Caso sobre una niña que padeció la carencia del amor paterno y cómo esto se reflejó en su vida.
El caso de Natalia puede ser ilustrativo.
Natalia hoy tiene 30 años. Cuando sus amigos no la llaman por teléfono o no le prestan la atención que ella desea porque están ocupados, se deprime, y se aleja resentida; cree que no la aprecian pues no se lo demuestran como ella necesita, pero los amigos no saben qué le ocurre. Ella se siente no querida, se enoja y se aparta confirmando su guion de vida, ”no me quieren”.
Natalia no sació su necesidad de recibir amor. Se crio con su madre y su padrastro. Su padre se marchó cuando ella tenía cuatro años. Aparecía esporádicamente en su vida: podían pasar hasta seis meses sin recibir ninguna señal de su existencia. Natalia se sentía no querida por él, y así creció: padeciendo la carencia del amor paterno.
Hoy, como adulta, para no quedar atascada en su pasado, tiene que darse cuenta de que su padre desaparecía de su vida por razones que nada tenían que ver con la falta de afecto, que no quería decir que no la quisiera, que era su forma de ser. Pero hoy ella necesita amor. Ahora bien: ¿cómo lo pide a los otros, cómo demuestra su amor a sí misma y a los otros?, ¿qué hace para recibir amor?; y cuando se siente no amada, ¿cómo lo expresa, qué actitud toma frente a las personas que siente que no la quieren como ella desearía?, ¿puede comunicarlo y hacerse cargo de lo que necesita en forma clara, sin tener que huir o romper sus vínculos afectivos? Las respuestas a estas y otras preguntas pueden significar el comienzo de su sanación. Además, si Natalia no sacia su necesidad de recibir amor, cuando tenga sus propios hijos, es probable que aparezca el problema de diferentes modos; por ejemplo: les dará afecto sin límites, o establecerá relaciones de sobreprotección, vínculos adictivos, de desvalorización o idealización, etc.
Por suerte el adulto puede cambiar su guion de vida. Esto no se logra de un día para otro; se obtiene a través de un proceso, pero de un proceso accesible y gratificante.
¿Qué son las necesidades afectivas?
Todos los seres humanos tienen como por ejemplo: alimentarse, descansar, etc.
Pero hay otras, que se refieren a la calidad de vida, no a la supervivencia. A estas las llamamos necesidades afectivas, emocionales, o psicológicas.
Podemos agrupar las necesidades emocionales en:
1º necesidad de amor, de aceptación y de respeto
2º necesidad de protección y contención
3º necesidad de conocer la verdad
Si son saciadas adecuadamente las necesidades afectivas, la persona se sentirá segura, con confianza en sí misma y en el mundo circundante.
Cuando esto no sucede aparecen: en el plano emocional, tristeza, ansiedad, miedos, rabia, rencor, etc; en la conducta, comportamientos de agresividad, aislamiento, dependencia emocional respecto a ciertos vínculos nocivos o sustancias, etc; en el plano físico distintas enfermedades que no tienen un origen claro.
Los seres humanos creen que si niegan o reprimen sus penas evitarán el dolor.
Sin embargo, la represión y negación tienen un impacto displacentero en los individuos. Lo importante es que tú hoy, como adulto, puedas darte cuenta de que tus necesidades afectivas no fueron saciadas.
Para esto necesitas tomar conciencia de lo que te pasa. Y si pretendes transmutar la falta de satisfacción de necesidades afectivas en afectos saciados, necesitarás ir a tu infancia interna.
¿Qué es la infancia interna?
Es una etapa imaginaria que se refiere a la forma en que el niño vivencia los hechos que suceden a su alrededor.
Lo importante es cómo los siente, no cómo son en realidad . En la configuración de la infancia interna intervienen características personales del niño, y lo que recibe de sus padres y del medio que lo rodea.
¿Por qué es tan importante la manera en que fueron o no saciadas las necesidades afectivas en esta etapa de la vida?
Porque los seres se tratan a sí mismos como fueron tratados en su infancia por las personas cercanas, sin advertirlo.
Además tienden a crear situaciones similares a las que vivieron y que tanto daño les hacían. Piden a gritos ser tratados de otro modo, pero en los hechos perpetúan esas actitudes nocivas. Tú pides que te cuiden y no sabes cuidarte a ti mismo de los peligros emocionales, como pueden ser personas o conductas malsanas.
¿Cuál es la salida?
Es comenzar a relacionarte contigo mismo de otro modo, más positivo y amoroso, para no quedarte atascado en tu historia personal y construir otra realidad interna. Si sientes que no recibiste amor, puedes empezar a amarte a ti mismo y darte cuenta de que muchas veces interpretas conductas o palabras de los otros de acuerdo a tu visión personal de los hechos y no a la realidad objetiva o a la intención de los demás hacia ti.
Para este cambio es necesario que descubras algo importante: saber qué buscas en los otros y qué ofreces en los vínculos. Esto te llevará a darte cuenta de lo que necesitas satisfacer en ti mismo; proceso que solo tú puedes transitar, si quieres. Para eso necesitas concientizarte, tener valor, paciencia, afectos, etc.
¿Los hijos pueden ayudar?
Cuando educas a tus hijos, aparece tu infancia interna, la clave es aceptarla. Los hijos son el espejo que te devuelve aspectos internos de ti, muchos de los cuales no conocías y que en ese momento tienes la oportunidad de percibir para mejorarlos. De este modo puedes crecer emocionalmente como persona adulta y, al mismo tiempo, ayudar a que otras que están creciendo tengan una vida feliz y puedan desarrollarse adaptativamente.
¿Cómo aparecen las necesidades afectivas no saciadas en la educación de los hijos?
Si sientes que tu madre no te protegió, tal vez copies ese modelo y atiendas poco a tu hijo o quizás apliques el diametralmente opuesto y lo cuides exageradamente. La no protección o lo contrario, la sobreprotección, tienen consecuencias negativas. Entonces, como adulto y padre empieza a cuidarte a ti mismo/a para poder cuidar a tus hijos.
Si puedes saciar en ti tu necesidad de protección, te cuidarás a ti mismo y podrás cuidar adecuadamente a tus niños.
Intenta responder a estas preguntas. ¿Qué despertaban en ti tus figuras de autoridad? ¿Cómo te relacionabas con ellas? No está en tus manos cambiar una situación objetiva que te produce dolor, pero siempre podrás escoger la actitud con la que afrontas ese sufrimiento. Elige qué hacer con lo que recibiste. Invierte energía para saciar en el aquí y ahora la o las necesidades emocionales no saciadas en la infancia.
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