Bibliografía / Afectividad
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La afectividad. Eslabón perdido de la educación.
Sierra, Álvaro
Eunsa, Pamplona, 2008, 198 pp.

Este pequeño y sugerente libro consta de cuatro partes. La primera trata de Los fundamentos de la afectividad. La segunda se titula Niños tristes, niños temerosos. La tercera se denomina El agua que nos moja. La cuarta, en fin, versa sobre Afectividad y sexualidad. Va precedido por una Introducción, literariamente bien escrita, y cierra con un breve Epílogo. A lo largo de todo el texto –de modo más o menos explícito– se lleva a cabo una exposición de la educación de la afectividad, sobre todo desde la familia. El autor no es filósofo de profesión; tampoco pedagogo, sino médico ocupado en buena medida en tareas de orientación familiar; pero sí es lo que podríamos llamar un pensador vital. Por eso, el trabajo no nos ofrece una determinada filosofía de escuela, sino que es expresión de su propia experiencia, una vida que busca la filosofía. Una filosofía de la vida cotidiana que se ha abierto paso en la vida del autor a golpes de cincel, intentando comprender y resolver los conflictos personales humanos provocados por acciones carentes de sentido que tienen como fruto una afectividad deteriorada. Esos problemas no sólo nacen del entorno, sino de la propia intimidad y de las acciones personales de cada quién. El texto es sencillo, ameno, moteado de anécdotas, repleto de sentido común, apto para un público amplio. Toca temas muy importantes como la protección del no nato, de los niños, de las familias, y la peculiar sensibilidad y afectividad de cada una de estas realidades. Certero respecto del papel del hijo, de la madre y del padre en familia, y de los perjuicios que derivan de la transgresión de estas funciones. La redacción está bien trabada. Tomemos como ejemplo algunas frases sugerentes: “La televisión a color ha convertido la vida corriente de muchos niños en un deslucido espectáculo en blanco y negro” (p. 75); “no es que falten recursos en el mundo, lo que realmente ocurre es que sobra egoísmo” (p. 94); “el verdadero problema es la ignorancia y no precisamente respecto al conocimiento científico y técnico, sino respecto a esa gran verdad que es el ser humano; hoy, con mucho, el recurso más desconocido y más valioso de todos los que existen en el universo físico” (p. 95); “La mejor y más eficaz forma de los padres de amar a los hijos es amarse entre sí, convirtiéndose para ellos en la más tangible escuela del amor, siendo todo lo demás secundario y subsidiario y las más de las veces intrascendente” (p. 124); “El amor light es hijo de la indigencia, cuando ésta es fecundada por el dios de la opulencia en el tálamo de la virtualidad” (p. 145). Los títulos de los epígrafes también son sugerentes, no sólo en la expresión, sino, sobre todo, en la verdad que encierra su contenido: “¡Mamá es de nota!”, “Cada hijo se hace su propio padre”, “La naturaleza no descansa los domingos”, “La virtud debe oler a día de fiesta”, “Un ungüento para los dolores del crecimiento”, “El amor en los tiempos de cólera”, “Blancanieves abandona la casa paterna”, “Blancanieves enfrenta su primer riesgo: los enanitos”, “Señor Freud, ¿podría usted echarnos una mano?”. Asimismo, las interpretaciones en clave actual de cuentos clásicos como Caperucita Roja o Blancanieves, no sólo son correctas, sino que hacen la lectura muy amena. Esto recuerda esa gran verdad de que la virtud es alegre y debe manifestarse como tal. El autor no se limita a describir las crisis por las que atraviesa la afectividad en sus diversas etapas de la vida humana, sino que, junto a la crítica –a veces con sana ironía– propone sensatas pautas de solución. Este es el cuarto libro, de fácil lectura, que el autor publica sobre temas familiares y educativos. Experiencia personal sobre lo tratado no le falta, pues ha empleado dos décadas en la orientación familiar, tras dedicarse muchos años a la profesión médica. Su labor es de afirmación, de juventud, de alegría y paz, pero no a costa de la verdad. Este autor es de los que piensan que hay que decir las cosas de modo práctico, que incidan en los oyentes, que les despierte al sentido de esta vida y de la futura. Tiene el valor de presentar las cosas como son, lo cual es signo de humildad. Lo más importante del libro es, a mi juicio, su referencia a los hijos. Es decir, el libro me parece importante porque pone el centro de atención en lo más neurálgico del hombre: la filiación, pues es éste el rasgo capital que describe a todo ser humano, ya que no todos somos padres, pero sí todos somos hijos. Y es en ese rasgo donde debe nacer toda la afectividad humana y encauzarse a él. La filiación es el fin de la familia, y ésta lo es de la sociedad. Si la sociedad no marcha bien, es porque la familia está en crisis, y si esta adolece de savia, se quiebra y disuelve, es por falta de filiación. Esperemos que el libro eduque la afectividad en la línea aconsejada por Aristóteles, según la cual “la integración de la afectividad proporciona al hombre el elemental control cibernético de su actividad. Es la seguridad de fondo, inicial, que abre paso al crecimiento sin antagonismos de las facultades humanas superiores; el confiar como base de la esperanza, es decir, de la actitud ante el futuro como sede de las metas a alcanzar sin impaciencias, tensándose hacia ellas” (Leonardo Polo, Antropología de la acción directiva, Madrid, Aedos, 1997, p. 105). Este libro de Alvaro Sierra fue presentado en sociedad en Bogotá el jueves 14 de agosto de 2008 ante la presencia de las autoridades académicas de la Universidad de La Sabana. Esperemos que la faceta ensayística de su vida siga siendo tan fecunda como lo son las demás.


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