En primer lugar, quiero aclarar que no será nunca posible eliminar el tráfico de drogas, sino que sólo se puede tratar de reducirlo. Segundo, podemos solamente vencer la batalla si hacemos frente a todos los eslabones de la cadena de la droga, con un espíritu de urgencia y cooperación estrecha a todos los niveles.
Hemos de reconocer por un lado que las enormes ganancias obtenidas por el tráfico de drogas representaran siempre un atractivo para los criminales. Por otra parte, la droga será siempre una atracción fatal para muchos elementos de la sociedad, y especialmente para los jóvenes de entre 18 y 22 años.
Desgraciadamente, la droga no desaparecerá. En consecuencia, se trata de limitar los daños. De todas formas, nadie debe pensar que es una cosa fácil. El poder de los traficantes de droga es enorme. No conocen fronteras y no escatiman ningún medio para conseguir sus objetivos. Tampoco es fácil convencer a los jóvenes de abstenerse de las drogas: se trata de una tarea que precisa mucho dinero y el apoyo de los gobiernos. La policía, los jueces y abogados, colegios y asistentes sociales, médicos y enfermeras y también la familia tienen que colaborar en la realización de este objetivo.
Quisiera concentrar mi reflexión sobre cuatro elementos de la guerra contra la droga. Tenemos que hacer frente a todos, y repito, a todos esos elementos si queremos reducir el flujo de las drogas y ayudar a nuestra juventud.
Los cuatro elementos son:
1. Limitación de la oferta desde el origen, es decir desde donde crecen o se producen las drogas;
2. mejorar la eficacia de nuestra policía y aduana y de nuestros sistemas legales cuando tratan con criminales de droga;
3. enseñar a los jóvenes desde la primera infancia que el consumo de drogas es una locura;
4. crear un ambiente sano y positivo donde nuestros hijos pueden crecer.
Por supuesto, esta lista no es completa.
Quiero hablar de la substitución del cultivo de drogas.
Actualmente, Perú es el mayor cultivador de las hojas de coca destinadas a la producción de cocaína. La mayor parte se cultiva en el Valle de Hualaluga, en las pendientes de los Andes, muy cerca de la frontera colombiana. Estuve allí y conocí a los campesinos que cultivan la planta de la coca. No son criminales, son campesinos normales que dependen cada vez más de la venta de las hojas de coca para mantener su ritmo de vida. Si se precede a una eliminación compulsiva del cultivo sin las apropiadas medidas de compensación, no se soluciona el problema ¿Por qué? Sencillamente porque así se quita la base de vivir a miles de campesinos muchos de los cuales acabaran por formar parte del movimiento guerrillero «Sendero Luminoso», que busca nuevos reclutas para su causa.
La relativa inutilidad del programa sudamericano ha sido probado por el hecho de que a pesar de las actividades intensivas, y heroicas de la DEA en colaboración con la CORAH —la policía peruana— las áreas de cultivo han crecido durante los últimos 4 o 5 años en un 500%, de 50.000 hectáreas a más de 250.000; y puede sorprender, si pensamos que los traficantes llegan a las fronteras montañosas del Perú ofreciendo muchos dólares por las hojas de coca o su pasta básica?
No se podrá nunca convencer a un campesino peruano o a otros campesinos del mundo a renunciar al cultivo de coca si no se les ofrece una alternativa que les permita vivir como antes. De todas formas esa tarea se presenta difícil, pero seguramente no imposible. El valle Hualaluga es muy fértil. El cultivo de palmas, árboles frutales y trigo es posible. La región es ideal para la cría del ganado. El único problema es que hasta ahora nadie haya sido capaz de hacerlo por la carencia de fondos e incentivos y por la falta de carreteras buenas que lleven desde la costa a la «jungla» del valle Hualaluga. Aun peor es que el Perú importa aceite de palma, carne de vaca y fruta, usando las reservas de la preciosa moneda fuerte. Hay que proveer al Perú de dinero y ayuda técnica para construir dos autopistas que lleven desde la costa a la región de la coca. Entonces tendría que empezar un programa masivo de substitución del cultivo con la ayuda del campesino. Todo eso es posible si lo queremos verdaderamente.
En esa primera parte de mi relación he hablado sobre todo de una región (el Perú) y un tipo de droga (cocaína). Más quisiera subrayar que se podrían tomar las mismas medidas para mejorar la situación en regiones como las de los cultivos de amapola en el Triángulo de Oro de Tailandia, Laos y Birmania y las áreas en el Pakistán y el Afganistán. Primero, debemos comprender las dimensiones del tráfico mundial de drogas. Estimo que el valor total de la calle de las drogas ilícitas asciende actualmente a ca. $100.000.000.000. Para dar una idea: es más que el producto social bruto de Dinamarca (95.000.000.000). Equivale al total de la cifra de transacciones de las cuatro empresas industriales más importantes del mundo. Es casi cuanto prevé el presupuesto total de la Defensa Europea. Y las ganancias mayores no van ni al cultivador ni al vendedor de la calle, sino a las organizaciones criminales que controlan todas las operaciones. Por tanto, algunos grandes traficantes de droga, los cuales disponen de los medios para financiar el equipo más moderno que hay. Pagan a su gente para que ese tráfico pueda funcionar cada día. Usan bancas y operaciones de lavado de fondos con impunidad; corrompen a políticos y funcionarios gubernamentales y encuentran canales de inversiones legales para sus ganancias ilícitas.
Explico todo eso porque creo que no se reconoce suficientemente ni la dimensión del problema ni el poder enorme de los traficantes. En la mayoría de los casos, las facilitaciones de fondos por los gobiernos son absolutamente insuficientes. No se puede vencer una guerra y rechazar al enemigo sin tropas, armas, y munición. Y eso vale también para la guerra contra los barones de la droga.
Hay que tomar muchas medidas; aquí puedo mencionar solo algunas:
— La policía y la aduana necesitan una instrucción más adecuada, y un buen equipo técnico para hacer frente al problema de la droga. Esto significa sobre todo la adquisición de un equipo modernísimo de control y de computadores, que permitan la transmisión, coordinación y registro de datos vitales sobre el movimiento y el transporte de la droga.
— Hay que crear en Europa un número de unidades nacionales de agentes especiales que podrían dar informaciones importantes a la policía y la aduana. Se precisa también una unidad central europea que controle el total de las informaciones sobre la droga.
Todos los países de la Comunidad Europea tendrían que ser capaces de efectuar entregas controladas, es decir: la aduana y la policía deberían estar en condiciones de seguir una entrega de drogas hasta el lugar de destino final. Así será posible llegar a las organizaciones detrás de la entrega: la droga, una vez confiscada, ya no tiene valor.
— Hay que congelar los bienes de los traficantes de drogas o de los traficantes sospechosos. En caso de culpabilidad, hay que confiscarlos inmediatamente. Ese dinero tendría que llegar a una fundación que se ocupa en cada país de las facilitaciones de fondos para la policía y la aduana. También estaría bien emplear ese dinero en la rehabilitación y la instrucción de los jóvenes toxicómanos.
— Las sentencias contra los traficantes de droga tendrían que ser más duras y unificadas en todos los países de la Comunidad Europea. Actualmente, existen todavía unas diferencias demasiado grandes entre las sentencias pronunciadas por los tribunales europeos. Un traficante prefiere naturalmente actuar desde un país donde las penas para los delitos de droga son más flojas.
Es muy importante establecer un tratado de extradición multilateral firmado por todos los miembros de la Comunidad Europea. Hoy en día existen ya más acuerdos bilaterales de extradición entre estados individuales que hace cinco años, más en algunos países hay siempre espacio para los criminales; pues saben que desde allí no pueden ser entregados al país donde han cometido el delito simplemente por la falta de tratados de extradición.
— La operación de diferentes sistemas legales en los estados miembros de la Comunidad Europea representa también un problema muy serio. El Derecho Romano se distingue mucho del Derecho Consuetudinario. Consecuentemente, a veces es muy difícil administrar la justicia atravesando las varias fronteras.
Recientemente las medidas contra el lavado de dinero sucio han empezado a prometer buen resultado. Es sabido que el grande traficante de droga hace de todo para poner mucha distancia entre su persona y las drogas controladas por el, mientras quedará siempre relativamente cerca del dinero que han producido. Por lo tanto parece muy positiva la nueva legislación de la Comunidad Europea que obliga a las casas bancarias a informar sobre sospechosas transacciones de dinero sucio. En general, el tráfico de drogas se hace en efectivo por eso, las grandes transacciones de dinero realizadas por instituciones financieras dan a menudo indicaciones útiles para poder localizar a los criminales. De todas formas, los métodos para efectuar este tipo de transacciones se han hecho más sofisticados y su control es cada vez más difícil.
— Se podría también crear una agencia de informaciones útiles sobre el movimiento de las drogas, sus mensajeros y métodos de transporte; por ejemplo a través de un registro sistemático de buques mercantes, tripulaciones y containers numerados. Todo eso nos lleva al principio de esta parte de mi exposición: demostrando la importancia de una agenda de información escrupulosa y rápida que puede conducir a los traficantes de la droga. Ha de significar una mejor colaboración y un sentido más fuerte de urgencia entre gobiernos, policía y aduana.
La tercera parte de mi exposición trata de la educación. Aunque sea más difícil cuantificarla en términos de las medidas especiales que se han de tomar, todos estarán de acuerdo en que el problema sería mucho menos serio, si pudiéramos convencer y educar a un número bastante grande de jóvenes a no tomar drogas. En esta Conferencia hemos visto claramente que desgraciadamente no se puede considerar una tarea fácil. El consumo de drogas depende del ámbito y de la situación familiar; de las circunstancias de la vida y del trabajo. También cuenta la cultura juvenil del momento y el mundo general en el cual vivimos: un mundo de velocidad, materialismo y falta de contacto entre las generaciones. Es un motivo más para nosotros: tenemos que informar a los jóvenes sobre los peligros de la droga y encontrar finalmente soluciones que funcionen. Creo que ya niños pequeños tendrían que recibir informaciones sobre las drogas. ¿No es normal que se les enseñe a no cruzar la calle antes de haber mirado a derecha y a izquierda? Pues el mismo principio básico debería valer en cuanto a la enseñanza sobre las drogas. Naturalmente la educación de los niños no es una tarea fácil.
En primer lugar a, ¿quién es la persona que los educa? ¿Uno de los padres o un profesor? Sin duda, esa persona debería estar bien informada sobre lo que es la droga. Tendría que conocer por lo menos las drogas peligrosas y las posibles señales que pueda tener el adolescente; debería ser capaz de hablar de drogas de una manera que no invite a probarlas.
Así tenemos que educar a los profesores como a los padres; eso significa que la información sobre las drogas debería representar una parte importante en el plan de estudios del futuro cuerpo docente. También hay que buscar mecanismos para informar a los padres; no es una cosa fácil, porque a menudo los niños a riesgo vienen de familias quebradas o los propios padres tienen algún tipo de contacto con el mundo de la droga.
Tenemos que hacer lo mismo informando a médicos, enfermeras, asistentes sociales, agentes de la policía y a todas las personas que tienen relaciones con Jóvenes a riesgo. Esto significa que los gobiernos han de realizar programas que aseguren que todos estos elementos de la sociedad tengan los conocimientos suficientes sobre las drogas. Se tendrá que gastar mucho para hacer funcionar bien unas instituciones apropiadas de instrucción.
De todas formas, pienso que es de importancia vital que los alumnos puedan participar ellos mismos en la educación como también en el proceso de ser educados.
La influencia de los compañeros y amigos es muy fuerte. En efecto, hoy es más probable que sean los amigos quienes seduzcan al joven a tomar drogas que un lúgubre vendedor de la calle u otra persona.
La colaboración entre las instituciones que se ocupan de los jóvenes y de las drogas es también trascendente, como lo es la comunicación entre padres y profesores. Yo represento el área del Reino Unido, donde hay un ejemplo excelente de cooperación: una vez por mes se reúne el «Country Drug Advisory Coucil» (un Consejo Regional). Participan representantes de las escuelas, padres, asistentes sociales, consultores de rehabilitación, médicos, agentes de policía, abogados y burócratas El encuentro facilita un flujo regular de información sobre el problema de la droga y los jóvenes afectados en la región. Juntos, se buscan soluciones para mejorar la situación. Sirve para crear un espectro amplio y real de perspectivas y lleva a menudo a unas políticas regionales muy buenas para hacer frente al problema de la droga. Así tienen lugar un cambio regular de información y una evaluación intensiva. Hay que organizar más cosas de ese tipo a nivel local y nacional, pero también a nivel europeo. Con tal objeto, necesitamos un Centro Europeo para la evaluación de datos sobre las drogas.
La ultima parte de mi relación trata de la sociedad y el tipo de ambiente que ofrecemos a nuestros hijos. Todos los esfuerzos para una buena educación e instrucción son inútiles si no pensamos en crear un mundo donde nuestros jóvenes pueden crecer felices y sanos. Desgraciadamente, sabemos que hoy son muchas las condiciones que pueden llevar al consumo de drogas. En parte, son el resultado de las ciudades que tenemos, y los edificios que construimos son en parte la consecuencia de la sociedad en la cual vivimos, donde los valores morales están desapareciendo.
Es evidente que hemos creado unos auténticos «gettos de hormigón» en nuestras ciudades. Urbanistas, arquitectos, constructores y agentes municipales no habían considerado (o no querían considerar) los alrededores de sus edificios. Se han ocupado muy poco de trazar un plano de campos de deporte y de lugares para el aprovechamiento del tiempo libre. Resultado inevitable: los jóvenes habían de divertirse en los lugares peores con las previsibles consecuencias.
Actualmente, en Europa Occidental somos más consientes en cuanto al medio ambiente y eso tiene un efecto positivo sobre nuestras planificaciones urbanísticas. De todas formas creo que ni siquiera hoy se presta la debida atención en planificar ambientes donde los jóvenes puedan «respirar aire puro» en todos los sentidos de la palabra.
Finalmente, eso me lleva a la posición de los jóvenes. Naturalmente ellos como también la sociedad tienen un vivo interés en una educación que les prepare a una vida feliz y sana. Cada joven, chico o chica, tiene el derecho a saber la importancia que la salud mental y física tiene para ellos.
Eso presupone la construcción de instalaciones deportivas, de escuelas modernas y limpias y la posibilidad de que los niños de la ciudad conozcan la vida de campo. Pero sobre todo los jóvenes tienen necesidad de ser capaces de disfrutar de los de placeres de actividades sanas y de conocer que puede representar los mayores valores de la vida a pesar de los tremendos problemas que hay. Podría ser un antídoto fuerte contra la excesiva violencia que se ve en la televisión.
Estas consideraciones podrían ser interpretadas como un eco lejano al problema de la droga, casi como una defensa del imposible, pero estoy convencido que nuestra guerra contra las drogas fracasará si no hacemos nada para cambiar la sociedad y mejorar nuestros valores morales básicos y los de nuestros hijos.
Jacksteward Clark
Presidente de la Comisión para los problemas de la droga en el Parlamento Europeo
(Gran Bretagna)
Dolentium Hominum n. 19