El País, 17.V: Médicus Mundi pide se combata la prostitución, mientras CCOO propone que se legalice. El PSOE pide a la selección de fútbol que condene la prostitución en el Mundial.
El Mundo, 20.V: presidente de la FIFA reconoce que el Parlamento de Europa, el Consejo de Europa y el Parlamento de Suecia le han rogado un posicionamiento público sobre los “híper del sexo”. En este contexto, recogemos el siguiente testimonio.
Una ex prostituta, Linda Watson, conversa, se encontró personalmente con Juan Pablo II para pedirle que rezase por ella y por su trabajo a favor de otras mujeres que quieren abandonar el comercio sexual.
Cuando Linda Watson se encontró con el Santo Padre se acordó del relato del Evangelio sobre la mujer de mala reputación que encontró a Cristo. «No podía creer que estuviera realmente frente a él», reconoció Watson a Zenit tras la audiencia con el Papa. «Ha sido verdaderamente extraordinario», declaró. «Empecé a decir en polaco, mi segunda lengua, “¡Padre Santo mío!”. ¡La experiencia ha sido entusiasmante, pero a la vez de gran humildad!»
Linda Watson pudo dejar las calles después de 20 años para convertirse y, con ayuda de su arzobispo, levantar casas para mujeres deseosas de salir de ese tipo de vida.
Se cuenta entre las principales promotoras de la campaña contra la legalización de la prostitución en su país, Australia, y fue elegida en 2003 en la nación como «la mujer más inspiradora del año». La propia Watson relata su implicación en las redes de la prostitución: «Tuve una vida difícil como madre soltera con tres hijos, cada uno de los cuales no tenía más que el suelo para dormir. Así que, cuando una mujer de apariencia pudiente me tocó en el hombro en el salón de té de mi humilde oficina y me dijo que podía ganar 2.000 dólares a la semana, me vi muy tentada».
La mujer en cuestión intentaba convencerla haciéndole ver la posibilidad de limitarse a una prueba de dos meses. «Nadie lo sabría y después podría dejarlo», le aseguró. En poco tiempo Watson se dio cuenta de la verdad, pero ya era demasiado tarde: «Tan pronto como empiezas, pierdes tu dignidad. Estás vendida. Mi primer cliente era directivo de alto nivel de los medios e inmediatamente fue como si hubiera sido vendida como un trozo de carne a todos sus millonarios».
En seguida, la situación pasó a estar «fuera de control». El dinero y la manipulación «eran un tipo de red de seguridad que te ponen alrededor y si intentas dejarlo para empezar una nueva vida no tienes dónde ir para recuperar el respeto y reconstruir una vida».
Dejarlo parecía imposible hasta que «invoqué a Dios en su corazón por pura desesperación. Fue el día en que murió la princesa Diana de Gales. Por primera vez me di cuenta verdaderamente de que la riqueza y el poder no eran la respuesta a todo. Ciertamente, a ella no le habían salvado la vida».
Linda decidió buscar trabajo, pero nadie la contrataba. Entonces sintió que Dios le había dado la misión de salvar a otras mujeres atrapadas, pero una vez más nadie se mostró dispuesto a ayudarla. «No sé cuántos me rechazaron, hasta que llegué a la puerta de la oficina del arzobispo católico. Él percibió mi visión de futuro».
Fr. Barry Hickey, arzobispo de Perth (Australia), relató a Zenit que antes de encontrar a Linda no sabía cómo desbaratar la industria del comercio sexual. «Sabía que enviar a un asistente social normal en el terreno no llevaría casi a nada. Necesitaba alguien que conociera la actividad desde dentro. Y ella fue mi ángel de la esperanza».
Así comenzaron las casas de recuperación «Linda’s Houses of Hope», para proporcionar refugio, asesoramiento y protección. “Algunas de las jóvenes vienen a mi puerta hasta sin dientes –revela Linda-. Algunos hombres les hacen saltar los dientes a golpes, así que debemos ocuparnos de atender todos estos aspectos”.
A la vista de la difusión de la violencia y de las drogas, Watson se irrita al oír a políticos que tratan de sacar adelante proyectos de ley para legalizar la prostitución. “Están tan destruidas que están como muertas, a modo de “muertos vivientes”. Si la gente viera esto nunca querría la legalización”.
«La prostitución te destruye. No te estimas a ti misma y te parece que nadie podría amarte jamás». Ella preguntaría a los políticos: «¿Les gustaría que esto le ocurriera a sus hijas o hermanas?».
En su labor, Watson se ha inspirado en la Madre Teresa de Calcuta y en Juan Pablo II. Su vida actual no está exenta de peligros. Su éxito en exponer los abusos contra las mujeres le han ganado muchos enemigos. Con todo, Watson lo considera como una pequeña cruz que hay que ofrecer a lo largo del camino.
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Otra vida... el testimonio de vida de Linda Watson
23 de septiembre de 2004. Una ex prostituta, Linda Watson, que se ha convertido, se encontró hace dos semanas personalmente con Juan Pablo II para pedirle que rece por ella y por su trabajo a favor de otras mujeres que quieren abandonar el «comercio» sexual.
Cuando Linda Watson se encontró con el Santo Padre se acordó del relato del Evangelio sobre la mujer de mala reputación que encontró a Cristo. «No podía creer que estuviera realmente frente a él», reconoció Watson a Zenit tras la audiencia con el Papa.
«Ha sido verdaderamente extraordinario», declaró. «Empecé a decir en polaco, mi segunda lengua, “¡Padre Santo mío!”. ¡La experiencia ha sido entusiasmante, pero a la vez de gran humildad!»
Linda Watson pudo dejar las calles –tras más de 20 años en el comercio sexual– para convertirse en un modelo para aquellas mujeres que como ella quieren salir de la prostitución.
Se cuenta entre las principales promotoras de la campaña contra la legalización de la prostitución en su país, Australia, y fue elegida en 2003 en la nación como «la mujer más inspiradora del año».
"Estás vendida"
La propia Watson relata su implicación en las redes de la prostitución: «Tuve una vida difícil como madre soltera con tres hijos, cada uno de los cuales no tenía más que el suelo para dormir. Así que, cuando una mujer de apariencia pudiente me tocó en el hombro en el salón de té de mi humilde oficina y me dijo que podía ganar 2.000 dólares a la semana simplemente dando masajes, me vi muy tentada».
La mujer en cuestión intentaba convencerla haciéndole ver la posibilidad de limitarse a una prueba de dos meses. «Nadie lo sabría y después podría dejarlo», le aseguró.
En poco tiempo Watson se dio cuenta de la verdad, pero ya era demasiado tarde: «Tan pronto como empiezas, pierdes tu dignidad. Estás vendida» –recordó–. «Mi primer cliente era directivo de alto nivel de los medios e inmediatamente fue como si hubiera sido vendida como un trozo de carne a todos sus millonarios».
Una vuelta difícil
También describió cómo la situación llegó a estar «fuera de control». El dinero y la manipulación «eran un tipo de red de seguridad que te pones alrededor» y si «intentas dejarlo para empezar una nueva vida no tienes dónde ir para recuperar el respeto y reconstruir una vida».
Abandonar el comercio del sexo parecía imposible hasta que «vivía por pura desesperación». Fue el día en que murió la princesa Diana de Gales. «Por primera vez me di cuenta verdaderamente de que la riqueza y el poder no eran la respuesta a todo –relata–. Ciertamente no le habían salvado la vida».
Linda decidió buscar trabajo, pero nadie la contrataba. Entonces sintió que su misión era la de salvar a otras mujeres atrapadas en la prostitución, pero una vez más nadie se mostró dispuesto a ayudarla.
Así comenzó a establecer casas de recuperación para prostitutas –«Linda’s Houses of Hope» (Las casas de la esperanza de Linda)– para proporcionar refugio, asesoramiento y protección, entre otros medios. Linda Watson frecuentemente tiene que trabajar con las víctimas partiendo de cero.
"Están como muertas"
«Algunas de las jóvenes vienen a mi puerta sin sus prendas, hasta sin dientes –revela Linda. Algunos hombres les hacen saltar los dientes a golpes, así que debemos ocuparnos de atender todos estos aspectos».
A la vista de la difusión de la violencia y de las drogas y con chicas que «atienden» «de ocho a quince clientes al día», Watson se irrita al oír a políticos que tratan de sacar adelante proyectos de ley para legalizar la prostitución.
«La prostitución te destruye –alerta–. No te estimas y te parece que nadie podría amarte jamás». Admite que preguntaría a los políticos: «¿Les gustaría que esto le ocurriera a sus hijas o hermanas?».
«Estoy profundamente impactada, y creía que nada podría afectarme», reconoce Linda refiriéndose a las víctimas. «Están tan destruidas que están como muertas, a modo de “muertos vivientes”. Si la gente viera esto nunca querría la legalización [de la prostitución]».
El peligro
Su vida actual no está exenta de peligros. Su éxito en derribar las propuestas de ley de legalización y en exponer los abusos contra las mujeres le han ganado muchos enemigos. «Estoy casi acostumbrada a recibir ataques, disparos y amenazas de muerte», apunta Linda Watson, e «intento esquivar las balas», concluye.
Tomado de Zenit, ZS04092320
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Annie Lobert, rescata chicas en Las Vegas
Buscó llenar su vida con drogas y espiritualidades. Sólo en la puerta de la muerte encontró a Jesús. Y decidió ayudar a otras mujeres.
Ángeles Conde
"Eres preciosa y Jesús te quiere". Con estas palabras, Annie Lobert se acerca a las prostitutas de Las Vegas. Ella es ex-prostituta, y junto a otras ex-prostitutas recorre la noche para rescatar a las mujeres del tráfico sexual.
"Les digo eso nada más verlas porque necesitan saber que son valiosas, que son bellas y que hay alguien que las ama incondicionalmente", explica.
Su experiencia la impulsó en 2005 a crear Hookers for Jesus, una organización cristiana que lucha contra la explotación sexual, la pornografía y la industria del sexo. Fue "trabajadora del sexo" durante 16 años: primero en Minneapolis, Minnesota, Hawaii y los once últimos, y más traumáticos, en Las Vegas.
Ahora su misión, tal y como ella describe, "es salvar el alma de las mujeres que venden su cuerpo" en la oportunamente llamada Sin City (Ciudad del Pecado).
Abusada y nunca amada
La historia de autodestrucción de Annie se inicia en su infancia. Fue víctima de abusos sexuales con 8 años. Ella misma reconoce además que nunca se sintió amada y que esa circunstancia mermó su autoestima: “Sólo pensaba en qué Dios estaría enfadado conmigo. Le imaginaba con un enorme martillo esperando el momento de aplastarme con él si hacía algo mal”.
A los 18 años perdió la virginidad con un chico que le rompió el corazón. Entonces despertó su lado rebelde y se lanzó a los brazos de una vida de promiscuidad y a la “experimentación”. Durante unas vacaciones con una amiga en Hawaii vendió por primera vez su cuerpo por dinero.
Soñando con Pretty Woman
Al regresar a su ciudad, abandonó su trabajo y se introdujo en el mundo de la prostitución de lujo. Primero se consideraba "bailarina exótica" y "acompañante de lujo". Después tuvo que aceptar encargos más y más exigentes. La seducción del dinero le hizo irse hasta Las Vegas, donde pensó que ganaría más: “Eran miles de dólares cada noche; noches incluso de más de 10.000. En Las Vegas viví la ilusión del glamour, las fiestas y el dinero. No podía resistirme a la luz de los casinos y entrar para ver si encontraba a algún cliente muy rico que me rescatara. Todas soñamos con ser Julia Roberts en Pretty Woman”.
Durante los once años que ejerció como prostituta en Las Vegas llenó su vida con fiestas, gente famosa, viajes, hombres y caros objetos materiales pero, como dice Annie, “al final pierdes tu alma en todo este proceso. Vivir en el mundo de Las Vegas me hizo hacer cosas que no hubiera hecho en cualquier otra circunstancia”.
Violencia y drogas y vacío interior
La primera vez que invocó a Jesucristo fue cuando estuvo a punto de ser asesinada por su “chulo”. Al enterarse de que Annie quería dejar la prostitución, la encerró en el maletero de su coche y la amenazó con quemarla en el desierto. Su chulo la liberó pero unos meses después la secuestró y le propinó una paliza en el desierto.
Ese no fue el peor día para Annie: al poco tiempo fue diagnosticada de linfoma. Sin embargo, no abandonó la prostitución porque tenía facturas médicas que pagar. Sumida en una gran depresión por la muerte de varios familiares próximos, su enfermedad y el creciente deseo de abandonar esa vida sin poder hacerlo, Annie entró en el infierno de las drogas: “Es increíble, pero después de curarme, comencé a consumir drogas. Tenía el corazón roto, ninguna voluntad de seguir luchando y sufría por el continuo abuso verbal, físico y sexual que sufría siendo una prostituta de lujo”.
Xanax, valium, cocaína, alcohol y ludopatía... Nada llenaba su vacío interior y entonces probó con diferentes formas de “religiosidad”: wicca, vampirismo, masonería, budismo, new age... todo ello le provocó un desorden por estrés postraumático.
Además, como muchas otras prostitutas, desarrolló una adicción o dependencia hacia el mismo chulo que le pegaba. Estaba perdidamente enamorada, enganchada, hacia la misma persona que la apalizaba y vendía.
Los estudios que maneja su asociación dice que casi 7 de cada 10 mujeres que trabajan en la industria del sexo sufren este estrés postraumático: enfermedad, ansiedad, depresión, insomnios, pesadillas, pérdidas de memoria, anorexia, bulimia, depresión clínica...todos estos eran los síntomas de Annie tras once años trabajando en la industria del sexo en Las Vegas.
Sobrevivir a la sobredosis
Una noche de 2003 casi murió por sobredosis: “Sentía un dolor horrible en mi pecho. Estaba esperando ver las llamas del infierno y le pedí a Jesús que, si me salvaba, le hablaría al mundo entero de Él. Y Jesús vino a rescatarme”.
Y así lo hizo cuando se recuperó. Annie comenzó a usar su dolorosa experiencia en ayudar a personas explotadas sexualmente en Las Vegas.
“Mi pasión es ayudar a prostitutas, proxenetas, strippers y a cualquiera que se haya visto en las redes de la explotación sexual. Quiero ayudarles a ver que hay una vida real esperándoles fuera de la industria del sexo. Si necesitan ayuda para escapar de este estilo de vida, aquí estoy yo para ayudar, no para juzgar”.
Verdades claras
Al mundo y a los clientes les recuerda lo que no quieren pensar: "Las mujeres no son robots, no disfrutan de los actos sexuales, ni de la esclavitud de vender su cuerpo. Tenemos sentimientos y no los podemos eliminar mientras somos prostitutas o strippers. Nos duele, sangramos, lloramos, somos hermanas, madres, hijas, primas, sobrinas, niñas pequeñas".
A las mujeres atrapadas en el negocio les propone un cambio radical, y para eso necesitan a Jesús. Les dice: "Dios te ama a ti, sí, a ti, a esa persona que vive derrotada", les dice. "No dejes que el demonio te robe la alegría más tiempo. Pide a Jesús que entre en tu corazón y observa cómo puede cambiar tu vida radicalmente. ¿Sabías que Jesús murió para que fueses libre? ¿Quieres salir de la celda de tu mente? Reza esta oración".
El poder del perdón
¿Y después? Después viene el reto de perdonarse una misma y perdonar a los enemigos. Annie lo explica: "Si Jesús podía perdonarme, ¿no podía perdonarme yo misma también? Y me perdoné por todas las cosas horribles que había hecho y el yugo de la atadura y la culpa se quitó de mi espalda".
También perdonó a su chulo, "y a todos los demás que me ofendieron. Rezo por mi chulo cada día y sé que Dios tiene un plan grande para él. ¡Perdona y serás libre!"
Actualizado 25 junio 2012
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