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¿Y si te casaste con la persona adecuada?

Enseñar a vivir el matrimonio, un reto para los pro-familia

Juan Meseguer  
22-IX-2010

 

Cada vez más, el movimiento pro familia es consciente de que para fortalecer el matrimonio en un país no basta con plantar cara a los debates controvertidos que continuamente aparecen en la opinión pública. Es preciso, además, construir en positivo y enseñar a vivir el matrimonio a los que desean casarse… y a los que ya lo están.
 
Salvo en los países nórdicos (Dinamarca, Suecia, Finlandia y Noruega), donde la cohabitación se ha convertido prácticamente en una alternativa al matrimonio, en el resto de Europa y Norteamérica el matrimonio sigue siendo el ideal para mucha gente; cuestión distinta es que siempre consigan realizarlo (cfr. Aceprensa, 23-09-2009).

Un ejemplo paradigmático es lo que ocurre en Estados Unidos. Casi un 90% de norteamericanos deciden casarse. Sin embargo, más del 40% de los primeros matrimonios terminan en divorcio. Curiosamente, el 75% de las mujeres divorciadas vuelven a casarse en los 10 años siguientes a la ruptura. Estos segundos matrimonios son todavía más frágiles: el 60% se rompen. El índice de divorcios llega al 70% en los terceros matrimonios (1).
 
Lo que distingue a los matrimonios felices de los insatisfechos es la manera constructiva en que aquellos logran gestionar los conflictos

Vistas las cosas con un poco de distancia, está claro que algo no funciona. Muchas parejas quieren casarse y se casan porque desean una relación profunda, duradera y estable. Pero entonces, ¿por qué hay tantos divorcios? ¿Es que los hombres y las mujeres de hoy no sabemos elegir a la persona adecuada?
 
El movimiento pro familia tiene una respuesta a esta pregunta: “No, usted, no se equivocó al elegir. Lo que pasa es que nadie le ha enseñado a permanecer casado”. Esta explicación aparentemente tan sencilla ha dado alas a lo que en Estados Unidos se conoce como el “marriage education movement”; o sea, el impulso de los pro familia por enseñar a la gente a vivir el matrimonio.
 
La mejor inversión
 
Este movimiento comenzó a gestarse en diversas universidades estadounidenses. La idea era enseñar a los alumnos, a partir de investigaciones científicas, pautas de conducta que les permitieran manejar las tensiones y mejorar la comunicación en el matrimonio.
 
En los últimos años, la educación para el matrimonio ha ido ampliando sus contenidos hasta cubrir diversos aspectos de la vida conyugal: desde la formación del carácter y los afectos o el conocimiento de los ciclos de la sexualidad, hasta la transmisión de habilidades como pedir perdón, seducir al cónyuge o resolver conflictos.
 
La filosofía que está detrás de estos cursos descansa sobre una idea básica. Del mismo modo que nos preparamos para entrar en el mundo laboral invirtiendo tiempo y dinero en másters, cursillos de ofimática o idiomas, ¿no sería razonable hacer lo mismo con la vida matrimonial? A fin y al cabo, el matrimonio repercute mucho más que el trabajo en la satisfacción personal.
 
La educación para el matrimonio ha contribuido a desmontar la idea de que el éxito o el fracaso dependen de la buena o mala suerte

En España, los cursos de educación para el matrimonio siguen distintas metodologías. Una se basa en el análisis de casos reales y metodología participativa. Es la que sigue el Instituto de Iniciativas de Orientación Familiar (IIOF), que agrupa a más de cuarenta Centros de Orientación Familiar distribuidos por todo el país. Otra consiste en la puesta común de experiencias personales; un ejemplo son los cursos organizados por el Instituto Europeo de Estudios de la Educación.
 
Razones para el optimismo
 
Una de las características de estos cursos es el tono positivo. Se trata de enseñar a los casados a disfrutar del matrimonio en las largas temporadas de calma. Y, a la vez, ofrecer conocimientos y técnicas para afrontar los problemas cuando llegan.
 
Este enfoque ha traído muchos beneficios. De entrada, intenta romper la idea -cada vez más generalizada- de que el matrimonio es sinónimo de caras largas, ojeras y estallidos inexplicables de ira (y hoy… ¿por dónde saldrá?).

Da la impresión de que la palabra “fracaso” se ha convertido en una nota distintiva más del matrimonio. Y así, no es infrecuente que los jóvenes que deciden casarse lo hagan tras sacudirse el miedo en el cuerpo que les meten las actuales tasas de divorcio.
 
Ciertamente, el romanticismo ingenuo de algunos powerpoints que circulan por la Red no es la mejor preparación para el matrimonio. Pero cabe preguntarse si la cultura actual no ha inclinado la balanza al extremo contrario, al dar por hecho que la ruptura está casi asegurada.
 
Frente a este planteamiento, la educación para el matrimonio trata de restablecer el equilibrio. De un lado, invita a descubrir las bondades del amor tranquilo en la vida cotidiana familiar. De otro, previene contra el desencanto y las dificultades que pueden surgir cuando la pasión se esfuma.
 
¿Cuestión de suerte?
 
La educación para el matrimonio también ha contribuido a desmontar la idea de que el éxito o el fracaso de la vida conyugal dependen de la buena o mala suerte de los cónyuges. Como si ambos asistieran desde un palco a su propia relación, determinada por factores externos y aleatorios.
 
“Cuando hablamos sobre el matrimonio, solemos hacerlo con muy buenas intenciones pero con muy mala información. Todo esto está a punto de cambiar. (...) Las investigaciones muestran que cualquier persona puede aprender a tener un matrimonio feliz”, explicaba hace unos años Diane Sollee, fundadora de Smart Marriages, una organización estadounidense que ofrece consejos on line y cursos de formación para fortalecer matrimonios.

Aunque la mala suerte existe (siempre existe la posibilidad de que te den gato por liebre), en la mayoría de los casos la vida conyugal se forja con las decisiones que toman los esposos. En este sentido, Sollee cree que el renacer del matrimonio en la sociedad actual es posible gracias al mayor conocimiento que tenemos en nuestros días. Ella lo resume en tres puntos:
 
1. Tenemos nueva información para saber qué es lo que distingue a los matrimonios con éxito de los que fracasan. Por eso, es posible enseñar a la gente a potenciar lo que funciona.
 
2. Tenemos nueva información para saber por qué el matrimonio importa. Durante años hemos creído -explica- que el matrimonio no marcaba la diferencia y que todos los “modelos familiares” eran igualmente beneficiosos para los niños. Gracias a las conclusiones de las ciencias sociales, ahora sabemos que esto no es verdad.
 
3. Tenemos nueva información para saber qué podemos esperar del matrimonio. Con el mapa del terreno en la mano -que nos señala los picos y los valles predecibles- es más fácil manejarse. El conocimiento ayuda a ajustar nuestras expectativas a la realidad.

 

El mito de la media naranja
 
En un extenso reportaje publicado en el Washington Post (27-06-2010), la periodista Ellen McCarthy cuenta la frustración que sintió Sollee en los años ochenta cuando comprobó que el número de rupturas conyugales en Estados Unidos no paraba de crecer pese al aumento de consejeros y mediadores familiares.
 
En 1989, Sollee asistió a una conferencia de John Gottman, uno de los grandes gurús de la comunicación en el matrimonio. Tras varios años de experiencia en su consulta de Seattle, este experto en terapia familiar llegó a la conclusión de que casi todos los matrimonios discuten y se pelean más o menos igual y por idénticos motivos: el dinero, los hijos, el reparto de tareas en el hogar, el sexo…
 
Ahora bien, añadió Gottman, lo que distingue a los matrimonios felices de los insatisfechos es la manera constructiva en que aquellos logran gestionar los conflictos. A su juicio, es muy probable que las personas que se divorcian por diferencias irreconciliables y vuelven a casarse terminen discutiendo tanto o más en su siguiente matrimonio.
 
En la sociedad actual, donde se acentúa el sentimentalismo, una respuesta muy común al problema planteado por Gottman sería aspirar a encontrar a mi media naranja: esa persona que me comprende siempre y me complementa a la perfección.

“Vistas así las cosas -explica Sollee-, la clave del matrimonio se reduciría a eso: descubrir al hombre o a la mujer de tus sueños, y pensar que entonces todo marchará sobre ruedas. Éste es el gran mito”.
 
Y añade: “Todos los matrimonios felices tienen unas diez diferencias irreconciliables; diez cuestiones en las que nunca se pondrán de acuerdo. Si cambiamos de pareja, sencillamente cambiaremos de diferencias. (…) Nos gustaría que no estuvieran ahí, pero lo cierto es que están. Lo importante es seguir hablando, manejar las distintas opiniones con habilidad y que vaya suelto el matrimonio”.
 
“No son las diferencias sino el modo de manejarlas lo que distingue a los matrimonios felices de los infelices. Discutir no conduce al divorcio. Lo que lleva al fracaso es convertirse en un muro a través de evasivas, desprecios o críticas ácidas. Se trata de aprender a discutir de forma que acabes más enamorado”, aconseja Sollee.
 
Cualidades que importan
 
Muchos expertos coinciden en que la elección de la persona adecuada depende de los ambientes que uno frecuenta y, sobre todo, de las cualidades que uno valora y a las que da prioridad.
 
El matrimonio Les y Leslie Parrott, ambos orientadores familiares, considera que atender a las cualidades internas de las personas (carácter, creencias, capacidad de amar…) es un buen criterio de elección, lo cual no significa excluir otras (2).
 
Según el equipo de investigadores de la Fundación Educativa Internacional de América Latina, son precisamente las cualidades internas las que más valoran quienes llevan tiempo casados: la ternura y el cariño, la honestidad, la confianza, la fidelidad, el compromiso, la disposición al sacrificio y el sentido del humor.

En la misma línea, Judith S. Wallerstein y Sandra Blakeslee sostienen que los matrimonios que se consideran felices son los que ven a su cónyuge como una persona “noble, moral y merecedora de admiración” (3).
 

 

Notas
(1) Andrew J. Cherlin, The Marriage-Go-Round: The State of Marriage and the Family in America Today, Random House, Nueva York, 2009.
(2) Les y Leslie Parrott, Saving Your Marriage Before It Starts: Seven Questions to Ask Before (and After) You Marry, Zondervan, Michigan, 1995.
(3) Judith S. Wallerstein y Sandra Blakeslee, The Good Marriage: How & Why Love Lasts, New York, Houghton Mifflin, 1996.

 
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Para saber más

 

•Smart Marriages (www.smartmarriages.com). El objetivo principal de esta organización es ofrecer conocimientos y técnicas a los cónyuges para que aprendan a sacar partido de las discusiones matrimoniales. También recoge información sobre cursos de educación para el matrimonio y publica artículos que hacen pensar.

•For Your Marriage (www.foryourmarriage.com). Una iniciativa impulsada por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. Ofrece análisis a fondo sobre el matrimonio, consejos prácticos para la vida diaria, información sobre centros de terapia familiar, cursos de preparación para el matrimonio...

•Marriage Central (www.marriagecentral.sg). Dividida en tres secciones, esta página web creada por una entidad civil independiente de Singapur ofrece recursos para los novios (“When I fall in love”), los recién casados (“It takes two”) y los que llevan décadas casados (“Eternal flame”).
 

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Actriz italiana redescubre la fe

 

22-XI-2012
Fuente: Avvenire

 

Quien piense que los cursos prematrimoniales en las parroquias no sirven para nada, debería hablar con Debora Caprioglio, actriz italiana, casada en 2008 con el también actor y director Angelo Maresca. “Éramos dos solteros empedernidos –declara a Avvenire–, pero nos hemos casado por la Iglesia y allí ha empezado todo”.
 
El camino hacia el redescubrimiento de la fe, tanto de ella como de Angelo, comenzó con el curso prematrimonial: “Antonio Pinzello, un sacerdote del Opus Dei, nos ha preparado para la boda, a través de un itinerario no solo espiritual, sino también cultural. No ha sido un cambio fulgurante, sino una progresiva aproximación a la práctica religiosa, de la que me había alejado, aun siendo siempre católica”.
 
Desde entonces han cambiado muchas cosas, empezando por sus elecciones artísticas, que ya no tienen que ver con alguna película anterior en la que solo contaba la exhibición de su físico. “Aquella experiencia me enseñó que no se puede alcanzar la fama solo por el físico. En cada ser humano hay mucho más. Debemos desarrollar y aumentar nuestros talentos. Esto me ha llevado a estudiar recitación y dicción, a empeñarme en el trabajo, a decidir en algún caso no trabajar antes que aceptar cosas discutibles. También algunas elecciones ayudan a crecer”.

Sobre todo, dice, “ha cambiado mi modo de relacionarme con Dios y con los demás. Antes solo pedía, hoy soy capaz de agradecer por todo lo que he recibido y de pensar también en las necesidades de los demás. La vida matrimonial ha completado este itinerario, y la espiritualidad peculiar del Opus Dei –la santificación a través del trabajo– me ha enseñado a conjugar fe y trabajo, que en otras fases de mi vida consideraba absolutamente separadas”.


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