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El testimonio de sus víctimas; la mejor arma contra el terrorismo

Buenas tardes, quiero agradecer su presencia a las autoridades que están hoy con nosotros, a los miembros de la Fundación Tomás Caballero y sobretodo a todas las personas que están aquí apoyándonos con su presencia y que no imaginan lo importante que es para nosotros, los que sufrimos por el terrorismo, sentir que no estamos solos. Gracias de corazón.

Quiero también agradecer a toda la familia de Tomás Caballero a la que tuve el placer de conocer hace varios años, el haberme dado la oportunidad de estar hoy aquí entre ellos para recordar como merece a un hombre que tenía las ideas muy claras, quien sabía bien donde estaba la autentica libertad y la auténtica paz y seguramente por ello fue asesinado, por defenderlas, por encima de todo y de todos.

Cuando me invitaron a venir a la celebración del X aniversario, y digo celebración, porque para nosotros lo es, porque quienes estamos aquí lo estamos de corazón, porque compartimos las ideas de Tomás Caballero y porque queremos que siga vivo entre nosotros, sentí un gran orgullo y para mí es muy importante poder unir los nombres de Tomás Caballero y Alberto Jiménez –Becerril en el X aniversario de sus muertes. Los dos tenían mucho algo muy importante en común, los dos amaban España y por ella murieron. Sus hijos y quienes tuvieron la suerte de conocerlo a Tomás nos dirán como era, como padre, como marido, como amigo y quienes no tuvimos la fortuna de tratarlo intentaremos defender con nuestros testimonio su memoria. Cuando yo hablo de mi hermano, cuando exijo justicia por su injusta muerte, la estoy también exigiendo para Tomás Caballero quien hace hoy diez años nos fue arrebatado del modo más cruel posible. Es esa solidaridad, ese hilo conductor, invisible a los ojos de muchos, el que une a las víctimas y el que hace que yo no tenga hoy un sitio mejor donde estar en el mundo que aquí, en Pamplona, acompañando a esta familia, que diez años después conserva intacto el dolor por la muerte de quien más querían.

Yo sé lo que sentís porque yo también lo siento desde aquel 30 de Enero de 1998, cuando sonó ese maldito teléfono en plena noche que nos cambió la vida. Habían matado a Alberto y a Ascen y a nosotros, los que los queríamos, nos habían herido de muerte. Pero que no sonrían quienes celebraban su muerte, que no se ría a carcajadas De Juana Chaos, que no diga que la acción de Sevilla fue perfecta y que nuestro llanto era su risa, que no crea que ha comido para un mes, como escribió cuando mataron a mi hermano y a su mujer, que no pida langostinos y champán como hizo cuando mataron a Tomás... Que les mataron sí, cobardemente, del único modo que ellos saben hacer las cosas, pero los tiros no lograron alcanzar su espíritu, el espíritu de la libertad, de la verdad, de la razón y de la justicia , que es el que hoy se respira aquí, porque ellos siguen vivos en medio de nosotros y ni ETA ni nadie podrán quitarnos nunca lo que ellos nos dejaron. Por eso le digo bien alto al asesino Iñaki De Juana Chaos, que somos nosotros los que hoy celebramos y no él, porque el no tendrá nada que contar a sus hijos el día de mañana y si tendrá mucho que callar, mientras que mis sobrinos, sabrán porqué vivieron y murieron sus padres y serán muchos los que estemos ahí para contárselos. Como también lo sabrán los hijos y los nietos de Tomás Caballero, quienes deben estar orgullosos de él y si son capaces, deben luchar para que la muerte de quien tanto querían no haya sido en vano.

La voz de las víctimas es un arma muy potente y los terroristas lo saben y los amigos de los terroristas lo saben y quienes se olvidan de quienes son los terroristas lo saben y por eso se empeñan en callar nuestra voz. Sin nuestros testimonios los pecados se desvanecen. Tenemos la obligación de denunciar, de repetir una y mil veces los hechos, simples, directos. No se trata de hacer espectáculo del dolor, pero es que no tenemos más remedio que superar el pudor que nos impide exponer nuestros sentimientos y contar lo que hemos pasado y lo que pasamos, para que todos sepan las consecuencias del terrorismo. Si no lo hacemos nos arriesgamos a que hablen solo ellos, sus pistolas, su propaganda, sus ideas viciadas y por repetidas casi asimiladas y al final, la sociedad no percibe el terrorismo como lo que es, una crueldad infinita sin ningún atenuante posible. No todos tienen las ideas tan claras como las tenía Tomás Caballero, quien seguramente no necesitaba que nadie le explicase de que parte estaban las personas libres y de bien y de cual , los asesinos que nunca respetaron la libertad. Por eso es necesario hablar, explicar, contar. Venir aquí, a Pamplona, donde gozáis de libertad pero donde existe mucha gente amenazada y donde como todos sabemos existen simpatizantes de quienes asesinaron a los nuestros. Aún recuerdo hace varios años cuando vine invitada por la Fundación, y tuve ocasión de pasear por el centro de esta maravillosa ciudad. Quería ver la calle Estafeta, quería ver al Santo... pero lo que no quería ver eran las fotos de los presos de ETA en algunos bares, ni los escuditos y pegatinas del hacha y la serpiente. No estaba preparada y no lo estaré nunca para convivir con ese mundo. Yo soy de Sevilla, de donde era mi hermano y allí él es un héroe, mi madre es la madre de Alberto y solo recibe calor. Cuando pienso en el infierno por el que tienen que pasar muchas víctimas de ETA, soportando el desprecio de sus vecinos y viviendo rodeados de símbolos que representan a quienes asesinaron a los suyos, me parece insufrible y siento que debo hacer algo por ellos. Por eso cuando hace años paseé por el centro de esta ciudad , entré en una tienda a protestar por esos símbolos y también le dije a un señor que me dijo que si estaba de turismo, que no, que yo estaba en Pamplona para rendirle homenaje a Tomás Caballero, asesinado por ETA y para acompañar a su familia. No tengo que deciros, que este buen señor, que por edad podía ser mi abuelo, se volvió y me dio la espalda. Por eso alabo a quienes defienden la libertad en sitios donde hacerlo no es un juego. Yo sostengo que la sociedad del País Vasco está enferma, su riqueza natural y material no logra esconder la pobreza moral de quienes prefieren vivir cómodamente, a pesar de que haya muchos que viven mucho más que incomodos, viven amenazados. No es admisible tanta indiferencia. Solo el miedo puede justificar el silencio. Esa excusa la acepto, pero el resto no. No es moral ver que tu vecino lleva escolta y no preguntarle ¿por qué? Quizás uno se acostumbra a todo y no ve lo que no quiere ver. Pero nosotros, las víctimas, por desgracia lo vemos, porque nos abrieron los ojos a la fuerza y nos obligaron a ver lo que nunca hubiéramos querido presenciar; la muerte de aquellos que amábamos. Mi hermano tenía 37 años y lo mataron por la espalda junto a su mujer, a pocos metros de su casa donde les esperaban tres niños de 4, 7 y 8 años que nunca más volverían a verlos. Esa es ETA. Eso significa la serpientita y el hacha expuesta junto a las camisetas y a los pañuelitos rojos. Y esos asesinos que fueron capaces de dejar sin padres a tres niños y sin hijo a una madre, son los que están retratados en algunos bares donde uno se toma los pinchos y los vinos. Y nosotros no solo no debemos entrar en ellos sino que debemos movernos para que esos carteles no estén allí colgados. ¿Que dice la ley? Seguro que no es legal y por tanto que nuestro dinero sirva para borrar las pintadas en las que dice GORA ETA, y si ellos las vuelven a pintar nosotros las volveremos a borrar. ¡Ojalá pudiéramos borrar de nuestros corazones la angustia que ETA nos provocó tan fácilmente como de los muros de nuestras ciudades! De unas ciudades donde hay individuos que se permiten jugar con el dolor ajeno. Cuantas veces me he preguntado ¿Como es posible que una persona decida sobre la vida de otra con tanta frialdad? ¿En nombre de que y de quien? No existe tierra que valga un minuto de la vida de mi hermano o de Tomás Caballero. Y mientras me quede aliento lo gritaré para que quienes lo cometieron sean vistos como lo que son ASESINOS, sin más. Sin romanticismo, sin ideales, sin valores. ¿Que hay de heroicos en asesinar a un hombre por la espalda? No todos los que defienden la independencia del País Vasco son asesinos, pero si son culpables de no haber sabido o no haber querido parar a tiempo esa vergüenza que es ETA. Yo me sentiría incómoda defendiendo la misma cosa que quienes no respetan la vida. Sentiría que mi proyecto es un fracaso, si para crecer necesita que también lo defiendan las pistolas. Y no nos engañemos, la tela de araña del nacionalismo vasco atrapa a buenos y malos. ¿Quién es capaz de controlar eso? Si tú enseñas odio, recoges odio. Y no todos odian desde los sillones del Parlamento, hay muchos que prefieren quemar autobuses o darle dos tiros al que le digan. El disparo es el último eslabón. No creo que los etarras nazcan asesinos, no creo que sea algo genético. Quizás quien dispara hoy, ayer fue compañero de la víctima, por tanto es un proceso, cultural, familiar, que le lleva a ello. Es ahí donde hay que combatir y donde el nacionalismo tiene que asumir su responsabilidad.

Y en este horizonte de muerte y de política, las víctimas, tenemos un papel fundamental, que nunca hubiéramos querido interpretar. ¿A quien me pregunta porque yo escribo o el porque hablo, a quien me dice si no sería mejor que me quedase tranquila , con mi familia, les contesto que “ Yo no elegí ser víctima del terrorismo, fue ETA quien mató a mi hermano y a su mujer” Ellos me eligieron. Recuerdo que en mi casa, donde existía una situación muy particular, porque los hijos de mi hermano han vivido siempre con mi madre, que está aquí con nosotros y a la que yo admiro, como decía en casa, con tres niños que de la noche a la mañana habían perdido a su padre y a su madre, no podíamos pensar en otra cosa que no fuera huir del dolor y abrazarnos a la vida diaria para sacar adelante a esos niños sin que notaran la ausencia profunda de sus padres. Por tanto allí no había ni asociaciones, ni fundaciones, ni nada. Allí había mucho amor, muchos dibujos animados y mucha alegría forzada. No hubo tiempo para llorar, ni para pensar. Pasados tres años yo comencé a leer algo relacionado con ETA y tardaría algunos años más en presentarme en público, reclamando justicia. En mi caso, yo no quería ser víctima y huía de ello, como pienso que hacen mis sobrinos. A nadie le gusta que le tengan lástima. Además al principio el dolor no te permite reflexionar, ni afrontar al enemigo. Es hoy, después de diez años y aún no poseo la fuerza necesaria para soportar la humillación que supone tener que explicar porque no se puede negociar con terroristas. Cuando en radio o televisión encuentro a alguien que intenta convencerme de lo contrario, siento un desamparo difícil de llenar. Imagínense si yo podría haber hecho esto a los pocos meses de que mataran a mi hermano , ¡imposible! Al final, empecé a acercarme al mundo de ETA y del nacionalismo vasco y fue la indignación la que me acompaño siempre. Y comencé a escribir, a presentarme como víctima de ETA. Pero no sería hasta que nuestro actual Presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, decidió romper el Pacto contra el terrorismo y por las libertades, firmado con el Partido Popular, para emprender en solitario una negociación con aquellos que había asesinado no solo a mi hermano , sino a vuestro padre y a tantos inocentes, no sería hasta que empecé a ver abrazos y palmadas a quienes inspiraron tantas muertes, cuando decidí que había llegado la hora de actuar. Ahora entiendo las palabras de José Antonio Ortega Lara en su primera entrevista pública, cuando rompió su silencio para denunciar la falsa paz que nos estaban intentando vender. José Antonio dijo entonces, que el hablaba porque  “era necesario”. Yo hablé en la Plaza de Colón delante de medio millón de personas, porque era necesario. Y lo hice para decirle a Zapatero que jamás aceptaría una paz que no pudiera explicar a mis sobrinos, los hijos de Alberto y Ascen sin avergonzarme. No la acepté entonces y no la aceptaré nunca , gobierne quien gobierne. Por decirlo entonces, las víctimas hemos sufrido toda clase de ataques; que si no queríamos la paz, que si solo buscábamos venganza, que éramos marionetas en manos de un partido político... Cuando dijimos que estaban negociando nos dijeron que no, que mentíamos, tuvimos que salir 9 veces a la calle a reclamar la justicia que nunca  hubiera tenido que ser reclamada si quien nos gobernaba hubiera sido mas realista y no alguien que quería volver buenos a quienes no querían serlo. La falsa paz y los falso hombres de paz han sido  una humillación que hemos sufrido no solo las víctimas , sino muchos  españoles durante estos últimos años. Han sido muchos los errores y uno de los mayores ha sido el de permitir que ANV volviese a los Ayuntamientos. Ya se sabía cual era la ética de esta gente, no entiendo a quienes se asombran hoy de que no condenen los atentados. Para mí lo extraño sería que lo hiciesen. Pero en fin yo de ETA y de sus amigos no espero nada, por eso nunca les pediría nada. Ellos son los que piden y si no les damos, nos matan y basta. Esa es la única ética que conocen y con esos principios no deberían gobernar ni siquiera sus casas.

Y cuando por fin nuestros gobernantes se han enterado de lo que nosotros les hemos dicho sin descanso, pero que ellos no han querido oír, tuvo que venir la propia ETA a decírselo, que al parecer era más de fiar que nosotros, entonces cuando ya se enteraron, decidieron volver a combatir al verdadero enemigo; la banda terrorista, pero no tuvieron ni una sola palabra de consideración ni de disculpa, ni con las víctimas, ni con el pueblo español que tanto las merecía. Nada, ni una palabra. Sus esfuerzos de hoy por desandar lo andado son insuficientes y oportunistas. No respeto desde entonces a nadie de los que formaron parte de esa farsa que fue la “negociación con ETA” y que intentaron vendernos como un “proceso de paz” No puedo respetar a quienes han conseguido que yo sospeche de una palabra tan hermosa como es PAZ, ellos si que han utilizado la paz, hasta vaciarla de contenido. Menos mal que nos dejaron la libertad , la dignidad y la justicia y por eso seguiremos luchando y defendiendo la memoria de los nuestros. Considero que en estos años donde la Constitución española ha sido ignorada en el artículo que habla de la obligación de respetar a las víctimas y donde las mayores ofensas las hemos recibido de aquellos que más debían protegernos, nosotros hemos demostrado que cualquier final de la pesadilla de ETA, no deberá nunca perder de vista el norte y ese no es otro que la justicia y no existe verdadera paz sin ella. Cuando han intentado ignorar los valores en los que creían quienes fueron asesinados por ETA, se han encontrado un muro infranqueable. No es fácil saltarse la memoria. Hemos estado allí, con nuestra bandera, con nuestra esperanza y con nuestra razón; para recordarles a quienes lo habían olvidado, que somos muchos los que no nos rendimos. Somos muchos los que pensamos como Tomás Caballero cuando decía  “No nos queda otro remedio que plantar cara no solo a los asesinos sino a quienes los apoyan” Y a él, le costó caro el enfrentarse a los enemigos de la libertad. Por eso a nosotros si queremos honrarle no nos queda otro remedio que seguir defendiéndola.

Quiero terminar agradeciendo de nuevo a todos los presentes y a la familia de Tomás Caballero. Cuando mataron a mi hermano Alberto y a su mujer, él, vuestro padre, cogió un coche y se fue a Sevilla a llorar con nosotros. Yo no podría estar hoy en un sitio mejor que aquí, con vosotros, honrando su memoria, diez años después yo os prometo que yo no lo voy a olvidar y que defenderé sus ideas que eran las de mi hermano y las de todos los españoles que creemos en España , en la libertad y en la paz que nace de la justicia.

Fundación Tomás Caballero