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Los condicionantes económicos en la etiología del terrorismo
Pedro Carrasco Jiménez

Resumen: Los estudios y opiniones sobre un asunto tan analizado como el terrorismo, a menudo se basan en ciertas presunciones o clichés que nos alejan de la realidad. Una de estas presunciones se refiere a la etiología del terrorismo y, concretamente, a la influencia de la pobreza y otros factores económicos en el surgimiento del terrorismo. En este artículo revisaremos el marco teórico y, sobre todo, los estudios empíricos cuantitativos que se han hecho hasta el momento al respecto de la influencia de los factores macroeconómicos en la etiología del terrorismo. Esta clase de investigaciones aún es incipiente y tiene muchos retos que afrontar, lo cual nos exige mantener reservas sobre los resultados de los mismos y superar los problemas metodológicos de las mismas.

Palabras clave: Terrorismo, economía, análisis cuantitativos, pobreza, desigualdad, etiología.
Fecha de publicación: 7 marzo 2010

I. Introducción

La mera lucha contraterrorista, es decir, la obstaculización, frustración y persecución de las operaciones terroristas, es un abordaje del problema terrorista excesivamente reduccionista y cortoplacista que no conduce a una auténtica solución del terrorismo, pues se limita a la simple contención mediante la disuasión, lo cual conlleva un escalamiento de la violencia y un juego de suma negativa (Llussá y Tavares, 2008: 245). En efecto, los esfuerzos y medidas contraterroristas para impedir una clase de tácticas terroristas, como el secuestro de aviones, la toma de rehenes o los ataques a embajadas, se ha demostrado que producen un efecto sustitución hacia otras tácticas menos costosas para las organizaciones terroristas, como por ejemplo los asesinatos (Enders, 2007: 832-844; Sandler y Enders, 2004: 311-313; Enders y Sandler, 1993; Enders, Sandler y Cauley, 1990).

Por tanto, debemos dirigir nuestra atención principalmente hacia la prevención del terrorismo, y no tanto a su anticipación, persecución y represión, y esto nos obliga a tratar de desentrañar sus factores etiológicos. La necesidad de abordar las causas (1) del terrorismo, aunque pueda parecer extraño, no ha estado clara siempre (y ni siquiera parece que se tenga claro ahora), porque han existido dos modelos políticos de afrontar el terrorismo (Schmid, 2005a: 223): uno, que se centraba en resaltar las condiciones subyacentes del mismo y en denunciar que la lucha contraterrorista es sólo una forma de represión de los pueblos oprimidos; y otro, que sólo se preocupaba de las expresiones del terrorismo, considerando que hablar de sus causas era poco menos que justificar lo injustificable. En los discursos políticos aún se pueden percibir las reminiscencias de estas visiones acientíficas.

La idea de que el terrorismo es una consecuencia de la pobreza o las desigualdades económicas es una creencia bastante extendida entre políticos, medios de comunicación, Premios Nobel de la Paz (Jai, 2009) y la población en general, sobre todo en aquellos sectores más próximos a planteamientos izquierdistas o progresistas, y que Becker (1968) ya aplicó a la criminalidad común. El razonamiento de base apela, obviamente, al sentido común: si los ciudadanos de un país no pueden satisfacer sus necesidades básicas, si no tienen acceso a las mínimas oportunidades económicas para mejorar sus condiciones de vida, entonces se desesperarán y frustrarán, pudiendo llegar a considerar el recurso a la violencia política (p. ej., el terrorismo) como un medio aceptable para solucionar sus problemas de subsistencia o bienestar. Así pues, se hace necesario comprobar si, efectivamente, existe alguna relación entre situación económica y el terrorismo, o no.

El objeto de este trabajo, a pesar de que la etiología del terrorismo sólo se puede construir teóricamente desde un punto de vista sistémico, complejo y plurifactorial (García-Pablos, 1999: 1.058), se centra en las circunstancias económicas que hacen más probable el surgimiento y mantenimiento del terrorismo, no de los terroristas, pues en este caso las variables independientes que se tendrían que tomar en consideración son microeconómicas y no macroeconómicas. Para que surja y se mantenga el terrorismo no sólo se requieren terroristas, sino toda una red social de apoyo a los mismos (a nivel ideológico, religioso, político, logístico o mediático). Las circunstancias socio-económicas que influyen en tales grupos de base para apoyar a la organización terrorista, pueden ser distintas de las que motivan a los terroristas operativos (aquellos que ejecutan las acciones de terrorismo). Además, las organizaciones terroristas tienen sus propias políticas de reclutamiento que hacen que el “perfil” del terrorista operativo no se corresponda con el de la base social de la que surge y en la que se autojustifica (Berrebi, 2007; Bueno de Mesquita, 2005; Hudson y Majeska, 1999). Así pues, el nivel de análisis en el que nos moveremos no será individual ni grupal, sino social, ya sea nacional, regional o internacional. Por otra parte, los trabajos que se han centrado en analizar el estrato socio-económico de algunos autores de acciones terroristas (Sageman, 2004; Ehrlich y Liu, 2002) suelen padecer el sesgo de la muestra tan reducida que analizan (Enders, 2007: 860), lo cual hace difícil su generalización a distintos países y organizaciones terroristas (Drakos y Gofas, 2006: 76-77; Laqueur, 2003: 8), a pesar de que contribuyan a aumentar el conocimiento del terrorismo y a elaborar hipótesis de trabajo.

La estructura argumentativa que desarrollaremos empezará con el marco teórico que soporta la investigación sobre las causas del terrorismo. Una vez hecho lo anterior, procederemos a revisar los estudios empíricos-cuantitativos que se han realizado hasta el momento y cuya hipótesis de trabajo haya sido la existencia de alguna relación entre circunstancias macroeconómicas y el origen y/o evolución del terrorismo en una zona, país o región, durante un cierto periodo temporal. En tercer lugar, discutiremos sobre el método y los resultados de las investigaciones que hemos analizado, con unas propuestas de investigación.

II. Marco teórico sobre las causas del terrorismo.

El estudio del terrorismo tiene diversas ramificaciones, una de ellas es precisamente dilucidar qué es el terrorismo, cómo definirlo, cuáles son sus estrategias y sus tácticas, o cómo seleccionan los objetivos; otra es la investigación sobre las características y procesos de radicalización y, más recientemente, de desradicalización, de quienes dan vida al terrorismo, esto es, las organizaciones terroristas y los individuos que las componen, analizando fundamentalmente sus dinámicas individuales y grupales; otra rama de investigación es la que trata de dilucidar por qué ocurre el terrorismo, qué factores o circunstancias promueven, facilitan o aceleran el surgimiento del terrorismo; o, por poner un final abierto, están aquellas investigaciones que se centran en las consecuencias del terrorismo en distintos planos (individual, grupal, social, nacional e internacional) y en diversos ámbitos (político, económico, psicológico, religioso, etc.). El solapamiento entre estas ramas de investigación es frecuente, dada la naturaleza compleja (del latín complexus, lo que está tejido junto) del terrorismo, como también sucede en tantos otros fenómenos físicos, psicológicos y sociales.

El análisis de las causas del terrorismo se enmarca en aquellas investigaciones que pretenden dar alguna clase de explicación o comprensión a la pregunta de por qué nace el terrorismo. El terrorismo no surge en el vacío, sino que tiene un contexto y una historia, ya que es una consecuencia de un conflicto social, concretamente, es una forma violenta de responder a una situación conflictiva (Schmid, 2005b: 129; Franks, 2006). Afortunadamente, que el terrorismo presuponga un conflicto, no significa que todo conflicto vaya a escalar hacia conductas violentas, pues hay múltiples vías pacíficas y no-violentas de transformación de los conflictos (vías jurídicas, negociaciones, buenos oficios, mediaciones, manifestaciones o la desobediencia civil), y tampoco la respuesta violenta se reduce al terrorismo, ya que hay otras formas de violencia política (revueltas, guerra convencional y noconvencional, golpes de Estado, asesinatos políticos, genocidio, etc.).

La complejidad de los conflictos sociales hace que estas vías pacíficas y violentas puedan sustituir, anteceder o suceder al terrorismo, pero cuando el terrorismo ya ha surgido, normalmente concurre espacio-temporalmente con otras vías, tanto pacíficas como violentas, de afrontar el conflicto social, bien del propio entorno terrorista o bien de otros actores. Esto supone que aislar las actividades y las organizaciones terroristas de la amplia interacción de comportamientos y actores en los conflictos sociales, no contribuya a un mejor entendimiento del fenómeno terrorista (Schmid, 2005b: 132). Asimismo, se debe tener presente que el hecho de que el terrorismo hunda sus raíces en un conflicto social, no implica automáticamente que acabando con el terrorismo se resuelva el conflicto o la violencia política (Sinai, 2005: 216), porque pueden funcionar fórmulas que aborden solamente las causas superficiales del terrorismo, pero que se produzca un desplazamiento de la movilización social hacia otras vías de acción del amplio repertorio de conductas pacíficas y violentas, que permite la continuación del conflicto social hasta que éste no se resuelva por los actores implicados.

La literatura especializada en desarrollar conceptual y teóricamente el estudio de las causas del terrorismo, tomando la conceptualización hecha por Eckstein (1965: 140) para los conflictos armados internos, diferencia dos grandes niveles de causalidad complementarios: los precipitantes y las precondiciones. Los precipitantes son los eventos o sucesos concretos que inmediatamente preceden o disparan el comienzo específicamente del terrorismo (p. ej., provocaciones, masacres, aumento de la violencia interna, aumento de capacidades militares, aumento de la actividad en los santuarios de la organización, entrenamiento y reclutamiento especial, desaparición de personas clave, etc.) y las precondiciones establecen el marco o la base para el surgimiento del terrorismo a medio-largo plazo (Crenshaw, 1981: 381; Sirseloudi, 2004: 74; Schmid, 2005b: 132; Bjørgo, 2005: 3-4). Las precondiciones, a su vez, se subdividen en:

a) estructurales (causas originarias) que producen tensiones sociales o de otro tipo, que a largo plazo pueden generar, entre otras respuestas, campañas terroristas (p. ej., ausencia de democracia, libertades civiles, justicia social, experiencias históricas de violencia política, etc.); y

b) situacionales (causas próximas) que a medio plazo incrementan el riesgo concreto de que un actor propenso a la violencia se decante hacia la ejecución de acciones terroristas (p. ej., apoyo popular, expectativas de apoyo por la diáspora, éxito de grupos rivales, cobertura mediática, etc.). En estas precondiciones situacionales o próximas influyen factores que permiten o facilitan (desinhibidores) o bien que impiden o dificultan (inhibidores) la decisión de optar por una o varias conducta/s más o menos violenta/s (Sirseloudi, 2004: 74-86; Schmid, 2005b: 132-133; Bjørgo, 2005: 3-4).

Por otro lado, para un estudio completo de las causas del terrorismo, estos niveles de análisis se deben abordar en los distintos ámbitos en que se generan, tanto en el ámbito mundial/internacional, estatal/nacional, grupal e individual (Lia y Skjølberg, 2004: 8).

Este modelo causal del terrorismo presenta ciertos paralelismos con el modelo triangular de Galtung que esquematiza, en la teoría de la paz y los conflictos, las relaciones entre los tres tipos de violencia (situados en los vértices) que engloban el conjunto de violencias: la violencia directa, la violencia estructural y la violencia cultural. Para Galtung la violencia está presente cuando los seres humanos están siendo influenciados de tal modo que sus realizaciones somáticas y mentales estén por debajo de sus realizaciones potenciales (Galtung, 1969: 168).

El análisis tradicional de la violencia se ha centrado en la violencia directa o personal, esto es, aquella que se ejecuta directa y abiertamente contra las necesidades básicas (supervivencia, bienestar, identidad y libertad) del cuerpo y la mente del individuo, como matarlo, herirlo o amenazarlo, pero Galtung añadió otras dos categorías, a saber, la violencia estructural y la violencia cultural. La violencia estructural es indirecta, ya que es el propio sistema el que muestra una distribución desigual del poder y, por consiguiente, unas oportunidades de vida desiguales, a pesar de ser técnicamente posible un nivel superior de satisfacción de las necesidades básicas; en definitiva la violencia estructural sería equivalente a la injusticia social (Galtung, 1969: 171). El concepto de violencia cultural, para Galtung, integra aquellos aspectos de la cultura, la esfera simbólica de nuestra existencia, ejemplificada por la religión y la ideología, el lenguaje y el arte, la ciencia empírica y la ciencia formal (lógica, matemáticas), que pueden ser usados para justificar o legitimar la violencia directa o estructural (Galtung, 1990: 291). Los tres tipos de violencia están interrelacionados, pero se diferencian en relación al tiempo, ya que la violencia directa es un evento, la violencia estructural un proceso, y la violencia cultural es un “invariante”, en el sentido de que permanece estable durante largos periodos de tiempo, dada la lentitud con que se producen las transformaciones culturales (Galtung, 1990: 294).

Este concepto extenso de la violencia, para Galtung supone también una extensión del concepto de la paz (Galtung, 1969: 183; Galtung, 1990: 302), al requerir tanto la ausencia de violencia directa (paz negativa), como de violencia estructural (paz positiva o justicia social, en el sentido de una distribución igualitaria de poder y recursos); y de violencia cultural (paz cultural). Por tanto, la paz no es únicamente la evitación de la violencia directa, sino la construcción de un sistema social y cultural que promueva la paz y no la violencia, lo cual, además de relacionado con la teoría del conflicto, también está íntimamente conectado con la teoría del desarrollo (Galtung, 1969: 183).

Por lo que se refiere a la relación entre este modelo del conflicto y la paz de Galtung y el modelo conceptual de las causas del terrorismo, aparecen ciertos isomorfismos, ya que las precondiciones del modelo causal del terrorismo se corresponderían con el concepto de violencia cultural y estructural, según Galtung, y los precipitantes del modelo causal del terrorismo son identificables con el concepto de violencia directa de Galtung. Asimismo, los conceptos de prevención a corto plazo (precipitantes), prevención a medio plazo (precondiciones situacionales o próximas) y prevención a largo plazo (precondiciones estructurales) en el modelo causal del terrorismo, son análogos a los de paz negativa, paz estructural y paz cultural en el modelo de Galtung. Por tanto, conforme las políticas de prevención aborden un mayor sector del espectro causal del terrorismo y, en general, de los conflictos violentos, hasta sus raíces más profundas, teóricamente se estará construyendo una paz holística, más profunda y estable.

No obstante, antes de planificar y decidir la intervención preventiva sobre el mayor número posible de factores condicionantes o causales del terrorismo, se deben identificar tales factores y cómo se relacionan con el terrorismo, es decir, si son inhibidores o facilitadores de dicho fenómeno. En la literatura especializada existen diversas monografías (v. gr., Bjørgo, 2005; Horgan, 2005; Lia y Skjølberg, 2004; Reich, 1992) dedicadas a compendiar los avances en las investigaciones sobre las causas del terrorismo, desde el nivel individual al mundial, analizando tanto las precondiciones como los precipitantes, que también abordan, como no podía ser de otra forma, las lagunas, problemas y sesgos que aún no se han superado en la comprensión de la etiología del terrorismo.

En este artículo, como ya dijimos, nos vamos a centrar en analizar la influencia, si es que la tuviera, de factores socio-económicos en el surgimiento del terrorismo, en el nivel estatal o internacional. Para ello, a continuación revisaremos los estudios empíricos que se han hecho hasta el momento, para pasar luego a discutir sus resultados y su metodología.

III. Revisión de los estudios empíricos-cuantitativos.

El criterio que hemos seguido para seleccionar los estudios que seguidamente vamos a revisar, ha sido que el estudio en cuestión sea de tipo cuantitativo, es decir, que relacione variables numéricas, de modo que, por un lado, utilice como variables independientes indicadores o magnitudes socio-económicas de ámbito estatal o internacional, y, por otro lado, que la variable dependiente sea alguna magnitud o indicador de la actividad terrorista, no de otras formas de violencia política (p. ej., conflictos armados [v. gr., Akdede, Hwang y Can, 2008]) con las que puede concurrir el terrorismo, pero cuyos resultados tendrían un escaso poder explicativo del terrorismo específicamente.

El orden de exposición de los estudios seleccionados se dividirá en dos apartados, según el ámbito geográfico abarcado, de modo que en primer lugar recogeremos las investigaciones cuyo ámbito de estudio sea internacional/global, y, en segundo lugar, expondremos los de ámbito regional (un grupo de países) o estatal (un solo país). A su vez, en cada uno de esos apartados el orden de exposición será cronológico, del más antiguo al más reciente, según la fecha de publicación de cada trabajo.

1. Estudios de ámbito global.

En 2003 se publicó el estudio de Krueger y Malečková (2003: 137-141), que tomó como variable dependiente el número de incidentes terroristas internacionales significativos cometidos por los ciudadanos de cada país, registrados en la lista anual del U. S. Department of State, entre el período 1977-2002. La variable independiente seleccionada fue el Producto Interior Bruto per cápita (PIBpc) de cada uno de los países de origen de los autores de incidentes significativos de terrorismo internacional. Este método, como mencionan los propios autores del estudio, tiene imperfecciones, de un lado, porque cada incidente se multiplicaba por el número de partícipes en el mismo, y de otro lado, en que la identidad o el país de origen de los autores de los incidentes no era conocido en todos los casos. El resultado del estudio fue que existía una correlación negativa entre el PIBpc de cada país y el número de incidentes de terrorismo internacional cometidos por nacionales de ese país. No obstante, cuando el nivel de libertades civiles de ese país (tomado de la organización Freedom House) se añadía al PIBpc y se analizaba la influencia conjunta en el número de incidentes de terrorismo internacional cometidos por sus nacionales, el nivel de renta per cápita es estadísticamente insignificante o muy débil, y no hay diferencia en el número de terroristas internacionales provenientes de países ricos o pobres. En cada nivel de renta per cápita, los países con más libertades civiles es menos probable que se conviertan en “exportadores” de terroristas internacionales.

Curiosamente, el nivel de libertades políticas (en esta categoría, Freedom House incluye la elecciones, el pluralismo político y el funcionamiento del gobierno) de cada país no tiene tanta importancia como las libertades civiles (entendidas por Freedom House como las libertades de expresión, conciencia y asociación, el imperio de la ley, y los derechos individuales y de autonomía personal) como predictor del número de incidentes de terrorismo internacional en los que participarán sus nacionales. La conclusión para Krueger y Malečková es que es la ausencia de libertades civiles de un país la que está relacionada con una mayor participación de sus ciudadanos en incidentes de terrorismo internacional, y que una baja renta per cápita no tiene una conexión directa con la “exportación” de terroristas internacionales (Krueger y Malečková, 2003: 141).

En ese mismo año también, Krueger y Laitin (2003) analizaron la relación entre circunstancias económicas y el terrorismo transnacional. Para ello, tomaron como variable dependiente el número de incidentes terroristas de carácter transnacional que tuvieron lugar entre 1981-2002, según el U. S. Department of State, y para los atentados suicidas se utilizó complementariamente los datos proporcionados por Pape (2003) y los del International Policy Institute for Counter-Terrorism, en el Interdisciplinary Center of Herzliya (Israel). La información que se utilizó de cada uno de los incidentes fue el país de origen de los autores, país objetivo, país donde ocurrió el atentado, en su caso el nombre de la organización terrorista, si era un atentado suicida o no, y si estuvieron implicadas múltiples personas. Curiosamente, en el 44% de los supuestos incidentes terroristas “transnacionales” la nacionalidad del autor, del objetivo primario y el lugar del incidente eran el mismo, es decir, no había elemento internacional, lo cual, explican los autores de este estudio, se debe a que la base de datos del U. S. Department of State codifica los atentados perpetrados por las organizaciones palestinas y cachemires, como ocurridos y originados en el mismo país, Israel e India, respectivamente (Krueger y Laitin, 2003: 12-13). Las variables independientes seleccionadas fueron el crecimiento del PIB, PIBpc, el índice de libertades civiles y derechos políticos (tomado de Freedom House), tasa de alfabetización, afiliación religiosa y superficie del territorio.

Los resultados principales de este estudio de Krueger y Laitin, fueron que los terroristas transnacionales provienen sobre todo de países con una baja tasa de crecimiento del PIB, inestabilidad política (tres o más cambios de régimen en los últimos tres años) y bajo nivel de democracia. Las víctimas del terrorismo transnacional suelen pertenecer a países con alta tasa de crecimiento del PIB, estabilidad política y más democráticas que la media mundial. En cuanto al lugar de ocurrencia, predominan los países de bajo crecimiento del PIB y bajo nivel democrático.

Los factores económicos no están relacionados con el número de terroristas que “exporta” cada país, mientras que sí lo está (negativamente) el nivel de libertades civiles y derechos políticos. En cuanto a los países objetivo, aquellos con un alto PIBpc padecen más el terrorismo transnacional, mientras que si tienen un bajo nivel de derechos políticos es menos probable que se conviertan en objetivos del terrorismo transnacional.

La conclusión de Krueger y Laitin es que a nivel de cada país, las fuentes del terrorismo transnacional tienen más que ver con la represión política que con circunstancias económicas, siendo los países objetivo, predominantemente, de un nivel económico superior a la media para, en palabras de los autores del estudio, “aterrorizar al rico”, dando a los incidentes transnacionales el carácter de guerra económica (Krueger y Laitin, 2003: 22-23).

El estudio de Blomberg, Hess y Weerapana se publicó en 2004, y emplea como indicador de la actividad de terrorista el número de incidentes internacionales registrados en la base de datos ITERATE (Mickolus, Sandler, Murdock y Flemming, 1993) (2), ocurridos entre 1968-1991, en 127 países. No obstante, la variable dependiente que utilizan los autores de este estudio no es el número de incidentes ocurridos en cada país, sino que la transforman en una variable binaria (0, 1), de modo que la variable dependiente sólo refleja la presencia o ausencia en cada país de, al menos, un atentado de terrorismo internacional. La variable independiente es la tasa de crecimiento (expansión) o decrecimiento (contracción) del PIB real per cápita, a partir de los datos económicos obtenidos de Summers y Heston (1991), que están calculados según las tasas de cambio de paridad de poder adquisitivo (PPA). Los resultados principales de este estudio son que (Blomberg, Hess y Weerapana, 2004: 474-477):
1. los países con un nivel alto de renta tienen episodios más persistentes (más duración y frecuencia) de terrorismo internacional que los países con un nivel de renta bajo;
2. los países democráticos se ven más afectados por el terrorismo internacional que los no-democráticos;
3. el terrorismo internacional persiste más en los países con una renta per cápita alta cuando están en fase de contracción económica que cuando están en fase de expansión, lo cual no sucede en los países con una renta per cápita baja;
4. el terrorismo internacional afecta con más frecuencia y duración a países democráticos en expansión que a países no-democráticos en ciclo de contracción;
5. en general, si el país no ha sufrido atentados terroristas internacionales, es igualmente probable (19%) que sucedan los mismos, tanto si está en fase expansiva como en recesión;
6. en países democráticos el terrorismo persiste más en ciclos de recesión que en ciclos expansivos, lo cual no sucede en países nodemocráticos;
7. en los países democráticos con una renta per cápita alta, las fases de recesión hacen más probable que se pase de una ausencia de terrorismo internacional a una presencia del mismo.

El trabajo de Abadie, del año 2004, utiliza como variable dependiente un índice de riesgo terrorista en cada país (Global Terrorism Index), para el periodo 2003-2004, elaborado por una agencia internacional de evaluación de riesgos (World Markets Research Center), que utilizan los inversores internacionales para tomar sus decisiones, en vez del número de víctimas o el número de incidentes terroristas de un país. Las variables independientes son económicas, con el PIBpc, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el coeficiente Gini (3); políticas, tomando el índice de derechos políticos (no el de libertades civiles) elaborado por Freedom House; ideológicas, tomando el índice de fraccionamiento lingüístico, étnico o religioso elaborado por Alesina et al.; y geográficos, como superficie, elevación media, proporción de áreas con clima tropical y la porción de terreno alejada del mar. Los resultados son que el PIBpc y el índice de riesgo de terrorismo mantienen una significativa relación negativa, de modo que un incremento de un 1% en el PIBpc reduce un 17% el índice de riesgo de terrorismo. No obstante, el PIBpc, el IDH o el coeficiente Gini de un país no son significativos para su índice de riesgo terrorista, cuando se toma en consideración el grado de libertad política del país, los índices de fraccionamiento o las medidas de tipo geográfico. Esta variable independiente del grado de libertad política no mantiene una relación monotónica o lineal, de forma que los países con niveles intermedios de libertad política, quizá porque están en transición, son más propensos al terrorismo que aquellos con altos niveles de libertad política o con regímenes altamente autoritarios.

El trabajo de Li y Schaub, publicado en 2004, pretende comprobar la hipótesis de si la globalización económica incrementa dentro de cada país la actividad del terrorismo internacional o no. Para ello, los autores seleccionaron una muestra de 112 países, analizando su evolución entre 1975-1997. La variable dependiente fue el número de incidentes terroristas internacionales ocurridos en un país al año, extraídos de la base de datos ITERATE. Las variables independientes seleccionadas para comprobar las hipótesis de este trabajo, fueron cinco: el porcentaje de importaciones y exportaciones respecto del PIB (comercio), el porcentaje de flujos de entrada y salida de inversiones respecto del PIB (inversión extranjera), porcentaje de flujos en acciones y bonos del país con respecto al PIB (cartera), PIB per cápita PPA (desarrollo económico), y PIB per cápita PPA de los ocho principales destinos de las exportaciones de cada país (desarrollo de los socios comerciales).

Los datos de las variables independientes fueron extraídos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Los resultados de este estudio fueron que los ratios de comercio internacional, de inversión extranjera, y de transmisión de acciones y bonos, no tienen una relación positiva con el terrorismo internacional, y de hecho el ratio de inversión extranjera tiene una relación negativa con respecto al terrorismo internacional. Asimismo, el PIBpc del propio país y el de los principales destinos de sus exportaciones, tienen también una correlación negativa con el terrorismo internacional que sufre cada país dentro de sus fronteras. Los autores del estudio también midieron la influencia que podría tener la desigual distribución de la renta nacional, para lo cual aplicaron el coeficiente Gini a los datos de las variables independientes analizadas, permaneciendo las relaciones con el mismo signo. La correlación entre el coeficiente Gini y el terrorismo internacional en este estudio, como era de esperar, es positivo (Li y Schaub, 2004: 248, 251).

Las estimaciones que se hacen en este estudio de Li y Schaub (2004: 248, 251) son que el incremento del PIBpc en un 1%, reduce el número esperado de atentados de terroristas internacionales en un 19,3%. Además, un incremento del 1% en el PIBpc de los ocho principales países de destino de las exportaciones de un país, reduce en un 45,7% el número esperado de atentados de terroristas internacionales en ese país. En cuanto al coeficiente Gini, cada aumento de 1 punto en la escala de 0-100, aumenta un 2% el número de incidentes de terrorismo internacional que sufre un país.

El estudio de Li y Schaub (2004), fue puesto en cuestión por Blomberg y Hess en 2005, porque no se diferenciaba entre los efectos de la globalización en el terrorismo transnacional desde la perspectiva del país de origen de los autores del terrorismo y el país de destino del ataque. Por ello, Blomberg y Hess diferenciaron las características económicas y políticas del país de origen y el país objetivo de las acciones de terrorismo transnacional. Los datos para la variable dependiente los obtuvieron de la base de datos ITERATE, y construyeron tres indicadores bilaterales del terrorismo: a) el número de ataques en un país que provienen de grupos instalados en cada uno de los restantes países (geográfico); b) número de incidentes sufridos por nacionales de un país por nacionales de cada uno de los restantes países (nacional); y c) número de víctimas de cada nacionalidad en incidentes terroristas transnacionales (victimológico). Las variables independientes son el PIB, PIBpc, distancia entre países, idioma común (binaria: 0,1), superficie de cada país, índice de fraccionamiento religioso, índice de democratización y la globalización medida como la proporción de comercio exterior con relación al PIB y con un índice de integración como el comercio o la participación en la Organización Mundial del Comercio.

Los principales resultados de Blomberg y Hess (2005) fueron que los países más ricos sufren más terrorismo transnacional que el que causan “sus” grupos terroristas en otros países, de modo que el incremento en un 1% el PIB del país de origen, debería reducir en un 2% los incidentes terroristas transnacionales, mientras que el aumento del PIB del país objetivo en un 1%, le supondría aumentar un 1% la “importación” de incidentes terroristas. La mayor distancia geográfica y lingüística entre los países de origen y destino de los atentados supone una reducción del terrorismo transnacional, es decir, que se trataría más de un fenómeno regional que global. En general, un alto nivel de renta, un mayor grado de democracia y mayor apertura económica, reducen la exportación de terrorismo, al mismo tiempo que esos mismos factores incrementan la probabilidad de ser un país objetivo del terrorismo transnacional.

En 2005, Schmid publicó un sencillo estudio sobre la relación causal entre pobreza y terrorismo, analizando para ello los datos de 70 países. La variable dependiente que utilizó Schmid fue un índice de terrorismo para cada país, que elaboró a partir de la severidad (número de víctimas), frecuencia (número de incidentes) y ámbito (número de grupos terroristas) del terrorismo en cada año. Las variables independientes utilizadas fueron el IDH y el índice bruto de violaciones de derechos humanos. El resultado fue que, mientras la correlación entre IDH y el índice de terrorismo fue bastante bajo, la correlación entre el índice de violación de los derechos humanos y el índice de terrorismo fue significativamente alto (Schmid, 2005a: 227-228).

En 2006, Blomberg y Hess publicaron un estudio en el que analizaban la relación entre las circunstancias económicas y el terrorismo transnacional. Para ello, tomaron los datos de incidentes terroristas transnacionales de la base de datos ITERATE (1968-2003) y de terrorismo interno de la RAND-St. Andrew's Chronology of International Terrorist Incidents (1998-2003), siendo la variable dependiente el número de incidentes ocurridos en cada país y el número de incidentes per cápita cada año, para medir la incidencia del terrorismo. Las variables independientes seleccionadas para este estudio fueron el PIB real; el PIB real pc; exportaciones más importaciones en relación al PIB; el nivel de democracia, a partir de la base de datos Polity IV y la Political Economy Database de Keefer, de tipo binario (0, 1) superando cierto nivel; fraccionamiento lingüístico y religioso; y la tasa de alfabetización.

Los resultados de este trabajo de Blomberg y Hess fueron que el terrorismo transnacional está asociado positivamente con los niveles de renta, democracia y apertura comercial. En el caso de los países con rentas altas, la apertura comercial tiene una relación negativa con el terrorismo transnacional, mientras que el nivel de democracia no tiene una relación estadísticamente significativa. Los países con rentas bajas, el PIBpc está negativamente relacionado con el terrorismo transnacional, mientras que el nivel de apertura comercial lo está positivamente. En definitiva, un mayor nivel de renta llevaría a más terrorismo transnacional en los países ricos, y a menos terrorismo en los países menos ricos. En el caso del terrorismo interno, se mantienen tales resultados, si bien el grado de apertura comercial deja de ser significativo y el nivel de renta tiene una relación negativa con el terrorismo tanto en países ricos como en aquellos menos ricos.

El trabajo de Burgoon, publicado en 2006, trata de analizar la relación entre la inversión en políticas de bienestar social y la incidencia del terrorismo. Para ello, selecciona tres variables dependientes:

a) el número de incidentes de terrorismo internacional que ha sufrido un país de la base de datos ITERATE (1968-2003);
b) el número total de incidentes terroristas (domésticos e internacionales) ocurridos en un país (1968-2003), tomados de la de la Terrorism Knowledge Base (TKB) de la Rand Corporation y del National Memorial Institute for the Prevention of Terrorism (MIPT), si bien esta base de datos sólo ha registrado los incidentes domésticos a partir de 1997;
c) la nacionalidad de los participantes en incidentes terroristas internacionales, según la cronología de incidentes significativos del U. S. Department of State (1996-2001).
Las variables independientes seleccionadas para este estudio fueron:
a) porcentaje de gasto público con respecto al PIB;
b) porcentaje de las transferencias de la seguridad social y pensiones, con respecto al PIB;
c) porcentaje del gasto social (sanidad, educación, etc.) con respecto al PIB.

El resultado fue que el gasto en bienestar social correlaciona negativa y significativamente con todas las variables dependientes. Las estimaciones que se hacen en este estudio (Burgoon, 2006: 191-193) son que incrementar un 1% el porcentaje de gasto en bienestar social respecto del PIB, rebaja un 21% el número de incidentes en los que participa un nacional de dicho país en el periodo analizado (1996-2001), un 4,5% el número de incidentes internacionales en ese país, y un 10,1% el número total de incidentes (internacionales y domésticos).

El estudio de Drakos y Gofas, publicado en 2006, analiza una muestra de 153 países. La variable dependiente es el número de incidentes terroristas internacionales que se han registrado en cada país entre 1985-1998 (extraídos de la TKB/MIPT). Las variables independientes analizadas son de distintos tipos: políticas (índice del proyecto Polity IV), económicas (apertura comercial, tasa de crecimiento del PIB, índice de esperanza de vida), sociales (índice de minorías en riesgo), escasez de recursos (densidad de población), educación (índice de matriculación en secundaria) y conflictividad inter-estatal (índice de disputas internacionales). Los resultados demostraron una correlación positiva con el índice de disputas internacionales y con la densidad de población, y negativa con el grado de apertura comercial internacional (Drakos y Gofas, 2006: 90-91).

En 2006 se publicó el estudio de Piazza, que utiliza como variable dependiente el número de incidentes y de muertos en atentados terroristas internacionales registrados en la cronología de incidentes terroristas significativos del U. S. Department of State, entre el período 1986-2002. Las variables independientes seleccionadas para este estudio son de distintos tipos: socio-económicas, como el IDH, PIBpc, coeficiente Gini, tasa de crecimiento PIB, tasa de desempleo, calorías per cápita y la inflación; políticas, como el número de partidos y el nivel de represión (tomados de Freedom House); y demográficas, como la población total, la tasa de crecimiento poblacional y la diversidad étnica. Los resultados del estudio son que ninguna variable económica explica ni las acciones terroristas ni las víctimas por terrorismo, pero que una mayor diversidad étnica, población y número de partidos correlacionan positivamente con el número de incidentes de terrorismo internacional, concluyendo que en sociedades muy estratificadas el bipartidismo es un factor de estabilidad social (Piazza, 2006: 170-171).
El estudio de Kurrild-Klitgaard, Justesen y Klemmensen, publicado en 2006, analizó la relación entre variables políticas y económicas y el terrorismo transnacional. La variable independiente es la presencia o ausencia (binaria: 0, 1) en un país de acciones de terrorismo transnacional (destino) o de terroristas de su nacionalidad en tales incidentes (origen), utilizando la base de datos ITERATE (1968-2003). Las variables independientes son la libertad económica (tomada del Economic Freedom of the World Index), desagregada en cinco componentes (intervención estatal en la economía, protección de la propiedad privada, políticas monetarias, libertad de comercio internacional, y regulación estatal del trabajo, los mercados de crédito y negocios privados); las libertades civiles y derechos políticos (Freedom House). El periodo analizado es de 1996 a 2002.

Los resultados de Kurrild-Klitgaard, Justesen y Klemmensen, fueron que la libertad económica no tiene ninguna relación estadísticamente significativa con convertirse en objetivo de ataques de terrorismo transnacional, mientras que el nivel democrático del país tiene una relación negativa con la variable dependiente.

Excluidas las variables de libertad económica y con variables de control, los resultados indican una correlación negativa no lineal entre democracia y terrorismo transnacional, de modo que los países con niveles democráticos intermedios (tal vez, en transición a la democracia) tienen más probabilidad de sufrir el terrorismo transnacional que los que son más puramente democráticos o autocráticos. Además, un mayor nivel de protección de las libertades civiles correlaciona negativamente con la incidencia del terrorismo transnacional. En cuanto a los países de origen de los terroristas, la única variable significativa es el nivel de democracia que correlaciona negativamente con la generación de terroristas transnacionales, siendo menos significativo el índice de derechos políticos cuando se introducen variables de control. Por otro lado, el nivel de comercio internacional de un país correlaciona negativamente tanto en la probabilidad de ser objetivo del terrorismo transnacional como de “exportar” terrorismo.

En 2007 Piazza publicó otro estudio, utilizando también el número de incidentes terroristas internacionales de la TKB/MIPT, pero esta vez cubriendo el periodo entre 1972-2007. Las variables independientes seleccionadas fueron:

a) población  mundial pobre, según el PNUD;
b) el ratio de diferencia anual de PIB entre los países de altos ingresos con los de bajos ingresos.
El resultado de la investigación fue que no hay relación significativa entre la pobreza o la desigualdad de PIB y el número anualizado de incidentes terroristas. No obstante, eliminados los incidentes terroristas internacionales derivados de la guerra de Irak (2003-2006), por considerarlos un valor atípico (outlier), el estudio reflejaba una significativa relación positiva entre los incidentes terroristas transnacionales y el porcentaje de personas pobres en el mundo.

2. Estudios de ámbito regional o estatal.

El análisis de Testas (2004), se centra en estudiar 37 países musulmanes, utilizando como variable dependiente las medias anualizadas de incidentes de terrorismo internacional por cada país, extraídas de la base de datos ITERATE, para el periodo 1968-1991. Las variables independientes seleccionadas están referidas al nivel educativo (tasa de estudiantes universitarios), nivel económico (PIBpc y tasa de crecimiento) y nivel de represión política (índice tomado de Freedom House) de los países objeto de estudio. Los resultados son que:
1. la educación tiene una significativa y positiva relación con el terrorismo internacional;
2. la represión política tiene una relación negativa y altamente significativa con la variable dependiente, pero es una relación no-lineal, de modo que la represión política inicialmente reduce la incidencia del terrorismo internacional, hasta que pasado un determinado nivel de represión lo incrementa;
3. la tasa de crecimiento del PIB no tiene ninguna relación con el número de incidentes de terrorismo internacional sufridos; y
4. la variable PIBpc tiene una relación negativa, pero significativamente débil, con el número de incidentes de terrorismo internacional, salvo cuando se trata de un contexto de guerra civil en que dicha relación se vuelve estadísticamente significativa.

El trabajo de Feldmann y Perälä (2004), centra geográficamente su análisis en 17 países latinoamericanos, y temporalmente en el periodo 1980-1995. La variable dependiente fueron los incidentes terroristas, extraídos de ITERATE. Las variables independiente fueron de naturaleza económica (desempleo, tasa de crecimiento del PIB e inflación), desigualdad social (coeficiente Gini) y política, como la represión gubernamental (medida según la Purdue Political Terror Scale), los derechos políticos (Freedom House) y el número de años que la actividad terrorista ha estado presente en el pasado. Los resultados de la investigación fueron que tres de las variables independientes correlacionaron significativamente con el terrorismo, como fueron el nivel de violación de los derechos humanos (negativamente), el nivel de libertades civiles y políticas (positivamente), y el número de años en que la actividad terrorista ha estado presente en el pasado (positivamente). No se encontraron correlaciones estadísticamente significativas con variables independientes económicas, ni con el grado de desigualdad social (Feldmann y Perälä, 2004: 116-124).

El estudio de Santos y Mendes (2006) tiene como ámbito geográfico el continente euroasiático, comprendiendo Europa occidental, Europa del este, Oriente Medio-Golfo Pérsico, Asia del Sur, más Marruecos, Túnez, Argelia, Libia y Egipto; un total de 85 países. La variable dependiente seleccionada fue el número de incidentes de terrorismo internacional e interno que se registraron en cada país, en el periodo 1997-2004, utilizando para ello la TKB/MIPT. La muestra de países seleccionada representaba el 76,9% de todos los incidentes terroristas del mundo registrados en la TKB/MIPT durante ese periodo temporal entre 1997-2004. Las variables independientes a estudiar fueron el porcentaje de población musulmana; el pluralismo político, la existencia o ausencia de grandes reservas minerales o energéticas, y la posición geográfica relevante (siguiendo a Brzezinski [2004, 2001 y 1997]), éstas codificadas en modo binario (1, 0); el IDH; el grado de apertura comercial; la tasa de alfabetización; el número de organizaciones internacionales a las que pertenece un país; el número de embajadas; el número de grupos étnicos; y la tasa de emigración de cada país.

Los resultados de este análisis fueron que el pluralismo político del régimen, la apertura comercial y el IDH bajos explican el 22% de la variación en el número de atentados terroristas en cada país en el periodo estudiado. El IDH tiende a ser no significativo cuando otras variables se incluyen en la regresión. En un segundo modelo, el estudio tomó una submuestra de 60 países, que excluía a los países de la UE ampliada, y se sustituyeron utilizando, en vez del IDH la tasa de alfabetización, y en lugar de la pertenencia a organizaciones internacionales el número de embajadas.

El resultado de este submodelo fue que el bajo pluralismo político, la baja tasa de alfabetización, la presencia de grandes reservas minerales y el alto porcentaje de grupos étnicos, explican el 33% de la variación en el número de incidentes terroristas en el periodo 1997-2004. Asimismo, los autores concluyeron que el porcentaje de población musulmana no es significativo en ninguna hipótesis (Santos y Mendes, 2006: 336).

El trabajo de Feridun y Sezgin (2008), delimita el ámbito geográfico de estudio al sureste de Turquía. Los datos de la variable dependiente son elaborados ad hoc a partir de la información procedente de la TKB, de la cronología anual de incidentes significativos del U. S. Department of State, y de un artículo científico sobre el terrorismo en Turquía, conteniendo esta muestra datos para el período entre 1987 y 2001. La variable dependiente se divide mensualmente y se le asigna un código binario (1, 0), según si ha habido algún atentado o no en cada mes. La variable independiente es el PIB de la región del sureste de Turquía estudiada, dividido por sectores. El resultado de este estudio fue que el PIB total, y en especial el del sector agrícola y el del sector público, son variables explicativas significativas de la presencia o ausencia de terrorismo en la región sureste de Turquía (Feridun y Sezgin, 2008: 228-229).

IV. Discusión.

Los resultados de los estudios globales y regionales que hemos recopilado aquí son variados, pero quizá se podría sostener que la generación de terroristas en un país depende más del grado de libertades y respeto a los derechos humanos en ese país que del nivel de renta nacional, de la desigualdad social o del grado de desarrollo humano. En efecto, también parece haber evidencia empírica de que los países con regímenes altamente represivos presentan menos incidencia del terrorismo subestatal, pero, con independencia de las observaciones que haremos más adelante, este resultado sería a costa de convertirse el propio Estado en el autor del terrorismo. No obstante, todo esto no significaría que los países democráticos y con un alto nivel de renta estén a salvo del terrorismo, puesto que ello les convierte en un objetivo probable del terrorismo transnacional. La solución a esa amenaza del terrorismo transnacional no parece venir de un mayor aislamiento con respecto a los países “exportadores” de terrorismo, sino más bien al contrario.

Los factores económicos, por tanto, se podrían considerar más bien precondiciones estructurales del terrorismo, que precondiciones situacionales de dicho fenómeno. En cualquier caso, estos resultados provisionales no deslegitiman la lucha contra las injusticias socio-económicas (violencia estructural) que son, en sí mismas y con sobrada justificación (paz positiva), un objetivo de toda sociedad.

Por otra parte, los análisis cuantitativos del terrorismo requieren solucionar, con carácter previo a una mayor profundización, una serie de cuestiones metodológicas que nos obligan, mientras no sean solucionadas, a aceptar con reservas sus resultados.

En primer lugar, destaca el problema conceptual de la propia definición del terrorismo, que plantea importantes y controvertidos debates sobre la clasificación o no de muchos fenómenos como terroristas, y que en otro trabajo hemos tratado en extenso (Carrasco, 2009). Este problema, lejos de ser meramente academicista, distorsiona los resultados de los estudios cuantitativos del terrorismo, puesto que las diferentes bases de datos emplean criterios y definiciones del terrorismo distintas, con lo que el elenco de incidentes terroristas, su tipología y el cómputo de víctimas, varía sensiblemente, como han demostrado Schmid (2004: 51-56) o Enders (2007: 824-831). De hecho, los datos proporcionados por el U. S. Department of State han sido bastante cuestionados en lo referido a su precisión, completitud y también respecto a su utilización para fines de política exterior con respecto a ciertos países, según fueran aliados o enemigos de EE. UU., como por ejemplo Pakistán o Cuba, con independencia de la situación real del terrorismo en dichos países (Krueger y Laitin, 2004; Perl, 2004: 1-8).

En segundo lugar, está la cuestión de la ausencia de estudios cuantitativos sobre el terrorismo de Estado, dado que, precisamente por el problema conceptual que acabamos de mencionar, las bases de datos sólo registran casos de terrorismo subestatal o no-gubernamental. Lo más parecido a una medida del terrorismo de Estado serían los índices que elabora Freedom House o la Political Terror Scale, pero en ambos casos se mide el nivel de represión gubernamental o de violación de los derechos humanos en un país, lo cual no es análogo ni sinónimo de terrorismo de Estado. En algunos estudios (Kisangani y Nafziger, 2007; Bae y Ott, 2008) se ha tratado de explicar las causas económicas de los asesinatos en masa por parte de los gobiernos (“democidios”), pero en tales conceptos caben fenómenos no específicos de terrorismo, como los conflictos armados internos o los genocidios.

En tercer lugar, a las anteriores objeciones se debe añadir el hecho de que la mayoría de los estudios cuantitativos han analizado la incidencia en cada país del terrorismo transnacional, no del interno, puesto que las bases de datos con series temporales más antiguas (ITERATE y la del U. S. Department of State) sólo se centraban en incidentes transnacionales o “significativos”, porque eran aquellos que afectaban a intereses estadounidenses en el exterior y también eran los únicos de los que la prensa se hacía eco, y permitía construir una base de datos global usando fuentes abiertas. Sin embargo, analizando la TKB/MIPT, que es la única que desde 1997 se ha dedicado a registrar también incidentes de terrorismo interno, se comprueba que los casos de terrorismo transnacional no superan ningún año el 15% del total anual de incidentes registrados, internos y transnacionales (Enders, 2007: 831-832; Schmid, 2004: 58-59; Abadie, 2004: 1-2). Así pues, los resultados de los análisis que utilizan el terrorismo transnacional como muestra, no pueden extenderse al terrorismo interno, entre otros motivos porque la política de selección de objetivos de las organizaciones terroristas transnacionales no tiene por qué estar relacionada con la etiología de dichas organizaciones.

En cuarto lugar, relacionado con lo anterior, las bases de datos se alimentan de fuentes abiertas para obtener información de cada país, y la información publicada por los medios de comunicación, por un lado, proviene a su vez de fuentes gubernamentales y, por otro, se rige por el impacto de la noticia, no por sí misma, sino en relación a los acontecimientos que estén sucediendo en el resto del mundo, con lo que es muy fácil que gran cantidad de incidentes queden sepultados en favor de otros que acaparan el interés de las sociedades occidentales del norte (Enders, 2007: 831-832; Schmid, 2004: 56-57; Abadie, 2004: 1-2).

En quinto lugar, al alimentarse las bases de datos de fuentes abiertas, las mismas dependen del grado de libertad de prensa existente en cada país, lo cual no sólo presenta riesgo de manipulación por parte de regímenes totalitarios al incluir como terroristas otra clase de violencia política o incluso actividades legítimas, sino que también puede producir un sesgo en cuanto que los Estados sin libertades de información o prensa censuran información sobre los incidentes reales producidos, provocando así una sobrerrepresentación de los incidentes de los países donde sí rige la libertad de información y de prensa (Drakos y Gofas, 2006: 78; Drakos, 2006; Li y Schaub, 2004: 239; Schmid, 2004: 57). Así pues, la “cifra negra”, es decir, la cantidad de acciones que aún habiendo ocurrido no quedan registradas porque no llegan a conocerse (García-Pablos, 1999: 245-250), de las bases de datos globales sobre terrorismo es presumiblemente alta.

Por último, se debe resolver la cuestión de cómo se mide el terrorismo transnacional, es decir, si se toma como referencia el lugar donde se produce el atentado, donde radica la base de la organización, la nacionalidad de los autores o la nacionalidad de los intereses atacados. Si tomamos como referencia sólo el lugar donde se producen los incidentes o la nacionalidad de los intereses atacados, esto nos dará un indicador de la política de selección de objetivos de las organizaciones terroristas, pero no de su etiología. En cambio, si tomamos como referencia el país donde radica la base de la organización terrorista, nos encontramos con el problema de organizaciones como Al-Qaeda con bases o “delegaciones” en múltiples países, con lo que habríamos de detallar aún más los datos y elegir, primero, entre codificar una sola organización o tantas como nodos tenga repartidos por el mundo, y, en el primer caso, si imputaremos su residencia al país donde radique su núcleo central, el mayor número de miembros o donde esté más activa. En cuanto a la posibilidad de tomar como referencia el país de la nacionalidad de los autores de cada atentado, nos encontramos con el problema de que hay atentados de los que no se conoce el grupo responsable, bien porque no hay reivindicación o porque hay varios que lo reivindican; también es habitual que se desconozca la nacionalidad de los implicados o que sea falsa; y también cabe que se provoque cierta distorsión al multiplicar cada incidente por el número de implicados, de modo que parezca que hay más incidentes, cuando lo único que ha sucedido es que en cada incidente han participado más terroristas. Para el caso tanto de terrorismo transnacional como del interno, algunos han optado por medir la presencia de grupos terroristas en el país, en lugar de los incidentes (Eubank y Weinberg, 1994), pero esto, como apuntó Sandler (1995), impide medir la intensidad del terrorismo y tampoco permite saber dónde se desarrolla.

V. Conclusiones.

La revisión de los análisis cuantitativos que se han hecho hasta ahora para comprobar la relación que hay entre las condiciones socio-económicas de un país y el terrorismo, no son concluyentes. Los estudios sólo permitirían afirmar, con reservas, que la generación de terroristas transnacionales de tipo subestatal, depende más del grado de libertades y respeto a los derechos humanos en su país de origen que del nivel de renta nacional, de la desigualdad social o del grado desarrollo humano. Las reservas surgen de ciertos problemas metodológicos que encontramos en los estudios sobre esta cuestión, debido a las limitaciones de las bases de datos sobre terrorismo.

Estas limitaciones de las bases de datos sobre terrorismo deberían ser superadas, para lo cual, en vez de construirse centralizadamente, se deberían constituir centros nacionales con los respectivos especialistas en terrorismo en los que, siguiendo criterios uniformes, se registrara la información sobre incidentes terroristas de cada país, ya que a los centros nacionales es más difícil que les pase desapercibido un incidente terrorista, podrían acceder a más detalles de los incidentes, también podrían hacer un seguimiento de cada caso que refleje el desarrollo de las investigaciones, y se obtendrían datos tanto de terrorismo interno como transnacional. Además, estas bases de datos nacionales tendrían la ventaja de que los colaboradores en los centros nacionales conocen mucho mejor la realidad social, pudiendo interpretar más ajustadamente los datos a la hora de clasificar los incidentes. Una vez hecho esto, sólo habría que compartir la información y

volcarla a una base de datos única y global. Por supuesto, para esto es necesario primero consensuar una definición del terrorismo y los correspondientes estándares, ¿podrán los especialistas ponerse de acuerdo para lograr este significativo avance en la comprensión del terrorismo?

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Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2010, núm. 12-03
Pedro Carrasco Jiménez
Doctor en Derecho. Abogado