El otro día paseaba por la Puerta del Sol, a eso de las doce de la mañana. Había gran cantidad de gente, tanta que me pregunté qué pasaba aquí hoy. Gracias a la abundante publicidad que había en el entorno, supe que aquello se debía a las rebajas de invierno.
Pero... ¿no están cansados de tantas compras después de las Navidades? Parecía que no, parecía además que buscaban cosas realmente necesarias. Iban con muchas prisas y lo revolvían todo con caras solemnes, buscando justamente eso que necesitaban.
Volví a caminar por la tarde, cosas que pasan, por este mismo sitio. Había aún más gente, y cargados con muchas bolsas. ¿Qué ocurre? ¿Esperamos a estas fechas para comprar todo lo que necesitamos en el año? Tal vez, solo somos robots que obedecen las órdenes de la publicidad, que nos dice cuándo y qué debemos comprar.
Con toda la información que existe hoy en día, con organizaciones de consumidores y todo, parecería lógico pensar que en esta época compráramos aquello que necesitamos y que además está significativamente más barato. Sin embargo, las estadísticas dicen que compramos aquello que está a mano, que no teníamos pensado comprar y gastamos más dinero del previsto en un principio. Incluso ocupamos gran cantidad de nuestro precioso tiempo en centros comerciales.
Y todo esto sin hablar de un porcentaje cada vez mayor de hombres y, sobre todo, mujeres que compran de manera impulsiva objetos superfluos o incluso inútiles que, sin embargo, muchas veces no guardan relación con el gusto habitual del comprador ni con sus posibilidades económicas.
Psicólogos y psiquiatras se ocupan del asunto. Incluso, ya existen terapias, para los compradores compulsivos, que ofrecen el apoyo necesario de manera parecida a las que se someten los alcohólicos o los comedores insaciables.
Este mal, tan de moda en los últimos años es debido, según algunos, a carencias afectivas y descompensaciones personales o profesionales, a las que se da salida con compras excesivas de objetos para uno mismo o para los demás.
Cada vez es más variado el abanico de personas que padecen este problema. A cualquier edad después de la adolescencia, hombres y mujeres, aunque mayormente mujeres. Al principio eran amas de casa con hijos ya mayores. Pero también crece el número de profesionales con una vida personal pobre, que intentan compensar a golpe de tarjeta de crédito.
Para algunas personas puede no suponer mayor problema el tener más caprichos de la cuenta, pero otras, sin embargo, llegan a sacrificar necesidades básicas suyas o de su familia debido a esas compras que no pueden controlar.
Publicado en La Hoja de Vallecas, enero de 1999