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Preguntando por el corazón. El mundo de la afectividad 1

Marveya Villalobos Torres
Doctora en Ciencias de la Educación,
Sorbonne, Francia.
Doctora en Pedagogía, UNAM.
Maestra en Antropología Social y Cultural, Sorbonne, Francia.
Maestra en Educación Familiar, Universidad Panamericana.
Especialidad en Docencia Universitaria, UNAM.
Diplomado en Desarrollo Humano, Universidad Iberoamericana.
Licenciatura en Historia, UNAM.
Profesora Normalista y Maestra, Normal Superior, FEP.
Líneas de investigación en las áreas de Didáctica y Educación Familia. Autora de diez obras entre las que destacan: Didáctica integrativa y el proceso de aprendizaje, Ed. Trillas; Educación Familiar. Un valor permanente, Ed. Trillas; Evaluación Institucional, Ediciones UP-Cruz.

CAPÍTULO I. LOS ESTOICOS
Los estoicos explican los actos humanos como operaciones del individuo total, sin diferenciar lo psíquico y lo somático. Sin embargo, a lo largo de toda la doctrina estoica permanece la idea de un dios interior.
Los estoicos fundamentan su ética en la eudemonía 2 mas no centrada en el placer, sino en el ejercicio de la virtud, planteada ésta como un desasimiento de los bienes externos en busca de una autosuficiencia.
Para un estoico clásico, un hombre virtuoso es aquel que dirige su conducta desde la razón; y si ésta es enteramente consistente —es decir, adecuada en todo a la naturaleza—, estamos frente a un hombre sabio, cuya conducta es totalmente estable en dirección al bien moral. Esto es: el hombre bueno no escoge actuar virtuosamente, simplemente es virtuoso.
Para los estoicos el primer movimiento pasional no va acompañado de un juicio, sino que se presenta a la imaginación como invitación o espanto, por tanto, la pasión no es un juicio erróneo porque el juicio sólo vendrá después. En cambio, la reacción consiguiente sí es fruto de un juicio de la razón que se objetiva en un acto de la voluntad, pudiéndose controlar o suprimir.
Para la doctrina estoica, la virtud es una disposición fija que surge de la razón. Los estoicos se refieren a ella como disposición o fuerza hacia la actuación correcta. La virtud moral puede medirse en función del estado de ánimo de quien actúa, que es disposicional, intrínsicamente bueno y que conduce a la felicidad.
Mencionan que los afectos emocionales son una parte inseparable del juicio mismo. Para ellos no hay algo como un acto puramente racional (si por racional queremos decir «realizado por un intelecto solo sin emociones»). Todos los actos mentales están coloreados al ser al mismo tiempo actos emocionales.
En el campo de la afectividad, el influjo estoico está representado en cinco conceptos fundamentales:
1. Las pasiones como expresión de estados afectivos dependientes directamente de los sentidos.
2. Los pre-afectos como primera lectura interpretativa de la realidad, no dependientes de la razón.
3. La virtud como actuación que modera y orienta adecuadamente las pasiones.
4. La unidad del ser humano en su operación.
5. El daimon 3 como pauta de comportamiento personal.
Para los estoicos, el conocimiento depende, en primer término, de los sentidos. La capacidad de ser afectado descansa directamente en la capacidad de sentir. Es importante aclarar que la pasión no es una sensación.
No se puede negar la posibilidad de sentir: sería tanto como eliminar la afectividad. Si cesa la afectividad, cesan también la razón y la voluntad.

CAPÍTULO II. LA AFECTIVIDAD EN UN CLÁSICO: TOMÁS DE AQUINO.
Tener afectividad es condición indispensable para ser afectado, siendo la pasión la forma concreta de padecer esta afectación. Tomás de Aquino afirma que todo aquello que posee razón de bien para el sujeto es causa de «amor» a modo de objeto. El mal no se ama por sí mismo. Únicamente se ama amparado por la razón de bien, en cuanto es bueno bajo algún aspecto y se aprehende como bueno en absoluto.
Para Tomás de Aquino, el amor o la tendencia a la belleza es un apetito natural, algo que está inscrito en la misma naturaleza de los seres. La afectividad no es una fuerza ciega sino que la voluntad tiene una participación intrínseca en las pasiones, dando pie así a su manejo moral.
El mal para Tomás de Aquino no reside en la calidad de la misma pasión, sino en el hecho de estar o no estar sometida a la razón.
Pasiones antecedentes: Son las pasiones que, surgidas antes de la razón, predisponen a ésta en una u otra dirección.
Pasiones consecuentes: Son pasiones surgidas a partir del juicio de la razón que «perfecciona» su ocurrencia y puede aumentar su mérito o agravar su culpabilidad.
Santo Tomás clasifica las pasiones dependiendo del tipo de apetito que las sustente:
Las pasiones del apetito concupiscible: Toda pasión que mire absolutamente al bien o al mal (amor/odio; deseo/huida; gozo/tristeza).
Pasiones del apetito irascible: esperanza/desesperanza; temor/audacia...

Dolor y Tristeza.
Son justamente el dolor y la tristeza, las razones más poderosas para certificar que el ser humano no es absoluta indeterminación, ni mucho menos total libertad.
Todo dolor aprehendido por un sentido interno, puede ser captado por sentidos externos. Por ejemplo, el dolor percibido por el tacto puede captarse por la inteligencia.
El dolor exterior siempre es provocado por un mal presente; en cambio, el dolor interior o tristeza sigue a la aprehensión o la imaginación.
Tipos de tristeza:
- Misericordia: Dolor por mal ajeno en cuanto se mira como propio.
- Envidia: Dolor por algo que no es propio, es un bien pero ajeno.
- Ansiedad: Percepción de un mal propio del cual no se ve forma de escapar.
- Acidia: Tedio o abatimiento ante el bien espiritual o interior, al que no se le aprecia ni se le goza.
La verdadera causa del dolor es la consecuencia de la ruptura o pérdida de unidad, es decir, no solamente la pérdida de un bien externo sino uno intrínseco que es la unidad e integridad del sujeto.
Consecuencias del dolor:
- Obnubilación de la mente.
- Pesadumbre de ánimo.
- Daño corporal.
Remedios contra la tristeza:
- El llanto.
- El sueño y los baños.
- La compasión de los amigos.
- La contemplación de la verdad.
El dolor y la tristeza son buenos cuando evidencian a la persona el bien, cuando son anuncio de un bien perdido y, por tanto, promueven el rechazo del objeto lesivo que los produce, es decir, cuando alejan del mal.

Esperanza, posee cuatro características:
1. Que sea un bien.
2. Que sea futuro.
3. Que lleve implícito un proceso arduo.
4. Este bien arduo debe ser posible.

Temor y Audacia.
Las causas del temor son el amor y la impotencia o debilidad del sujeto. Los efectos del temor son: inhibición o contracción; mayor predisposición para pedir y aceptar consejos; la pasividad, el temblor.
Santo Tomás hace una clara diferenciación de la afectividad humana con manifestaciones equiparables al reino animal. Además, proporciona un concepto unitario de la persona humana, es decir, él la denomina natural, sensitiva y racional, que apunta a un fin último.

CAPÍTULO III. LA AFECTIVIDAD EN UN PERSONALISTA: DIETRICH VON HILDEBRAND.
Dietrich von Hildebrand es un personalista que en su pensamiento abarca un claro componente cristiano. Aborda el tema de la afectividad, haciendo de la fenomenología una psicognosia o fenomenología del espíritu.
Para un fenomenólogo, un análisis de la conducta humana tiene necesariamente que incluir una comprensión del fenómeno «sentir». La afectividad es hacerse cargo de lo sentido y la fenomenología fue la disciplina filosófica que aportó un método y un orden para el estudio del corazón.

Desprestigio de lo Afectivo.
Una de las razones que explican el desprestigio de lo afectivo es que toda el área de la afectividad, e incluso el corazón, se han visto reducidos a la luz de los sentimientos corporales, los estados emocionales o las pasiones en el sentido estricto de la palabra.
Otra razón para el descrédito de la esfera afectiva se encuentra en la caricatura de la afectividad que se produce al separar una experiencia afectiva del objeto que la motiva y al que responde de modo significativo.
Con frecuencia, se trasladan al campo afectivo realidades que no son de allí y que inclusive por su propia naturaleza nunca podrán serlo.
También se presenta la desnaturalización del sentimiento por falta de autenticidad. El sentimiento no es algo que se construye voluntariamente por conveniencia personal, para «impresionar» a los testigos o para embellecer un discurso; cuando esto ocurre no estamos frente a una efusión del corazón, sino frente a un «truco» de la razón. Se interpreta la sensibilidad de corazón únicamente como sentimentalismo.

La Esfera Afectiva.
La afectividad física conlleva cansancio, frío, calor, sueño, hambre, sed, dolor, placer, y sentimientos bajo el influjo de órganos como: tiroides, hipotálamo, hipófisis, gónadas, etcétera.
La afectividad psíquica es algo más subjetivo, íntimo y personalizado.
Posee una racionalidad estructural, un carácter transitorio y fugaz. No es «causada» sino «motivada».
Los sentimientos poéticos están ubicados entre los espirituales y los psíquicos. No son intencionales pero son como una caja de resonancia frente a la afectividad espiritual, manifiestan la riqueza del corazón humano.
Ejemplo: melancolía, tristeza suave, vagos anhelos, presentimientos, ansiedad, inquietud, angustia.
Los sentimientos espirituales poseen intencionalidad formal, constituyen en sí mismos una respuesta libre de apetitos y necesidades subjetivas, son un bien objetivo, tienen la trascendencia característica de una respuesta de valor.

La Pasión como Sentimiento Degradado.
Para Hildebrand, todas las pasiones tienen en común la enajenación de la razón y la voluntad, que no son eliminadas sino puestas al servicio de la pasión, por lo cual, la responsabilidad moral sobre los actos realizados bajo el influjo de la pasión no se conserva.
Esta incapacidad para responder positivamente a la verdad y al bien objetivos —fruto de la enajenación de la inteligencia y la voluntad—, frustran la libertad moral de la persona, quedando ésta bajo la esclavitud de sus pasiones.

El Corazón y su Papel en la Esfera Afectiva.
La atrofia afectiva: En el intelectualista se atrofia la afectividad tierna, dando paso franco a las pasiones (muy propias de la afectividad enérgica o funcionalista), como son: el orgullo, la ambición, el deseo de dominar, la lujuria, etcétera. No sólo sufre el corazón, sino el intelecto también se resiente.
La falta de corazón: El hombre despiadado o duro de corazón es incapaz de amar realmente. Supone el defecto moral más decisivo e implica a su vez una libertad vivida en forma inadecuada.
La tiranía del corazón: Cuando el corazón impera sobre la inteligencia y la voluntad, genera una actuación pobre, inadecuada o malsana, por desatención al valor moral que sólo puede brillar con la ayuda de la razón y la voluntad.

El Concepto de Amor en Von Hildebrand.
Para Von Hildebrand, el amor en su sentido más propio e inmediato es el amor entre personas. Amor, entonces, en su sentido más puro y auténtico, es respuesta al valor. La existencia del amor faculta para una más profunda y completa captación del valor.
El amor no es apetito, ni su consecución significa el apaciguamiento de una necesidad. No se parte de una necesidad mediatizada, sino de una relevancia misma del objeto amoroso.
El amor surge como una respuesta afectiva al valor, no como un acto libre de la voluntad. La voluntad está orientada a lo realizable aún no realizado. Además, el amor tiene una plenitud y un calor que la voluntad no posee.
Características esenciales del amor:
- Es esencialmente sobreactual.
- Hay «encanto», no deseo solamente.
- Intención unitiva.
- Intención benevolente.
- Autodonación.
- Compromiso.
- Está ligado a la felicidad.
- Hace al amante vidente.

El Gran Aporte de Von Hildebrand a una Ontología de la Afectividad.
- El corazón como núcleo de la persona: El término «corazón» se usa a menudo para designar la vida interior del hombre. Pide para el corazón un reconocimiento equivalente al concebido a la voluntad y el entendimiento.
- El corazón como factor perfeccionante de la libertad: La actuación del corazón no constituye un acto libre en sí (lo que no quiere decir que su ocurrencia transcurra al margen de la actuación voluntaria, antes bien, está perfectamente integrada con ella).
- La moralidad de la esfera afectiva: Es desde el corazón donde nacen las respuestas afectivas a lo importante en sí mismo, al valor.
- La concepción del amor: El amor presupone el concepto de virtud.

CAPÍTULO IV.
LA AFECTIVIDAD EN LEONARDO POLO.
Para Polo, el basamento nos remonta a Aristóteles. Lo verdaderamente activo es el intelecto, la voluntad en cambio es sólo tendencia. El protagonismo de los griegos se viene abajo y se entroniza la voluntad, dando origen a la era del voluntarismo que en términos prácticos es el culto a la espontaneidad.
A partir de Nietzsche, el voluntarismo se ha convertido básicamente en un pragmatismo, (la búsqueda de resultados prácticos mediante una instrumentalización del intelecto). Este ocaso de la razón y la voluntad propicia un cierto encierro narcisista en la propia condición personal, pero no de corte reflexivo, sino sensorial.
Explorar la afectividad es penetrar en un terreno brumoso. Es como si el investigador estuviera encerrado en un verdadero laberinto del cual aún no conoce la clave de salida. Tal vez lo prudente sea, no tanto recabar en lo que es la afectividad, sino en lo que es la persona que sustenta o caracteriza esa afectividad.
Hablar de «integridad dinámica» de la persona es la clave para salir del laberinto afectivo. Polo asume al ser humano como «ser segundo» o «co- ser». Coexistir lleva implícita la existencia de un ser primero con el cual un ser segundo es «compatible».
Para Polo, esta coexistencia del ser personal es de tal importancia que amerita ser elevada a la lista de los trascendentales, junto con la libertad, el intelecto y el amor donal de la persona. Conocer a la persona no es desentrañar su naturaleza, sino más bien, penetrar en su interioridad para captar esa intimidad que cada quien posee en propiedad privada y va develando a otros seres personales a través de la coexistencia.
Tipos de coexistencia en la persona:
- Coexistencia con personas de su misma naturaleza.
- Coexistencia con el universo material.

El Sentimiento como Hábito.
Polo no se refiere a la pasión en cuanto pasible sino en cuanto acto.
Cuando el sentimiento se hace acto, se convierte en hábito; hábito operativo o virtud. El hábito sería entonces lo que perfecciona a la inteligencia y a la voluntad, siendo superior a la facultad y a la operación. El sentimiento solo no perfecciona como tal a la facultad, sino en cuanto se convierte en hábito.
La esfera afectiva aporta lustre y colorido a la información, dándole carácter subjetivo, en otras palabras: personaliza a la información. Por eso afirma Polo que la afectividad posee un valor estético y un valor de utilidad.

La Afectividad y el Amor.
Si para Polo la intimidad personal está por encima del necesitar —y por tal motivo equivale a dar y es trascendentalmente libre—, es apenas lógico tratar de desentrañar el papel de la afectividad en el amar, como acto libre por excelencia.
Abrir la intimidad a otro ser equivale a dar-se, pero éste darse va precedido del aceptar, siendo este aceptar otra forma de dar.
Para Polo, los bienes se quieren y las personas se aman. Para amar no hace falta en don, hace falta la aceptación por parte de quien recibe, porque sin la aceptación amorosa, lo dado no llega a ser don.
En la persona el tender, el querer y el amar son distintos pero no excluyentes. Por el tender, el sujeto se hace cargo de bienes que estima necesarios para su supervivencia y crecimiento; por el querer, identifica aquellos bienes que no se cierran a las adquisiciones de bienes ulteriores, y por el amar, estima esos bienes en beneficio del amado.

Aporte de Polo a la Ontología de la Afectividad.
- La afectividad no es autónoma.
- La afectividad como fundamento primero de un recibir.
- La afectividad no es sólo pasividad.

1 Sierra Londoño, Álvaro., Minos III Milenio., México., 2009.
2 Percepción según la cual la felicidad es el sumo bien, entendido éste como elevación espiritual. Se identifica, así, la vida feliz con la vida virtuosa.
3 Facultad suprema y directiva del ánimo que guarda, vigila y guía. Para algunas corrientes estoicas se trataba de una especie de «genio», divinidad o guía interior.

Revista Panamericana de Pedagogía No.13 (2008): 109-119.


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