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Midtown: También es posible el éxito en barrios marginales.
Delia Lachenauer

 Violencia, droga, desempleo. Suelen ser las características de los barrios marginales de las grandes ciudades. Así ocurre también en Chicago. Los colegios, que en épocas pasadas solían proporcionar cierta estabilidad, están fracasando estrepitosamente en su labor educativa, a pesar de los esfuerzos de muchos profesores. La probabilidad de graduarse que tiene un estudiante medio de bachillerato en Chicago es sólo del 50 por ciento. En algunas escuelas, la proporción de alumnos que abandonan los estudios llega al 80 por ciento.
       
No es ninguna sorpresa que luego estos chicos acaben donde acaban: los que tienen suerte, en algún trabajo mal pagado y sin posibilidad de promoción; muchos otros se suman a los jóvenes que, desempleados y sin ilusión, pululan por las calles y acaban formando bandas. El coste social de la falta de escolarización, junto con la omnipresencia de las drogas y el crimen, es enorme, y no sólo en términos económicos. Familias y barrios enteros sufren las consecuencias.
       
En la década de los sesenta, un grupo de personas conscientes de las necesidades de estas barriadas comenzó un experimento que iba a cambiar la vida de muchos jóvenes marginados. El grupo promotor, formado por miembros del Opus Dei, inició en 1965 Midtown Center, en la zona oeste de Chicago, que por aquel entonces estaba integrada por inmigrantes de origen italiano y mexicano. Poco a poco Midtown se concentró en lo que hoy constituye su labor principal: dar un suplemento a la educación que los chicos reciben en la escuela, estimulando a los jóvenes hacia el acceso a la Universidad, y fortaleciendo el desarrollo de su personalidad.
       
En los años 80 se formó la Midtown Educational Foundation, para proporcionar recursos tanto a Midtown como a Metro Achievement Center, iniciativa similar para chicas.

Un modelo de excelencia

Midtown no busca a los muchachos más brillantes de las barriadas urbanas. Tampoco intenta reformar a los más descarriados. Más bien concentra sus esfuerzos en ese estudiante medio, que se encuentra en una amplia franja entre el 30 y el 70 por ciento de la escala del nivel académico de su clase.
       
Siete de cada diez estudiantes de Midtown -el 55% de los cuales son hispanos y el 34% negros- son de familias de renta muy baja. Pero son esos mismos estudiantes los que, con el estímulo apropiado, pueden adquirir autodisciplina y plantearse metas académicas y sociales que transformarán su vida.
       
Midtown presenta a la gente joven un modelo de éxito que no consiste sólo en sacar buenas notas o en obtener un buen sueldo. Y ha dado con una fórmula que promueve el verdadero desarrollo de la personalidad. Midtown pide a todos sus alumnos que asistan a clases de desarrollo del carácter, en las que los profesores presentan virtudes fundamentales, como el orden, la responsabilidad, la compasión y el respeto a sí mismo y a los demás. Los preceptores refuerzan lo aprendido con su ejemplo, y en las tutorías ayudan a los alumnos a incorporar lo que han oído a sus propias vidas.
      
Los programas que desarrolla Midtown funcionan a lo largo de todo el año: tardes y sábados durante el curso escolar, o días completos durante el verano. En el nivel inicial, chicos de enseñanza primaria, de 10 a 12 años de edad, se apuntan al programa De uno en uno. En este programa, jóvenes profesionales voluntarios se ofrecen como preceptores para dar una atención personalizada a cada chico. Las sesiones tienen lugar los días lectivos por la tarde y los sábados, y duran dos horas. La mitad de ese tiempo se dedica a preceptuación, haciendo particular énfasis en las asignaturas de matemáticas y lengua, y en adquirir hábitos de estudio. A continuación pasan 15 minutos en una clase de formación, seguida de 45 minutos de deporte.
       
Recientemente, este programa fue uno de los 44 seleccionados (de entre más de 2.000 solicitudes de todo el mundo) para participar en la YouthNet, una iniciativa de la Fundación Internacional de la Juventud. Y la empresa Walgreen de Chicago, que lo financia, está apoyando la expansión del programa a otras ciudades como Boston y Milwaukee. La prueba de su éxito está en que el nivel de asistencia de los chicos está en torno al 90 por ciento.

Elevar las aspiraciones

Para chicos de 13 a 14 años, Midtown ofrece el Programa de perfeccionamiento. Consiste en clases de lengua, ciencias y matemáticas que capaciten a los jóvenes para poder asistir a colegios de secundaria previos a la Universidad. La formación del carácter adquiere un papel fundamental en esta etapa, precisamente cuando es más intensa la presión ambiental para que los muchachos abandonen la escuela y entren en las bandas.
       
El Programa de Orientación Universitaria, para chicos de 15 a 18 años, continúa perfeccionando el dominio de las matemáticas y de las ciencias, y fomenta la capacidad de comunicación y de hablar en público. Además, les prepara para los exámenes de acceso a la Universidad, y les informa sobre las distintas opciones de enseñanza superior y de los métodos para conseguir becas.

Uno a uno
       
Un estudio reciente sobre los antiguos alumnos de Midtown revela  que el 95 por ciento terminaron la enseñanza secundaria y más del 64 por ciento accedieron a la Universidad. Una proporción netamente superior a la de la media local: sólo el 51 por ciento de los alumnos de colegios públicos de Chicago terminan el bachillerato, y nada más que el 14 por ciento entran en la Universidad. Y aunque es cierto que los alumnos de Midtown no son una muestra totalmente representativa de la población escolar de la ciudad -Midtown requiere exámenes de ingreso y entrevistas con los padres, y no todos los alumnos de Midtown están en colegios públicos-, tales porcentajes constituyen un logro sustancial.
       
¿Cómo lo consigue? El éxito de Midtown se debe no sólo a la claridad de sus objetivos, sino también a la atención prestada a cada estudiante.
       
Actualmente Midtown cuenta con 250 tutores para 475 chicos. La mayoría de los tutores voluntarios son profesionales jóvenes -técnicos de informática, abogados, ejecutivos, estudiantes universitarios...-. Algunos de ellos se criaron también en barriadas populares, y saben bien lo que cuesta salir adelante en esas situaciones. Y también hay ya jóvenes que pasaron por Midtown y que ahora ayudan allí a otros chicos como preceptores.

Contar con los padres
       
La formación que imparte Midtown incluye también la preparación previa de los preceptores, tanto al comienzo como luego, de modo permanente, con sesiones semanales. Desde el principio comprenden que su cometido tiene dos elementos: hacer amistad con los muchachos para que sepan que alguien les escucha, respeta y aprecia; y motivar a los estudiantes para que mejoren académica y personalmente. En muchos casos el tutor es el único modelo masculino de prestigio con que cuentan los alumnos.
       
Los preceptores también mantienen contacto con las familias de los alumnos. Pues otro factor del éxito de Midtown radica en que exige la colaboración de los padres, sin la cual las lecciones aprendidas en Midtown y las metas fijadas pueden quedarse en nada.
       
Por eso, en los programas para padres se les hace ver que ellos son los principales educadores de sus hijos y se les sugieren ideas y técnicas para desempeñar esta tarea. Las reuniones de padres, que se tienen tanto en inglés como en español, incluyen temas como la motivación de los hijos, el desarrollo de los hábitos de estudio y la mejora de la comunicación en la familia. Un nuevo proyecto incluye también asesoramiento de padres a padres.

Aceprensa 125/96