ejerce sobre el delicado córtex cerebral, lo que justifica su denominación de veneno de la inteligencia.

El sueño de cualquier Director Comercial

Si las cifras que se mueven en el mercado de narcóticos son de tal importancia (cada día es más corriente leer en los periódicos decomisos por valor de miles de millones de pesetas), la droga, como productos para la venta, representa el sueño de cualquier director comercial:
l.º No es preciso hacer campanas de publicidad. Existen una serie de intereses lo suficientemente potentes como para que se encarguen de hacer la propaganda.
2.º Es un producto de consumo. Tanto compro, tanto gasto para poder disfrutarlo.
3.º No debo molestarme en persuadir al público para inducir a los clientes a consumir más. El propio producto se encarga de ello.
4.º Por si eso Fuera poco, cuanto más cantidades gasta, con más imperiosidad lo requiere. Los precios ya no se rigen por la ley de la oferta y la demanda o por las reglas del libre mercado. El cliente necesita el producto a cualquier precio.
Lo que se consigue no es una cartera de clientes, sino un ejército de esclavos dispuestos a entregar lo que sea a cambio de una insignificante dosis.

La escalada de la drogadicción

El inicio del consumo de la droga es diverso, aunque existen denominadores comunes. El ambiente juega un papel importante para lanzarse a la aventura. ¿Alguien puede resistir que le tilden de retrógrado, anticuado, cobarde? Y se prueba. «¡Qué asco! ¡Qué mareo!». «¿Mareo? no me seas bebé. A todos nos ocurre lo mismo al principio. Verás, prueba otra vez y procura... Acabarás por encontrarle gusto».
Con la droga uno cree introducirse en un mundo irreal, donde se borró la monotonía de los días corrientes; quedan aparcados los mil problemas. Se goza sin tener siquiera que poner esfuerzo. Lo malo es que el «viaje» es de ida y vuelta y cada vez se experimenta que la realidad es como más dolorosa.
Todo empezó con una pandilla de personas estupendas, de lo más «liberado», pero entre ellos había unos «amigos» estupendos, que repartían droga como los caramelos en los bautizos. Eran unas chicas o chicos simpáticos, de una pieza, que ayudaban a poder degustar aquello y a «meterse en el rollo». Eran unas personas que colaboraban a que uno se hiciera «hombre» o «mujer» pero a su manera, no como la familia que están todo el día con «no hagas eso; haz lo otro». Pero transcurrido un tiempo, cuando uno comienza a sentir el gusto, esos «amigos», ésas «compañeras», ya no dan nada y cada vez lo venden más caro. Y cuando la madre comienza a preguntar por aquellos duros que dejó en la repisa, y la sortija de... la cosa comienza a ponerse negra. No digamos cuando aparece el padre en escena. Aquello ya es de «gran guignol». Y hay que «buscarse la vida», como se dice. Y empiezan a aparecer soluciones, muchas veces a través de aquellos «amigos y compañeros» que parecían haber vuelto la espalda con eso de vender caro y no fiar. Les ofrecen una «buena» solución como la de dedicarse a la venta: un trabajo fácil, porque los clientes los proporcionará él mismo. Se trata de un favor mutuo, porque como el que entra en el «rollo» no está fichado por la policía, podrá moverse con más soltura. Luego, cuando esté más metido, podrá buscar sus propios clientes y las ganancias serán mayores. Y pasando al tema de aumentar las ganancias, ¿Por qué en vez de vender hierbas no pasa a dedicarse a otros productos que dan más beneficio con el mismo riesgo?

Y se consiguen más beneficios, pero también los gastos aumentan y hay que buscar dinero donde lo hay, desde la prostitución hasta el atraco. Llegados a este punto los sujetos «enganchados» ya parecen actuar en legítima defensa.
No se trata de un caso aislado, sino que por desgracia, es el punto común donde terminan gran número de drogadictos.

La gente no se prostituye, no trafica con drogas, ni atraca por placer, sin o por una perentoria necesidad de acallar un deseo incontrolable. El drogadicto no es un ser feliz, sino que se debate en dolorosas luchas interiores; se siente en medio de dos fuerzas que le tiran con la misma potencia: por un lado hace sufrir y también está al mismo lado el dolor físico que, en muchos de los casos, padece; es la sensación de que está transformándose en una persona a la que no quisiera ni parecerse. Por otro lado tira una fuerza más poderosa todavía que le promete engañosamente, pero contra la que no puede luchar. Y le arrastra ofreciéndole cada vez más, dando cada vez menos.
Desearía salir de un mundo que le oprime, que le rebaja, pero quisiera salir sin esfuerzo. Haría lo que fuera para conseguir la píldora liberadora que le volviera de un soplo al lugar de partida. Sin embargo se encuentra con que todos los caminos de salida empiezan por sí mismo, que es donde radica el Fallo. Sufre su salud y su mente; pide ayuda, pero rehuye colaborar. Se siente inmerso y atrapado en el infierno de la droga.
Porque la droga implica esta infelicidad, los padres, los educadores, los verdaderos amigos procuran ayudar al toxicómano para que salga de este infierno. No se trata simplemente de hacer volver al redil las ovejas descarriadas, sino de ayudar al ser querido que sufre. Si el «drogata» fuera feliz, anduviera por el mundo ostentando la alegría de su triunfo y repartiera a su alrededor parte del bienestar que le proporcionase el consumo de la droga, parecería cruel tratar de sacarle. Pero por desgracia esto no es así, ni tampoco existe la anti-droga que devuelva al sujeto la libertad perdida, sin contar con su colaboración, esfuerzo y lucha.

El vicio y la voluntad

Cómo un hombre o una mujer puede iniciar el consumo de sustancias que la experiencia repite una y mil veces que son perjudiciales en todos los sentidos, no deja de ser uno de los misterios que envuelve al ser humano. Sucede por motivaciones complejas, profundas, que escapan a las estadísticas, a los microscopios, a los datos que se pueden procesar en ordenadores.

El hombre en su libertad puede realizar actos que le acerquen o alejen de su propia realización. Cuanto más le acerquen, más libre será. El vicio tiene que ver con la esclavitud, lo contrario de la libertad. Es más, la virtud tiene carácter positivo, de hábito de realizar acciones que llevan a ser más virtuoso, más realizado; mientras el vicio es la carencia de la virtud y se es más vicioso en la medida que se está más alejado de la virtud opuesta. Se es más mentiroso, por ejemplo, en la medida que uno se aparta de la verdad.

Hablar de virtud o vicio es hablar de hábito, de costumbre adquirida por repetición de actos. De ahí el que podamos adquirir cualquier virtud por la voluntad de ir realizando actos, que acaban por crear la «costumbre», el «hábito». El mismo camino, pero a la inversa es el que debe recorrerse para adquirir un vicio. Nadie nace con las virtudes adquiridas, como nadie, sin más, lleva en si un vicio arraigado. Este es el principio de la libertad del hombre. De ahí el sufrimiento del que es vicioso, consciente de que libremente se halla esclavizado por algo que le atenaza con una fuerza superior a sus fuerzas, porque él lo eligió día a día, cuando realmente no estaba atado a nada; sin embargo, ahora, requiere esfuerzos sobrehumanos tomar la dirección contraria.
El joven, la chica que, por las circunstancias que sean, por las motivaciones que queramos, prueba la droga, si reacciona a tiempo antes de que dañe su voluntad, estará en capacidad de dominar la situación. Se «engancha» a través de la repetición de actos, por recorrer tortuosas sendas para evadirse de los problemas cotidianos, siempre más pequeños y solubles, que los que le va a producir la droga.

Es corriente la afirmación de que el toxicómano es un enfermo. En estados avanzados basta con ver su aspecto para confirmarlo, pero, su verdadero mal, la vía por la que llegó a ese estado, es la enfermedad que no se manifestaba en ninguna parte de su cuerpo, porque lo que le dañaba realmente era la voluntad que le dejaba más y más débil, hasta no ser capaz de ejercerla para separarse de lo que sabía que le estaba perjudicando.

Este doble juego del enganche, psíquico y físico, es lo que hace tan difícil que la persona que esté realmente atrapado pueda salirse. Está atrapado en cuerpo y alma, así tal y como suena, destrozando su mente, debilitando su voluntad, su poder de reacción para recuperar la libertad y atacando órganos de su cuerpo, dejándolo sin defensas, sin ánimos para reaccionar: un verdadero círculo vicioso... como lo define esta expresión popular.

Señores de nosotros mismos, no marionetas

Por todo eso no podemos afirmar que las circunstancias, el ambiente, las amistades, las tensiones internas y externas, la facilidad en conseguir la droga, el deseo de lo prohibido, etc. sean los «culpables» de una situación de toxicomanía del grado que sea.
Cualquier tratamiento de desintoxicación tiene que empezar con la reacción del propio sujeto a asumir su responsabilidad y estado en el que se encuentra. A partir de aquí la asociación, el centro de rehabilitación, el especialista, en colaboración con la familia si es posible, podrán hacer algo. Pero la verdadera fuerza, es la interna del afectado.
Si el problema está pues íntimamente ligado a la voluntad, como posibles consumidores, como padres y madres de familia, como educadores en general, lo que debemos buscar es reforzar la voluntad. Es una alternativa dura, que requiere constante ejercicio, como esos atletas que, haya competición o no, ejercitan diariamente sus músculos para estar en forma en el momento propicio (por desgracia la droga puede asomar en cualquier parte).

La voluntad que se ejerce cuando se lucha por tener y mantener una marcada personalidad, sabiendo lo que a uno le conviene y luchando por mantener unos criterios arraigados, se ejerce si no se es pusilánime, si se eligen las amistades y los lugares que se frecuentan, exigiéndoles un nivel de claridad y honradez superior a la media, una exigencia que parte de la propia actuación.

En cuanto a nuestro hogar, una cosa es que en las casas no falte nada y se consiga un ambiente agradable y otra el que haya un exceso de todo, con unas comodidades que rayen el sibaritismo. Todos tenemos claras las barreras entre la necesidad y el capricho. Todos sabemos lo que es la exigencia que tiene que ver con el cariño, y la blandenguería que tiene que ver con el abandono de los deberes para evitar tensiones, enfrentamientos porque crea el ambiente del deseo incontrolado. Significa responsabilizarse de los asuntos y tomarse el trabajo, los estudios, en serio, realizándolos a conciencia, lo que exige una serie de virtudes, que luego serán necesarias al enfrentarse con la vida diaria. Es asumir los propios fracasos para salir fortalecidos cara al futuro; no mecerse en la autocompasión para que venga alguien a resolver nuestros problemas, sino descubrir el placer de solucionarlos por uno mismo. Es poner algo de nuestra parte para divertirnos, como exteriorización del mundo interior que llevamos dentro; no sentarnos a la puerta de una discoteca aguardando que llegue alguien o algo que nos saque de nuestro letargo. En una palabra: ser protagonistas de nuestra propia vida, no ir a remolque de nada ni de nadie.

La juventud, carne de cañón para la droga

La fácil explicación del porqué las estadísticas dan porcentajes de toxicómanos con edades tan tempranas, no está en que viven pocos años, aunque éste pueda ser uno de los motivos. La verdad es que, aun dándose algunos casos, no es el público adulto el que nutre la población de drogadictos.

La inexperiencia sea tal vez una de las causas principales. Esa juventud que ya lo sabe todo, que viene de vuelta de cualquier experiencia y que a los 16 años cree que la vida puede enseñarle poco, es la que más fácilmente puede «engancharse».

Pero además existen otros factores, porque la adolescencia es el período ideal para caer en este vicio, cuando la voluntad no está formada y cuando se pasa por momentos de dudas y tensiones interiores frente a los que deben darse multitud de respuestas, muchas de las cuales resultan poco agradables de asumir, mucho más llevaderas si existiera un fármaco o una hierba que las resolviera dentro de uno mismo, sin esfuerzo.

La adolescencia es el momento en que uno se pregunta (y no digamos el padre, la madre, el maestro) qué ha sido del muchacho dócil y encajado en el ambiente familiar, dónde está aquella chica ordenada y servicial que se desvivía para ayudar a los otros. Es el momento en que los jóvenes esperan de los adultos que les ayuden con la seguridad de la que carecen; esperan hallar esa roca firme en la que agarrarse en las embestidas del temporal que les azota; buscan fuera de ellos la estabilidad emocional que les falta, la seguridad de la que carecen. Machacan a los mayores con preguntas, con cambios de postura ideológica, formulando trascendentales dudas que nunca habían planteado. El adulto se «desespera», parece que el trabajo de años se viene abajo. No hay que abandonar, es el momento de mantenerse firme, cuando al adolescente aquello le parece, no sólo una intransigencia sino una crueldad; la incomprensión personificada. Si realmente hay diálogo, comprensión, cariño y sentido común, las aguas volverán no sólo a su cauce, sino que además el riachuelo se habrá transformado en poderoso río de aguas claras. Se ha vuelto al punto de partida, aunque con una madurez de la que antes carecía. Es como si tratasen de decir a los mayores: «Antes era la persona que tú querías que fuera. Ahora soy yo, aunque coincida con la persona que tú querías que fuese».
Este proceso de maduración no se consigue sin sufrimiento, paciencia y renuncias por las dos partes (los padres / educadores por un lado, y el propio sujeto, por otro). Por eso no podemos fallar a los jóvenes y traicionarles mostrándonos dubitativos, pusilánimes, poco convencidos de nuestros propios ideales, porque entonces en lugar de ser el espejo donde mirarse, la roca donde agarrarse, nos transformamos en otros «adolescentes» en los que no pueden confiar. Muchos padres ignoran el daño que hacen a sus hijos, porque en su esfuerzo de 'estar al día' -en el fondo es una cobardía, el abandono de unos deberes a los que los hijos tienen derecho- no ofrecen el apoyo y la seguridad que los adolescentes buscan, y lo buscan, porque lo necesitan de modo imperioso.

Ser «camellos» de los hijos

A ningún padre ni educador se nos pasa por la mente el inducir a los jóvenes que nos rodean a que consuman droga. Sin embargo debemos cuidar de no allanarles el camino para que lleguen más fácilmente a ella.

Cuando conversando con consumidores, al llegar al capítulo del inicio nos hablan de que todo empezó con el uso de una anfetamina que, con el consentimiento de la familia, empezó a tomar para adelgazar, para estimularse frente a unos exámenes o pruebas muy importantes... Esta ligereza en «recomendar» o simplemente «consentir» que se ingieran determinados específicos, para que el niño apruebe, para que la chica esté más estilizada cuando vaya a la piscina; para dormir o estar más despejado, en el mejor de los casos es precipitarles a la búsqueda fácil de soluciones, sin exigir de ellos el ejercicio de su voluntad, de un esfuerzo que le ayuda a configurar su carácter, a conseguir las cosas por su propias fuerzas y de la aceptación de una realidad que a veces es dura y cuesta asumir. Muchas veces olvidamos, por ejemplo, que lo más importante del estudio, además de los conocimientos adquiridos, (y que en un futuro más o menos alejado, pueden olvidarse) son los hábitos adquiridos de lucha para conseguir un objetivo, algo que después, con el transcurso de los años le servirá igual para perseverar en un trabajo, como para poner punto final en una intrincada investigación científica. Igual podemos decir de la chica, a la que no sólo al fortalecimiento de su voluntad le irá de perlas el que sepa renunciar a algún que otro dulce o helado, sino que será un beneficio para su propia salud el que ingiera menos glucosa.

Si en nuestro ambiente educativo no cuidamos esas cosas, no enseñamos a quienes nos suceden que la propia exigencia, la renuncia y hasta el sacrificio por bien de los otros, para conseguir lo que uno se propone, no les ayudamos a descubrir un mundo de placer mucho más realizador y duradero.

Quien no lucha, quien no se exige un poco más todos los días pierde su poder de libertad, porque poco a poco ha ido renunciando a las fuerzas que le nacen dueño de sí mismo y que le permiten guiar sus pasos hacia donde quiere. La propia voluntad que le mantiene independiente, señor de las situaciones a la hora de elegir, ha sido sustituida por los sentimientos, los deseos incontrolados, esas fuerzas que si se apoderan de la voluntad dejan al sujeto esclavizado a sus estados de ánimo, a sus caprichos, a la búsqueda de la propia satisfacción. Este es el camino que lleva a la soledad, a la inmadurez, a la insatisfacción, al vacío. La puerta abierta para la búsqueda de soluciones cómodas, sin tener que poner nada de nuestra parte: rindiendo la voluntad a una fuerza externa para que ella, de forma milagrosa, lo solucione todo.

La salida más fácil: no entrar

Está claro que si el vicio mina la voluntad, en el caso de la droga existe además la debilitación del propio cuerpo por las sustancias tóxicas. Cada drogadicto cuando cuenta su caso, coincide en que al principio empezó con la plena seguridad de que lo dejaría en cuanto quisiera; como si esperase que en su cerebro se encendiera una lucecita roja avisando que comenzaba el peligro. Pero esa lucecita no se enciende y cuando se divisa el peligro, ya es tarde.

Antes de finalizar, hablaremos de la rehabilitación; un capitulo difícil y polémico. Pero antes de llegar a él, debemos poner nuestro máximo esfuerzo en no llegar a ese punto.
Una buena formación, la adquisición de criterios claros y concisos, tener el alma entregada al trabajo, a los estudios, a ideales nobles y preocuparnos de quienes nos rodean, son las fórmulas mágicas para no dejarse arrastrar por la droga. Una vida que esté lo más alejada posible del hedonismo, del culto al placer, del horror al dolor, a enfrentarse con los problemas, es el mejor antídoto del que disponemos.

El difícil camino de la rehabilitación: deshacer lo andado, también pasito a pasito

Algunos diréis que todo es perfecto, que estáis de acuerdo en que lo mejor es prepararse y preparar a los otros para que no caigan en el vicio de la droga, pero ¿qué hacer cuando ya se inició el descenso o cuando ya se está en el fondo del precipicio? Consideremos el trabajo que debe desarrollarse y en qué condiciones:
l.º La falta de sinceridad, la carencia de voluntad, han transformado a quien deseamos ayudar. Nos enfrentamos con «otra persona» que, en el mejor de los casos, conservará algo de su anterior personalidad.

2.º Se trata de iniciar un trabajo de especialistas. Hay que buscar un médico, un centro de rehabilitación, alguien que conozca a fondo el problema de la droga y que no sólo ponga en tratamiento al sujeto, sino que nos aconseje el mejor modo de colaborar.
3.º La única cura es la de lograr la desintoxicación y que no siga introduciendo en su organismo más sustancias tóxicas. Por un lado el control médico irá encaminado a superar el malestar y dolores que produce la falta del tóxico en el cuerpo. Y por otro, nosotros deberemos contribuir a alejar las causas que le llevaron a la droga y a ofrecerle otras alternativas lo suficientemente atractivas para que no desee volver a ella.
4.º En el camino de regreso a la normalidad, por descontado podemos encontrar que pueden existir daños psíquicos y físicos irreversibles.

5.º El camino de la adicción y la intoxicación es fácil. Se entra como de un salto, sin esfuerzo, pero no puede decirse lo mismo de la salida. Tanto el propio sujeto, como las personas que traten de ayudarle, deben revestirse de paciencia, perseverancia y comprensión.

6.° La rehabilitación no se consigue de golpe: el vencedor no es el que no cae nunca más, sino el que se levanta siempre. No hay que dar o darse una sola oportunidad, sino renovar la confianza siempre. Valorar más el tiempo que se pasó sin la droga, que -en caso de una nueva experiencia- el cataclismo de una recaída.

7.º Cambiar de ambiente, no frecuentar las pandillas cercanas a la droga. No «probarse» ni «probar a ver cómo reacciona». No engañarse. No confiar tanto en «nuestros buenos oficios» que ya le hemos sacado del vicio; es él quien debe curarse por sí solo. No permitir que el sujeto se siente «vencido» antes de iniciar la batalla; hay mucha gente que lo que busca es que llegue la tentación, para sucumbir...

8.º Ejercitar la voluntad en cosas nimias, desde retrasar un cigarrillo si se es fumador, hasta aplazar unos minutos el beber un vaso de agua fresca; mantener un orden de vida, con horarios de comida, descanso, etc. (exigirse por parte de uno mismo, y los padres respecto al sujeto). No engañarse diciendo que no se cumple aquello, porque es excesivamente fácil, de niños. Hay que convencerse de que aquello son simples ejercicios de precalentamiento... ¿Fácil?, sí, de acuerdo, pues a cumplirlo. Si sale bien, y sin olvidar las «cosas fáciles», exigir v exigirse un poco más, con pasos pequeños, sin prisas, para fomentar el clima de victoria.

9.º Mantener una ocupación constante. Lo importante es trabajar, aunque no se cobre nada por ello. Si no es posible conseguir un trabajo, colaborar «profesionalmente» en las mil actividades del hogar, responsabilizándose de lo que sea, la compra, la limpieza, ayudar a hacer los deberes a los chicos. Si se abandonaron los estudios, reemprenderlos, aunque no se esté matriculado; estudiar idiomas... lo importante es volver a adquirir el hábito del trabajo, del estudio, de mantener la atención, del esfuerzo por conseguir algo. Buscar hobbys abandonados, reemprender la práctica de deportes ya olvidados... En una palabra, poco a poco reconstruir la persona anterior para que vuelva a encontrarse a sí mismo. El ocio y el aburrimiento, hacen desear lo no deseable.

10.º Hay que fomentar el diálogo, la convivencia con el sujeto que lucha por «desengancharse». La falta de contacto con los padres, la falta de integración en la familia, es una de las causas que impulsa al joven a probar la droga. Debemos llenar este vacío cuando maltrecho vuelve a casa en busca de apoyo y comprensión. No debemos permitir que Se encierre en su «mundo», que se pase el día frente a la tele o solo en su cuarto, con sus cosas y sus revistas. Lo importante es hablar, de lo que sea. Si existe una comunicación, de pronto, en cualquier momento, cuando menos lo pensemos, surgirá por su parte alguna confidencia profunda, que abrirá horizontes insospechados para que podamos ayudarle. Lo que busca quien se rehabilita no es ser perdonado, ni tan siquiera comprendido, sencillamente desea ser querido, aceptado.

11.º Por todo lo dicho, se comprende que la actitud de la familia, del padre y de la madre especialmente, es difícil, pero a la vez juega un papel decisivo. Hay que conjugar la exigencia con el cariño. Hay que asumir la situación, dar oportunidades, pero no sin sentido, sino para que el sujeto avance; aceptar, pero no «disculpar»; perdonar, pero no transigir. Si deseamos rehabilitar a quien perdió la confianza en sí mismo, debemos darle un margen de confianza por nuestra parte, para que por este camino él vuelva a creer en sí mismo. Es duro dar confianza a quien sabemos que nos traiciona en detalles más o menos importantes, pero esta «seguridad» nuestra será el puerto bien resguardado al que acudirá en sus momentos difíciles.

12.º Y finalmente los problemas que un toxicómano acarrea a la familia son tan gordos, que uno se olvida de los sufrimientos por los que él pasa. El drogadicto, es un ser que sufre, que lo pasa mal y tal vez aquí esté uno de los puntos fuertes en los que se puede apoyar la familia para recuperarle: el padre o la madre que luchan para «recuperar» al hijo, a la hija, no lo hacen porque les cuesta aceptar que tienen un miembro de la familia marginado y los vecinos les miran con mala cara ni porque vulneran sacrosantas reglas morales... ni porque representa una sangría económica... etc. etc. sino porque ven a un ser querido que sufre, que lo pasa mal y que cuanto más trata de alejarse del núcleo familiar, más sufre y más se destroza. Hay que demostrar con obras y de palabra, que todo eso se hace por su bien, para que recupere la serenidad y vuelva a tener y disfrutar la felicidad a la que tiene derecho. Una felicidad más pequeña tal vez que la irreal que promete la droga, pero más consistente, más duradera, que nada ni nadie puede arrebatarnos. Es el placer del deber cumplido, de ayudar a los demás, de colaborar en sacar adelante la familia, de tener un grupo de amigos con los que compartir inquietudes, sueños, ilusiones.

Existen casos irreversibles

Y llegados a este punto surge la sangrante pregunta de lo que debe hacerse con el hijo, con la hija que han llegado a un punto tal que no se avienen a razones, que su estado es tan lamentable que ya no tiene «remedio». Cualquier padre, cualquier madre está dispuesto a ayudar hasta puntos increíbles a su hijo, pero claro, éste debe saber que está en la casa de su familia, la suya propia, pero que existen unas reglas de juego a las que hay que obedecer -un principio de rehabilitación- y si no se cumplen estas reglas ¿qué hacer? ¿Qué actitud tomar? Aquí sí que no pueden ni deben darse consejos generales. No es posible meterse en el corazón de un padre, de una madre que vive esas circunstancias.

Cuando llega un caso límite, hay que tomar decisiones drásticas, desde internamientos en establecimientos o centros de rehabilitación, a tratamientos médicos, etc. aunque se sepa que sin la colaboración del sujeto, aquello no sirve para nada. Sin embargo hay que actuar, porque es ofrecer una oportunidad, otra más, a un ser querido que deseamos liberarle de sus tormentos. Y por otro lado, aunque sea duro, hay que reconocerlo, la familia está integrada por otros miembros que también merecen atención, cuidados y la conducta irregular del toxicómano no resulta beneficiosa en ningún sentido.

La falta de reacción de alguien que está metido en el mundo de la droga, es un signo evidente de que, como dicen «quieren vivir su vida» y mantienen un comportamiento muy distinto a los otros miembros de la familia. De acuerdo, es su decisión, que nosotros no aprobamos en absoluto y que estamos dispuestos como hemos demostrado una y mil veces, a echarles una mano para que se salga. Sin embargo, si ellos se empeñan en «vivir su vida», lo que no pueden exigir es que el resto de la familia tenga que sufrir las consecuencias.

Fuente: Folletos MC 457