Artículos de Prensa / Matrimonio
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¿Conquista de derechos o intrusismo del Estado?

Fuente: Avvenire y Spiked
16-I-2013

 

El proyecto del presidente francés François Hollande de legalizar el matrimonio gay está encontrando una resistencia también por parte de intelectuales, que reprochan al gobierno no haber abierto un debate a la altura de lo que está en juego.
 
Entre ellos está la filósofa Chantal Delsol, miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, fundadora del Instituto Hannah Arendt.
 
Chantal Delsol piensa que presentar el “matrimonio para todos” como una cuestión de justicia supone una incomprensión de los derechos humanos. “Los derechos humanos –afirma en declaraciones al diario italiano Avvenire– no consisten en otorgar derechos según una estricta paridad. Porque los derechos, que son ‘posibilidades de’ y no ‘derechos a’, dependen justamente de la capacidad y de las disposiciones. Es injusto no dar a las mujeres el derecho de hacer estudios superiores, porque tienen la misma capacidad que los hombres. Pero sería estúpido reclamar que todos los estudiantes tienen derecho al título, por ejemplo. Los derechos del hombre no consisten en conferir derechos para obedecer los caprichos de un grupo. El capricho y el deseo no son la justicia”.
 
Sobre la posibilidad de que las parejas del mismo sexo puedan adoptar o tener hijos por procreación artificial, advierte el peligro de que en vez de tener padre y madre los niños pasen a tener un “progenitor 1” y “progenitor 2”. “Por dar satisfacción a una pequeña camarilla activista, se trastoca todo el derecho de filiación”, señala Delsol. “Porque todo lo que tiene que ver con los niños y la transmisión simbólica es de capital importancia”. Aludiendo a los que en su país invocan el “principio de precaución” para no dar luz verde al maíz transgénico, se pregunta si los niños son menos importantes para que se hagan experimentos con ellos.
 
En el Reino Unido, Brendan O’Neill escribe en Spiked un artículo que aporta un enfoque novedoso acerca del matrimonio gay. Tras conocerse las propuestas del gobierno conservador para introducir el matrimonio gay, se ha producido un intenso debate sobre si este nuevo matrimonio supondrá un ataque a la libertad religiosa, al obligar a las confesiones a llevarlo a cabo. El gobierno ha asegurado que no será así. Sin embargo, hay otro problema que puede estar pasando inadvertido, a juicio de O’Neill: el Estado se está arrogando la competencia de redefinir el significado del matrimonio y, por extensión, de la familia y de nuestras relaciones personales más íntimas.
 
El movimiento a favor del matrimonio gay se ha presentado como una continuación de la batalla por los derechos civiles surgida a mediados del siglo XX. Pero, en realidad, tal unión ha sido promovida por élites de abogados y activistas profesionales. No se trata en absoluto de una reivindicación popular. El carácter elitista de la campaña a favor del matrimonio gay se manifiesta en que ni siquiera se propone un debate sobre este matrimonio. El beneficio del matrimonio gay para los actuales gobernantes es doble. En primer lugar, les permite presentarse como progresistas y políticamente correctos. En segundo lugar, satisface el instinto de las autoridades por controlar la vida conyugal y familiar.
 
La concepción milenaria y civilizadora del matrimonio es la unión de un hombre y una mujer con la posibilidad de tener hijos y educarlos. Ahora, avanza una nueva idea individualista del matrimonio para satisfacer las estrechas necesidades de los activistas gays y los prejuicios de las modernas élites burguesas. El informe presentado por el gobierno del Reino Unido afirma que los procesos administrativos para el matrimonio seguirán siendo los mismos. Pero lo que realmente está ocurriendo es que el significado de esta institución está siendo reinterpretado por una intervención estatal que usurpa el sentido de nuestras relaciones familiares.

 

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EE.UU.: el adoctrinamiento público sale caro

 

4-IV-2013
Fuente: The Washington Post

 

Aunque, en virtud de la separación de la Iglesia y del Estado, en EE.UU. no pueden destinarse fondos públicos a escuelas religiosas, en las escuelas públicas se utiliza mucho dinero para adoctrinar a los alumnos en cuestiones políticamente correctas.

El columnista del Washington Post George F. Will acusa a escuelas públicas norteamericanas de imponer el adoctrinamiento a sus alumnos a través de programas destinados a promover una visión discutible de la “diversidad racial”. Will critica que se invierta tanto dinero en fichar a formadores no docentes para promover las consignas del pensamiento políticamente correcto y tan poco en profesores que ayuden a mejorar los niveles de lectura, matemáticas o ciencias.

En colaboración con el programa federal “Volunteers in Service to America”, el Departamento de Enseñanza Pública de Wisconsin se ha propuesto erradicar los viejos prejuicios racistas imponiendo otra forma de racismo. En las escuelas públicas de ese estado se exhorta a los alumnos blancos a llevar una pulsera blanca que les recuerde constantemente su posición privilegiada en la historia.

También se les anima a poner una nota en su espejo o en la pantalla de su ordenador para que reflexionen de modo habitual sobre su estatus de privilegiados. Las autoridades académicas confían en que esto provoque en los alumnos un “diálogo interno” que les lleve a preguntarse qué acciones están dispuestos a emprender para acabar con los privilegios. Otro programa titulado “American Diversity” promueve las visitas de los alumnos a una juguetería para que observen –tras un apasionante recuento– la disparidad que hay entre el número de muñecos blancos y negros.

Al riesgo de adoctrinamiento ideológico se suma, dice Will, que todas estas distracciones del estudio son financiadas con dinero público. En 20 estados norteamericanos se dedican más recursos económicos a contratar formadores no docentes (los “voluntarios” remunerados de las ONG que imparten los programas) en vez de profesores que refuercen el nivel de conocimientos en materias relevantes.

Pese a los apuros económicos de muchas universidades, la enseñanza superior también se ha apuntado a la moda de despilfarrar para formar conciencias más sensibles a las consignas del pensamiento políticamente correcto. En 2011 la Universidad de California, en San Diego, recortó su oferta académica por exigencias del presupuesto; pero no dudó en crear la figura de un “vicerrector para la igualdad, la diversidad y la inclusión” que pronto engordó el aparato burocrático. Lo que incluye un asistente adjunto al vicerrector, un director de proyectos a favor de la diversidad, un equipo de asesores… Entre todos se pusieron a coordinar las iniciativas del Comité de Identidad de Género y Orientación Sexual; del Consejo para la Diversidad; del Consejo Universitario sobre el Clima, la Cultura y la Inclusión…

Will cierra el artículo con una reflexión que lanzó hace 25 años el presidente Reagan, parafraseando al Secretario de Educación William Bennett: “Si sirves una hamburguesa en mal estado a un niño en EE.UU., las agencias federales, estatales y municipales te investigarán, te llamarán al orden, te cerrarán el local, cualquier cosa. Pero si suministras educación en mal estado a un niño no te pasará nada… salvo que aparecerás como candidato a que te den más dinero para que sigas haciéndolo”.


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