19-VII-2013
Fuente: The Atlantic
Convivir juntos antes de casarse se ve como un paso previo para conocerse mejor y así evitar las uniones desafortunadas. Pero la cohabitación no está exenta de sorpresas: a menudo sucede que, cuando ellas deciden formalizar la unión después de haber cohabitado, ellos no tienen particular interés en comprometerse de por vida. Así lo revela un estudio realizado por dos sociólogos del think tank RAND Corporation (1).
A partir de una muestra de 2,068 hombres y mujeres de 18 a 26 años, Michael Pollard y Kathleen M. Harris muestran que el nivel de compromiso de las parejas que cohabitan es menor que el de las casadas. Además, es más probable que tras meses o años de convivencia muchos varones sigan descartando un proyecto de vida en común permanente.
El 41% de los hombres que cohabitan afirman que no están “completamente comprometidos” con sus parejas, frente al 26% de las mujeres que declaran lo mismo. Entre los casados, estos porcentajes son mucho más bajos: el 18% entre los hombres y el 12% entre las mujeres.
Las parejas de hecho son las que más negro ven el futuro: el 52% de los varones y el 39% de las mujeres que cohabitan tienen dudas de que su relación sea estable. Estos porcentajes bajan al 19%, tanto para hombres como para mujeres, entre los casados.
La cohabitación antes de la sorpresa
Al comentar el estudio en The Atlantic (8-07-2013), el sociólogo estadounidense Bradford Wilcox hace tres advertencias a las parejas que se están planteando vivir juntas antes de casarse:
Hablar sobre el futuro. Este consejo interesa especialmente a las mujeres, pues son ellas las que tienen más probabilidad de descubrir que su pareja puede no estar interesada en un futuro común. Además, deben saber que para muchos jóvenes una relación larga de cohabitación puede ser un obstáculo antes que un paso previo al matrimonio o a la decisión de formar una familia.
Objetivos comunes. Como la cohabitación sirve para fines muy variados (un paso previo al matrimonio, una alternativa a casarse, una forma de ahorrar en el alquiler, una fórmula cómoda para tener relaciones sexuales…), uno puede encontrarse con la sorpresa de que el otro no busque lo mismo en la relación.
No “deslizarse” hacia el matrimonio. Hay algo peor, dice Wilcox, que convivir con alguien que no sabe hacia dónde va, y es casarse con él. Una investigación realizada por tres psicólogos (2) muestra que un problema frecuente entre las parejas que cohabitan es el de “deslizarse” hacia el matrimonio, por la presión de la familia y los amigos o simplemente por inercia, en lugar de decidirlo conscientemente. Sin valores comunes y sin un sentido compartido del compromiso, estas parejas son más propensas a divorciarse.
Según esta investigación, el riesgo de divorcio es un 40% mayor entre las parejas que cohabitan que entre las que se casan sin cohabitar. El riesgo disminuye si se empieza a convivir con la meta clara del matrimonio, aunque es mayor que el de quienes fueron directamente al altar.
Pensando en las parejas que ven la cohabitación como un período de prueba, Wilcox concluye diciendo que prescindir del sentido del compromiso no es una buena manera de empezar a construir un matrimonio estable.
Notas
(1) Michael Pollard, Kathleen M. Harris, Cohabitation and Marriage Intensity. Consolidation, Intimacy, and Commitment, Working Papers WR-1001 (Rand Corporation, 2013).
(2) Scott M. Stanley, Galena Kline Rhoades, Howard J. Markman, “Sliding Versus Deciding: Inertia and the Premarital Cohabitation Effect”, Family Relations 55 (2006): 499-509.
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La química sexual
7-01-2011
Un estudio de la Universidad Brigham Young de Utah confirma que las parejas que posponen las relaciones sexuales tienen más posibilidades de tener matrimonios sólidos y satisfactorios.
Los autores del estudio analizaron el impacto del momento de inicio de las relaciones sexuales en los eventuales matrimonios, a través de 2035 participantes divididos en tres grupos: los que tuvieron relaciones sexuales durante el primer mes de iniciar su vínculo afectivo (776), los que tuvieron relaciones sexuales después del primer mes y antes de cumplir dos años de noviazgo (923), y los que esperaron hasta el matrimonio (336) para tener relaciones sexuales.
Según informa el servicio de noticias HealthDay.com, los autores encontraron que las parejas casadas que retrasaron las relaciones sexuales fueron más propensas a comunicarse, disfrutar del sexo y tener un matrimonio más estable y satisfactorio que los que tuvieron relaciones sexuales desde el principio.
Para Dean M. Busby, uno de los coautores del estudio, precipitarse en la intimidad puede impedir la felicidad conyugal porque en muchos casos la prontitud de las relaciones sexuales lleva a las personas a casarse aún siendo incompatibles porque se sienten comprometidos en un vínculo complejo que no saben cómo romper.
También de acuerdo con la investigación, existe la creencia generalizada de que para una pareja es determinante saber si tiene “química sexual” porque consideran que esa es la clave para un buen matrimonio.
El estudio, publicado en la edición de diciembre de la revista Journal of Family Psychology, sugiere que el inicio temprano de las relaciones sexuales no determina el fracaso matrimonial pero puede dar lugar a “matrimonios más frágiles”.
“El sexo es importante, pero no es lo único importante en el matrimonio”, recuerda Busby.
HealthDay.com recogió los elogios al estudio de Mark Regnerus, autor del libro Sexo antes del matrimonio en Estados Unidos que será publicado este año.
Regnerus asegura que “el impulso para evaluar la química sexual al inicio de una relación romántica, si no antes, es muy popular” pero “simplemente no funciona tan bien como se anuncia”.
“Un buen matrimonio –incluyendo el sexo– es algo que se construye. No viene prefabricado”, advierte.
Fuente: religionenlibertad.com
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Unión baja en compromiso
El “pacto civil de solidaridad” se está convirtiendo de hecho en una alternativa al matrimonio
En Francia, el compromiso matrimonial está en tensión. Por un lado, bajan las bodas y suben los “pacs”. Por otro, la secretaria de Estado para la Familia quiere reforzar la preparación al matrimonio civil.
Juan Meseguer
Aceprensa, 9-II-2012
Mientras continúa el declive de las bodas en Francia, crece el número de parejas que no se casan pero formalizan su relación a través de los “pacs” (pacto civil de solidaridad). Los “pacs” imponen ciertos deberes, pero los firmantes no quieren unirse para siempre. Aunque la ley francesa equipara los “pacs” al matrimonio a efectos fiscales, la ausencia de un compromiso de futuro marca la diferencia entre ambas figuras.
A los partidarios del matrimonio se les ha acusado a veces de ser unos “burócratas del amor”. Pero, curiosamente, cada vez es más frecuente que quienes antes huían del Derecho ahora acuden a él.
Aunque en los sistemas con un divorcio permisivo cada vez se aprecia menos, la institución legal del matrimonio es una garantía al servicio del “sí, quiero”; o sea, de la intención expresada por los cónyuges de unirse de por vida. Primero viene la voluntad matrimonial y, de ella, surge el vínculo jurídico.
En cambio, las parejas que acuden a los “pacs” reclaman un reconocimiento y una protección de su vida en común actual, pero sin comprometerse a mantenerla en el futuro.
La secretaria de Estado para la Familia se plantea iniciativas para reforzar la preparación para el matrimonio y ofrecer consejo en asuntos conyugales
“Pacs” en alza
Creados en 1999, los “pacs” fueron pensados inicialmente como un contrato para regular la convivencia en pareja de cualesquiera dos adultos, no necesariamente con relación sexual.
Pero luego, en la práctica, esta figura fue convirtiéndose en una alternativa al matrimonio. Sobre todo, a partir de 2005, debido a una reforma legal aprobada ese año que equiparó por completo los “pacs” a efectos fiscales al matrimonio (cfr. Aceprensa, 16-04-2008).
En los últimos cinco años, se observa que las bodas en Francia van en declive mientras que los “pacs” crecen deprisa. Así, el número de nuevos matrimonios baja de 273,000 en 2007 a 241,000 en 2011. En cambio, los “pacs” fueron 195,000 en 2010 (todavía no hay datos disponibles de 2011) cuando en 2007 apenas superaba los 100,000 y en 2008 rondaba los 150,000.
Un vínculo que ate poco
A juzgar por estos datos, parece que la sociedad francesa parece dispuesta a aceptar los “pacs” como una fórmula intermedia entre el más exigente matrimonio y las demasiado frágiles uniones de hecho.
Las parejas que acuden a los “pacs” no quieren casarse, pero tampoco quieren simplemente convivir. El pacto que firman les da derecho a unas ventajas, pero también les impone ciertas obligaciones.
Entre otras cosas, los firmantes se deben ayuda material y asistencia recíproca, por ejemplo, en caso de enfermedad o desempleo; y asumen solidariamente las deudas contraídas para las necesidades del sostenimiento familiar (cfr. Aceprensa, 13-11-2009).
La existencia de un conjunto de derechos y deberes que regulan la convivencia de las parejas puede hacer pensar que los “pacs” funcionan como “matrimonios débiles” o “matrimonios de segunda” para quienes quieren comprometerse, pero no mucho. Existiría, pues, cierto vínculo. Fácil de disolver, pero vínculo al fin y al cabo.
Pero lo cierto es que las parejas registradas a través de los “pacs” siguen compartiendo lo fundamental con las uniones simplemente de hecho: la voluntad de eludir el compromiso de por vida. Esta decisión convierte a ambos tipos de uniones en algo completamente distinto del matrimonio.
Preparación al matrimonio civil
Que las parejas sean más conscientes de su compromiso y cuenten con ayuda para mantenerlo es precisamente la línea defendida ahora en Francia por la secretaria de Estado para la Familia, Claude Greff.
En la actualidad, el 77% de los franceses proyectan una vida familiar con una misma persona; pero la tasa de divorcio alcanza el 50% como promedio, mientras que el 19% son familias monoparentales. El asunto preocupa a los políticos y el pasado junio se creó un grupo de trabajo en la Asamblea para estudiar “la preparación al matrimonio civil”.
En respuesta a una cuestión del diario La Croix (20-01-2012), Greff ha explicado los tres ejes en que se basará su acción. En primer lugar, se trata de “sensibilizar a los futuros cónyuges sobre sus derechos y deberes”. Con este fin, se está preparando un folleto, destinado a los contrayentes, con informaciones sobre la historia del matrimonio, los artículos del Código Civil que lo regulan, los derechos y deberes de cada uno, la solidaridad en las deudas, las obligaciones respecto a los hijos...
El segundo eje será la formación de los concejales y de los funcionarios municipales, proporcionándoles unas indicaciones de referencia sobre el matrimonio en un folleto específico. También se pretende que la ceremonia del matrimonio civil esté más cuidada: “Con frecuencia no dura más que unos minutos, y es demasiado corta para un compromiso tan importante”, comenta Greff en Le Monde (5-02-2012). Para adaptarse a las necesidades de los contrayentes, se facilitará la celebración del matrimonio civil fuera de los muros del ayuntamiento. A veces ocurre que la sala prevista no tiene capacidad para acoger a los invitados.
Como tercera directriz, se quiere informar mejor a las parejas sobre las posibilidades de recibir consejo en asuntos conyugales, para que sepan a quién dirigirse en caso de que lo necesiten. Hervé Mariton, diputado de la mayoría, especialista en cuestiones familiares, afirma sin complejos: “No pretendemos obligar a la gente a vivir juntos, pero podemos decir que la estabilidad, la duración y la solidaridad familiar son cosas buenas. No tenemos por qué estar a la defensiva en estas cuestiones”.
En algunas juntas municipales de París, una asociación de voluntarios –Cap Mariage– se ofrece a dar sesiones de preparación al matrimonio civil a las parejas. Su objetivo “es ayudar a que la pareja dure, gracias a cuidar la comunicación”, explica uno de los voluntarios. “Se ve tanto sufrimiento con las separaciones”. La asociación es de inspiración católica, pero su discurso es laico y apolítico, dice el diario parisino.
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Vivir juntos sin casarse: los hombres lo ven como sexo sin compromiso, dice un estudio
Las mujeres, en cambio, piensan que es como un paso previo a casarse y que se hace por amor.
Forum Libertas
10-02-2011
“¿Y si vivimos juntos?”, dijeron él y ella llenos de ilusión.
Pero en realidad querían decir cosas distintas y estaban pensando en cosas distintas, según un estudio de la Universidad de Michigan que pronto se publicará en la revista Journal of Family Issues.
Ella quiere “vivir juntos” para compartir el amor. Él quiere sexo.
Ella piensa que vivir juntos es un paso previo (intermedio) hacia el matrimonio, que es un paso más hacia el compromiso, la vida adulta. Él, en cambio, piensa que es “una manera conveniente y con poco riesgo” de probar el producto. “Poco riesgo” quiere decir “poco o nulo compromiso”, sensación de provisionalidad y salida fácil.
Cuando les preguntas las desventajas de la cohabitación, la mujer lo compara con el matrimonio: “veo menos legitimidad y compromiso que en el matrimonio”, admite. El hombre, en cambio, ni piensa en compararlo con el matrimonio: al oír la palabra “desventajas” recuerda cuando vivía sólo y dice: “cohabitar limita mi libertad”.
Las diferencias son entre hombres y mujeres
Esos son los principales resultados de una investigación con 96 hombres y 96 mujeres de EEUU, de entre 25 y 30 años, repartidos a partes iguales entre blancos, negros e hispanos. Los investigadores les hicieron entrevistas en profundidad y también grupos de enfoque, y hablaron de las razones que llevan a las parejas a cohabitar o lo que cambia cuando asumen esta relación.
Las respuestas no variaban mucho por etnia, pero sí por sexo: cada sexo buscaba, temía o esperaba cosas distintas en la cohabitación. “Una brecha por género”, en las palabras de Pamela Smock, socióloga del Centro de Estudios de Población de la Universidad de Michigan.
Smock llevó a cabo el estudio con Penélope Huang, del Colegio Hastings de Leyes en la Universidad de California; Wendy Manning de la Universidad estatal Bowling Green, y Clara Bergstrom Lynch, de la Universidad estatal del Este de Connecticut. La investigación tuvo el apoyo de donaciones del Instituto Nacional Eunice Kennedy Shriver de Salud Infantil y Desarrollo Humano.
Los entrevistados dieron tres razones básicas para vivir juntos:
- Poder pasar más tiempo con su pareja (algo que se podría conseguir de otras formas)
- Compartir la carga financiera (una razón economicista)
- “Comprobar” la compatibilidad (algo que nunca se ha demostrado que la cohabitación consiga: al contrario, muchos estudios muestran que los que cohabitan antes de casarse luego se divorcian más).
Las mujeres mencionaron el “amor” como una razón para vivir juntos tres veces más a menudo que los hombres, en tanto que los hombres mencionaron el “sexo” como una razón para vivir juntos cuatro veces más que las mujeres.
A pesar de las distintas expectativas, Smock afirma que los jóvenes ven la cohabitación como algo poco menos que inevitable, como “algo que ha de ocurrir”… una especie de fatalismo acrítico más que una opción consciente y razonada.
Los niños que nacen de la cohabitación, víctimas de separación
En 2010, Pamela J. Smock y la Universidad de Michigan ya estudiaron los efectos de la cohabitación y publicaron en el “Journal of Marriage and Family” (con el título: “Married and Cohabitating parents’ Relationship Stability”, abstract aquí ) que una vez se han tenido en cuenta los factores étnico-estadísticos, se descubre que los niños que han nacido en parejas cohabitadoras multiplican por cinco su riesgo de vivir la separación de sus padres, con respecto a los niños nacidos dentro del matrimonio. Los datos de la profesora Smock muestran que en 15 años, el número de mujeres de 35 a 39 años que han cohabitado en EEUU se ha doblado (de un 30 por ciento han pasado a un 61 por ciento).
Cohabitar aumenta el riesgo de divorcio y ruptura
La mitad de las parejas de Estados Unidos que cohabitan se casan a los tres años. Pero haber “probado” a su pareja no les protege de la ruptura en absoluto. Hay estudios estadounidenses sobre ello, pero los canadienses son más claros todavía: un estudio del profesor Zheng Wu, de la Universidad de Victoria, llega a la conclusión de que quienes viven juntos antes del matrimonio se casan más tarde y se divorcian más.
El estudio, publicado en 1999 en la Canadian Review of Sociology and Anthropology, revela que 55% de las parejas canadienses que cohabitan terminan casándose. ¿Salen matrimonios estables de la experiencia? No, al contrario. Aunque se casan con 33-34 años (5 ó 6 años después el que canadiense medio) y se supone que son más adultos y se conocen bien tras años de cohabitar, no resultan más estables. Según el estudio, las mujeres que han convivido con su pareja antes de casarse tienen una probabilidad mayor de divorciarse (80%) que las que no lo han hecho. En el caso de los hombres, el aumento de probabilidad es de 150%. El riesgo de ruptura es aún mayor si alguno de los miembros de la pareja ha cohabitado antes con otra persona.
Otro trabajo canadiense, a partir de los datos de la Encuesta Social General Canadiense (analizada por Le Bourdais et al., Canadian Social Trends, 56) es muy clara al respecto: el 33% de las mujeres de 20-30 años que se casa directamente vio roto su matrimonio, mientras que si sumamos las que cohabitaron y luego se casaron y las que cohabitaron sin llegar a casarse nos sale un 66% de mujeres que ven rota su relación de compromiso. Una relación de cohabitación sería el doble de arriesgada que una de matrimonio.
Un tercer trabajo canadiense (A. Milan, Canadian Social Trends, 56, año 2000) comprobó que más del 50% de las uniones en cohabitación quedan disueltas antes de 5 años. Los matrimonios que se rompen antes de 5 años son un 30%
Fuente: forofamilia.org
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La cohabitación, más peligrosa que el divorcio para la institución matrimonial
Jill Kirby, portavoz del Centro de Estudios de Política.
Magdalena Subercaseaux
14-IX-2010
Fuente: Forum Libertas
Muchos analistas señalan la erosión continua del matrimonio y la familia, pero cifras publicadas en Inglaterra hace unos años llevaron a Jill Kirby, portavoz del Centro de Estudios de Política (Centre for Policy Studies) a declarar que la peor amenaza para el matrimonio es la cohabitación, es decir, convivir sexualmente sin estar casados.
"El serio declive del matrimonio es un cambio preocupante. La cohabitación es una asociación inherentemente frágil. No es el divorcio lo que impactará seriamente en los niños del futuro, sino los padres que tomarán y dejarán diferentes relaciones en las que el matrimonio no será un factor. Muchas mujeres de cuarenta y cincuenta años vivirán solas, quizás habiendo tenido una o dos relaciones, pero sin haberse casado nunca, con todas sus implicaciones emocionales y financieras. ¿Queremos que se cumplan estas predicciones o queremos recuperar algunas de las virtudes del pasado?"
Las cifras que preocupaban a Jill Kirby las publicó el gobierno inglés el 29 de septiembre de 2005 en su informe de tendencias de población (Population Trends, septiembre 2005).
Las cifras mostraban masas de cuarentones y cincuentones ingleses y galeses cohabitando o solos, sin casarse: para el 2031 el 40% de los hombres y el 35% de las mujeres de 45 a 54 años estarán sin casar. En el 2003, en la ya muy desestructurada sociedad inglesa, aún estaban casados el 71% de los hombres y el 72% de las mujeres de esa edad. Para el 2031 sólo estarán casados el 48% de los hombres y el 50% de las mujeres de esas edades, y para muchos será su segundo o tercer matrimonio.
Las asociaciones familiares en el Reino Unido recuerdan que estas uniones son muy inestables y generadoras de pobreza, y critican que los laboristas hayan abolido algunos beneficios fiscales del régimen matrimonial y en cambio beneficien a los padres solteros. Entrevistado por el Daily Telegraph, el psicólogo Phillip Hodson, de la Asociación Británica de Consejería y Psicoterapia, explicaba por qué los matrimonios son más interdependientes que los cohabitantes: "matrimonio es cuando dos personas se hacen una, y cohabitar es cuando dos personas siguen siendo dos".
Cohabitar aumenta el riesgo de divorcio
Muchas parejas jóvenes deciden cohabitar "a prueba", con la idea de casarse después, "para ver si somos compatibles". Piensan que es una forma de prevenir un posible divorcio. Sin embargo, las estadísticas son insistentes: se divorcian más los que antes de casarse estuvieron cohabitando. Las cifras pueden cambiar según el país y el informe, pero no hay ningún estudio que diga lo contrario, ninguno que diga que los matrimonios creados sin cohabitación presentan más divorcios.
En Estados Unidos, dos investigadores de la Universidad de Wisconsin, Larry Bumpass y James A. Sweet, analizaron los datos del Informe Nacional sobre Familia y Hogares (1987-88), con una muestra de 13,000 personas. Encontraron que en EEUU, diez años después de casarse, el 38% de los que habían cohabitado antes se habían divorciado, en comparación con 27% de los que se casaron directamente. Los autores, que no quieren culpabilizar a nadie, sugieren posibles explicaciones: «Ante el mismo nivel de insatisfacción, los que han cohabitado están más inclinados a aceptar el divorcio como solución».
En Canadá, un estudio del profesor Zheng Wu, de la Universidad de Victoria, llega a la conclusión de que quienes viven juntos antes del matrimonio se casan más tarde y se divorcian más. El estudio, publicado en 1999 en la Canadian Review of Sociology and Anthropology, revela que 55% de las parejas canadienses que cohabitan terminan casándose. ¿Salen matrimonios estables de la experiencia? No, al contrario.
Aunque se casan con 33-34 años (5 ó 6 años después el que canadiense medio) y se supone que son más adultos y se conocen bien tras años de cohabitar, no resultan más estables. Según el estudio, las mujeres que han convivido con su pareja antes de casarse tienen una probabilidad mayor de divorciarse (80% ) que las que no lo han hecho. En el caso de los hombres, el aumento de probabilidad es de 150%. El riesgo de ruptura es aún mayor si alguno de los miembros de la pareja ha cohabitado antes con otra persona.
Otro trabajo canadiense, a partir de los datos de la Encuesta Social General Canadiense (analizada por Le Bourdais et al., Canadian Social Trends, 56) es muy clara al respecto: el 33% de las mujeres de 20-30 años que se casa directamente vio roto su matrimonio, mientras que si sumamos las que cohabitaron y luego se casaron y las que cohabitaron sin llegar a casarse nos sale un 66% de mujeres que ven rota su relación de compromiso. Una relación de cohabitación sería el doble de arriesgada que una de matrimonio.
Un tercer trabajo canadiense (A. Milan, Canadian Social Trends, 56, año 2000) comprobó que más del 50% de las uniones en cohabitación quedan disueltas antes de 5 años. Los matrimonios que se rompen antes de 5 años son un 30%.
En Europa, lo mismo
Los estudios realizados en Europa apuntan en el mismo sentido. En Alemania, un Informe de las Familias del Deutscher Institute se planteó, con una muestra de 10.000 personas entrevistadas personalmente, cuáles son los factores que aumentan el riesgo de divorcio. Una de las circunstancias que influyen en la divorcialidad es el «haber hecho la prueba». Matrimonios que cohabitaron antes de casarse tienen entre 40% y 60% más riesgo de acabar en divorcio.
Suecia es uno de los pocos países donde la cohabitación es realmente hegemónica como primera opción de los jóvenes, pero después de nacer el primer hijo (más de la mitad de los niños nacen fuera del matrimonio) hay tendencia a formalizar la relación y casarse.
Un estudio sueco (de Jan M. Hoen, profesor de demografía de la Universidad de Estocolmo, publicado en el Välfärdsbulletinen) comparaba los perfiles de las parejas que tienen hijos y se separan. Las parejas con más riesgo de separarse son las de jóvenes que cohabitan sin estar casados. En estos casos, el nacimiento de un hijo disminuye el riesgo de separación, aunque sólo durante los 18 primeros meses. En general, los matrimonios corren menor riesgo de divorciarse, y más si no han tenido hijos fuera del matrimonio y se casan, cuando deciden vivir juntos.
También en España se ha advertido que la cohabitación previa al matrimonio da peor resultado que casarse directamente. Según la Encuesta sobre Fecundidad y Familia, realizada en 1995 con una muestra de 4,000 mujeres y 2,000 varones de 18 a 49 años, entre las mujeres nacidas a finales de los años 60, sólo 3,7% de las que se casaron directamente se habían separado después de 5 años. Las que pasaron antes por la cohabitación se separaron en un 26% de los casos al término de ese plazo.
Al escribir este artículo no hemos encontrado ningún estudio que diga:
-a) que las parejas que cohabitan se separan menos que las que se comprometen mediante una boda.
-b) que las parejas que se casan tras haber cohabitado se separan menos que las que se casan directamente.
Fidelidad y felicidad
A partir de un gran tamaño y muy representativo sobre conductas sexuales (estudiado por Blumstein y Schwartz, 1990), queda bien establecido que el compromiso y la fidelidad en la cohabitación es mucho menor que en los matrimonios. Se preguntó a los encuestados si habían tenido al menos una relación sexual fuera de su matrimonio o cohabitación en el último año. Estos son los porcentajes de los que dijeron que sí:
- Esposas: 9%
- Esposos: 11%
- Cohabitadoras: 22%
- Cohabitadores: 25%
Otro estudio de 1994 (Laumann et al.) insistió en lo mismo: sólo un 75% de los cohabitadores son monógamos mientras cohabitan (frente a más de un 90% de los casados).
En la comparativa de 1998 de Stack y Eshleman, estudiando 17 países occidentales y Japón, se establece que los casados dicen estar felices 3,4 veces más que los cohabitadores.
¿Causas o selección?
Nadie niega que a los matrimonios les va mejor que a los cohabitadores. Una teoría es que las personas más serias, más formadas, más comprometidas, más estables emocionalmente, etc. tienden a casarse, mientras que la cohabitación sería la fórmula que prefieren las personas más inmaduras, menos estables, etc...
Pero otra postura es la que afirma que el matrimonio tiene poder para cambiar a las personas, haciéndolas más comprometidas y esforzadas. El estudio de S.L. Nock de 1998, centrado en como el matrimonio afecta a los hombres, afirma que casarse ayuda a los adultos a estabilizar su personalidad, ganar auto-estima y confianza personal, desarrollar habilidades y un sentido de responsabilidad que no necesitaban o no desarrollaron de solteros. Otros estudios (Gove et al., 1990; Hu y Goldman, 1990), Lillard y Waite, 1995) señalan que el matrimonio aumenta la felicidad, el bienestar psicológico, la salud física y la longevidad.
Todo esto lleva a la socióloga canadiense Anne-Marie Ambert, profesora en la Universidad de York, a desarrollar una lista de ventajas sociales del matrimonio que los gobiernos deberían potenciar:
Una pareja casada es una agencia de salud y bienestar pequeña y a todo riesgo, a cargo de voluntarios. El matrimonio reduce los costes de sanidad, las inversiones en bienestar, los gastos penales y policiales. Reduce los costes relativos al abuso del alcohol, las drogas, las enfermedades sexualmente transmitidas. Más aun, cuando los individuos casados tienen niños se implican más en las escuelas y el vecindario, contribuyen a la estabilidad y mejora de su área y del sistema educativo.
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Mayor riesgo de divorcio y maltrato
Aunque la ley asimile cada vez más el matrimonio y la pareja de hecho, la realidad sociológica indica que las parejas que cohabitan sin vínculo son más frágiles y más arriesgadas para la mujer.
Juan Meseguer Velasco
Aceprensa, 23-IX-2009
En defensa de la cohabitación se dice que permite a los futuros marido y mujer conocerse mejor y evitar así las uniones desafortunadas. Sin embargo, estudios hechos en distintos países han revelado no solo que las parejas de hecho se rompen más que los matrimonios, sino que también aquellos que se casan después de haber cohabitado son más proclives a divorciarse que los que no lo hicieron (cfr. Aceprensa 22-09-1999, “La cohabitación juvenil, ¿un paso previo o un paso en falso?”).
Michael y Harriet McManus, autores de Living Together: Myts, Risks and Answers (Howard Books), citan estudios que revelan esta mayor tendencia divorcista de los que han cohabitado antes del matrimonio. Explican que lo típico de la cohabitación es que los convivientes estén más preocupados de obtener satisfacción de la otra persona. En cambio, en el matrimonio los esposos tienden a centrarse más en darse uno al otro. Una fuente de problemas en la cohabitación, escriben, es que los dos partes suelen empezar a convivir por motivos distintos. Mientras que muchas mujeres lo consideran un paso previo al matrimonio, los hombres lo hacen por conveniencia, y no como la primera fase de un compromiso estable.
Otros estudios demuestran también que la violencia doméstica es más frecuente proporcionalmente en uniones de hecho que en matrimonios. Es un aspecto comprobado en España, según datos del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, del Consejo General del Poder Judicial. Con datos correspondientes al tercer trimestre de 2007, resulta que en los casos de maltrato a mujeres llegados a los tribunales el 34,4% de las denuncias fueron contra el cónyuge; el 30,8%, contra el compañero; el 23,8%, contra el ex compañero, y el 10,9%, contra el ex cónyuge. Es decir, la mayoría de las denuncias (54,64%) corresponden a parejas de hecho, vivas o ya rotas, mientras que el 94% del total de las parejas están casadas, según el censo de 2001. Los porcentajes son semejantes a los registrados en periodos anteriores.
El ambiente social importa
Si existen estos riesgos, ¿por qué se extiende la cohabitación? Entre las principales causas los expertos suelen citar el miedo al compromiso, la aceptación de las relaciones sexuales fuera del matrimonio o la ausencia de un proyecto familiar. Para la socióloga italiana Tiziana Nazio (1), todo eso es importante pero no decisivo. A su juicio, el factor que mejor explica la extensión de la cohabitación en las sociedades occidentales es lo que ella llama el proceso de difusión o de “influencia social”.
Según Nazio, cuando los jóvenes de hoy deciden emprender una vida en común se enfrentan a una incertidumbre mayor que en épocas pasadas, donde sólo se reconocía el matrimonio como opción legítima. Para elegir hoy la forma de convivencia la mayoría de estos jóvenes calibran los beneficios y los costos de los estilos de vida de quienes les rodean. Cuanta más gente cohabita, más se extiende la creencia de que es algo normal.
En este proceso de “influencia social” no sólo cuentan los amigos o el entorno social en que uno se mueve; los medios de comunicación ejercen también una influencia decisiva, al presentar la cohabitación como un fenómeno extendido y normal.
Una visión parecida a la de Nazio es la que ofrecen los demógrafos Di Giulio y Rosina (2). Según estos autores, la difusión de la cohabitación entre los jóvenes en países con fuertes lazos familiares y débiles Estados de bienestar, depende también de la valoración que tienen los padres sobre el estilo de vida de sus hijos. La cohabitación sólo crece cuando los padres admiten de modo claro esta forma de convivencia.
Notas
(1) Tiziana Nazio, Cohabitation, Family and Society, Routledge, Londres, 2008.
(2) Paola Di Giulio y Alessandro Rosina, “Intergenerational Family Ties and the Diffusion of Cohabitation in Italy”, Max Planck Institute for Demographic Research, noviembre 2006.
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Estudio Idescat: cohabitación, parejas de hecho y ruptura matrimonial son causa del grave deterioro demográfico
El retraso en la maternidad ayuda a que una de cada cuatro mujeres catalanas en edad fértil no tenga hijos. El escritor Martin Amis, autor de ‘La viuda embarazada’, afirma que “la pornografía trivializa el acto que hace que el mundo se pueble”
Entre un 10 y un 20% de las parejas de hecho
se separan antes de tener un hijo
Víctor Ruiz
04/03/2011
forumlibertas.com
Un nuevo estudio del Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat) viene a constatar lo que otros anteriores vienen advirtiendo desde hace tiempo: la cohabitación, las parejas de hecho y la ruptura matrimonial reducen el número de hijos y son causa del actual y grave deterioro demográfico.
El ‘Análisis de la fecundidad a partir de la Encuesta demográfica de Cataluña 2007’ muestra que, mientras en 1975 el 95% de las mujeres catalanas en edad fértil tenía algún hijo, actualmente sólo el 77% de las mujeres autóctonas lo tienen. Es decir, una de cada cuatro mujeres residentes en Cataluña y nacidas en esta comunidad no tiene hijos.
Estos factores que reducen el número de hijos sitúan a Cataluña, y por extensión a España, que sigue también esa tendencia, en uno de los niveles de infertilidad más altos de Europa.
Sólo países como Austria, Suiza o Alemania superan estas cotas de infertilidad, aunque la canciller alemana, Angela Merkel, es consciente del problema y ha puesto en marcha rebajas fiscales para ayudar a las familias y potenciar la natalidad.
Los hijos, en el matrimonio
Daniel Devolver, director del estudio, profesor e investigador del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), señala que la principal causa del alto nivel de infertilidad es por el retraso de la maternidad. De hecho, las catalanas tienen su primer hijo a los 30,5 años.
Además, el estudio ofrece datos comparativos entre las mujeres que se unen en matrimonio y las que son pareja de hecho, que prueban que las primeras tienen mayores probabilidades de tener un hijo que las que cohabitan sin un compromiso matrimonial.
Al mismo tiempo, se demuestra que, desde el año 2000, la proporción de separaciones llega al 35% del total de uniones, pero en el caso de las parejas de hecho casi un 50% no llegaron a buen puerto.
Otra de las cuestiones que muestra el estudio es que, dado que el tiempo de espera de las parejas para tener un primer hijo se ha duplicado en los últimos treinta años, pasando a ser de casi 4,5 años, esto equivale a que muchas de las uniones se rompen antes de tener hijos.
Sin embargo, la conclusión final del estudio al respecto es que entre un 5 y un 10% de los matrimonios se interrumpen antes de tener un hijo debido a que se separan, pero ese porcentaje se eleva hasta entre un 10% y un 20% en las uniones consensuales.
El efecto de la prostitución y la trivialización del sexo
Por otra parte, el escritor británico Martin Amis, autor de la novela La viuda embarazada, habla en una entrevista publicada en el diario La Vanguardia este viernes, 4 de marzo, sobre los efectos de la prostitución y la trivialización del sexo en la demografía, entre otras cuestiones.
En referencia a la creciente afición a ver pornografía dura por parte de los hombres, que se está extendiendo en cierta manera a las mujeres, el también profesor en la Universidad de Mánchester, impartiendo clases sobre ‘escritura creativa’, afirma que “los hombres no pueden resistirse a la pornografía”.
“Pero me gustaría que las mujeres pudieran porque la pornografía trivializa el acto que hace que el mundo se pueble. Ya que dar a luz es su poder supremo, la mujer debería ser muy reacia a la pornografía. Le roba su poder supremo, su significado, su valor”, añade Amis en la entrevista.
“Mi hija mayor me explica lo pornográfica que es la sexualidad moderna […] las mujeres son aficionadas a la pornografía. La pornografía es ahora inevitable, el destino sexual de nuestra era de internet. Así es como la gente joven se educa sexualmente, no en la escuela o por los padres: lo hacen viendo pornografía dura”, asegura.
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