Pedro-Juan Viladrich.
Nuevas dos Españas. No la vieja, rancia e interesada división entre la izquierda y la derecha, sino otro engendro: la España real y la de la propaganda gubernamental. Mientras la crisis económica acelera como un fórmula uno -resulta que aquel día fue Pizarro quien dijo la verdad -, la mayoría de la clase media española corre, que no anda, hacia un empobrecimiento sin precedentes, en medio de la huelga de transportes, entre piquetes y la flota amarrada, alzas del euribor y temor popular al desabastecimiento, la inefable Bibiana Aído nos ha escenificado, en su primera comparecencia parlamentaria -su imagen y la de su cohorte valen más que mil palabras y algunos de sus palabros más que mil imágenes- el divorcio entre la España real y la del arco iris.
Paso por encima de los aspectos patético-ridículos de la adolescente ideológica con fracaso escolar que, en plena hoguera de las vanidades y consagración de las necedades, es transportada, por ser mujer, de la sima a la cima. Y me olvido de la inercia con la que, tras lo de “miembras” y “miembros”, nos deslumbrará pronto con la revolucionaria igualdad de “machas y machos” o, mejor, “hembras y hembros”. No quiero hacer fácil sangre con la nueva línea telefónica que, desfogando a los machistas pegones y homicidas, ha sido presentada como sensacional solución para canalizar la violencia sexista. No quiero saber si la línea la atenderá un magnetófono o una voz en vivo; si será de heterosexual, gay o lesbiana; si, para desahogar canalizando, se dejará insultar, amenazar y vejar “en nombre de todas” como virgen y mártir pública. ¿Se convocarán oposiciones para este puesto? ¿De cuántas telefonistas se compondrá este cuerpo de funcionarias? ¿A qué escuela y métodos psicológicos pertenecerán las canalizadoras? ¿Podrá uno desfogarse en catalán, vasco o gallego…, y los extranjeros residentes en su idioma nacional? ¿Serán gratis los tres primeros minutos o todo el desahogo? Todavía me quedan varias docenas de preguntas. No quiero perder un segundo dilucidando si la causa de esta perogrullada es una estulticia elevada al cubo, la carencia completa de formación en cosas serias, el desconocimiento absoluto de la naturaleza humana y sus miserias acompañada de cierta experiencia en telefonía erótica y análogas, o los “tics” del feminismo más simplón. ¡Qué más da¡ Son facetas de la misma empanada ideológica.
Me preocupa más la manía de utilizar al Estado, los poderes públicos y sus recursos -que son nuestros dineros, los sudores de todos los contribuyentes- para inventarse e imponernos los nuevos roles para la masculinidad de los españoles varones. 43 millones de euros de aquí a final de año. ¿Esta Bibiana se ha leído el art. 16 de la Constitución española? Contra los derechos a la libertad ideológica y religiosa -es decir, contra los clásicos derechos y libertades a las propias ideas, creencias y convicciones- ¿esta Aído nos anuncia una doctrina oficial de su Ministerio, ideada por las “feministas del partido y varones afines”, pagada con fondos públicos, mediante la cual nos dictará el rol, el guión correcto y oficial, como hombres, padres, hijos, hermanos, abuelos, “colegos” de nuestras “colegas” e íntimos de nuestras íntimas?
Mientras tanto, la picaresca femenina -pues también ellas son naturaleza y miseria humanas- va haciendo estragos a la igualdad conyugal y paterna en los Juzgados de familia. Los grandes clásicos ya alertaron que las virtudes -que son la única garantía de autogobierno ético en cada individuo y de respeto hacia los demás- son fruto de la educación y del esfuerzo moral de cada persona. Esperar que el Estado nos haga buenos, pacíficos y virtuosos -dado que no puedo admitir que Bibiana Aído sea tan colosalmente ignorante- ha de ser una astucia, un tocomocho, para que algunos vivan del presupuesto público. La sempiterna picaresca ha anidado en el feminismo ideológico.
10 de Junio de 2008
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