Bibliografía / Afectividad
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El laberinto sentimental.
Marina, José Antonio
Anagrama Barcelona 1996 UP

Antropología filosófica. Inteligencia afectiva, relación entre la razón y los sentimientos así como las pasiones. Balance consciente entre la razón y el sentimiento. Niveles de la afectividad humana. Por cuarta vez, después de «Elogio y refutación del ingenio», «Teoría de la inteligencia creadora» y «Ética para náufragos», José Antonio Marina se introduce por difíciles territorios filosóficos como quien escribe una novela de intriga; con un tema tan misterioso como son los sentimientos humanos, y un despliegue de documentación que sólo se detalla bibliográficamente para los especialistas en el apéndice dejando libre la obra en sí. Somos insaciables consumidores de sensaciones. Tememos sufrir. Tememos los celos, Tememos temer. Y sin embargo, la ausencia de los sentimientos nos produce aún más pavor. José Antonio Marina traza el plano del laberinto sentimental con la pericia del náufrago acostumbrado a sobrevivir a los embates del tiempo, armado con el escudo de la inteligencia creadora. Un análisis científico sostenido además por el ingenio y la inspiración de poetas y filósofos de todos los tiempos. Y un paso más en la construcción de esa inteligencia ética que deriva de la inteligencia afectiva. «Comprender nuestra vida sentimental», dice, orientarnos en ese laberinto en el que todos nos perdemos, convertir la afectividad en una ciencia. Pero, no somos de una manera, estamos de muchas maneras distintas que a menudo se contraponen. No obstante, al vivir bajo los efectos de oleadas emocionales, se van configurando las nociones no delimitadas de carácter, temperamento y personalidad. Sin embargo vivir es cambiar y cambiarse, y eso tan enredado es lo que Marina llama un «lío», o «el laberinto». El tema son las causas del comportamiento de unos locos intermitentes, los seres humanos, a quienes zarandean sin cesar ráfagas de pasión, insensatez y delirio; en parte heredadas y en parte aprendidas en la escuela de la experiencia personal («somos híbridos de fisiología e información»), con múltiples vaivenes con los que la cultura corrige la naturaleza, y que dan al conjunto una patología que sería muy extraña si no fuese común en todos. El libro traza un plano de nuestro laberinto, con toda la seriedad que el asunto merece, porque en los sentimientos nos jugamos la vida, pero también salpicando el análisis técnico con muchas citas poéticas, castizos refranes y modismos del habla cotidiana (la etimología sirve muchas veces de luz clarificadora y Marina es muy sensible a lo que quieren decir las palabras). El mismo texto se diversifica expositivamente en varias modalidades narrativas que dan un tono de familiaridad coloquial. Describe bien, con sutileza y humor (sentimiento que practica sin entrar a fondo en su explicación), la precariedad y el malestar, el desequilibrio constante que origina ese bosque de sentimientos en el que se extravía todo el mundo; el funcionamiento de la condición humana al microscopio, por medio de filósofos, psicólogos, psiquiatras, antropólogos, toda la modernidad científica. Aunque es un científico que rehuye de abstracciones y que parece confiar más en los poetas, que dicen metafóricamente sus verdades, que en los sabios. «La educación de la inteligencia afectiva desemboca en una educación ética «Somos insaciables consumidores de emociones», si es que las emociones no nos consumen insaciablemente, exigiendo lo contradictorio, es decir, lo imposible, y hay que poner orden en todo ese tumulto, la «educación sentimental», que pasa por un poco más de claridad en nosotros mismos; eso pretende Marina aportando luces, reivindicando el papel de la incomprendida memoria, apoyandose en Aristóteles, santo Tomás, Spinoza, Lacan y multitud de autores contemporáneos. El libro tiene como objetivo "elaborar una ciencia de la inteligencia afectiva" (p.11) en él se intenta comprender lo que para muchos es incomprensible. Divide el libro en tres capítulos y siete jornadas, para concluir con una historia bibliográfica de El laberinto sentimental. El estudio se plantea como una excursión en un laberinto, que tiene salida, pero en el que es fácil perderse si no se está atento. En el primer capítulo se elabora un vocabulario que precisa el sentido de los términos a lo largo de todo el libro, aunque se advierte que es provisional y con una finalidad meramente práctica (pp. 34-36) y se afirman las primeras tesis: los sentimientos son el balance consciente de nuestra situación (p.27), son experiencias cifradas (p.31) e inician una nueva tendencia (P.33). El segundo capítulo trata de sentimientos exóticos; haciendo un recorrido por como se interpretan los sentimientos en diversas culturas, se plantea qué hay de universal y qué de particular en nuestra forma de sentir: hay unos sentimientos universales modulados de manera diferente en las diferentes culturas; lo difícil es "si sabremos atender a lo común sin olvidar lo particular" (p. 53). El tercer capítulo es la biografía de la afectividad: cómo es la génesis de la afectividad desde que nacemos hasta el final de la infancia. Desde el capítulo cuarto hasta el final (capítulo décimo) nos adentramos en el laberinto. Son siete jornadas donde se van desarrollando los diversos niveles de la afectividad humana. En la primera jornada se pone de relieve que los sentimientos son respuestas conscientes y como tales pueden ser estudiadas. Haciendo uso del concepto de esquema (Ya utilizado en Teoría de la inteligencia creadora) va a distinguir en nuestros sentimientos elementos estructurales (temperamento, carácter, personalidad... ) y coyunturales (más variables). Al recorrer la segunda jornada topamos con el deseo : en diálogo con Freud, Tomás de Aquino, San Gregorio y Sartre afirma que los sentimientos derivan de los mecanismos de acción, uno de los cuales es el deseo. Termina ésta segunda jornada con un croquis de los grandes campos sentimentales (19 campos), comunes a todas las culturas. Las dos siguientes jornadas son fundamentales: se comienza por la memoria y nos adentramos en el yo. se le da mucha importancia a la memoria personal: es el núcleo duro de nuestra personalidad y uno de los motivos por los cuales reaccionamos sentimentalmente de forma constante. A lo largo de ambas jornadas se afirma una de las tesis más importantes del libro: somos filosofía cargada de información. Hasta aquí ya tenemos un buen balance de lo que son los sentimientos: "Ante una situación respondemos afectivamente de una manera que está determinada por la coyuntura que vivimos, por el estados de ánimo en que nos coge la nueva situación, pero sobre todo por nuestra personalidad afectiva, trenzada por nuestras necesidades y deseos, nuestras creencias y expectativas y por el modo como nos contamos nuestra propia historia" (pp. 171-172). La quinta jornada analiza un sentimiento particular: el amor, al que considera un laberinto dentro del laberinto. ¿Qué es lo que hace del amor un sentimiento distinto al resto? El ser un sentimiento, que aun cumpliendo las mismas condiciones que los demás sentimientos, es compartido, y por su carácter de compartido concede una amplia autonomía a lo amado, que aparece sólo en el sentimiento (cfr. pp. 186-188). Las dos últimas jornadas son de balance y son, quizá las más importantes: No se puede vivir prescindiendo de nuestros sentimientos, hay que darles el valor que se merecen, pero hay que saber vivir por encima de ellos (p. 205): para esto es necesario una educación de la afectividad, de una personalidad afectiva que facilite la felicidad (p. 223), que integre la estabilidad y el cambio (pp. 206-223) teniendo como base la educación de la voluntad, cuya raíz está en la educación de la inteligencia. Y ésta educación nos ha de poner en disposición de saber distinguir entre buenos y malos sentimientos: se ha de partir de que los sentimientos cumplen una función adaptativa: dirigirnos a la acción. Por lo tanto, no por ser naturales (espontáneos) han de ser valorados de la misma manera: nuestra vida afectiva se ve constantemente sometida a la tensión entre lo que sentimos y lo que nos parece adecuado sentir, y de cómo se encauce ésa tensión dependerá nuestro enriquecimiento o nuestra destrucción. El libro tiene el indudable mérito de proponer nuevas vías para una educación sentimental. De ahí su método: conviene ir poco a poco y muy atentos. Algunas tesis del libro son discutibles (especialmente el que seamos fisiología cargada de información), pero recoge aciertos notables también (como, por ejemplo la importancia de los hábitos). Es muy de agradecer también el elenco bibliográfico-explicativo del apéndice. Este libro es un comienzo y Marina prepara una próxima entrega que continúe la tarea emprendida.


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