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Aristóteles en la DGT

 
Como muchos de nosotros el autor se felicita por la adopción del principio aristotélico "elige tu razón", por la Dirección General de Tráfico. "Lo que son las cosas. Una campaña publicitaria puede tener detrás toda una visión de la vida".

Elegir la razón

Francisco de Borja SANTAMARÍA
Arvo Net, 2. 4 .2007

Lo que son las cosas. Una campaña publicitaria puede tener detrás toda una visión de la vida. La verdad es que esta observación tiene poco de original, pero una cosa es darlo por sabido y otra comprobarlo de modo palmario. Es lo que me sucedió hace pocos días circulando por una autopista. En uno de los paneles luminosos que colgaban sobra la autopista, de esos que se utilizan para hacer advertencias a los conductores, aparecía el siguiente consejo: “Elige tu razón. No corras”. ¡Impresionante! ¡ni que la DGT –o quien diseñe estas campañas- hubiera encargado los mensajes al mismísimo  Aristóteles!

Si se piensa un poco, la “filosofía” del consejo de la DGT es que uno puede dejarse llevar por la compulsión de las prisas o conducirse –y nunca mejor dicho- por lo que la razón le dicta. Esto puede parecer una tontería, pero la realidad es, no sólo que muchas veces no  nos conducimos conforme a lo que sería razonable, sino que estamos convencidos de que tan juiciosa facultad, o sea la razón, sirve de bien poco a la hora de tomar decisiones. Estimamos que nuestras decisiones han de adoptarse en función de lo que nos hace sentirnos a gusto con nosotros mismos, o de lo que solemos llamar “buenos sentimientos”; los cuales, por otra parte, no pocas veces entran en conflicto con nuestros intereses.

El caso es que se ha generalizado la idea de que las decisiones de la vida –o sea, la moral- escapan a un escrutinio racional y que, por tanto, son más o menos irracionales. La visión más común acerca de la moral entiende que los dilemas éticos no se resuelven mediante razonamientos, sino mediante sentimientos. Tendemos a pensar que la única explicación que podemos dar de cómo hemos actuado consiste en apelar a esa satisfacción tan íntima como inefable –no explicable- que nos produce comportarnos de una determinada forma.

La propuesta de Aristóteles, de las éticas racionales en general (y, al parecer, también de la DGT) es que lo que confiere especial dignidad a la acción humana es que esté guiada por la razón, una capacidad que se eleva por encima de compulsiones y sentimientos y que es, por tanto, la única que nos hace verdaderamente libres. El convencimiento del que surgen las éticas racionales es que “lo mejor que hay en ti” –eso de lo que tanto se echa mano en publicidad- es la razón, y no tanto unos vaporosos sentimientos.