De varias entrevistas periodísticas:
-" ¿De qué se arrepiente?
-Bueno, propiamente, de nada. He hecho cosas mejor y cosas peor, pero siempre con la intención de acertar".
Y otro:
-"¿Si volviera a nacer qué haría de otro modo?
-Nada. Si volviera a nacer, volvería a hacer lo mismo que he hecho".
Y otra:
-" ¿Qué páginas de su vida le gustaría reescribir?
-Pienso que ninguna. Algunas me han costado lágrimas, pero he obrado siempre como pensaba que tenía que obrar".
Y otro. Y otro. Y mil más.
Me gustaría decir que me arrepiento de haber escrito esto y, en general, de todo lo que escribo una vez que lo he escrito y de trescientas cincuenta mil cosas más. Si volviera a nacer, intentaría no volver a cometer algunas de las estupideces que ya he cometido: rondarán, supongo, los varios millones, aunque la misericordia divina impide que recuerde más allá de unos cuantos cientos de mentiras, silencios interesados, cobardías, perezas, abusos, robos, murmuraciones, lujurias, envidias, vanidades y soberbias, inmodestias, imprudencias, injusticias de variado género, ironías hirientes, acorchamientos voluntarios del corazón y del alma, contra Dios, contra mis padres, contra mis hermanos, contra mis profesores y maestras, contra mis amigos, contra mis alumnos, contra mis compañeros y colegas, contra aquel y contra aquella, contra todos. Si pudiera reescribir las páginas de mi vida, pocas quedarían como están y pasan de mil las que borraría enteras. Y sobre todo, me arrepiento, me duele y me apena que tanta gente insista en no arrepentirse, no dolerse, no apenarse de lo que ha hecho. De eso, también yo tengo la culpa.
Nuestro Tiempo, N° 480 (Junio 1994).
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