Rufino Herrera trabaja en los cafetales desde los cinco años, cuando ayudaba a su padre en la plantación familiar. Ha participado activamente en organizaciones de productores en su país y les ha representado en foros internacionales.
Rufino Herrrera, a la izquierda, es un productor de café de Fedecares presente en el Congreso.
Rufino estuvo presenten la primera asamblea que se celebró en Holanda, en los años 60, para exigir un comercio justo en lugar de ayuda para los pequeños productores.
“Los precios del café en los mercados internacionales están sujetos a la especulación por ello, cíclicamente se hunden y arrastran con ellos a miles de familias campesinas. Entre los años 2000 y el 2001 en República Dominicana no se recogió el café de las matas, el coste era superior al precio que se ofrecía por las cosechas. El mercado nos daba 23 dólares por quintal de café, mientras los precios de café de comercio justo se mantuvieron a 124 dólares el quintal. La crisis provocó el abandono de muchas plantaciones, algunas fueron sustituidas por cultivos de ciclo corto, pero otras fueron abandonadas y sus propietarios emigraron a las ciudades. La parte positiva es que unió a muchos productores y hoy el 25% de los pequeños cafetaleros formamos parte de alguna asociación. En tiempos de crisis el comercio justo ha llegado a pagar hasta el 160% más que el mercado convencional. Hoy, que los precios están altos, el comercio justo sigue pagando el 35% más por las cosechas”.
“Pero el comercio justo no es sólo mejores precios para los campesinos, es una inversión para toda la comunidad y un fortalecimiento de las organizaciones productoras que les permite sentarse frente a la Administración no con el traje de campesinos sino con otro traje, el de empresa. En República Dominicana, por ejemplo, hemos conseguido una Ley para el desarrollo del sector cafetalero”.
“Desde las comunidades estamos distribuyendo los beneficios de este comercio de manera equitativa ente los socios de las cooperativas y contribuimos a mejorar nuestras comunidades. Nosotros construimos las escuelitas y le pedimos al Estado que pague los maestros. Negociamos cara a cara con otras instituciones como la Universidad y hemos conseguido becas para nuestros hijos e hijas que hoy son gerentes, contables, administradores de empresas y agrónomos”.
“Yo sólo llegué a cuarto de primaria, pero gracias al comercio justo, mis hijos son administradores de empresa y trabajan con nosotros en Federares”.
Texto: Cristina Niell / Intermón Oxfam
Febrero 2008 |