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¿Sólo violencia doméstica?
Nieves García

Se habla de postmodernidad y del pensamiento débil como una de las características de nuestro tiempo. Quizás nadie sepa aún definir con exactitud ninguno de los dos conceptos, pero algo que si queda claro es que nuestra época se caracteriza por la superficialidad en la búsqueda de las causas profundas.

¿Por qué introducimos este artículo de esta forma?

Porque llama poderosamente la atención la facilidad con que se sacan consecuencias de hechos que no están bien estudiados. Pongamos un ejemplo muy actual: la violencia doméstica.

Hace tiempo que es constante en la prensa mundial, leer noticias sobre la llamada “violencia doméstica”. Daría la impresión de que nos encontramos entonces ante una noticia novedosa que salta a las páginas de los periódicos como algo que antes era inusual, pero la Historia refleja que el problema de la violencia es un fiel acompañante de la Historia del ser humano. A mediados del mes de enero, un periódico español, publicaba un artículo con el título “Perfil del hombre que maltrata a su pareja y sus motivaciones”. Trataba de hacer un resumen del informe elaborado por el Defensor del Pueblo, “La violencia doméstica contra las mujeres” - un extenso volumen de más de trescientas páginas. Según este informe existe un perfil de hombre, (y no de mujer, al menos como agresora), para describir al individuo que comete este tipo de violencia, así llamada doméstica: es un hombre fracasado, de unos 30 ó 40 años, con una imagen negativa de sí mismo hacia el interior, pacífico externamente, nunca habla de sus sentimientos y solo expresa con facilidad su ira o su cólera, interpreta cada situación como un desafío y es patológicamente celoso. Al finalizar la lectura podemos concluir que acaban de describir a un hombre inseguro. Pero ¿Sólo el hombre, varón, es agresivo?

Defendiendo en primer lugar el derecho de la mujer de ser respetada en cualquier ámbito, sea su hogar, la calle, el trabajo o el campo, y sin hacer un análisis exhaustivo del problema de la violencia, creo que es deber de justicia profundizar un poco más en la realidad, antes de sacar las conclusiones superficiales: el hombre (varón) es fundamentalmente violento, y lo es de forma especial dentro del hogar, por lo que hay que proteger a la mujer de esta agresión. Este parece ser el mensaje constante que se nos quiere dar. Pero ¿Es realmente el hombre violento por ser varón o lo es el ser humano? ¿Lo es siempre? ¿Por qué? ¿Y la mujer puede ser violenta? ¿Qué tanto influye en esta situación el ambiente generalizado de violencia que nos rodea y el asalto constante de los medios de comunicación? ¿Qué sucede en el niño que recibe 70 imágenes violentas a través de la TV, en apenas dos horas? ¿Hay más violencia dentro del hogar ahora que antes?

Pero hay muchos tipos de violencia, por ejemplo la violencia psicológica. La especialista francesa en victimología, Marie-France Hirigoyen, ilustra en su libro “El acoso moral” (Editorial Paidós, 2000) la violencia psicológica que algunos adultos, especialmente las mujeres, ejercen sobre sus cónyuges o con otras personas. Quizás estos datos no salgan en los periódicos, ni se creen tribunales para juzgarlos pero son igualmente brotes de violencia que dañan al más débil.; este tipo de violencia es el que más practica la mujer, y las secuelas que posiblemente deja pueden ser graves. Por ejemplo, los adultos agresores suelen coincidir con niños que sufrieron este tipo de violencia, y proveniente a menudo de una mujer.

Ya no están de moda muchos conceptos educativos: disciplina, autocontrol, censura... Solo el oírlos nos causa cierta repulsa interior. Pero para educar al hombre, hemos de enseñarle como base de todas las virtudes el desarrollo de la cualidad del “autocontrol”. Este respeto vivido desde lejos para con los que nos son ajenos es fácil, porque realmente no nos supone ninguna superación personal; pero la paciencia con mi mujer, o mi marido, o mis hijos a quienes conozco perfectamente, que sé que siempre salen con lo mismo, que creo que no me acaban de entender, que...aquí, ahora, en estos momentos en que el cansancio, el stress y a veces la angustia me abate, es cuando se presenta la ocasión para ejercitarnos en “la violencia personal”, es decir aprender a sobreponerme, por respeto y por amor al otro. Pero claro, estamos hablando de Amor con mayúsculas y esto es algo que no todos entienden.

En definitiva, la causa de la violencia, no es la “Domus” (casa: de aquí proviene el término “doméstica”), sino el mismo hombre que necesita aprender a ser él mismo, para encontrar al otro. Luchemos contra la violencia doméstica, pero también contra la violencia en los medios de comunicación, contra la violencia callejera, entre los países o con los emigrados. Hay mucha violencia que eliminar, y mucho ser humano que educar como auténtica persona, no solo en el campo familiar, sino en todos los ámbitos.

Mujer Nueva