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La Globalización y el terrorismo 
Pablo Bofill 

La globalización es un fenómeno natural, fruto de la mayor libertad de los mercados y las mejoras de los distintos sistemas de comunicación. Las actuaciones violentas en contra de ella deben ser separadas del gran número de manifestaciones pacifistas que tienen unos precedentes ya centenarios. La protesta no busca una revolución, pero sí pretende una drástica evolución hacia algo que no saben definir.
 
Cuando tantas personas y de orígenes tan diversos expresan unos argumentos basados en hechos reales como la diferencia cada vez mayor entre países ricos y países pobres, la acumulación escandalosa de riqueza en poquísimas personas que tienen rentas superiores a las de países enteros, los daños quizá irreparables a la ecología para hacer más rentables las grandes empresas, etc. es evidente que sus razones deben ser escuchadas. No saben dar una explicación, pero saben que tienen razón.

Muchas veces esta protesta si dirige a los organismos de poder, como ha ocurrido últimamente con la reunión del G8. Protestan precisamente por aquellos temas que las organizaciones internacionales están intentando resolver. Parece una incongruencia, pero es una intuición de una verdad evidente: Los organismos internacionales pretender solucionar los problemas sin aceptar el sacrificio que una verdadera solución conllevaría, dan soluciones mínimas a problemas máximos. O sea que no arreglan el problema ni, en su conjunto, pretenden arreglarlo.

La tragedia de la Torres Gemelas de Nueva York, y la declaración de guerra de Estados Unidos a los grupos terroristas de todos los países, que pretende coordinar con todas las naciones que sea posible, tendrá unas repercusiones que es difícil predecir. Una guerra declarada, que durará años, contra los grupos fanáticos y los países que les den acogida.

No podemos saber cual será el futuro de estas acciones, pero supondrán una ayuda muy grande para aquellos países que sufren el azote del terrorismo y no han logrado erradicarlo.
Desde este punto de vista, y siempre que se tomen todas las precauciones para evitar castigos inmerecidos a los ciudadanos de los países a los que se considere culpables, la actuación será un paso hacia el proceso de una paz mundial.

Sin embargo, bajo los fanatismos late otro problemas que si no es solucionado es muy difícil crear un consenso de paz universal, y se trata de la absoluta desigualdad del reparto de la riqueza, en un mundo que nada en la abundancia. Hay que facilitar a todos los hombres la posibilidad de vivir y trabajar en su propio país, haciendo que la emigración no sea una cuestión de vida o muerte.

Antes los pobres callaban en un mundo pobre, incluso muchos pueblos aceptaban la riqueza de unos pocos y se enorgullecían de ella, pues estaba claro que los bienes de los pocos ricos no iban a solucionar ningún problema.

Era la época de los Maharajaes de la India, de algunos palacios en países africanos, de los primeros millonarios americanos. La escasez se vivía, los medios de comunicación no explicaban lo que ocurría en cada país, pero hoy día el despilfarro de los países ricos es una evidencia proclamada a los cuatro vientos, la publicidad de lo inútil y caro es insultante y los pobres ya no están dispuestos a seguir aguantando porque no hace falta.

Por mucho que se erradique el terrorismo, existirá una situación de injusticia que clama al cielo. Buscar un remedio real favorecería a todos, pues lo ricos, incluso antes de los sucesos de Nueva York, no podían disfrutar de sus riquezas con tranquilidad.

Si se hiciese un cálculo de lo que se gasta en protección a las personas, en controles de entrada y salida de unos países a otros, en sofisticados medios de seguridad, en seguros para toda clase de bienes, en guerras irracionales en países depauperados etc. se podría ver lo barato que sería erradicar la pobreza, el hambre, las enfermedades fácilmente curables

Esto ocurre porque los países pobres no tienen ni los medios ni la educación necesaria para recibir y repartir los bienes sobrantes que con los actuales logros científicos nadie duda que son fáciles de producir. El problema de las sociedades desarrolladas es evitar el exceso de producción y se establecen cuotas y subvenciones para evitas caídas de los precios.

Comprobado este hecho, se buscan causas imaginarias, para no ayudar a los pobres, limitando en muchos casos su actuación a facilitar el control de la natalidad o a enviar ayudas cuando ocurre una catástrofe de la naturaleza.

Los más atrevidos luchan por conseguir que las ayudas de los ricos lleguen al 0,7 del presupuesto de cada país, y por supuesto no lo ha alcanzado nadie. La ridiculez de esa ayuda se hace evidente pensando que ocurriría en una gran familia donde los que tienen ingresos destinasen el 0,7% de lo que reciben a los demás miembros que no tienen ingresos, porque son jóvenes, porque se dedican a cuidar de la familia, porque son perezosos, etc. Se morirían de hambre casi todos. No es serio pensar que con esos porcentajes de ayuda el mundo sea mínimamente justo.

¿Cuánto costaría una redistribución de riqueza que permitiese que nadie muera de hambre y que los ricos sigan prosperando? No el 0.7%, se acercaría al ocho o al diez por ciento del presupuesto de los países ricos. Es una barbaridad y es una pequeñez. Cualquiera pagaría el 10% de sus ingresos para poder vivir totalmente tranquilo, ir a donde quisiera sin ningún control ni revisión, reducir el índice de delincuencia, etc. Y además las empresas de los países ricos empezarían a tener más clientes, los mercados se ensancharían y se produciría una creación de riqueza increíble,

Sé que este tipo de solución puede parecer una locura, pero es la única solución real, atajar los problemas en la raíz, consiguiendo que se pueda vivir en los países pobres sin necesidad de emigrar. No es suficiente un poco más de lo mismo, es necesario un cambio de escenario, en el que sin limitar las libertades se compartan los bienes más equitativamente. Un cambio de escenario hasta hace poco impensable, pero en un momento de reflexión, en el que todo el mundo busca soluciones, empieza a ser posible Hay muy pocos países en que se viva tranquilo, Estados Unidos está sufriendo una situación de amenaza, en Israel, el país mas defendido del mundo, se vive en medio del pánico, los movimientos de millones de personas muertas de hambre deambulando de un país a otro son un problema mundial.

Supongo que el lector no tendrá la ingenuidad de decir que los gobernantes de los países pobres roban los dineros de las ayudas, que gastan en armas lo que deberían invertir en bienes de producción, que se limita la soberanía de un país si las ayudas son tan grandes que pasan a depender de la ayuda exterior, etc. Claro que son problemas. Son los problemas que los países ricos tienen que estudiar para elaborar soluciones, pues lo pobres no lo harán nunca.

Y soluciones que tengan la grandeza de ánimo de no buscar compensaciones de poder ni de gobierno para diseñar los instrumentos necesarios. El mundo no cambiará sin ese cambio radical en el reparto de los bienes, sin un concepto operativo de la justicia, quizá la creación de un órgano mundial de toma de decisiones, pero no se puede mantener engañado a todo el mundo durante muchos años. Al final el mundo cambiará forzosamente, pero sin una solución programada este cambio será mucho más doloroso, con guerras e injusticias que no terminan nunca.

Debe ser un proceso progresivo, creando primero los equipos de expertos que diseñen las soluciones, para irlas aplicando país por país. También habrá resistencia en los países pobres, pero si se encuentran soluciones para los que acepten, los gobernantes de los demás países que ahora se opongan tendrán que ceder ante la evidencia.

Y los países ricos irán aumentando su nivel de ayuda a lo largo de los años, para conseguir el fin propuesto. Es claro que se notará en los presupuestos esta inversión humanitaria, pero de un modo paulatino, que vendrá atemperado por las novedades tecnológicas y el aumento de la productividad. Incluso hoy, si se hiciese una campaña explicando los problemas y soluciones que se encuentren, en muchos países se podría ganar por referéndum la aplicación de ésta política.

Sería un objetivo más generoso y asumible por todos, erradicar a la vez el terrorismo y la pobreza extrema.

Agea.org