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El rol de los abuelos en el desarrollo afectivo de los niños.
Tony Anatrella .

Es necesario recordar que los abuelos tienen un rol importante en el desarrollo afectivo de los niños. Constituyen una fuente de felicidad y seguridad para numerosos niños, ya que los abuelos participan en su anclaje en la vida. La llegada de los nietos produce un cambio en la condición de los padres de los hijos que a su vez se convierten en padres y favorece el desarrollo de nuevos sentimientos que los conducen a un ajuste de sus relaciones. Ser abuelo o abuela es un hecho notable y a menudo corresponde a un momento esperado y anhelado.
Con todo, las nuevas formas de constituirse las parejas y la multiplicación de las «parejas de hecho» desestabilizan a los padres cuando se enteran de que su hija o hijo va a convertirse en madre o padre.
Cuando los hijos se casan, los padres se preparan para convertirse en abuelos. En la actualidad llegan a ser abuelos sin preparación, ya que muchos niños nacen fuera del matrimonio. La emoción que experimentan es aún más fuerte por el hecho de considerar la mayoría de los padres que su hijo o hija no casados tienen una relación provisoria. Para otros, resulta difícil convertirse en abuelos mientras deben seguir ejerciendo su rol de padres. Es un fenómeno acelerado de alteración de la coherencia de las etapas de la vida. En este contexto, no siempre es fácil ubicarse. En todo caso, muchos se alegran ante la idea de dedicar tiempo a su descendencia, con un sentimiento de realización al ver convertirse en padre o madre a su hijo o hija. El intercambio afectivo entre los abuelos y los nietos se producirá en el centro de este paso en el orden de las generaciones.

I. Los abuelos unen a las generaciones anteriores.
Vincularse con una historia
Los abuelos están muy presentes para sus nietos. Así, las estadísticas nos revelan que el 82 por ciento de los niños son atendidos de manera frecuente por sus abuelos 1. Están directamente involucrados en relaciones afectivas y vinculan al niño con una historia y con una historia familiar. Así, el niño puede orientarse gracias a la existencia de varias generaciones y distintas personas nacidas con anterioridad a él, que constituyen su universo actual. Al crecer, aprenderá más precisamente cómo transcurría la vida antes de nacer él, que hoy la comodidad y los medios técnicos no son como ayer. Descubre también a través de sus padres que no está solo, que pertenece a toda una sucesión de generaciones y vive en una época precisa de la historia. Sabe que no tiene que desarrollarse en forma solitaria, beneficiándose en cambio con el aporte de las generaciones anteriores. Se construye con los otros aceptándolos según su distinta edad y su condición de vida.
Puede así relativizarse y adquirir una visión más justa de sí mismo y su identidad familiar. Mientras más numerosa y extendida sea la familia, en mayor medida podrá el niño diversificar sus inversiones  y reforzarse personalmente. Todas las personas provenientes de familias numerosas recuerdan la importancia y la riqueza afectiva de la vida social familiar, de la cual adquieren ventajas para su vida adulta. La fuerza del lazo conyugal de sus padres, el testimonio de su amor y los intercambios en el seno de la hermandad con las demás personas del mundo exterior constituyen un buen aprendizaje sobre el sentido del amor conyugal y el vínculo social.
Cuando un niño carece de lazos en su pasado familiar, a través de los abuelos, entre otros, le resulta difícil tener una representación de ese pasado y saber anticipar el porvenir. Necesita conocer y releer ese pasado familiar, como ese niño de cuatro años que le pregunta a su abuela, dedicada a su labor, si su propia madre también planchaba la ropa interior antes de morir, si ella misma iba a morir pronto y cuándo él a su vez también iba a fallecer. Se vinculaba con personas del pasado, y en ese mismo movimiento concebía la duración de su historia futura, pero también de sus límites.

Dar confianza en la vida
Los abuelos también se encuentran, puramente por su presencia, en una posición de transmisión y desarrollo. Son los testigos, los que hacen trasladarse del pasado al futuro a los niños sin retenerlos para ellos. Están en la gratuidad y sus nietos lo perciben muy bien, siendo a menudo más libres con ellos que con sus padres. Representan una seguridad afectiva. Tienen experiencia, han conocido pruebas, sufrimientos y fracasos, pero también alegrías, éxitos y satisfacciones. Dan una imagen de confianza en la vida para visualizar un porvenir con seguridad.
Han sabido mantenerse y resistir siendo fieles a sus compromisos. La pareja de los abuelos es a menudo un modelo para los jóvenes que los ven envejecer juntos siendo mutuamente atentos y delicados. Mientras hay quienes dudan ante numerosos fracasos, ellos se dan cuenta de que el amor duradero es posible en el matrimonio. El niño descubre que la vida a veces tiene dificultades que no son imposibles de resolver, ya que estos mayores han sabido encontrar soluciones. A su vez, deberá enfrentarlas a imagen de los adultos que lo anteceden. Entretanto, se siente protegido por ellos y se refuerza con su contacto.
Los abuelos perciben muy rápidamente que tienen un rol privilegiado con sus nietos. Es decisivo que se mantengan en su lugar en el orden de las generaciones y no procuren sustituir a los padres. Afectivamente, el niño necesita situarse en forma justa en relación con sus padres. Si los abuelos dan al niño una buena imagen de sus padres, éste tendrá también una imagen positiva de sí mismo, viviéndose como un niño bueno. Le gustará contar que en la casa de sus abuelos comió todas sus comidas sin problema, lo cual no siempre ocurre cuando está con sus padres. Esta interacción positiva entre él y la buena imagen de sus padres le permite estimarse y tener el deseo de emprender diversas actividades, hasta desear servir a sus abuelos cuando está con ellos.
Los padres confían más en los abuelos en la medida que saben que respetan su rol y su tarea educativa. Los abuelos no intentan contradecir ni desean rectificar la educación dada por sus propios hijos.
Muy por el contrario, respetan su autoridad cuando el nieto pide algo propio de su responsabilidad, dirigiéndolo hacia sus padres: «Pídelo al papá o la mamá». Es preciso evitar que los padres y los nietos estén sometidos únicamente a las exigencias de los abuelos considerando la diferencia de generaciones y roles. De lo contrario, el niño corre el riesgo de acuartelarse en un conflicto de poder y obediencia entre dos opiniones divergentes. Es importante en cambio para él descubrir, en beneficio de su coherencia personal, que hay una continuidad entre lo que vive con sus padres y lo transmitido por los abuelos. Éstos constituyen además un recurso precioso en un período de crisis, sobre todo al producirse entre los padres conflictos conyugales que inquietan a los niños. Deben saber pacificar, tranquilizar y no juzgar a los padres que viven dificultades en la relación. En el mejor de los casos, su relación conyugal incluye a la familia y constituye una referencia afectiva para los nietos.
Los abuelos también pueden inquietarse cuando descubren con amargura que sus hijos no comunican las mismas exigencias y las mismas referencias que ellos en su educación. El abandono de la educación religiosa los consterna, por ejemplo. Algunos no vacilan, con consentimiento de los padres, en hablar del tema con sus nietos y participar así en su formación religiosa. Las fiestas de Todos los Santos, Navidad, el carnaval en la víspera de iniciación de la Cuaresma, Pascua, Pentecostés y la Asunción son días libres en que las familias a menudo se reúnen y constituyen ocasiones para explicar el sentido de estas festividades a los niños. En la actualidad ocurre un fenómeno con los abuelos, que aprovechan cuando los nietos se quedan en su casa para asegurar su educación religiosa y su iniciación en la oración. Esto también despierta interés en los padres, que atrapados en los ritmos sostenidos de la vida cotidiana, descuidan esta dimensión esencial a partir de la cual se reflejan también las grandes interrogantes de la vida en relación con la Palabra de Dios.
Cuando no ha habido educación religiosa, la puerta está abierta para la indiferencia y las creencias más irracionales, que explotan el sentimiento religioso y las angustias más primitivas.
Los abuelos estimulan y permiten así a sus hijos situarse a su vez como padres en relación con sus propios hijos. Los reconocen en este rol y les manifiestan confianza diciéndoles implícitamente: «Les corresponde a ustedes a su vez ser padres». Hay que aceptar el hecho de ocupar este lugar frente a los propios padres. Para algunos es difícil acceder a esta condición, ya que siguen ubicándose como hijo o hija y por lo tanto como hermanos mayores de sus propios hijos.
Son familias donde no hay adultos y los padres están en negociación permanente con su prole, con una sensación de ser pasados a llevar y no conseguir hacerse obedecer. En general, los hijos son agresivos y tienen una mala socialización por el hecho de provocar esta situación en ellos un sentimiento de inseguridad.

Una relación que se inscribe en la historia de la vida
La relación de los abuelos con los nietos evoluciona de acuerdo con las distintas edades de la infancia y la adolescencia. Al comienzo, los abuelos tienen a menudo un rol de apoyo y acogida en su casa al niño de pecho o pequeño. Su casa representa otro lugar, una nueva apertura que puede inquietarlo, pero a la cual se adapta rápidamente al sentir los vínculos especiales que existen entre sus abuelos y sus padres.
Los abuelos espontáneamente van a organizar juegos, dibujar, enseñar canciones, comentar libros de imágenes, contar historias. A menudo van a sacar de nuevo los juguetes de sus propios hijos maravillando así a los menores. La entrada a la escuela de párvulos y luego a la escuela básica constituirá una ocasión para establecer comparaciones con lo que ellos mismos conocieron en su infancia o durante la escolaridad de sus hijos. Podrán mostrarse libros y cuadernos para descubrir los resultados escolares de unos y otros. Así, en los niños se atenuarán los temores de no siempre salir adelante en una tarea; después de todo, el papá o la mamá a veces también tuvieron malas notas.
Los abuelos son a menudo como un oasis para el adolescente, que se expresará con ellos más libremente que con sus padres. En un momento dado, querrá confiarles sus preocupaciones, hablarles de sus primeras emociones sentimentales, de sus fracasos en las relaciones, hacer una pregunta o pedir un consejo. Los intercambios podrán ser vivos en temas de actualidad y en opciones de vida como referencias morales o convicciones religiosas. Tendrá también curiosidad sobre su pasado, sus recuerdos y aquellos  vinculados con sus padres y el resto de la familia. Podrá también tratar de entrar en confianza con sus abuelos, quienes deberán entonces poner límites si es necesario.
Sin embargo, el adolescente los conoce y los respeta la mayor parte del tiempo. Como el niño, el adolescente es muy sensible a los talentos culinarios de los abuelos. La calidad de los alimentos está así vinculada con la calidad afectiva que se establece en esos momentos privilegiados y permanece como referencia durante toda la vida en la memoria del cuerpo. Al transmitirse recetas de generación en generación, se mantienen también los vínculos generacionales y la historia que los ha constituido. Hay así distintas maneras de alimentarse: para las necesidades del cuerpo, para el placer de compartir lo que es bueno y para nutrir la vida afectiva. Es una manera de enseñar al niño a cuidar su cuerpo y asumirlo. Gracias a la calidad afectiva de la presencia de los abuelos, los nietos se valorizan en su persona y su libertad.
Al crecer, los nietos querrán ayudar, sostener, servir a sus abuelos mediante gestos espontáneos; pero estos reflejos simpáticos sólo serán posibles si durante la infancia los padres han sabido a su vez valorizar y respetar a sus propios padres ante sus hijos. De lo contrario, mantendrán una afectividad cordial en una relación distante.
Ciertos adultos, que siguen siendo tributarios del conflicto de sus imágenes de los padres, no logran hacer que sus hijos se relacionen con sus abuelos. Estos últimos sufren por eso y no comprenden la distancia, esa ausencia de encuentros y comunicación que los abuelos procuran reducir. Saben marcar con regalos sus onomásticos, sus cumpleaños y el día de Navidad con el fin de mantener y desarrollar la relación; pero a veces no se produce evolución alguna, como si el afecto tuviese un sentido único. Algunos abuelos viven a veces aislados de sus nietos y sus propios hijos, lo cual es dramático, sobre todo cuando al llegar la edad avanzada se dan cuenta de que tal vez no habrá manos presentes para acompañarlos al partir de la vida.

II. Una relación de apoyo y cooperación intergeneracional
Un vínculo de solidaridad
A menudo hay un desfase entre las representaciones políticas  y la práctica de los vínculos intergeneracionales. Si los responsables políticos no han integrado el hecho del alargamiento de la vida y la vejez, no ocurre lo mismo en las familias, donde, salvo algunas excepciones, la integración ya se ha llevado a cabo y los vínculos de solidaridad son sumamente interactivos. Los abuelos a menudo ayudan a la familia de sus hijos acogiendo y educando a los nietos, y al llegar la vejez, cuando los abuelos necesitan ser ayudados y apoyados, son sus hijos y sus nietos quienes se preocupan de hacerlo, acompañados a veces por profesionales. Sería preciso sin duda desarrollar más el servicio de los profesionales para aliviar a la familia y que cada generación pueda conservar cierta independencia.
Esto lo exigen al menos tres razones.
• Las personas de edad prefieren permanecer en su casa junto con estar rodeadas. Pueden hacerlo la mayor parte del tiempo, ya que gozan de relativa buena salud.
• Por otra parte, hemos personalizado de tal manera el sentido de un recorrido de vida individual que cada uno quiere ser imitador de su propia existencia hasta el punto de no necesitar a los demás, y más aún cuando se puede contar con la asistencia de diversas técnicas. En estas condiciones, la solidaridad parece menos necesaria, salvo cuando no basta la técnica y con la vejez disminuyen las fuerzas y la autonomía.
• Por último, mientras la vida familiar del pasado permitía vivir bajo el mismo techo con varias generaciones, sobre todo en el medio rural, hoy es preciso mantener esa dinámica con otra forma. Si bien una mayoría de personas de edad vive en su familia y para todas ellas es esencial poder comunicarse diariamente con su entorno (familiar, amistoso, social) y especialmente ser objeto de testimonios afectivos, sobre todo estas señales de afecto, este alimento afectivo es lo que les falta.

La angustia de la separación como base de un vínculo
Las generaciones necesitan unas de otras para crecer, envejecer debidamente y prepararse a morir habiendo sido importantes en el corazón y el espíritu de los seres que se dejan. La relación amorosa, al igual que la relación filial y con los padres, se basa en la angustia de la separación.
Esta angustia comienza con el temor a estar separado de los padres, de perderlos como «Pulgarcito», el temor de las separaciones en el momento de la adolescencia, el temor de perder el objeto del amor y la inquietud de la separación final de la muerte. Nos humanizamos sabiendo tratar la angustia de la separación al aprender a vincularnos con los demás y a comprometernos en un juramento amoroso.
Ei núcleo de la civilización se manifiesta organizando vínculos que no separan, sino tejen relaciones en la historia a través de las generaciones pasadas y presentes. Por este motivo, en vez de dejar en el aislamiento y en una visión vacía de su porvenir a personas retiradas en asilos, éstas podrían beneficiarse con la visita de jóvenes escolares.
Se desarrollan experiencias muy interesantes entre escuelas y casas de retiro para contribuir, por ejemplo, con un apoyo escolar, acoger a los niños el día miércoles o ciertos días en que los padres están ocupados en hacer compras u otras obligaciones. Es una serie de encuentros y actividades que pueden llevarse a cabo entre personas de edad y niños y son enriquecedores para todos.
Los abuelos son testigos del sentido de la historia. Constituyen una señal en el tiempo que vincula a varias generaciones. La relación entre la vida y la muerte se manifiesta de mejor manera a los niños a través de sus abuelos. Descubren, gracias a su diferencia de edad y su lugar en la historia familiar, que son mortales. Al aceptar que la persona humana es un ser limitado en el tiempo, el niño aprende a relativizarse y comprometerse. Asimismo se dará cuenta de que con la edad sus abuelos declinan, tienen menos fuerza y por su parte necesitan cada vez recibir más ayuda y apoyo. Es indispensable que los abuelos les hagan comprender la necesaria cooperación entre las generaciones y el reconocimiento que los más jóvenes deben tener con respecto a sus mayores. «Me cuidaste cuando era niño, me protegiste y apoyaste, me enseñaste a crecer. Ahora me corresponde a mí cuidarte y darte la ayuda que necesitas».
Aun cuando siempre existen casos dolorosos de abandono, incluso de mal trato, las familias de hoy se ocupan más que nunca de sus padres, acogiéndolos a menudo en su casa o visitándolos con frecuencia. Es una tarea pesada y costosa en muchos aspectos para familias que no cuentan con la asistencia que requerirían. Esas familias necesitan descanso, necesitan vacaciones después de pasar un año agotador ocupándose en su casa de una persona de edad.
Los estudios muestran que en Francia la familia se hace cargo del 80 por ciento de las personas  dependientes de edad 2. Con todo, es posible plantear una pregunta en una sociedad adolescéntrica, que no está sensibilizada ni organizada considerando todas las edades de la vida: ¿tendrán las generaciones jóvenes el mismo reflejo que las de sus mayores en relación con sus padres? ¡Es menos seguro! Muchos adultos de cincuenta a setenta años que se ocupan de sus padres ya saben que sus hijos no harán lo mismo. La edad avanzada y los fenómenos de dependencia, pero también la mayor precariedad de los recursos vinculados con empleos precarios y pensiones débiles harán para unos y otros difícil la tarea. Eso no debe impedir a las familias y a la sociedad comenzar a prepararse en ese sentido desde ahora. Tendremos que enfrentar el alargamiento de la vida y la caída demográfica de los años anteriores. Los años de píldora y aborto producen una huelga y un déficit de nacimientos y empobrecerán humanamente a la sociedad, haciendo más pesada la carga económica de los más jóvenes. El problema ya se anunció al surgir la mentalidad anticonceptiva. El cinismo intelectual de sus militantes se burlaba de las consecuencias lógicas que de allí se desprenderían. En la actualidad estamos en eso, y una vez más debemos tratar esta imprevisión irresponsable que pesará sobre las futuras generaciones.
Los abuelos tienen por tanto un rol fecundo en la familia y en la vida afectiva de los niños. En la realidad, la mayoría de las familias se esfuerza por articular la diferencia de edades de la vida y el lugar de las distintas generaciones. Sería sumamente deseable que los fabricantes de opinión (emisiones y series de televisión, publicidad, sociólogos) tuviesen otra representación de los rasgos dominantes reales de la sociedad.
No cesan de sobrestimar situaciones familiares excepcionales y accidentales hasta el punto de prescribirlas como nuevas normas en contradicción con las prácticas mayoritarias y más estructurantes.
La presencia de los abuelos es el hilo rojo indispensable que une a las generaciones mediante un vínculo afectivo fuerte y asegura la cohesión y la fidelidad familiares dando el sentido de la historia y la confianza para construir una relación conyugal y familiar.

ORACIÓN POR LOS ABUELOS
Señor Jesús, tú naciste de la
Virgen María, hija de san ¡Joaquín
y santa Ana.
Mira con amor a los abuelos
de todo el mundo.
¡Protégelos! Son una fuente
de enriquecimiento para las familias.
para la Iglesia y/ para toda
la sociedad.
¡Sostenlos! Que cuando envejezcan
sigan siendo para sus familias
pilares fuertes de la fe evangélica,
custodios de los nobles ideales
hogareños, tesoros vivos de sólidas
tradiciones religiosas. Haz que sean
maestros de sabiduría y valentía,
que transmitan a las generaciones
futuras los frutos de su madura
experiencia humana y/ espiritual.
Señor Jesús, ayuda a las familias
y a la sociedad a valorar la presencia
y el papel de los abuelos.
Que jamás sean ignorados o
excluidos, sino que siempre
encuentren respeto y amor.
Ayúdales a vivir serenamente y a
sentirse acogidos durante todos los
años de vida que les concedas.
María, Madre de todos los
vivientes, cuida constantemente a
los abuelos, acompáñalos durante
su peregrinación terrena, y con
tus oraciones obtén que todas las
familias se reúnan un día en nuestra
patria celestial, donde esperas a toda
la humanidad para el gran abrazo de
la vida sin fin. Amén.
Benedicto  PP. XVI

1. Diálogos y relación sociales. DRS.
2006.
2. Ver Encuesta del diario La Croix. miércoles, 27 de agosto de 2003, •Les gériatres saluent la solidarité des familles», Pierre Bienvault.

Humanitas 54


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