Jéromê Lejeune. 
                                      
                                        Aplicaciones y riesgos 
                                        El hombre ha intentado siempre mejorar los resultados que   observaba en la sucesión de las generaciones, con la esperanza o con la ambición   de fabricar hombres de élite. Platón había ya imaginado que sólo las gentes   particularmente bellas o especialmente dotadas deberían procrear en su   República. Los nazis propusieron también teorías similares encaminadas a   seleccionar de manera extremadamente simplista a los reproductores. 
                                        Una anécdota refleja las dificultades del método. La bailarina   Isadora Duncan, más famosa por su belleza que por su inteligencia, quedó un día   tan admirada después de una conversación con Bernard Shaw que le propuso:   «Maestro, es preciso que tengamos un hijo. Así heredaría vuestra inteligencia y   yo le daría mi belleza». Bernard Shaw reflexionó un instante y le contestó: «   Sí, pero, ¿y si sucediera lo contrario?». 
                                        El equilibrio roto 
                                        El dominio del hombre sobre las manifestaciones de la vida se ha   acrecentado considerablemente. Desde el paleolítico hasta nuestros días, con la   domesticación de algunos animales y la selección de plantas útiles, el hombre ha   usado de la genética respetando los fenómenos naturales. Pero muy recientemente   un conocimiento mayor de los modos de transmisión de la vida ha roto este   equilibrio al explotar técnicas que los procesos naturales no pueden en forma   alguna realizar. Por ejemplo, la utilización en gran escala de la inseminación   artificial en el ganado ha permitido sobrepasar las barreras geográficas, o de   comportamiento sexual, antes insuperables. Igualmente, la manipulación genética   de bacterias ha permitido recientemente modificar a voluntad ciertos caracteres   genéticos, y conseguir matrices que ninguna selección natural o artificial   hubiera sido capaz de producir. 
                                        Este aumento explosivo de nuestros conocimientos representa para   el hombre mismo un peligro temible, ya que las manipulaciones genéticas parecen   ahora posibles sobre nuestra propia especie. Ante esta ruptura brutal de un   equilibrio milenario entre el ser pensante y la naturaleza viviente surge una   profunda angustia. ¿Posee nuestra generación la suficiente cordura como para   utilizar prudentemente la biología desnaturalizada? 
                                        Sin entrar en detalles, pasemos revista a las posibles   aplicaciones de algunos medios ya disponibles. 
                                        La modificación genética en las bacterias 
                                        La información genética es transmitida por una molécula   particular, el ADN (ácido desoxirribonucleico). Según el orden en el que las   bases púricas y pyrimídicas se suceden sobre esta larga molécula, se compone un   verdadero código químico. Semejante a una banda de magnetofón, en la cual está   registrada toda una sinfonía, los cromosomas que contienen este ADN, situados en   el núcleo de cada célula, portan la información genética. Al igual que la   inserción de una cassette en un magnetofón obliga a este último a reproducir   exactamente la obra registrada, así el material genético incluido en un núcleo   celular dicta a la célula y a sus descendientes un comportamiento   particular. 
                                        En el caso de organismos tan rudimentarios como las bacterias, la   molécula ADN puede ser modificada con relativa facilidad. Desde hace algunos   años se conocen enzimas capaces de dividir una molécula en sitios estrictamente   determinados, de forma que sea posible preparar piezas sueltas que puedan llegar   a ajustarse muy exactamente en la rotura así creada. Así es posible tomar un   segmento de ADN de un organismo cualquiera e incluirlo en el patrimonio genético   de una bacteria. La precisión y la eficacia dejan aún que desear, pero el método   ha sido indiscutiblemente logrado. ,Estos fenómenos son completamente diferentes   de las mutaciones ordinarias. 
                                        Desde hace mucho tiempo se sabía que las relaciones atómicas o   ciertas substancias químicas altamente reactivas como los «radicales libres»,   podían modificar la molécula de ADN, ocasionando un cambio muy localizado, un   poco como la errata producida por la inadvertencia del tipógrafo. En estas   mutaciones, de pronto estables y transmisibles, no se podía prever qué gene   sería alterado, ni en qué sentido lo sería. De ahí la necesidad de observar los   resultados, de los cuales la inmensa mayoría eran desfavorables, y de   seleccionar eventualmente el cambio interesante que, por azar, podía producirse.   De todas formas estas mutaciones provocadas sólo podían modificar a ciegas un   gene preexistente, pero de ninguna manera incluir uno nuevo. 
                                        Las mutaciones dirigidas 
                                        En el caso de las bacterias, es posible incluir nuevos genes   utilizando como transportador un virus, un bacteriófrago que remolca un   fragmento extraño al interior del cuerpo bacteriano. Mediante ambas técnicas   -división del ADN e inclusión de un nuevo gene- podrían obtenerse bacterias   conteniendo un gene humano, y podrían producirse monstruosidades. A priori,   podría servir para fabricar de esta forma ciertos productos útiles, cuya   síntesis es muy delicada (polypéptidos hormonales, diversos medicamentos, etc.),   transformando cultivos bacterianos que se convertirían así en manufacturas poco   costosas y fantásticamente especializadas. 
                                        El temor a que estas manipulaciones den origen a formas patógenas   aún desconocidas, resistentes a toda medicación, e incluso modificaciones   imprevistas eventualmente cancerígenas, movió a la Academia de Ciencias de   Washington a proponer una moratoria en estas experiencias. Esta alarma es muy   prudente para prevenir los riesgos que, aunque poco probables, nadie puede   excluir por completo. 
                                        Sin embargo, esta prudencia casi desaparece cuando se trata de   aplicar al hombre las nuevas manipulaciones. Esta disparidad es quizá el más   grave riesgo de los científicos. Mientras reclaman ponderación en las   experiencias con bacterias, observan tranquilamente las manipulaciones más   osadas en el embrión humano. El respeto al semejante parece vacilar en nuestra   sociedad, mientras la mera proeza técnica se pone en entredicho. Podría   construirse así una especie de moral estricamente empírica, según la cual un   acto malo sería el que entrañase un peligro para el que lo hace, y no para el   que lo sufre. 
                                        La manipulación de los genes en el hombre 
                                        Extender a nuestra especie los éxitos conseguidos en las bacterias   es una extrapolación azarosa, que tienta sobre todo a las mentes enfermas de   sensacionalismo. A priori, el reemplazamiento de un gene defectuoso sería muy   deseable. Podría hacerse sustituyendo el gene anormal por un segmento de ADN   preparado a medida y que portase la información genética deseada, o bien   infectando las células con un virus capaz de vegetar en ellas sin crear   problemas y que portase un factor genético útil. 
                                        El interés de estas manipulaciones es evidente. En gran número de   enfermedades genéticas, el enfermo es incapaz de efectuar una reacción química   determinada, y toda la terapéutica sustitutiva muestra que si esta reacción   puede ponerse en marcha, el enfermo es «curado». Es el fundamento clásico del   tratamiento de la diabetes con insulina. 
                                        A pesar de algunas noticias sensacionalistas, esta terapéutica por   inclusión de un gene no está por ahora a nuestro alcance. Aún más lejano es el   riesgo de fabricar superhombres añadiendo caracteres favorables. Sin querer   profetizar, pues todos sabemos con qué rapidez evolucionan las ciencias, puede   decirse que los peligros de la biología desnaturalizada no provienen actualmente   de estos métodos, al menos para nuestra especie. 
                                        Las manipulaciones más temibles son las que afectan, no a   elementos del propio código genético, sino a sistemas mucho más complicados: en   primer término, a las células reproductoras, después al embrión o al feto, y, en   último término, al mismo adulto. Estos son riesgos muy reales y que deben ser   discutidos, puesto que los métodos están ya codificados. 
                                        La paternidad desnaturalizada 
                                        Es relativamente fácil manipular las células sexuales masculinas,   los espermatozoides, que están debidamente equipados para sobrevivir fuera del   tejido donde se forman y para encaminarse por sí mismos hacia el contacto con el   óvulo, fecundándolo. 
                                        Es posible conservar los espermatozoides durante más de diez años,   situándolos a muy bajas temperaturas -unos 180° bajo cero-, en las que se   paraliza toda actividad química. Si se baja la temperatura progresivamente y se   introducen los espermatozoides en un medio adecuado, su estructura no sufre   alteración. Después del recalentamiento, vuelven a entrar en actividad y   recobran su movilidad y su poder fecundante. Esto hace posible diversas   utilizaciones, algunas ya realizadas. 
                                        La inseminación artificial 
                                        Es concebible que pueda ser útil conservar el semen de un   reproductor al igual que se guarda la semilla de una planta. En veterinaria es   de gran aplicación, pues permite la mejora de las razas. 
                                        En nuestra especie, la inseminación artificial intenta paliar la   imposibilidad de fecundación. En sí misma, es un hecho relativamente simple que   sustituye a una de las etapas del proceso natural: el mero depósito en el cuello   del útero o en la cavidad misma. La otra utilización concierne a la infertilidad   masculina: se utilizaría entonces el esperma de un donante. En este caso, los   hijos serían adulterinos, puesto que su padre biológico no es el marido de su   madre. 
                                        En este procedimiento son de temer numerosas consecuencias   psicológicas para la madre y el hijo, aunque, biológicamente, los hijos son   totalmente naturales como los adulterinos o los ilegítimos. No ha faltado la   idea de seleccionar el semen de ciertos hombres geniales, pero es evidente la   dificultad de establecer unos criterios de selección. Otro riesgo más insidioso   es que si en una ciudad pequeña se utilizara el mismo donante para engendrar   numerosos descendientes, habría el peligro de que se produjeran matrimonios   entre hermanastros que ignorasen su parentesco, con los riesgos que la   consanguinidad comporta sobre la descendencia. 
                                        La elección de sexo 
                                        Desde la antigüedad, el hombre ha intentado procrear a voluntad un   niño o una niña. Pero ninguno de los métodos empíricos ideados ha tenido éxito   hasta ahora. 
                                        Como es sabido, cada célula del organismo humano posee 46   cromosomas, los cuales se hallan distribuidos por pares. De ellos, 22 son   homólogos y uno es de cromosomas sexuales (XX en la mujer, XY en el hombre). En   la fabricación de las células reproductoras, los cromosomas se reducen a la   mitad. El óvulo porta 22 homólogos y uno de los sexuales que necesariamente   tiene que ser X; y el espermatozoide otros 22 homólogos y uno sexual que puede   ser X o Y. Por tanto, el espermatozoide es el que determina el sexo del pequeño.   Si lleva un cromosoma X, el hijo es XX, es decir, hembra; si lleva un cromosoma   Y, el hijo es XY, es decir, varón. 
                                        Parece ser que mediante una coloración especial puede reconocerse   si el espermatozoide lleva un cromosoma X o un Y. Pero esta investigación   entraña la muerte de la célula. A menudo se ha intentado hacer una selección por   los más diversos métodos, pero hasta la fecha no se ha conseguido ningún éxito   real. Suponiendo que se descubriera un método eficaz, el Estado debería poner en   marcha sus ordenadores para saber cuál sería el método óptimo que armonizase el   deseo de la mayoría de los padres (que suelen querer un hijo) y el necesario   equilibrio de sexos en la próxima generación. Después de muchos cálculos, los   ordenadores llegarían a la conclusión de que el único medio para evitar todo   favoritismo y toda injusticia deliberada sería confiar en el azar (como hasta   ahora). 
                                        Selección de genes 
                                        Una aplicación aún más lejana sería inventar una especie de filtro   capaz de detener los espermatozoides portadores de un mal gene para que sólo los   buenos llegaran a su destino. En efecto, cuando un sujeto porta, por la misma   función química, un gene normal y un gene patológico, transmite el uno o el otro   indiferentemente, es decir, una vez de cada dos. De aquí el interés teórico de   una manipulación que prácticamente reduciría a cero el fardo genético que   soporta cada generación. Actualmente, uno de cada cien niños sufre una   enfermedad genética. En este campo, todavía no se ha ensayado nada, pero sería   pretencioso negar la posibilidad. 
                                        Manipulación de los óvulos 
                                        Las propuestas de intervención sobre la célula femenina, el óvulo,   son mucho menos numerosas y mucha más difíciles de realizar en razón del pequeño   número de estas células, una por cada ciclo menstrual como media. De todas   formas, se conocen diversos coktai1s hormonales capaces de provocar ovulaciones   múltiples y parece que sería posible obtener de diversas donantes una decena de   óvulos maduros, por ejemplo. Después vendría el mismo proceso que para los   espermatozoides: conservación en un frío intenso y utilización   posterior. 
                                        Aunque la manipulación de las células reproductoras pudiera ser   útil en ciertos casos, sus efectos psicológicos podrían ser graves. La   disociación entre la paternidad y el acto de amor, a veces comparada a la   sublimación afectiva que se encuentra en la adopción, es de hecho muy diferente,   pues mientras la madre conserva su función natural, el padre resultaría   totalmente distanciado de sus hijos. La generalización de estos métodos podría   engendrar un bache generacional aún mayor, con toda la inestabilidad afectiva y   racial que comporta. 
                                        MANIPULACION DEL EMBRION 
                                        Fecundación «in vitro 
                                        Una nueva etapa sería fabricar al hombre in vitro. Disponiendo un   stock de óvulos y espermatozoides, resulta fácil obtener la fecundación en un   medio sintético, eventualmente bajo control microscópico. Algunos han practicado   ya esta experimentación. En un medio apropiado, el huevo así fecundado se divide   hasta el estadio de 16 a 32. células y comienza a organizarse. Parece que el   estadio en el que el huevo se implanta normalmente en la mucosa uterina (hacia   el 5.° ó 7.° día) puede ser alcanzado. Pero después, a falta de esta mucosa   nutritiva, que ningún producto sintético puede actualmente reemplazar, el nuevo   ser degenera y muere a los pocos días. El niño-probeta es actualmente imposible,   pero no lo será quizás siempre. 
                                        Las nodrizas uterinas 
                                        Por una preparación hormonal adecuada, toda mujer en edad de   procrear podría ser puesta en disposición de recibir uno de estos embriones. En   el caso de algunos animales se efectúa con relativa facilidad. En la mujer, a   pesar de varios ensayos, a los cuales los autores no han dado casi publicidad,   ningún embarazo ha progresado. Esta implantación tras la fecundación in vitro   está teóricamente encaminada a solucionar casos de imposibilidad de procreación,   por bloqueo de las trompas, por ejemplo, y no se nos presenta como muy lejana.   Ella rompería el último lazo entre el niño y la madre. Es posible concebir, en   efecto, que una mujer deseosa de tener un hijo, lo confíe algunos días después   de la fecundación, a una nodriza uterina. Se podría ir a buscar la mórula en la   trompa, por una muy pequeña incisión en la pared abdominal e implantarla a   continuación en una paciente preparada. Después de nueve meses, la nodriza   uterina traería al mundo un niño que no sería suyo, y se lo devolvería después a   la madre genética.  
                                          Las consecuencias afectivas serían aún más graves que las   de la inseminación artificial antes expuestas. Se rompería así el último lazo   natural entre las generaciones. Pues si en ciertos casos puede haber dudas sobre   la paternidad, jamás las hay respecto a la maternidad si se asiste al   parto. 
                                        Algunos dicen que este sistema sería muy parecido al de la nodriza   clásica que amamantaba al niño en sustitución de una madre que no podía hacerlo.   No estoy de acuerdo en absoluto. Creo que sería rebajar la dignidad de la mujer   y el respeto que se debe a la maternidad. Temo que el logro de esta técnica   derrumbara el buen sentido natural y el respeto que tenemos por los seres   humanos. 
                                        Estas y otras manipulaciones más fantásticas del embrión no   presentan ningún interés para nuestra especie. La manipulación con el único fin   de ensayar, cualquiera que sean los fracasos o los monstruos que pudieran   resultar de ella, es una tentación de la curiosidad, no un medio de conocimiento   razonable. 
                                        Lo penoso de todo esto es que la vida humana, a la que calificamos   de inapreciable, parece hoy haberse desvalorizado a los ojos de algunos. El   único interés de estos sistemas reproductores sería hacer comprender a la gente   que el feto no es un trozo de la madre. Una nodriza uterina que hubiera tenido   en su vientre y traído al mundo un feto que no sería el suyo, jamás podría decir   que era su hijo, pues genéticamente no lo sería. Es decir, estas manipulaciones   nos confirmarían lo que nos enseña el sentido común: que el pequeño que vive   dentro de una mujer necesita a su madre, pero no es su madre. 
                                        El feto humano, material de experimentación 
                                        Desde que diversos países -antes civilizados- han admitido que la   vida de algunos de sus súbditos no debe ser protegida por la ley, los fetos   humanos pueden ser eliminados si su madre no desea cumplir su papel. Esta   situación permite utilizar el feto como material experimental, tanto dentro como   fuera del útero. 
                                        Fuera del útero, se realizan diversas experiencias de neutología o   de fisiología sobre fetos abortados al cabo de tres, cuatro o cinco meses de   embarazo. 
                                        Hoy día, en algunos países, se administran ciertos productos a   mujeres que desean abortar, a fin de observar si esas drogas ocasionan   malformaciones en el feto. A condición de poder examinar el feto, se les ofrece   cierta suma de dinero y un aborto gratuito. Puede alegarse que estas   vivisecciones serán útiles a la ciencia, pues ciertos fenómenos sólo pueden   estudiarse en el hombre. Pero la verdadera razón es mucho más sórdida. Un feto   de chimpancé cuesta caro -hay que alimentar al animal mientras cría-; en cambio   un feto humano no supone ningún gasto. Se le utiliza como material de   experimentación porque la madre ha decidido matarlo. Así se destruye un poco más   el respeto debido a todo ser humano, por pequeño y desvalido que sea. Este solo   hecho basta para comprender los peligros de una biología desnaturalizada, cuya   única regla sea la eficacia y el dinero. 
                                        A la salud por la muerte 
                                        Gracias a múltiples técnicas, hoy es posible examinar al niño   mientras permanece en el vientre de su madre. Tomando muestras del líquido   amniótico que le rodea, se puede detectar si está afectado por diversas   enfermedades. En los Estados Unidos ha llegado a ser rutinaria la eliminación de   los fetos enfermos, hasta el punto que uno de los partidarios de esta práctica   ha podido afirmar: «De hecho, desde que disponemos del aborto se plantea un   serio problema ético para la búsqueda de otros métodos terapéuticos. En efecto,   estos métodos (tendentes a curar al niño dentro del útero) serían inciertos, al   menos al principio; por tanto, nacerían aún un número considerable de niños   enfermos, bien por no haber logrado dominar por completo la enfermedad o bien a   causa de efectos secundarios del tratamiento. En estas condiciones, el   diagnóstico prenatal y el aborto deberán ser escogidos preferentemente a   cualquier otro intento de terapia genética». 
                                        Quien así habla es un Premio Nobel, el Dr. Lederberg, dirigiéndose   a una élite de científicos. Lo cual quiere decir que cuando se empieza a   desbarrar, se acaba perdiendo todo sentido de lo real. ¡Puesto que se puede   matar a los enfermos, ya no vale la pena cuidarlos! Según el enfoque económico   de un campo de concentración si se puede matar a los que flaquean no merece la   pena molestarse en curarlos. Pero nosotros no estamos en la economía de un campo   de concentración. E incluso si un niño sufriera una grave enfermedad, y al   principio de estas investigaciones sólo pudiéramos curarlos parcialmente, nos   sentiríamos dichosos de haberlo hecho. Pues, para nosotros, un enfermo es un   hombre, no un síndrome, es un ser viviente que sufre, y el hecho de ayudarle,   aunque sea imperfectamente, es ya muy importante. 
                                        Imaginar que un avance técnico (el diagnóstico prenatal) impone el   recurso al aborto y bloquea todo progreso de la medicina genética, es una   conclusión errónea que implica una condena del proceso desencadenado por la   biología desnaturalizada. 
                                        La manipulación del adulto 
                                        El poder creciente de los medios de acción químicos ,y quirúrgicos   hace posible también la manipulación del adulto. No trataremos aquí de los   trasplantes de órganos que, aunque plantean graves cuestiones sobre el respeto   al donante, responden a un afán de curar al enfermo totalmente conforme con la   tendencia más noble de la naturaleza humana y a la razón de ser de la medicina.   Pero hay peligros que merecen ser señalados. 
                                        Manipulaciones de la mente 
                                        Se saldría de nuestro campo la discusión sobre los desarrollos   recientes de la bioquímica y de la farmacología del sistema nervioso central.   Pero, ya se trate del descubrimiento del centro de la sensación de bienestar   cuya estimulación eléctrica provoca un relativo nirvana o del difundido uso de   drogas, no es posible silenciar el riesgo de ataque directo a la   mente. 
                                        Por otra parte, estamos bastante cerca de poder curar químicamente   algunas afecciones mentales muy graves, entre ellas, ciertos estados de   debilidad congénita de la inteligencia. Además, no sería extraño que se   descubrieran alucinógenos más potentes y específicos que el L.S.D. o   estupefacientes más poderosos que la propia heroína. 
                                        Así, en un futuro próximo aumentará nuestro poder tanto para   aliviar los trastornos de la mente como para provocar deliberadamente el   debilitamiento de la razón bajo el dominio absoluto de la necesidad de   placer. 
                                        En una de sus novelas, Aldoux Huxley denominaba acertadamente a la   droga deliciosa que proporcionaba el completo disfrute artificial con el vocablo   griego soma, es decir, cuerpo. Hasta tal punto la voluptuosidad continua de la   sensación pura parecía ser la antítesis de la actividad del espíritu. Este no   puede sobrevivir bajo una sensación de bienestar indefinidamente prolongada,   perenne. 
                                        El aprendiz de brujo 
                                        En sí misma, la ciencia no es peligrosa, pero puede engendrar lo   mejor o lo peor según sea utilizada. No se trata de tener miedo a la ciencia ni   de obstaculizar la investigación. Pero hay que tener en cuenta que los debates   importantes de los próximos diez o veinte años exigirán una serie de   conocimientos técnicos. 
                                        En otros tiempos, para respetar al prójimo no hacía falta saber   cómo se producían los genes y las células reproductoras. Si nuestra sociedad   quiere seguir siendo humana, si quiere que cada uno de sus miembros sea   respetable, deberá aprender esta tecnología para controlarla. El árbol de la   Ciencia va a producir frutos buenos y frutos malos. A nosotros nos corresponde   escoger. Es preciso ,que las sociedades modernas comprendan que la Ciencia puede   ser beneficiosa o dañina, y que, desde el punto de vista moral, hay que saber   cómo debe ser utilizada la Ciencia al servicio del hombre y no contra   él. 
                                        Para el conjunto del planeta, las manipulaciones de que hemos   tratado sólo pueden suponer un peligro en un futuro lejano. Pero el verdadero   peligro está en el hombre; en ese desequilibrio cada vez más inquietante entre   su creciente poder y su sabiduría que a veces parece ir a menos. Es de sabios   ser aprendiz (es el sino de todo científico), pero es de locos jugar al   hechicero. 
                                        Más allá de la inteligencia hay una ley de vida que gobierna   también a la razón. Es el amor al prójimo, la protección al desvalido, la   compasión con los que sufren y el respeto debido a todos los hombres, también a   los que nos resultan distantes, extraños o diferentes e, incluso, a los   desconocidos que nos sucederán en la tierra. No hay que maldecir las   manipulaciones ajenas a los caminos de la naturaleza. Pero si el corazón del   hombre se extravía, tendremos motivos para temer a la biología   desnaturalizada. 
                                        El autor está considerado el padre de la genética moderna.                                     |