Verónica Guerrero Mothelet
Relata el poeta griego Hesíodo que Thanatos, la muerte, era hijo de la Noche y hermano del Sueño. Habitaba en el Tártaro, a donde transportaba las almas de los fallecidos, y los dioses lo rechazaban por su corazón insensible. Como los antiguos griegos, muchas otras culturas han intentado encontrar alguna explicación para el final de la vida, así como un asidero del cual sostenerse en los difíciles momentos de una larga agonía, o cuando se sufre una separación irremediable.
A principios del siglo XX, el término tanatología (tratado sobre la muerte) se aplicaba a una rama de la medicina forense, más bien desde el punto de vista legal. No obstante, su concepción evolucionó con la percepción de que existe una gran necesidad de aliento y ayuda para las personas que enfrentan pérdidas importantes. Así, en su acepción actual, la tanatología se practica en el mundo desde hace poco menos de 40 ó 50 años como parte de una disciplina médica. En México, su ejercicio está respaldado por dos instituciones: el Instituto Mexicano de Tanatología (Inmextac) y la Asociación Mexicana de Tanatología, que llevan aproximadamente 12 años funcionando en el país, señala el doctor Guillermo Hernández Téllez, tanatólogo del Hospital 1º de Octubre del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).
Explica que la tanatología es la ciencia que enseña a manejar el proceso de morir. En el paciente terminal, en particular, parte del conocimiento y aceptación de su diagnóstico, y procura ayudarlo a superar las diferentes etapas que conlleva su proceso de pérdida o duelo, hasta aceptar conscientemente el hecho de su muerte. “No con resignación, sino como un acto de conciencia en el que asume las decisiones pertinentes: despedirse de sus familiares, preparar testamento, e indicar si desea pasar por una reanimación cardiopulmonar o el empleo de medidas artificiales para sostener su vida”.
Este proceso lleva al paciente a adquirir capacidad de decisión en los ámbitos biológico, psicológico, social y espiritual, porque la tanatología considera que el ser humano es una unidad compuesta por dichas esferas y ve la muerte no como un final, sino como el punto culminante de la vida. “Heidegger, el filósofo alemán, afirmaba que el hombre es un ser para la muerte, ya que desde su nacimiento comienza a morir todos los días”, refiere el doctor Hernández Téllez. Por ello, la tanatología indica que la vida debe vivirse en su máxima expresión, intentando obtener de ella los mayores beneficios posibles, disfrutándola y realizándose en todos aspectos. “La tanatología enseña, a partir del proceso de la muerte, cómo lograr que la vida sea vivida de mejor manera... cómo volverla trascendente a nivel personal, familiar, social y comunitario”.
Cuando se toma en cuenta esta noción, la muerte deja de percibirse como el último momento, para convertirse en el punto más brillante: “una graduación de la vida”, precisa el especialista. “Cuando voy a morir y viví conscientemente, entonces mi muerte se convierte en el corolario de mi vida, y esto lo hace trascendente. La memoria queda en las personas que me sobreviven y esa memoria me permite trascender”.
Asimismo, agrega que esta ciencia no sólo tiene que ver con el enfermo ante la muerte inminente, sino también con pacientes que enfrentan pérdidas muy severas, como amputaciones, trasplantes, VIH-SIDA, o de alguna persona cercana, afrontando un proceso de duelo. Otro grupo de trabajo son los parientes de estas personas, porque también ellos sufren dolor, angustia y estrés, pues muchas veces se preguntan ¿por qué a pesar de una excelente atención médica, finalmente muere mi familiar? Otra de las áreas de la tanatología es la denominada intervención en crisis, lo que significa que “en el momento de una muerte no esperada, el equipo interviene para ayudar a comprender y superar el duelo”.
Un aspecto más de esa disciplina es, mediante la investigación en hospitales, encontrar maneras de trabajar con el equipo de salud para evitar situaciones de encarnizamiento terapéutico (uso de terapias inútiles) y de tratamientos médicos desproporcionados, lo que obviamente lleva a humanizar el ejercicio de la medicina. “Por lo tanto, en términos generales, tenemos actividad asistencial, de docencia e investigación”, apunta.
Comenta que existe un diplomado universitario, impartido por el Inmextac en coordinación con la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, que tiene el objetivo de dar a conocer la tanatología al público en general, y en particular de formar a profesionales tanto de la salud como de otras disciplinas que complementan esta práctica, como son teólogos, psicólogos o pedagogos. El diplomado tiene un año de duración y actualmente se realiza en varias sedes del ISSSTE. “En el hospital 1º de Octubre se han llevado a cabo dos diplomados de este tipo, tres en el Gonzalo Castañeda, y uno en el CMN 20 de Noviembre. En estos hospitales han tomado el curso médicos y enfermeras de diversas especialidades, principalmente medicina interna, cuidado intensivo, pediatría o clínica del dolor”, apunta Hernández Téllez.
En términos generales, “apoyamos al enfermo y, cuando fallece, seguimos con sus familiares el proceso de duelo, detectando a quienes son más susceptibles o tienen mayor riesgo de caer en cuadros de depresión, duelos patológicos o prolongados. Se da asistencia prioritaria a éstos, y luego se trabaja, tal vez un poco más esporádicamente, con el resto de la familia”. Esto se debe, señala, a que por el momento no se cuenta todavía con el espacio y tiempo que les permita atender de inmediato a todo el que lo requiere. Empero, indica que en el corto plazo se presentará ante las autoridades hospitalarias un proyecto para formalizar este servicio.
“Nos gustaría formalizar el departamento de tanatología como tal. Hace un par de años no habría sido posible, porque no había suficientes profesionales capacitados, pero probablemente para el próximo año, con el personal ya capacitado, podríamos iniciar el servicio en el 1º de Octubre y luego llevarlo a otros centros del ISSSTE”. Este paso complementaría la utilidad de los cursos tomados por los profesionales médicos del Instituto, que permiten un acercamiento a los derechohabientes para brindarles una atención más humanitaria y ayudarlos a superar esta delicada etapa de la vida, “en la que a veces nos quedamos solos”. Igualmente, “creemos que facilitará el diálogo con nuestros afiliados, lo que redundará en una mejor calidad de la atención”, concluye.
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