Elegancia: la presencia de lo bello en cada Mujer.
Tengo una amiga que siempre ha representado para mí un modelo a seguir en el arte de la elegancia. Su manera tan femenina de comportarse, la distinción con la que camina, el destello de sus ojos y la perfecta combinación de su ropa, hacen que todos los que la ven al pasar, volteen hacia ella su Mirada.
Y es que su elegancia no es algo puramente externo, sus maneras femeninas y su ropa únicamente responden a su fondo e interioridad como mujer. Tiene mi amiga, una elegancia poseída desde el fondo de ella misma. Podría decirse que es ella una fascinante dualidad de habla y silencio; opacidad y transparencia; interioridad y exterioridad, moda y prudencia. Todo eso la hace elegante, misteriosa y atractiva a los ojos de los demás.
Por eso la elegancia que aquí me refiero es esa que se cultiva desde el fondo de una misma y a medida en que perdemos la frescura de nuestra juventud, hace que aflore una belleza más auténtica, más serena, más elegante y más verdadera.
¿Que es la elegancia?
Sobre todo es naturalidad y expresión de la propia personalidad. Es saber vestir con buen gusto.
La raíz de la palabra elegancia proviene de la voz latina eligere que significa "saber escoger". Este saber escoger responde también a la escala de valores que tengo para regir mi vida. ¿Valores? Sí, porque si para mí el pudor está considerado como una conducta a seguir en pro de la protección de mi propia intimidad así se reflejará en mi manera de vestir.
Vivir el pudor como valor, es la decisión que hace cada mujer a mantener cubierto lo que no debe ser mostrado, a callar lo que no debe ser dicho, a reservar a su verdadero dueño el don y el secreto que no deben ser comunicados más que a aquel a quien uno ama. Amar, no se olvide, es donar la propia intimidad.
Por eso a la hora de vestirme escogeré aquellas prendas demasiado escotadas, el largo de las faldas será considerado y procuraré evitar el uso de las piezas que provoquen escándalo como lo son los vestidos, pantalones y blusas que se ciñen con exceso al cuerpo. ¿Eso significa "vestirnos como viejita"? ¡Por supuesto que no! Hay un fino equilibrio entre el ser moderna y ser elegante.
A la mujer moderna, especialmente a las jovencitas, le cuesta mucho entender hoy en día el concepto del pudor que puedo afirmar es la raíz de la elegancia. Este fenómeno se da porque las madres de hoy en día mujeres en sus treinta, cuarenta e incluso cincuenta se dejaron influir por todo lo que los medios y sobre todo, todo lo que la industria de la moda anuncia.
Por supuesto que la moda influye no sólo en la forma de vestir, sino en el modo de vivir.
Las campañas publicitarias muestran, además de unos colores y unos tejidos, un canon de belleza (el de las modelos) y unos modos concretos de conducta: en la relación hombre-mujer, con los amigos, ante los padres, etc. Por todo esto, se hace importante no tener una mente tan superficial a la hora de escoger lo que va mostrar la dignidad que tenemos como mujeres.
Una mujer con ropa demasiado ceñida se está exhibiendo como objeto de placer, de deseo y como cosa. ¿Dónde dejamos entonces a la inteligencia, al auto-control, a la paciencia y a las virtudes que nos hacen mujeres únicas e irrepetibles? Una mujer que se viste para llamar la atención de los demás y para exhibir su cuerpo no podrá nunca ser elegante. Deja de ser interesante, su feminidad comienza a parecer injustamente algo burdo cuando es exactamente lo contrario: algo delicado.
Ser elegante significa custodiar lo íntimo, ponerse límites y atreverse a ser una mujer que va contra la corriente.
La elegancia también enseña.
Vestirse y comportarse de acuerdo a los valores que se viven y sobre todo hacer uso de la moda de acuerdo a nuestra edad. No es raro ver mujeres de treinta y cinco años vestidas como adolescentes, preocupadas por ocultar el paso de los años.
La elegancia también enseña. O, mejor dicho, también se enseña. Si somos madres de niñas en lo particular no debemos pasar por alto que nosotras somos el modelo en que nuestras hijas se verán reflejadas.
Para hablar en específico de la elegancia desde el comportamiento, si nuestros modales son distinguidos, recordando que lo distinguido es lo que sobresale, lo elevado, lo señorial y que nos sitúa por encima de lo vulgar desarrollando el verdadero comportamiento femenino, es lógico que esto será un valor para la convivencia dentro de las relaciones humanas que tus hijos, y sobre todo tus hijas heredarán.
Las niñas lo copian todo, me refiero a "todo". Imitan la forma en que acogemos a nuestro esposo y a los otros; juegan con sus muñecas de acuerdo a la sensibilidad que hemos depositado en ellas. Miran a los otros con lo profundo de nuestra mirada y saludan con el calor o la frialdad con que nosotras lo hacemos. Copian todas nuestras actitudes.
Todo esto viene por la inspiración que la madre pueda dar y sobre todo la interiorización en su ser de que ella, es una mujer. Por eso es importante hacer un auto-análisis de tu propia forma de conducirte en privado, es decir con aquellos que te permiten ser tu con toda libertad.
Más importante aún es enlazar la forma de vestirse con los valores que quiero inculcar en mis hijas. Por esto:
- Si quiero hijas que al llegar a la adolescencia no quieran empezar a desnudar su cuerpo con la ropa que esta de moda, será importante que desde pequeñitas vayan observando la forma cuidadosa y elegante en que mami se viste.
- Si quiero hijas que al llegar a la adolescencia no se decidan sólo por los tenis y los pantalones de mezclilla, será importante acostumbrarlas que a la iglesia se va con vestido y el cabello muy bien recogido por ejemplo.
- Si quiero hijas que al llegar a la adolescencia sean femeninas, conscientes de su enorme dignidad como mujeres y orgullosas de hacer del pudor un valor que guiará su vida me tocará a mí reorientar mi conducta en cuanto a la vestimenta que elijo. Después de todo también tengo derecho a encarnar los valores que harán que emerja un tipo de mujer diferente. No podemos controlar la industria de la moda, tampoco tenemos control sobre aquello que nuestras hijas irán a ver a la calle cuando salgan con sus amigas.
No podemos controlar la forma en que se visten los artistas, las modelos en la televisión y aquellos personajes públicos que lamentablemente son tomados como modelo a seguir. Pero si podemos influenciar enormemente con audacia e inteligencia el fondo de sus conciencias.
Enseñarles de una manera creativa que la elegancia para la mujer es lo que para un pintor 'como Leonardo Da Vinci representan las acuarelas, sin ellas no hay pintura.
Sin elegancia no hay mujer completa, no puede contemplarse el verdadero esplendor femenino que sólo puede nacer de una alma bien cultivada, un corazón disciplinado y una inteligencia consciente de su dignidad como mujer. Eso lo hace, ya lo sabes, tú que eres o que serás madre y que te gusta estar a la moda. Como a mí. ¿Te lo piensas?
¿Qué tan elegante soy cuando:
- Me levanto por las mañanas y saludo amablemente con una sonrisa.
- Cuido de mi apariencia inmediatamente si soy una madre que se queda al cuidado de sus hijos
- Al llamar la atención, al tener una discusión, ¿me controlo?, ¿lo hago a gritos?, ¿soy pesada?
- Al tratar con el personal de servicio.
Y si soy una mujer que trabaja fuera de casa:
- ¿Va antes mi gusto por la moda que la imagen profesional que quiero proyectar?
- ¿Saludo de una manera cordial a mis compañeros de trabajo cada mañana?
- Al resolver conflictos, ¿mantengo el equilibrio, soy elegante en mis palabras?
Como hemos visto el comportamiento forma parte de la elegancia en una mujer y por esto se hace preciso estar alerta en la forma en que estamos expresando nuestra feminidad, sobre todo porque la mujer es la que crea el ambiente para las relaciones humanas.
¿Qué es lo correcto en el vestido?
Hoy en día, vestirse es todo un reto, sobre todo con elegancia. Hemos dicho anteriormente que una mujer se viste de acuerdo a los valores que rijan su vida. Una vez más, es preciso considerar aquello en lo que yo creo, lo que yo quiero proyectar y la reputación que quiero lograr a la hora de ir por un estilo que sea el sello de mi personalidad, la expresión de mi interioridad.
El valor de la elegancia y la presentación es innegable en nuestra sociedad que parece regirse únicamente por la apariencia. Sin embargo como mujeres debemos ir más lejos, ser más audaces y más revolucionarias. Eso significa que si la última moda indica que debemos usar ropa que pretende "vendernos", entonces es el momento de poner un alto y remar contra corriente. La elegancia y lo revolucionario nace en el corazón, y no en la ropa.
La mujer elegante y que mide su forma de vestir llama mucho más la atención que quien desea mostrar todo de golpe. Genera un encanto y un misterio que son... más irresistibles que una minifalda.
Si nos dejamos llevar por la moda y queremos exhibirnos ¿Dónde dejamos el enigma? ¿Qué le reservamos al amor de nuestra vida? ¿Qué valor me doy a mi misma si parece que "quiero venderme"? Nuestro vestido puede y debe reflejar lo que somos en el interior: mujeres que nos respetamos, que nos valoramos y que entendemos nuestro delicado papel en la humanidad: ser revolucionarias del corazón. |