Andrea, de 13 años, cuenta la presunta agresión sufrida a manos de tres compañeras a la salida del instituto en Ponferrada
"Me preocupa que cuando vuelva a clase se metan conmigo, porque han dicho que si voy al instituto me voy a enterar...". Andrea, de 13 años, lleva doce días postrada en la cama de su habitación con la pierna derecha rota por tres partes, con una férula y una venda que protege la tibia, el peroné y el tobillo. El pasado 25 de octubre, tres compañeras de 1º de la ESO del instituto Virgen de la Encina de Ponferrada (León) la emprendieron a insultos, empujones y golpes con ella, a la salida de clase, hasta que cayó al suelo.
"Ahora dicen que no me han hecho nada, que no fue para tanto, que soy una exagerada"
"No entiendo nada, no sé porqué lo han hecho, y dicen que me lo merecía, se ríen..."
Hacía una semana que Andrea sufría insultos y amenazas de sus tres compañeras. Sólo lo sabían su madre y su primo Tato, de 14 años, que estudia en un instituto cercano al suyo. Ni siquiera se lo había dicho a su padre. Por eso, Andrea quería estar acompañada a la salida siempre por alguno de los dos; pero ese día, ninguno de ellos pudo llegar a tiempo a la puerta del instituto.
Durante al menos 800 metros, las otras tres niñas, todas de la misma edad, siguieron a su víctima por la acera, según afirma la niña. Andrea salió de clase con un amigo de ocho años: su cuerpo delgado y su estatura no aguantaron el primer envite de las otras tres jóvenes. "Lo apartaron de un golpe", recuerda. Andrea es una chica de aspecto tímido. Su melena lisa con reflejos rubios tapa unos ojos húmedos que a veces rompen a llorar contra la almohada cuando se hurga en los recuerdos más cercanos. Pero después de media hora de charla tranquila y en compañía de sus padres, ella saca lo que lleva dentro, casi de un tirón (en este relato se reflejan con iniciales los nombres de las presuntas agresoras mencionadas por Andrea).
"... Se reían a carcajadas. Qué os pasa conmigo, qué queréis", les decía asustada, forzando el paso delante de ellas. "Es una broma, no tenemos a quién vacilar...", le contestaron.
"Me iban empujando y me tiraban de los pelos. Pasando el quiosco de la calle de Gómez Núñez eché a correr un poco, me pesaba la mochila. Estaba nerviosa, no sabía qué hacer. En la esquina, me pilló C. del pelo y me caí, P. sujetaba las mochilas y animaba a C. y a A. a que me pegaran. Pedí muchas veces socorro. Lloraba... Dos hombres me ayudaron y les dijeron a ellas que se marcharan, que me dejaran en paz. Uno de ellos me cogió en brazos y el otro cogió la mochila que estaba tirada en el suelo. Me dijeron, '¿dónde está tu madre, adónde te llevamos?".
Manoli, madre de Andrea, trabaja de empleada de hogar a unos 600 metros del instituto, frente a una tienda de moda. Los dos hombres dejaron a Andrea sentada en el portal de este edificio hasta que bajó su madre. "Mamá, me pegaron. Tengo el pie muy mal, me duele mucho", le dijo Andrea entre sollozos.
Manoli pidió ayuda a su amiga Carmen, que trabaja de camarera en un bar cercano. Dos médicos se encontraban en ese momento en el local y atendieron a la niña sin dudarlo. Ambos aconsejaron trasladarle de inmediato al hospital del Bierzo, donde fue atendida de las fracturas y del resto de lesiones. El centro médico pasó el parte al juzgado de guardia, que ha iniciado diligencias para esclarecer lo ocurrido.
"El mismo día de la agresión, en el segundo recreo, a mediodía, me pidieron perdón por haberse metido conmigo durante tantos días. Creía que todo se había acabado, pero a la salida, a las dos y media, pasó lo que pasó, les dije que eran unas falsas, que me pedían perdón y luego volvían a pegarme", cuenta Andrea con la mirada perdida.
"No entiendo nada, no sé porqué lo han hecho, y dicen que me lo merecía, se van riendo por ahí...". Del relato de Andrea no se desprende algo concreto que explique lo ocurrido. El día del Pilar, 13 días antes, una de las que luego le agredieron había estado jugando con la play en la pequeña habitación en la que Andrea se encuentra ahora inmóvil, en su casa, un tercer piso sin ascensor. "Hablamos de trapos, de zapatos, de cosas tontas, haciendo risas... cuando llegaron las nueve, se fue a casa. Todo fue normal".
Las cuatro han repetido curso. Todas se conocen desde hace tiempo, pero P. fue la única que se incorporó este año al grupo. Según Andrea, no es la primera vez que sus compañeras se meten con otras personas. El mismo día de la agresión sufrida por ella, las otras tres habían llevado esponjas al instituto: "Frotaron con las esponjas a mi primo Sergio, que también tiene 13 años y le llamaron gitano...". "¿Y es gitano ese chico? "No, le llamaban guarro..., le decían: '¡Que no te lavas...!".
El pasado viernes fue la primera vez en diez días que Rita Monteserín, la directora del instituto Virgen de la Encina, se interesó de forma directa por la salud de Andrea y acudió a su casa. Tanto ella como el tutor de la joven, Máximo Merayo, han declinado dar su versión a este periódico sobre lo ocurrido, las medidas a tomar y si hay antecedentes de otros casos de acoso.
Andrea teme posibles represalias en su vuelta al colegio, pero asegura con firmeza que no va a huir: "Que se vayan ellas. Yo no he hecho nada".
"Ahora dicen que no me han hecho nada, que no me pegaron, que no fue para tanto, que soy una exagerada. A mis amigos de clase les mandan mensajitos para que me digan, cuando vienen a casa a darme los deberes, que me están esperando..., y yo quiero estar tranquila, sólo quiero estar tranquila".
"De mi madre dicen que es una zorra porque no quita la denuncia".
Andrea tiene en la mesa de su habitación varios peluches, collares de colores y bombones. "Son regalos de mis amigos", dice con la cara iluminada.
Los padres de Andrea meditaron durante varios días la conveniencia de sacar a la luz pública la presunta agresión a su hija. "Creemos en nuestra hija y por respeto hacia ella debemos apoyarla ahora que más lo necesita", afirma su padre, Ramiro M. "Sólo pedimos justicia y que el instituto o Educación o quien sea tome cartas en el asunto", añade su madre.
El País
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