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Jacques Stein (NyT)

EL PAIS, 15de Mayo, 2000. La tesis que Brooke Ellison presentó esta primavera en la Universidad de Harvard, The element of hope in resilient adolescents (El factor esperanza en adolescentes con gran capacidad de recuperación), es un análisis científico rico en datos. Pero la historia de la propia autora podría haber servido de caso práctico.

Atropellada por un coche el día que comenzaba el séptimo curso y con pocas esperanzas de sobrevivir, Ellison se despertó tetrapléjica tras 36 horas en coma, y entre sus primeras palabras incluyó dos preguntas: "¿Cuándo puedo volver al colegio?" y "¿Tendré que repetir?". Aunque no recuperó la sensibilidad de cuello para abajo, Ellison no perdió ningún curso, y el próximo mes culminará su increíble odisea educativa licenciándose en Psicología y Biología por Harvard con una media de sobresaliente.

Sin más importancia
Ellison, una alegre joven de 21 años, con una voz fuerte y a veces áspera, afirma que no hay nada de extraordinario en sus logros, ya sean éstos manejar su silla de ruedas y el cursor de la pantalla de su ordenador tocando con la lengua un teclado numérico situado en un soporte en el velo del paladar, o ser seleccionada por sus compañeros para dar el discurso de licenciatura.

Que en lo negativo no defina la vida
Además, según casi todas las autoridades universitarias, es la primera tetrapléjica que obtiene un título de Harvard. "Simplemente así es mi vida", explica con el ruido de fondo de un ventilador que introduce aire en su tráquea hasta los pulmones 13 veces por minuto. "Siempre he pensado que, sean cuales sean las circunstancias a las que me enfrento, es simplemente cuestión de seguir viviendo y no dejar que lo que no puedo hacer defina lo que puedo hacer".

El trabajo de su madre
A quienes busquen un héroe en esta historia Ellison les sugiere centrarse en su madre, Jean Marie, de 48 años, que ha estado sentada en todas las clases al lado de su hija desde el octavo curso. Jean Marie Ellison dejó a su esposo y a su hijo adolescente en Stony Brook, Nueva York, y se trasladó a la habitación de su hija, en una residencia de Harvard, el primer día del primer curso; no se han separado prácticamente ni un minuto desde entonces. La señora Ellison ha sido mucho más que una enfermera las 24 horas del día. Aunque su hija dictaba sus trabajos trimestrales en un ordenador activado por la voz y hacía toda la investigación posible en Internet, la madre pasaba las páginas de libros como El corazón de las tinieblas. "No tengo una señal especial", explicó Brooke Ellison, "simplemente digo: mamá, pasa la página". También ha servido a su hija de mano, levantando la suya bien alto cuando Brooke tenía algo que decir en clase. "Yo soy sus músculos", dice J.M. Ellison; "ella es el cerebro".

Su familia en pleno la apoyó
Aunque fue una estudiante formidable en el instituto, Brooke no esperaba llegar a Harvard, que fue la única universidad a la que se presentó, además de la universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook. "Pensé que si me aceptaban enmarcaría la carta", dijo. Ellison vivió en el campus los cuatro años, estudió con profesores de renombre, fundó un grupo de defensa de los discapacitados y asistió a la fiesta de final de carrera de su residencia. Pero es la primera en decir que su madre y sus hermanos son sólo la primera línea de un equipo de gran talento que hizo posible su graduación.

Pudo contar con buenas ayudas
Una vez admitida, dice, Harvard hizo esfuerzos hercúleos para garantizar su asistencia, proporcionándole becas no sólo para apoyar el salario de su padre como administrativo en una oficina de la Seguridad Social, sino también para pagar sus costosas necesidades médicas. Los técnicos equiparon su habitación con una cama de hospital, un pequeño ascensor hidráulico, un timbre y una puerta con apertura electrónica. Cuando se matriculó en una clase de historia de la ópera, hubo que trasladarla, porque el edificio no tenía acceso para sillas de ruedas.

Sin rencor alguno hacia el culpable
Como uno de sus ídolos, el actor Christopher Reeve, Brooke Ellison reconoce que tiene momentos de tristeza, especialmente cuando sueña con clases de baile, que en la niñez eran su pasión. Cuenta que nunca ha querido conocer al hombre que la atropelló con su coche cuando volvía caminando a casa desde el colegio, el accidente que le fracturó el cráneo, la columna vertebral y casi todos los huesos grandes del cuerpo. Pero dice que no le guarda rencor. "Si tuviese que guardar rencor durante 10 años", explica, "sería extenuante".