Mara Hvistendahl (UNNATURAL SELECTION)
La discriminación sexual no se limita al mundo laboral. En muchos países de todo el globo las niñas aún no nacidas tienen su destino marcado, la eliminación.
La periodista Mara Hvistendahl analiza los motivos y el alcance de esta práctica en “Unnatural Selection Choosing Boys Over Girls, And the Consequences of a World Full of Men” (Selección No Natural: Elegir Niños en vez de Niñas, y las Consecuencias de un Mundo Lleno de Hombres) (Public Affairs).
En el mundo nacen, de media, 105 niños por cada 100 niñas. Los varones tienen más probabilidades de morir jóvenes por lo que este ligero desajuste al nacer asegura que se mantenga el equilibrio. Los datos citados en el libro revelan la dramática situación de China y de la India, donde el actual nivel de nacimientos masculinos alcanza los 121 y los 112, respectivamente, por cada 100 niñas.
El año 2005, el demógrafo francés Christophe Guilmoto calculaba que, si la proporción de nacimientos hubiera permanecido en su nivel natural, el continente asiático habría tenido 163 millones de mujeres más. Esta cifra es superior a toda la población femenina de Estados Unidos, señalaba Hvistendahl.
No es sólo un problema de Asia. Según el libro, la misma tendencia está presente en el Cáucaso – Azerbaiyán, Georgia y Armenia – y también en los Balcanes.
Esto está ocurriendo en un momento demográfico decisivo, señalaba Hvistendahl. La reducción del número de mujeres está teniendo lugar precisamente cuando se está reduciendo notablemente el crecimiento de la población. La generación actual es la más numerosa de las que tendrán muchos países en desarrollo en muchas décadas.
Es una generación que nace también en un momento en el que muchos de los países que sufren este desequilibrio artificial de género han mejorado su nivel de vida de modo notable. Los expertos en ciencias sociales siempre habían asumido que las perspectivas de las mujeres mejorarían cuando los países se hicieran más ricos y, en lugar de esto, ha ocurrido lo contrario.
Elementos ideológicos
De hecho, esta suposición cegó a los demógrafos ante lo que estaba sucediendo, observaba Hvistendahl. A pesar de la introducción de baratas máquinas de ultrasonidos para las ecografías, muchos asumieron que el aborto selectivo pronto desaparecería. Incluso hoy en día las previsiones de población de las Naciones Unidas asumen que las parejas pronto tendrán igual número de niños que de niñas.
Uno de los temas principales del libro es el intento de Hvistendahl de buscar las causas de este desequilibrio. Al contrario de otros, que destacan la tradicional preferencia cultural por los niños como el principal factor, ella señala otros factores adicionales, como la presión por controlar la población.
Después de todo, señalaba, la gente de casi todas las culturas expresa su preferencia por los niños y, aún así, la selección sexual no se da en todas partes.
La relación con el control de población también resulta evidente de otro hecho. Existe una fuerte correlación entre los países que han cambiado su tendencia hace poco hacia una baja fertilidad y un significativo número de niñas no nacidas.
Durante las últimas décadas el movimiento de control de población convirtió a las personas en números, y se animó a los padres en los países en desarrollo para que tuvieran familias pequeñas. La idea de controlar la reproducción llevó a la mentalidad de que los niños son una especie de producto manufacturado, explicaba.
A partir de los años sesenta, las élites empresariales y culturales de Estados Unidos comenzaron a presionar a favor del control de población, que consideraban necesario para asegurar el éxito económico en los países en desarrollo. Las ayudas económicas occidentales solían ir unidas a que se adoptaran medidas de control de población.
No era la primera vez que Occidente aplicaba este tipo de presiones. En la India, los británicos documentaron la práctica del infanticidio femenino, y lo atribuyeron a tradicionales culturales primitivas. Los estudios posteriores, explicaba Hvistendahl, analizaron las políticas de control de la tierra y de recaudación de impuestos de la Compañía de las Indias Orientales en el siglo XIX, y concluyeron que habían aumentado la presión para asesinar a las niñas.
Es cierto que en algunas castas las niñas eran asesinadas antes de la llegada de los británicos, pero, a medida que estos introducían reformas, se extendió el infanticidio a otros grupos.
Ya en el siglo XX, en 1967, Disney produjo una película para el Consejo de Población llamada “Family Planning”. Traducida a 24 idiomas presentaba al Pato Donald como el padre responsable de una pequeña y rica familia. Sin planificación familiar, se decía a los espectadores, “los niños estarán enfermos y tristes, con pocas esperanzas de futuro”.
Un hijo varón, un deber
La presunción de que la selección sexual se debe sobre todo a la cultura tradicional se contradice, también, al descubrir que esta selección sexual comienza en la sociedad urbana y con un nivel de buena educación. Estos son los primeros en tener acceso a nuevas tecnologías, como las máquinas de ultrasonidos.
El censo de 2001 en la India mostraba que las mujeres con estudios de instituto o superiores tenían 114 niños por cada 100 niñas. Entre las mujeres analfabetas la proporción era de poco más de 108 por cada 100.
Otro ejemplo es la situación del departamento chino de Suining, a medio camino entre Shanghai y Pekín. A partir de los años noventa, este departamento ha gozado de un fuerte crecimiento económico, que ha permitido a los padres pagar sobornos a los técnicos que realizan las ecografías para determinar el sexo, algo que es ilegal.
Cuando Hvistendahl lo visitó la tarifa del soborno por la información del género del bebé era de 150 dólares. En el 2007, las estadísticas del gobierno ponían la proporción de nacimiento en Suining en 152 niños por cada 100 niñas.
Ocurre lo mismo en Albania. De 2004 a 2009 la economía ha crecido a una media del 6% anual. La fertilidad ha descendido de 3,2 hijos por mujer en 1990 hasta 1,5 en el 2010. Y Naciones Unidas pone la proporción en 115 niños por cada 100 niñas, o incluso mayor.
El libro también analizaba la acusación de que son los hombres los que ven a sus hijas como inferiores y obligan a sus esposas a abortar, si se trata de una niña. Esto ocurre en algunos casos, pero Hvistendahl afirmaba que la decisión de abortar la suele tomar una mujer, ya sea la esposa misma o su suegra.
Citaba investigaciones que demuestran que las mujeres suelen someterse a abortos selectivos por razón de sexo para cumplir su "deber" de tener un hijo varón y, en este sentido, esto es descrito como algo que es responsabilidad suya.
Fertilidad
Esta preferencia por los niños es una actitud que se mantiene incluso en las poblaciones asiáticas de los países occidentales. En Estados Unidos un estudio de descendientes de parejas chinas, coreanas e indias reveló que para el primer hijo hay una proporción de sexos normal. Pero para las parejas que ya tienen una hija la proporción de sexos era de 117/100 y, si ya había dos hijas, la probabilidad de que el tercer descendiente fuera niño subía hasta 151/100.
No se sabe muy bien, señalaba Hvistendahl, por qué ocurre esto entre parejas que viven en Estados Unidos en circunstancias muy diferentes a las de su país de origen. Una pista, quizá, es que la tasa de fertilidad entre los norteamericanos de origen asiático está entre las más bajas de las minorías, en 1,9 hijos por mujer.
Hvistendahl consideraba también las consecuencias para el futuro de este desequilibrio en la proporción de sexos. Evidentemente, habrá decenas de millones de hombres que no lograrán encontrar pareja. Dado que la primera generación de afectados por este desequilibrio ha crecido ya, ha habido un aumento del tráfico sexual, de la compra de novias y de los matrimonios a la fuerza.
En Corea del Sur y Taiwán los hombres hacen “viajes matrimoniales” a Vietnam para conseguir una esposa. Los hombres de las regiones más ricas de China e India compran las mujeres de las regiones más pobres.
Por otro lado, el exceso de hombres solteros podría dar como resultado sociedades más inestables y violentas.
El aborto por selección de sexo no es tan común en los países occidentales, pero algunas clínicas de fertilidad ofrecen la posibilidad de seleccionar el sexo antes de la implantación, como parte del tratamiento de fecundación in vitro. Muchos países lo prohíben, 36 según la información citada en el libro, pero en Estados Unidos no hay tales restricciones.
Dado que la fecundación in vitro también se ha extendido a los países en desarrollo, estos están recurriendo a ella para seleccionar el sexo. “En China y en California por igual, las madres se han convertido en las defensoras de la eugenesia”, decía Hvistendahl. Una tragedia que tendrá graves consecuencias en las próximas décadas.
John Flynn
Zenit- 10/07/2011
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Unnatural selection. Choosing boys over girls and the consequences of a world full of men.
Mara Hvistendahl
New York: Public Affairs, 2011.
ISBN: 9281586488505
Juan Medrano
Se calcula que en Asia existe un déficit de 160 millones de mujeres. El dato, apabullante, ha suscitado la curiosidad de la periodista científica y corresponsal de Science en China, Mara Hvistendahl, quien en esta obra, tan documentada como impactante, tan amena como desoladora, investigaexplora, como indica su título, no solo los orígenes o la historia del fenómeno, sino sus consecuencias actuales y futuras.
Las culturas asiáticas, por motivos de índole antropológico, transversales a las religiones, conceden un mayor valor a los hijos varones. Las mujeres no garantizan a los padres atención y cuidados en la vejez, y representan una merma económica por las cuantiosas dotes que las familias deben pagar cuando las casan. Por este motivo, el nacimiento de un varón puede ser un motivo de alegría tan grande como de decepción el de una niña, y al menos desde la colonización británica de la India existen datos fehacientes que sugieren que en algunas zonas se eliminaba a las niñas al nacer.
En los últimos cincuenta años la preferencia por los varones ha ido dando lugar a una progresiva reducción de los nacimientos de niñas. El fenómeno, confinado inicialmente a países como India, China y Corea del Sur, se ha extendido más recientemente a zonas tan cercanas a nuestro entorno geográfico como Azerbayán, Armenia y Albania y aparece también en minorías de origen oriental de los EEUU. El sesgo se detecta en las estadísticas poblacionales, en las que se observan desviaciones de la relación general de entre los nacimientos de varones y mujeres, que en condiciones normales se sitúa en torno a 105:100 a favor de los primeros, un exceso “normal” que compensa la mayor mortalidad pregenital de los varones.
Varios países asiáticos densamente poblados muestran proporciones de nacimientos superiores al 110:100 a favor de los varones. El análisis pormenorizado permite ver que el desequilibrio es mayor con el orden de los hijos, de modo que es menos acusado en los primogénitos que en los segundos, en estos que en los terceros y así sucesivamente. La única interpretación posible es que las familias aceptan inicialmente a las hijas, pero con el paso del tiempo, buscan tener hijos varones, no dudando, para ello, en prescindir de las niñas. Y se prescinde de ellas básicamente mediante la interrupción del embarazo, con lo que la ecuación demográfica de Asia puede resumirse diciendo que se han abortado selectivamente 160 millones de fetos femeninos.
La tecnología que en nuestro medio se asocia a la seguridad del embarazo (amniocentesis y ultrasonografía, en orden de aparición y desarrollo) se ha empleado durante décadas en China, India o Corea para diagnosticar el sexo del feto y, en caso de que no coincidiera con los deseos o expectativas de los padres, para determinar su eliminación, incluso con edades gestacionales tan avanzadas que, de nuevo en nuestro medio, serían fetos más que viables.
Las consecuencias de este feminicidio generalizado son múltiples. En China, la política de un solo hijo por familia, combinada con la selección no natural del sexo, ha provocado que haya clases en los que todos los alumnos son varones, parques infantiles en los que las niñas son una rareza, o la aparición de amplias masas lo que Hvistendahl denomina “hombres jóvenes enfadados”, varones repletos de testosterona, insatisfechos sexualmente y frustrados socialmente por la menor consideración que en su cultura tienen los solteros. La autora describe en estos jóvenes comportamientos gregarios violentos e inclinaciones ultranacionalistas que podrían tener consecuencias geopolíticas importantes a medio plazo.
Otra consecuencia es la importación desde países más pobres como Vietnam o Filipinas de mujeres casaderas a Formosa o Corea del Sur, donde muchas veces viven desarraigadas, desprotegidas y al servicio de las familias de los hombres con quienes se casan. Esta importación está organizada en un floreciente negocio que a su vez genera bolsas de “hombres jóvenes enfadados” en los países exportadores de mujeres. Otra consecuencia más sórdida e indecente es el secuestro la venta y el tráfico de mujeres desde los países más pobres o las regiones más desfavorecidas de las llamadas “economías emergentes” asiáticas hacia los núcleos industriales chinos, de población mayoritariamente masculina, donde son entregadas y sometidas a la prostitución. Corea del Sur, entre tanto, se ha convertido en el país con la tasa de natalidad más baja del mundo, y ante la catástrofe demográfica ha virado radicalmente de una política que incentivaba, cuando no imponía, la eliminación de fetos (que en su mayoría eran femeninos), para pasar a publicitar las oportunidades y satisfacciones que da tener hijas y prohibir que los médicos que realizan ecografías o amniocentesis revelen a los padres el sexo del feto, bajo penas severas que incluyen la inhabilitación o la prisión.
¿Cómo se llegó a esta situación? Indudablemente, las tradiciones y los valores orientales, y la aparición de técnicas que permiten conocer el sexo del feto tienen una responsabilidad central, pero no es menos significativo el papel de determinadas instancias internacionales o de fundaciones norteamericanas preocupadas desde mediados del siglo pasado por la explosión demográfica y sus consecuencias. Tras la II Guerra Mundial se alzó el fantasma de la sobrepoblación mundial como un riesgo para la economía, para lo que hoy llamaríamos sostenibilidad y para la estabilidad política. En el análisis de poderosos observadores, el exceso de población conduciría inevitablemente a la pobreza, y a partir de ella a los movimientos de protesta y al auge del comunismo, por lo que países como India o Corea recibieron ayudas económicas y firmes presiones para que se estableciera un control de la natalidad. La preferencia de la población por los varones abocaría directa o indirectamente al aborto o al infanticidio selectivo en función del sexo.
La guinda del pastel es la hipocresía de los paladines del control de la natalidad en casa del pobre, que no se preocupan en absoluto por los mecanismos empleados para ello, pero que en su país de origen pertenecen a organizaciones o entornos políticos y sociales que se oponen a la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. No es menos chocante e interesada la actitud de organizaciones feministas que para perplejidad de Hvistendahl evitan oponerse a una práctica que entraña una valoración tan discriminatoria y negativa de las mujeres que simplemente las elimina antes de su nacimiento por la única razón de su sexo. La razón de esta omisión es que estas organizaciones temen que su denuncia contra la eliminación de fetos femeninos pudiera dar aliento a quienes militan en contra del aborto y ser contraproducente para los derechos reproductivos de la mujer.
Una imagen vale más que mil palabras para resumir la tristísima y escandalosa historia de la discriminación prenatal de la mujer en Asia. Es la que recoge Hvistendahl de un ginecólogo indio que relata que en su época de estudiante no era raro ver gatos callejeros deambulando a sus anchas por los pasillos de los hospitales de Delhi. Un día vio que uno llevaba en sus fauces algo carnoso, desfigurado, húmedo y sanguinolento, del tamaño de un puño, y cayó en la cuenta de que era un feto. Cuando comunicó su descubrimiento a médicos y enfermeras y preguntó cómo es que no se había dado un trato más adecuado y cuidadoso a aquellos restos fetales, una enfermera le contestó fríamente y sin dar importancia a lo sucedido que porque se trataba de un chica.
Fuente: humedicas.blogspot.mx
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¿Cuán «cómplice» es la ONU en la crisis de aborto selectivo de Asia?.
Un nuevo libro irritó a los partidarios del aborto por la medida en la que el Fondo de Población de la ONU es responsable de la falta de más de 160 millones de niñas en Asia, abortadas en la búsqueda de hijos varones.
La obra de Mara Hvistendahl, Unnatural Selection: Choosing Boys Over Girls and the Consequences of a World Full of Men (Selección no natural: elegir niños en vez de niñas, y las consecuencias de un mundo lleno de hombres), es «uno de los libros más consecuentes jamás escritos en la campaña contra el aborto», según una crítica del periódico The Wall Street Journal.
Las acreditaciones académicas del libro fueron reforzadas por un evento a sala llena con la presencia del demógrafo Nicholas Eberstadt en el American Enterprise Institute de Washington.
Mientras que los conservadores aclaman los adelantos en la investigación que presenta el libro, los colegas progresistas de Hvistendahl debaten sobre sus hallazgos. La crítica del periódico liberal The Guardian suscitó una escueta carta del Fondo de Población que condena la conclusión de Hvistendahl, la cual sostiene que dicho organismo y organizaciones feministas hicieron poco para poner freno a la práctica. En la misiva, el Fondo reclama méritos por persuadir a los chinos en 1994 para que declararan ilegal la selección en función del sexo.
No obstante, esa ley hizo poco. El aborto selectivo persiste, a pesar de que hubo una prohibición similar en la India, que dio como resultado proporciones extremadamente desequilibradas entre los sexos en el momento del nacimiento. Normalmente, hay alrededor de 105 hombres por cada 100 mujeres nacidas, pero, en la actualidad, China declara que hay 120 niños cada 100 niñas, lo cual ha conducido al tráfico para la prostitución y a la extensión de la compra de novias.
En su respuesta a la carta del Fondo de Población, Hvistendahl evade el conflicto directo con el organismo y, en su lugar, critica el comentario de The Guardian diciendo que induce a los lectores a pensar erróneamente que ella había demostrado la complicidad directa del Fondo de Población en la política de un niño por familia que exacerba el aborto selectivo en función del sexo. «Hay una diferencia entre financiar abiertamente una injusticia e ignorar la injusticia una vez que esta ocurre», argumenta. Puede que los lectores no estén convencidos de ello.
Hvistendahl demuestra con habilidad que a pesar de que el Fondo de Población (o UNFPA, por sus siglas en inglés) promociona la misión de luchar contra la discriminación de género, el organismo deliberadamente se abstiene de tomar una postura sobre el aborto selectivo en función del sexo. Sus funcionarios le dijeron en privado que esto se debe a que ellos están «en un aprieto» ya que, según lo expresó un demógrafo que trabaja para el Fondo, «el derecho a abortar sigue siendo el "asunto prioritario" del UNFPA».
«¿Cómo conservar este rótulo de la discriminación y al mismo tiempo hablar sobre el acceso al aborto seguro?», le dijo un funcionario del UNFPA, «Ha sido un inmenso desafío para nosotros... Estamos caminando en la cuerda floja».
Directivos internos del Fondo de Población dicen a los funcionarios que transfieran la culpa y que hagan hincapié en «las mujeres cuyos maridos las golpean o las amenazan con el divorcio si no producen un heredero». Un folleto ordena a los activistas que «eviten el lenguaje que responsabiliza a la madre... ella tiene muy poco control sobre la decisión... la elección en ausencia de autonomía no es elección».
Hvistendahl cita un memorándum interno del personal de 2010 que advierte a los funcionarios nacionales del Fondo de Población que se mantengan al margen de la declaración de la ONU sobre las mujeres elaborada en Beijing (1995), la cual condena «el infanticidio femenino y la selección prenatal del sexo» y que eviten relacionar la práctica con los derechos humanos.
Tan pronto como reconozcan cuántas mujeres se someten a numerosos abortos para conseguir un niño, le dijo un sociólogo canadiense, «el Vaticano será el primero en exclamar: "¡Prohíban el aborto, hagan que el aborto sea ilegal!"».
«El temor a la palabra con "a"», concluye Hvistendahl, ha «inmovilizado a la misma gente que debería estar gritando la opresión».
Traducido por Luciana María Palazzo de Castellano
22 de Agosto de 2011
Susan Yoshihara, Ph.D.
forumvida.org
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Investigación demuestra que diplomáticos de EE.UU. y de la ONU promovieron el aborto como método de control de la población.
Lauren Funk.
El nuevo libro de la periodista Mara Hvistendahl sobre el aborto selectivo en función del sexo demuestra cómo diplomáticos y políticos estadounidenses promocionaron activamente el aborto, a través de canales de la ONU, como medio para controlar la población en el mundo en desarrollo. Un conjunto de pruebas históricas relaciona a los promotores del aborto con organizaciones como Planned Parenthood y con la secretaría de las Naciones Unidas.
William Draper Jr., General de la Segunda Guerra convertido en diplomático estadounidense, era un «acérrimo defensor del aborto», escribe Hvistendahl en su polémico nuevo libro Unnatural Selection (Selección no natural). El general Draper dirigió el interés del gobierno por el control poblacional para que coincidiera con asuntos de seguridad y de desarrollo internacional en el mundo de la posguerra vinculando los altos índices de fertilidad con la pobreza, y a esta con el posible incremento del comunismo en Asia. Draper promovió el aborto como un método viable de control de la natalidad y lo fomentó para disminuir la fertilidad, lo cual se esperaba que tuviera efectos económicos positivos en las naciones a las que estaba dirigido, evitando con ello condiciones favorables para las revoluciones populares.
El general Draper continuó asesorando a numerosas administraciones presidenciales en las décadas del 50 y del 60 acerca de la amenaza contra la seguridad nacional estadounidense que representaban las poblaciones explosivas en el mundo en desarrollo, recomendando el aborto y la «planificación familiar» como la solución. El General fue «responsable de las primeras recomendaciones oficiales por las que el gobierno de Estados Unidos debía ayudar a otras naciones, cuando se solicitara, para afrontar problemáticas demográficas», escribió Planned Parenthood cuando lo honró con el premio Margaret Sanger en 1966.
El general Draper también abogó por la creación del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) en 1969. Observadores internacionales criticaron al UNFPA por promover la «planificación familiar» y el acceso al aborto como solución para el problema de la pobreza en países con vastas poblaciones o índices de fertilidad altos.
Su hijo, William H. Draper III, se convirtió en una de las figuras más significativas de las Naciones Unidas durante la década siguiente. Draper III fue designado director del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas en 1986. Durante su ejercicio, este programa amplió su financiamiento a nuevos niveles y dio origen a «Mujeres en Desarrollo», división que actualmente se centra en conseguir el acceso universal a la anticoncepción, en los derechos sexuales y el VIH, y en la integración de la perspectiva de género.
Draper III también es miembro emérito de la junta directiva del Population Action International (PAI). El PAI fue fundado originariamente por el general Draper con el nombre de «The Population Crisis Committee» y continúa teniendo un papel dinámico en el apoyo de programas vinculados con la población, incluyendo el activismo durante la Conferencia de El Cairo sobre la Población y el Desarrollo en 1994.
La investigación de Hvistendahl y de otros reveló asimismo que políticos destacados como Henry Kissinger también promovieron el aborto en el exterior como herramienta para reducir la fertilidad en todo el mundo. Kissinger afirmó en un memorándum del gobierno, que data de 1974, que el aborto es vital para solucionar el crecimiento de la población mundial. «Ningún país ha reducido el crecimiento de su población sin apelar al aborto», rezaba el informe, que fue firmado por Kissinger.
Presidentes estadounidenses, entre ellos Lyndon Johnson, John F. Kennedy y George H. W. Bush, respaldaron de manera análoga la promoción del control demográfico en países más pobres, por razones de seguridad norteamericana y de estabilidad internacional.
Traducido por Luciana María Palazzo de Castellano
22 de Agosto de 2011
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