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La Historia habla de perdón
Visita de Benedicto XVI a las Fosas Ardeatinas (27-III-2011)
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo


Un momento de la visita de Benedicto XVI a las Fosas Ardeatinas, junto con el cardenal Cordero Lanza di Montezemolo

Sólo la misericordia llena el vacío que deja la violencia: éste es el mensaje que lanzó, el domingo pasado, el Papa alemán Benedicto XVI, al visitar las Fosas Ardeatinas, en Roma, lugar de un fusilamiento masivo cometido por los nazis. Junto a él, estuvo presente el cardenal Cordero Lanza di Montezemolo, hijo de una de las víctimas.

Con apenas 19 años participó en las labores de desenterramiento y reconocimiento de víctimas que fallecieron en las Fosas Ardeatinas, a las afueras de Roma, en 1944. Buscaba allí los restos de su padre, uno de los 335 fusilados por los nazis, en represalia por un atentado cometido contra la Gestapo, el 24 de marzo de 1944, cuando los nazis ocupaban Roma.

El hoy cardenal Andrea Cordero Lanza di Montezemolo fue un invitado de excepción, el domingo pasado, en las Fosas Ardeatinas, cuando el Papa Benedicto visitó lo que denominó el memorial doloroso del mal más horrendo. Allí, el Santo Padre afirmó: «He venido aquí para rezar y renovar la memoria; he venido a invocar la divina misericordia, la única que puede llenar los vacíos, las vorágines abiertas por los hombres cuando, empujados por la ciega violencia, reniegan su dignidad de hijos de Dios y de hermanos entre sí. Vengo a rendir homenaje a estos hermanos, asesinados a poca distancia de las antiguas catacumbas».

El gesto de un padre

Los nazis, al dejar Roma, volaron la entrada de las Fosas Ardeatinas para borrar las huellas de este fusilamiento. Sesenta y siete años después, el hijo de una de aquellas víctimas, el cardenal Cordero Lanza di Montezemolo, refuerza «la visión cristiana de la vida, en la que no existe más que el perdón. Para el cristiano, el perdón es un acto de amor que no exige nada a cambio. Como familia, consideramos del todo inútil guardar odio hacia quienes mataron a nuestro padre. Nosotros elegimos el perdón, no la venganza». Además, afirma que, «si el Señor permite acontecimientos como éste, sabrá sacar también bienes mayores».

Para el cardenal di Montezemolo, la visita de Benedicto XVI es «un gesto de un padre», ya que «su presencia conforta a los familiares de las víctimas y confirma que su sacrificio no es inútil; es una llamada a los valores fundamentales del amor cristiano, que supera toda nacionalidad; es un abrazo a las víctimas de todas las guerras».

El papel de Pío XII

Asimismo, el valor de la memoria consiste, según el cardenal, en «aprender lo esencial de las generaciones que nos han precedido y no repetir los errores del pasado. Ésta ha sido una página de la Historia que nos habla, especialmente a los más jóvenes». Por eso, al referirse a las acusaciones de colaboración que sufre años después el Papa Pío XII, el cardenal di Montezemolo concluye que son fruto de «una enorme especulación. No hay duda de que Pío XII estuvo siempre de parte de los perseguidos. Los estudios más serios y profundos confirman lo que los testigos directos saben desde siempre».

Fuente: alfayomega.es

Habla el Papa. En la visita a las Fosas Ardeatinas

Lo que aquí sucedió, el 24 de marzo de 1944, es una ofensa gravísima a Dios, porque se trata de la violencia deliberada del hombre contra el hombre. Es el efecto más execrable de la guerra, de toda guerra, mientras que Dios es vida, paz, comunión.

Me ha impactado un testimonio que se encontró precisamente aquí, en las Fosas Ardeatinas, una hoja de papel en la que un caído escribió: Dios mío, Padre grande, te rogamos que puedas proteger a los judíos de las bárbaras persecuciones. Un «Padrenuestro», diez «Avemarías», un «Gloria». En ese momento tan trágico, tan inhumano, en el corazón de esa persona surgió la invocación más alta: Dios mío, Padre grande. ¡Padre de todos! Como en los labios de Jesús, al morir en la cruz: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. En ese nombre, Padre, está la garantía segura de la esperanza; la posibilidad de un futuro diferente, libre del odio o de la venganza, un futuro de libertad y de fraternidad para Roma, Italia, Europa, el mundo. Sí, en todo lugar, en todo continente, en el pueblo al que pertenezca, el hombre es hijo de ese Padre que está en los cielos, es hermano de todos en humanidad. Pero ser hijo y hermano no es algo que se puede dar por supuesto. Lo demuestran por desgracia también las Fosas Ardeatinas. Hay que quererlo, hay que decir Sí al bien y No al mal. Es necesario creer en el Dios del amor y de la vida, y rechazar cualquier otra falsa imagen divina, que traiciona su santo Nombre, y traiciona por consiguiente al hombre.

Por este motivo, en este lugar, memorial doloroso del mal más horrendo, la respuesta más verdadera es la de cogerse de la mano, como hermanos, y decir: Padre nuestro, creemos en Ti, y con la fuerza de tu amor queremos caminar juntos. Amén.
(27-III-2011)

Fuente: alfayomega.es