En esta disertación trataremos de las personas que tienen una
acumulación corporal de grasa, no por alteraciones metabólicas u
hormonales, sino causada por la ingestión compulsiva de alimentos
durante todo el día, en su mayoría azúcares, harinas refi nadas, golosinas,
refrescos embotellados, comida chatarra o aquellos manjares que obtienen
los niños como recompensa.
Los gordos revelan que lejos de estar sanos y fornidos, se encuentran
desnutridos, enfermizos y deprimidos. Nos dicen que están satisfaciendo
necesidades psicológicas a través de la comida.
El ser humano se encuentra abrumado por el cambio9. Ante estas
sensaciones dolorosas se buscan refugios, uno de ellos es la comida.
El refugio en la comida
Analicemos las causas que originan el refugio en la comida.
1. Así como se aprende el lenguaje a través de la imitación, así puede
aprenderse el refugio en la comida. Existe un tipo de madre que protege
y alimenta en exceso a los niños; ella misma se representa a través de
los alimentos. Si sus hijas comen tiene la sensación de ser aceptada; si
rechazan la comida, se siente rechazada. Este tipo de madre, por lo regular,
no permite los juegos y ejercicios de manera adecuada por temor a que los
niños se ensucien, lastimen o peleen. Esta madre ha extendido su función
de placenta nutricia más allá de los límites necesarios, porque aparte de
la comida se siente incapaz de dar otro tipo de sustento, porque en el
fondo existe el deseo de que el hijo se mantenga paralizado como embrión
succionador, renunciando y postergando el camino de la separaciónindividuación
que es el proceso normal que sigue todo ser humano4. Es
como mantenerlo siempre como bebé, sin que crezca.
Artículo publicado en la revista LiberAddictus.
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Comer compulsivamente es un síntoma que puede darse en casi todas
las clasifi caciones diagnósticas. Los comedores utilizan azúcares para
reanimarse; otros comen por aburrimiento. Cuando el comedor se atraganta
de basura se siente tan lleno que cae en estupor o se adormece, y se va a
la cama sintiéndose repleto.
2. Privaciones tempranas: Las personas que en etapas tempranas (o sea,
la niñez) fueron privadas de alimentos, al llegar a la edad adulta utilizan la
comida como compensación a esas privaciones.
La superabundancia de comida puede constituir para algunas personas un
símbolo de seguridad. En el caso de los bebés, cuando el lapso entre comidas
tiende a aumentarse, reaccionarán con una demanda aumentada de alimentos3.
Se considera actualmente que uno de los problemas de los grandes obesos fue
el haber sido bebés que padecieron hambre, por eso comen antes de que el
hambre aparezca.
3. Perturbación del instinto: La ingestión de alimentos satisface la necesidad
más temprana y más urgente del cuerpo del niño, o sea, su hambre, y ésta
constituye la primera gratifi cación del instinto, es decir, darle gusto a la
necesidad de comer.
Los niños efectúan sus primeros contactos emocionales con las personas
que los alimentan, y estos adultos constituyen los instrumentos que los
introducen a la experiencia de satisfacción y de deseo. Se ha comprobado
que después de la etapa del destete, los niños tienen una capacidad de
autorregulación de su alimentación mucho mayor de la que suele reconocerse.
Puede permitírseles que coman las cantidades que ellos mismos elijan, sin
insistirles o interferir en su conducta ni limitarla2. Hay que creerle al niño
cuando tiene o no hambre.
La identidad temprana del amor por el alimento y el amor por la madre
deja su impronta en la reacción ante el alimento, y puede llegar a ser
perturbadora para los hábitos alimenticios del niño, como nos dice Anna
Freud en sus estudios2.
Cuando al niño se le fuerza a comer, éste se transforma en el símbolo de
una lucha de poder entre madre e hijo, llegando a encontrar, este último,
una salida a sus tendencias sádicas o masoquistas, porque controla y
descontrola a la madre.
Cuando la comida pierde su atractivo de satisfactora de deseos y se
convierte en una tarea fatigosa, se ha producido una perturbación del
instinto. Ya la necesidad no es comer sino luchar.
La ambivalencia hacia la madre puede expresarse como fl uc tuaciones
entre una ingestión excesiva y el rechazo del alimento.
La culpa se manifi esta en una incapacidad para gozar el alimento. La
hostilidad hacia la madre, en una lucha contra el ser alimentado.
La necesidad de anestesiarse
Hay un impulso acelerador en nuestro tiempo que acarrea angustias en
todos nosotros, pues nos obliga a representar nuevos papeles.
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Se afi rma que la situación actual representa un momento crucial en
la historia humana, sólo comparable, en magnitud, a la primera gran
interrupción de la continuidad histórica: el paso de la barbarie a la
civilización9. De aquí se deriva el uso de la comida como tranquilizante.
La persona que come compulsivamente utiliza los alimentos como un
sedante. La comida es un pacifi cador, así como algunos lo hacen con el
alcohol, las drogas o los tranquilizantes.
Los comedores compulsivos tienen una predisposición a reaccionar a
la comida para satisfacer el arcaico anhelo oral, que es, al mismo tiempo,
anhelo sexual, necesidad de seguridad y de conservar la autoestima. El
origen de la adicción se ubica en la estructura psicológica del paciente.
La estructura de la adicción a la comida es, en realidad, igual a la de las
perversiones, es decir, representa una condensación de pulsiones erógenas
y reaseguramientos contra temores que se les oponen1. Estas personas
recurren a la sedación porque no toleran la tensión, la frustración, el dolor, las
situaciones de espera; después del atracón, la frustración se hace aún más
intolerable, dando lugar a un uso más intenso de la comida. Gradualmente va
desapareciendo todo interés por la realidad a excepción de lo que se relacione
con el hecho de procurarse comida, como cuando el bebé pide gratifi cación sin
ninguna capacidad de dar ni de consideración alguna hacia la realidad.
El pánico a sentir
En la mujer puede darse una lucha contra la sexualidad, la cual se ha
convertido, por efecto de una represión previa, en ávida e insaciable, y
cuando llegan los periodos de depresión, estas pacientes se atiborran de
comida y se sienten hinchadas.
La evasión de las emociones
A veces el individuo empieza a ser obeso durante la adolescencia porque este
periodo es especialmente vulnerable a las presiones psíquicas, los cambios
hormonales y el proceso a ejercer una sexualidad completa favorece el
refugio en los alimentos.
Muchas mujeres desarrollan sobrepeso durante la gestación, por la
angustia que causa la deformación de sus cuerpos y las fantasías hacia el
bebé que están gestando.
En cuanto a la sexualidad se ha observado en diversos estudios que
las personas comen con el fi n expreso de engordar y así no provocar en
otros ninguna atracción ni deseo sexual, por otro lado verdaderamente
desaparecen en ellos tales deseos sexuales.
El odio concentrado hacia sí mismo
El gordo por lo regular tiende a aislarse y camina en círculos, solo, sintiéndose
miserable y cargando grandes paquetes de desesperación.
El comedor se siente encerrado en la prisión de la obsesión, deseando la
libertad busca más y más comida. Así se dan el cariño que les hace falta. Los
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comedores han pasado tanto tiempo desesperados, que los sentimientos
de estimación propia y bienestar ya les resultan extraños.
El comer en exceso y una pobre imagen de sí mismos van juntos8. La
antipatía hacia uno mismo se genera a rechazar el esquema y la imagen
corporal que uno observa en el espejo. ¿Cómo aceptarse cuando diariamente
se está odiando esta imagen de uno mismo?
En casos bastante graves, la comida termina por ser el único vínculo
de interés que conecta a la persona con la realidad. En todos los casos, la
adicción a la comida representa un intento infructuoso de dominar la culpa,
la depresión o la angustia mediante la actividad incorporativa.
Azúcar y mal humor
Existe una relación defi nitiva entre las fl uctuaciones de ánimo y el tipo
de alimentos que se consumen; los azúcares, féculas y almidones están
en relación directa con la irritabilidad y el mal humor, la depresión y la
apatía6.
Un aspecto llamativo es que estudiosos en la materia han encontrado que
las personas que consumen más azúcares tienden a tener descensos en el
nivel de la glucosa sanguínea y esto repercute estimulando las depresiones
y los altibajos emocionales. Obesidad y mal humor van de la mano.
Kilos de más: muerte de cerca
Actualmente, la obesidad es uno de los mayores enemigos de la humanidad. El
sobrepeso disminuye la libertad de acción física; además, opaca y obstaculiza
el aspecto amoroso y sexual, fertiliza el terreno para que germinen las
enfermedades y aumenta signifi cativamente las probabilidades de fallecer
en forma prematura. Por ello se considera que el comedor compulsivo
intenta suicidarse lentamente. Por cada kilogramo de más en la anatomía
el riesgo de morir joven aumenta en un 2%. Los individuos obesos entre
veinte y treinta años de edad tienen un índice de mor talidad 80% superior
al de sus contemporáneos de peso normal6.
Para una persona gorda el riesgo de sufrir un infarto se eleva de dos a
seis veces. El riesgo de desarrollar diabetes para los gordos se quintuplica
y si tienen que someterse a una intervención quirúrgica su riesgo de morir
se cuadruplica.
Los doctores Tannenbaum y el doctor Silver Stone de Chicago fueron los
primeros en estudiar la relación existente entre la ingestión de carbohidratos
refi nados y el cáncer. Utilizando ratones, después de un tiempo razonable a los
sobrealimentados con azúcares refi nados se les encontraron tumoraciones
y crecimientos cancerosos en la piel, pecho, hígado, pulmones y tejidos
fi brosos6.
Trampas del comedor compulsivo
Casi todos los comedores se repiten y tratan de probarse a sí mismos
que pueden comer de una manera controlada. Pero en cuanto aparece la
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angustia, el coraje, la tristeza o simplemente se sobrecargan de emociones
empieza el atracón; comen todo lo que ven, algunos tratan de guardar las
apariencias y de pellizco en pellizco, se comen un dinosaurio completo;
otros comen a escondidas, porque temen las miradas y el qué dirán.
Hay quienes comen raciones medidas durante el día y a medianoche
devoran cuanto pueden. Otros comen y desesperados se provocan el
vómito a escondidas. Los hay que utilizan laxantes y anorexígenos del
tipo de las anfetaminas que quitan el hambre. Logran controlar el apetito
por algún tiempo y, al suspenderlas, el rebote los lleva a regresar adonde
estaban aumentando algunos kilos extras, de manera que retroceden
varios pasos. Cada día el comedor se dice a sí mismo que mañana hará
algo para adelgazar.
Ejemplos clínicos
Los comedores compulsivos responden favorablemente a la psicoterapia
psicoanalítica.
Como viñeta presentaré dos casos de mujeres: Déborah-Dora y Oralia.
(Los nombres son fi cticios para proteger su anonimato.)
Al ir sintetizando sus datos me percaté de la similitud de sus historias.
De ahí parte la modalidad de presentar lo semejante en ambas.
Las dos acudieron a terapia pasados los treinta años, cuando
se encontraban en el límite de romper con la realidad y caer en
una descompensación grave, la comida representaba la forma
de fugarse, su único refugio y compañía.
Vivían desesperadas, odiándose, con niveles de sufrimiento
bastante altos. El sobrepeso en ambas era de más de veinte
kilos.
Fueron hijas de madres comedoras compulsivas con
múltiples abortos anteriores, deprimidas, permanentemente
enfermas y achacosas, con relaciones de pareja distantes
(los maridos viajaban o casi no las veían); estas madres
sostenían relaciones extramaritales que las hijas Déborah
y Oralia conocían.
Las dos pacientes fueron bebés con privaciones tempranas,
no alimentadas al pecho materno, las dejaban llorar durante
largo tiempo; crecieron enfermas y débiles hasta los tres años.
Ambas se sintieron abandonadas por sus madres quienes
tuvieron otros hijos como preferidos.
Pasados los primeros tres años de enfermedades empezaron a
acumular grasa corporal, de manera que se sintieron gordas y
grotescas desde niñas.
Durante la latencia fueron seducidas por adultos y vivieron
varios años de sexualidad exhuberante que, al llegar a la
adolescencia, bruscamente reprimieron y transformaron en lo
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contrario, anestesiándose de tal manera que ni siquiera recurrían
a la masturbación, como expresión de dicha sexualidad.
Durante esta época se sintieron alejadas de sus padres en tal
forma que no se interesaban por ellas; de ahí que pudieran
vivir tantos años de sexualidad voraz a hurtadillas.
Durante la juventud se mantuvieron aisladas, deprimidas y
obesas, suicidándose lentamente. Los intentos de formar pareja
fueron un fracaso. Cada día el refugio en la comida era mayor, el
pánico a sentir la sexualidad aumentaba, y el odio concentrado
hacia ellas mismas las hundía. Ambas eran anorgásmicas.
Déborah-Dora se propiciaba múltiples cirugías y Oralia
accidentes automovilísticos, entre muchas otras formas
disfrazadas que usaban para matarse.
Evolución
Durante el primer año de tratamiento, el síntoma de la obesidad
no fue tocado. Las dos repetían que no podrían abandonar la
comida. Sin embargo, al ir progresando y llenando sus vidas con
otros alicientes, el atiborrarse de comida se hizo innecesario.
Déborah-Dora, manejada en terapia individual, actualmente
con veintitrés kilos menos, dirige predominantemente su
agresión hacia afuera y ha aprendido a defender lo suyo. Las
cirugías han desaparecido. Se independizó de su madre, tiene
pareja y una sexualidad plena.
A Oralia, manejada en terapia grupal —ya había tenido
tratamiento individual con anterioridad—, le recomendé la
ayuda simultánea de Comedores Compulsivos Anónimos. Tiene
veinte kilos menos en el presente.
Vive sola, en su trabajo ha conseguido progresos importantes,
ha retomado sus estudios, puede ya darse cosas valiosas a sí
misma. Cuenta con un grupo de amigos y se siente querida.
Sale con pretendientes y permite ser agasajada.
Ha aprendido a poner límites. Los accidentes automovilís ticos
no han vuelto a presentarse y está logrando más estabilidad en
lo emocional y con ello mayor bienestar.
Nota
La doctora María Elena Hernández de Lisac tiene Doctorado en Psicología
Clínica y Doctorado en Psicoterapia psicoanalítica. Es psicoterapeuta
psicoanalítica de la AMPP, AC. Directora de la Clínica de la AMPP. Presenta
trabajos científi cos en foros nacionales e internacionales.
Biografía
1. Fenichel, Otto, Teoría psicoanalítica de las neurosis, Paidós, Buenos
Aires, 1964.
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2. Freud, Anna, El psicoanális y la crianza del niño, Paidós (Biblioteca de
Psicología Profunda), Buenos Aires, 1980.
3. Harlow, Ainsworth/Lebovici Andry et al., “Privación de los cuidados
paternos. Revisión de sus consecuencias”, Cuadernos de Salud Pública n.
14, Organización Mundial de la Salud, Ginebra, 1963.
4. Kaplan, Louise J., Oneness and Separateness: From Infant to Individual,
Simon and Schuster, Nueva York, 1978.
5. Menninger, Karl A., Man Against Himself. Harcourt, Brace & World, Nueva
York, 1966.
6. Moller, Erwin, Adelgace naturalmente, Posada, México, 4a. edición, 1984.
7. Mossé, Arlette, 101 Respuestas acerca de las dietas, Diana, México, 1983.
8. Schilder, Paul, The Image and Appearance of The Human Body,
International Universities Press, Nueva York, 1970.
9. Toffl er, Alvin, El shock del futuro, Fondo de Cultura Económica, México,
1972. |