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El amor que se puede expresar

Por David Morrison

Desde que tenía 21 años hasta los 28, fui un activista homosexual. Aceptaba y predicaba el mensaje que la comunidad homosexual ofrece hoy en día: la actividad homosexual, mientras sea practicada con las debidas precauciones [v.gr., usando un preservativo] y dentro de una relación comprometida, no es peor que la actividad heterosexual bajo las mismas condiciones. Cualquier enseñanza que dijera lo contrario estaba simplemente fuera de moda o probablemente provenía de autores "homofóbicos".

Acumulé con rapidez las cosas que constituyen una vida homosexual exitosa. Adquirí un amante con el propósito de tener una relación duradera, trabajaba mucho y pasaba las vacaciones en lugares turísticos para homosexuales. Mis amigos eran homosexuales, mis relaciones eran homosexuales, mi lugar de trabajo era favorable a los homosexuales y mi vida parecía estar llena de placer y juventud.

Pero no era feliz. Mi corazón andaba inquieto y sin descanso, y cada nuevo placer que buscaba sólo traía consigo remordimientos más agudos. Después de poseer todo lo que la vida homosexual tenía que ofrecer, no era suficiente.

La cultura contemporánea está llena de falsos sustitutos del amor. Decimos que "amamos" la comida, nuestras mascotas, el salir a pasear, a nuestros padres y a nuestros cónyuges. Pero muchas veces no los amamos por ellos mismos, sino por lo que pueden hacer por nosotros. "Amamos" la comida por su sabor, las mascotas por su compañía, etc., y muchas veces nuestro amor hacia nuestros padres, hijos y cónyuges está condicionado por el interés propio.

Esto es lo que experimentaba en mi vida antes de comprometerme con la castidad y, luego, con la defensa de la vida. Cuando practicaba la actividad homosexual con mi compañero, a veces llamábamos a nuestros actos sexuales "hacer el amor", pero no eran otra cosa que usarse el uno al otro. Cada uno hacía del otro, con su consentimiento, un medio para un fin. Pero eso no es amor y constituye un drástico contraste con la experiencia que he vivido después de comprometerme a ser casto.

Todos nosotros deseamos, y nos merecemos, el ser aceptados profundamente por quienes somos, y no en base a si podemos llenar las necesidades de otros. Paradójicamente, este tipo de compromiso emocional sufre el mayor estrago precisamente cuando las relaciones sexuales forman parte de una amistad. El amor casto puede ser difícil a veces, pero también lo es el vivir en la verdad.

Courage ("Coraje") existe para ofrecer ayuda para las personas homosexuales para que vivan esta enseñanza. A través de los años de pertenecer a Courage, he hecho más amistades y más profundas que durante todo el tiempo que viví que practiqué la homosexualidad y estoy convencido de que este tipo de testimonio ayudará a la cultura actual a darse cuenta, no sólo de que la actividad homosexual es grave en sí misma, sino también de la verdadera naturaleza del amor.

Fuente: David Morrison, "Love That Speaks Its Name," Courage. The Newsletter, No. 2 (1997).