Entrevista a fray Pierbattista Pizzaballa, custodio de Tierra Santa
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 21 diciembre 2009 (ZENIT.org).- La pequeña comunidad cristiana de Tierra Santa resiste entre miles de dificultades en los lugares que han contemplado la Encarnación y la experiencia humana de Jesús, ofreciendo un testimonio que no carece de valor y de fe. Son unas 120.000 personas en Israel y 40.000 en la Autonomía Palestina (equivalente al 1% de la población total).
Para conocer la situación, ZENIT ha entrevistado al custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa ofm, con motivo de su presencia en un congreso en Italia.
-Una pregunta que no es nueva: ¿cuál es el sentido de la presencia cristiana en Tierra Santa?
Fray Pizzaballa: Es una pregunta que nos hacemos y debemos hacernos siempre porque la respuesta no es nunca la misma. Cambia, en efecto, mi percepción personal respecto a la misma, la nuestra de Iglesia, cambian las dinámicas, las situaciones y cada vez es una pregunta que hay que hacer a partir del interrogante de Jesús: “¿Vosotros quién decís que soy?”. ¿Qué nos dice Jesús hoy? Las respuestas pueden ser diversas.
Yo sé qué es lo que concretamente “no” podemos ser: no podemos ser puente entre la sociedad israelí y la palestina. El Papa ha dicho: Tierra Santa no necesita muros sino puentes, y es una gran verdad. Pero la comunidad cristiana no puede desempeñar una función de puente entre las dos sociedades porque está compuesta preferentemente por árabo-palestinos. El puente en cambio debe estar un poco aquí y un poco allá, de lo contrario no puede unir.
La comunidad cristiana expresa por tanto una sola realidad pero tiene un alto cometido de testimonio. Sobre todo es una comunidad pacífica, no violenta, propositiva. No es una amenaza par nadie y esto es un signo muy importante. Gracias a la presencia de la comunidad cristiana, llegan millones de peregrinos que traen bienestar económico y social y también esto es positivo.
Sin embargo, nuestro testimonio se expresa sobre todo estando allí, simplemente, como cristianos, tratando de vivir el Evangelio y el valor que se nos pide ofrecer es el del perdón. Jesús en la cruz –desde el punto de vista puramente humano-, murió por una terrible injusticia, a causa de un proceso falseado; y con todo desde aquel lugar y aquella injusticia, ha perdonado.
Este es el ámbito en el que moverse. El perdón no se puede regalar, ni siquiera imponer, es un recorrido que hacer. No se presta a simplificaciones; antes de perdonar, hay que entender y mirar a la cara al mal, definirlo con mucha verdad. Hay que tener respeto por el sufrimiento de las personas a quienes se ha causado un herida. Al mismo tiempo, debemos ser conscientes de que la capacidad de perdonar debe orientar nuestra mirada hacia la realidad.
Este es también el sentido de la presencia de la Custodia de Tierra Santa. Somos una pequeña comunidad de trescientos frailes, de 32 países diferentes -¡una especie de Babel!-, que trata de quererse bien, aportando el testimonio de que a pesar de la diversidad es posible estar juntos. Querríamos ayudar a la gente, sin la presunción de revolucionar o de cambiar el mundo, pero portando un pequeño signo de compartir y de perdón.
-¿Qué relaciones hay entre los musulmanes y los judíos?
Fray Pizzaballa: Son dos mundos diversos. La relación con los musulmanes es plurisecular; los cristianos son árabes palestinos y viven con los musulmanes que son árabes palestinos: credos diversos pero un único pueblo que vive en las mismas zonas. Es una relación que pasa a través de las instituciones, en primer lugar la escuela.
Uno de los aspectos fundamentales de la comunidad cristiana de Tierra Santa -que aunque pequeña es muy vivaz y activa-, es la escuela. A las cerca de 80 escuelas cristianas existentes, asisten tanto cristianos como musulmanes y desempeñan por tanto un papel de mediación social muy importante.
Donde actúa la escuela cristiana, la relación entre musulmanes y cristianos es armónica, hay un reflejo importante en la vida pública porque las familias se encuentran gracias a las actividades escolares y se crea relación y confianza entre los dos grupos. Hemos constatado que donde no hay escuela cristiana, las relaciones son más difíciles de construir, faltan las ocasiones públicas. Lo que definimos diálogo interreligioso, en Tierra Santa pasa a través de la vida de todos los días, las actividades de la Iglesia y en especial de la escuela.
Con el judaísmo la relación es diversa: no hay posibilidad de encuentro través de las instituciones de la Iglesia porque Israel tiene las suyas. La única forma de diálogo, aunque no fácil, es el de tipo cultural. Recientemente, por ejemplo, hemos recibido en donación de la provincia de Padua una reproducción de la Capilla de los Scrovegni que ahora está en exposición en el Museo de Tel Aviv. La iniciativa está atrayendo cada día a miles de personas que, con la ayuda de una visita guiada, leen la historia de la salvación desde el punto de vista cristiano.
No hay que olvidar que el actual conflicto tiene su peso: un cristiano palestino, cuando dice Israel, no piensa en el Israel bíblico de Jesús sino en los puestos de control.
-¿Es posible entrever una perspectiva política de paz en Tierra Santa?
Fray Pizzaballa: En este momento no parecen verse muchas, por varias razones. Sobre todo, porque hay un gran cansancio en los dos pueblos; el segundo motivo es que no hay –ni en una parte ni en otra- líderes carismáticos fuertes con una clara visión de la paz, capaces de atraer a la población a hacer también las necesarias concesiones. La sociedad palestina está a su vez dividida en dos partes entre las que hay una profunda fractura.
La comunidad internacional, por último, más allá de muchos discursos no parece todavía dispuesta a dar pasos concretos de presión sobre las dos autoridades políticas para inducirlas a la paz. Estamos todavía en la fase larguísima, que parece no acabar nunca, de tácticas, de declaraciones, pero nada tangible que pueda hacer intuir que pueda haber un cambio a breve plazo.
-¿La visita del Papa en mayo pasado dejó ecos positivos de diálogo?
Fray Pizzaballa: La visita de Benedicto XVI fue muy útil para clarificar las relaciones tanto con la comunidad judía como con la islámica. Sin embargo, el impacto mayor lo tuvo sobre la comunidad cristiana que todavía hoy habla de ella con acentos muy positivos, por los discursos y los gestos que el Papa hizo y por las misas públicas celebradas con la participación de miles de personas. Fue un momento fuerte que animó mucho y unió a la comunidad cristiana, notoriamente dividida.
Tierra Santa es el único lugar del mundo donde viven juntas todas las confesiones cristianas, desde las más grandes a las más pequeñas, y permanecer bien diferenciadas forma parte del papel de custodios de lugares y tradiciones, aunque hay modos y modos de custodiar. Pero a pesar de paréntesis deplorables que se han visto incluso en televisión, las relaciones son bastante cordiales.
A decir verdad, justo después de aquellos episodios que dieron la vuelta al mundo, quizá un poco por la vergüenza que sacudió la conciencia de muchos, ha habido un impulso mayor a cambiar de actitud.
-Usted estaba en Belén al principio de las celebraciones de Adviento: ¿cómo se vive este tiempo en la ciudad oprimida por el muro de separación con Israel?
Fray Pizzaballa: Es emocionante constatar cada vez la fe de la gente. En estas situaciones tn difíciles, se produce siempre un encuentro en la oración. Hay mucha participación en las celebraciones y en los ritos tradicionales que preparan a la Navidad y también en las estaciones que se hacen en toda la ciudad para recordar los diversos episodios evangélicos. Orar se convierte en otro modo de estar juntos y reencontrarse.
-¿Hay un mensaje que nos viene de Belén, el lugar de la Encarnación, para Navidad?
Fray Pizzaballa: El mensaje es aún el de siempre: Dios sigue visitándonos través de Jesús que sigue naciendo y siendo fuente de vida. Aunque la situación sea siempre la misma, puede cambiar nuestro modo de verla. A pesar de tanta violencia y signos de muerte, hay todavía muchas personas que desean arriesgar y gastarse por su tierra, por su gente, por la Iglesia. Ellas son signo de fuerza, de novedad y de esperanza par Tierra Santa y espero que también para los otros. Tierra Santa nos pertenece, nosotros pertenecemos a Tierra Santa, nuestra fe ha nacido aquí y sigue naciéndonos. Por esto lo que sucede en Tierra Santa nos afecta a todos de cerca.
Por Chiara Santomiero, traducido del italiano por Nieves San Martín |