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Economía de la revolución sexual

Ignacio Aréchaga

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George Akerlof, premio Nobel de Economía en 2001, ha estado en Madrid para presentar su nuevo libro Espíritus animales. Akerlof es uno de esos economistas que se arriesgan a analizar en términos económicos fenómenos sociales que otros ven exclusivamente bajo un prisma ideológico. Así, son célebres sus estudios realizados en 1996 y 1998, en los que concluía que la revolución sexual y la legalización del aborto habían hecho más vulnerable a la mujer y más irresponsable al hombre en cuanto a sus obligaciones paternas.

La disponibilidad del aborto ha favorecido que el hombre considere el embarazo como consecuencia de una decisión de la mujer, ante la que no tiene responsabilidades

En unas declaraciones hechas durante su visita, el economista estadounidense ha resumido así las conclusiones de aquellos estudios: “Por un lado está la liberación sexual. Por otro, el aborto. Ambos han dado a las mujeres una capacidad de decisión mucho mayor sobre la reproducción, así que en los casos de embarazos no deseados los hombres tienden a mantenerse al margen del cuidado de los hijos, porque los ven como una decisión que han tomado sus compañeras. Eso se ha traducido en una explosión de madres solteras en EE.UU. y, por tanto, en una mayor vulnerabilidad de la mujer” (El Mundo, 21-11-2009)

El entrevistador pasa a otro tema, quizá porque teme turbar creencias muy establecidas. Pero no dejan de ser interesantes estas conclusiones, en unos momentos en que en España tenemos en el telar una ley que reconoce el derecho al aborto, y se justifica con el argumento de dar mayor poder y seguridad a las mujeres.

En sus artículos de finales de los años 90 (*), Akerlof creaba un modelo de lo que llamaba “el shock de la tecnología reproductiva”. Usando el lenguaje y el análisis económicos, y recopilando series de datos sobre nacimientos y matrimonios, Akerlof mostraba las repercusiones de la introducción a gran escala de la tecnología anticonceptiva y después la legalización del aborto en los años 60 y 70.

Las mujeres contrarias al sexo prematrimonial, cuyo objetivo era el matrimonio y los hijos, quedaron en una “desventaja comparativa” en el “mercado” de parejas frente a las que adoptaron un enfoque más hedonista respecto al sexo en sus relaciones con los hombres. Las mujeres de la primera clase ya no podían alegar el riesgo de embarazo para evitar el sexo o para obtener una promesa de matrimonio en el caso de que su compañero las dejase embarazadas. En tal caso, sus novios estarían mucho menos dispuestos que antes a casarse, pues considerarían que el embarazo era fruto de una decisión o una imprevisión de la mujer.

Así, mujeres que no querían relaciones prematrimoniales, terminaron aceptándolas y teniendo hijos fuera del matrimonio. Y las otras mujeres, que habían aceptado el sexo prematrimonial y los anticonceptivos, acabaron recurriendo al aborto cuando fue necesario para evitar un nacimiento. Según Akerlof, esto explica en gran medida por qué la revolución anticonceptiva ha provocado -contra lo que se esperaba- un aumento del número de abortos y de los nacimientos fuera del matrimonio. Las familias monoparentales y la feminización de la pobreza comenzaron así su sostenido ascenso.

El “shock de la tecnología reproductiva” y la casi desaparición del estigma de la madre soltera han contribuido a que actualmente, en EE.UU., 4 de cada 10 nacimientos tengan lugar fuera del matrimonio. En 2007, cerca de 1,7 millones de niños nacidos fueron extramatrimoniales.

En el artículo de 1998 (**), Akerlof estudiaba la repercusión de la revolución contraceptiva sobre la disposición a casarse de los hombres jóvenes. Encontró que el porcentaje de hombres de 25 a 34 años que estaban casados y tenían hijos había descendido del 66% en 1968 al 40% en 1993. La contracepción y el aborto habían favorecido que los hombres postergaran el matrimonio, incluso en los casos en que habían engendrado un hijo. Y, a falta del sentido de responsabilidad que supone la formación de una familia, un creciente número de jóvenes -especialmente de familias de bajos ingresos- eran más propicios a incurrir en conductas antisociales (consumo de drogas, alcoholismo, violencia...).

Akerlof no recomendaba poner más restricciones legales al aborto. Se limitaba a explicar cuáles habían sido sus consecuencias sobre el tipo de relaciones entre hombre y mujer. La mujer es en teoría más libre de elegir la maternidad, pero se ha encontrado en una posición más vulnerable para hacerse cargo del hijo.

En España, el gobierno justifica la reforma del aborto con la pretensión de dar más seguridad a la mujer que desea interrumpir su embarazo. Pero lo más seguro es que va a encontrarse más sola y con menos apoyo del hombre ante un embarazo problemático, si nadie la ayuda.

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NOTAS

(*) Akerlof, George A.; Yellen, Janet & Katz, Lawrence F. (1996), “An Analysis on Out-of-Wedlock Childbearing in the United States”, Quarterly Journal of Economics 111 (2): 277-317.
(**) Akerlof, George A. (1998), “Men Without Children”, Economic Journal 108 (447): 287-309.

Aceprensa, 26-XI-2009