![]() Libros Tycho Brahe
Una de las plazas más hermosas de Europa se encuentra en Praga. En ella se abre la fachada de la iglesia de Nuestra Señora Tyn, como si de la portada de un cuento infantil se tratase. Allí yacen los restos de uno de los astrónomos más influyentes de la astronomía, el danés Tycho Brahe (1546-1601). Tycho Brahe hizo grandes aportaciones a la astronomía, pero estuvo hasta el final de sus días envuelto en un halo de misterio. Y es que hay dos adjetivos que resumen a la perfección su vida: excéntrica y disipada. Brahe fue apodado el “hombre con la nariz de oro”, debido a que tuvo que recurrir a una prótesis nasal después de que perdiera la original durante un duelo de juventud. La causa de la disputa no está del todo clara, pero todo parece indicar fue un apasionado desacuerdo matemático. Las cosas de la adolescencia. Una prótesis nasal no fue su única extravagancia, tenía por mascota un alce, al que bautizó con el nombre de Rix. Al parecer este cérvido vivía a sus anchas en el castillo que Brahe utilizaba como observatorio -en Uraniborg-, en donde eran famosas sus embriagueces, ya que tenía la mala costumbre de calmar la sed con cubos de cerveza. En uno de sus excesos etílicos, el animal perdió el equilibrio y se desnucó al caer escaleras abajo. El alce borracho no era la única singularidad del castillo de Uraniborg. Había muchas más, entre su séquito contaba con un enano llamado Jepp, del que Brahe presumía tener en alta estima, pero al que obligaba a acompañarle en sus almuerzos debajo de la mesa, para que nadie le viera. Tycho dejó su patria de nacimiento para pasar a formar parte de la nómina, como astrónomo, del rey de Bohemia y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Rodolfo II de Habsburgo, sobrino y nieto del emperador Carlos V (1500-1558). El conjunto de todas sus observaciones acerca de la trayectoria de los planetas fue heredado tras su muerte por uno de sus ayudantes –Johannes Kepler-. Un astrónomo que, basándose en aquellos datos, anunciaría años más tarde las famosas “Leyes de Kepler”, que gobiernan el movimiento de los planetas. Pero, como diría Kipling, eso ya es otra historia. Fuente. .abc.es
|
|||