Por Thomas Sowell
Traducido por Daniel Rodríguez Herrera
Siglos de leyes, políticas y tradiciones han crecido alrededor del matrimonio como la unión de un hombre y una mujer. Ahora se demanda que todas esas leyes, políticas y tradiciones simplemente se transfieran automáticamente y en masa a una unión completamente distinta que ha decidido escoger la misma palabra para definirse.
Los homosexuales pisaban tierra firme cuando argumentaban que lo que sucedía entre adultos libres de elegir no es asunto de nadie más. Ahora quieren convertirlo en asunto de todo el resto del mundo requiriendo a otros la aprobación de sus uniones y un tratamiento similar al que dispensan a cualquier otra unión, tanto legalmente como en la práctica social.
En primer lugar, ¿por qué es el matrimonio una preocupación del gobierno? Existen al menos tres razones:
La primera de todas es que el matrimonio entre hombre y mujer tiene el potencial de producir más gente, que no son ni adultos ni libres de elegir. El bienestar de los niños es importante tanto por su propio bien como por el bien de la sociedad en su conjunto, cuyo futuro está representado por dichos niños. Esta consideración obviamente no se aplica a uniones homosexuales.
Segundo, hombres y mujeres se sitúan en muy diferentes situaciones dentro de un matrimonio. El hecho ineludible de que sólo las mujeres se quedan embarazadas significa que la situación de hombre y mujer nunca va a ser la misma, sin importar cuanto lenguaje "neutral" empleemos o cuanto hablemos, según la última moda, de como "vamos" a tener un hijo. Las leyes deben hacer a ambos igualmente responsables del niño que ella, en solitario, va a tener. De igual modo, esta consideración no se aplica a las uniones homosexuales.
Tercero, el tiempo tiene distintos efectos en hombres y mujeres. Cuando los años transcurren y las mujeres pierden su atractivo físico, los hombres suelen estar ascendiendo en ingresos y estatus profesional. Es frecuentemente más fácil para un hombre de mediana edad abandonar a su esposa y casarse por segunda vez con una "mujer trofeo" más joven, que para una mujer volver a casarse tan ventajosamente. Puesto que la mujer a menudo ha invertido años de su vida en crear un hogar y una familia, el contrato matrimonial es una manera de intentar asegurarle que su inversión no será en vano.
No se pueden aplicar éstas y otras diferencias entre sexos cuando los miembros de una unión familiar son del mismo sexo. Cuando son sencillamente "adultos libres", pueden ponerse de acuerdo en los términos que deseen aplicarse entre ellos. No es asunto de nadie más y no debería ser asunto de la ley.
El decidir considerarse a sí mismos como una pareja casada es algo completamente distinto de decir que todo un elaborado cuerpo de leyes, políticas y tradiciones - que evolucionaron a partir de las experiencias de innumerables generaciones de uniones entre hombres y mujeres - debe automáticamente aplicarse a sus muy distintas circunstancias. Puedes decidir llamarte como desees, por ejemplo "Reina de Saba", pero eso no te da derecho a obligar a los demás a llamarte Reina de Saba.
Después de tantos años de educación disminuida, puede ser inevitable que tengamos ahora un buen número de personas entre nuestra población que no sean capaces de ver detrás de las palabras para observar las realidades que dichas palabras se supone que significan. Es difícil imaginar ninguna generación previa de americanos que se hubiesen tomado seriamente la idea de aplicar las leyes matrimoniales a uniones familiares que carecen de las características que provocaron el nacimiento de dichas leyes.
El tema del matrimonio homosexual es uno de tantos ejemplos de la táctica victimista, esa que proclama: "Soy una víctima. Por tanto, si no me das todo lo que te pido y me permites pisarte como un felpudo, se demuestra que eres una persona malvada y llena de odio." A pesar de su falta de lógica, es indudable que se trata de una táctica de gran éxito político.
La única recompensa que tiene ceder a demandas irrazonables son más demandas irrazonables. Habiendo gastado mucho más dinero en el SIDA del que se ha gastado en otras enfermedades mortales que afectan a más gente, los activistas homosexuales se dedican ahora a exigir que el gobierno federal investigue el tipo de drogas empleadas en los clubs nocturnos por los homosexuales, para hacerlas más seguras. ¡Imagine si los alcohólicos pidieran que el gobierno se gastara el dinero en hacer las borracheras más seguras!
Los homosexuales no son el único grupo que ha jugado este juego y ganado. Nuestra vulnerabilidad a tales tácticas es mucho más peligrosa que un uso particular de las mismas o su aprovechamiento por un grupo específico, porque significa que nos estamos convirtiendo en el blanco de cualquier demagogo hábil que decida venir y llevarse cualquier cosa que poseemos, incluyendo nuestra libertad y todo aquello que nos convierte en América.
Fuente: Libertades civiles 2001-2006 liberalismo.org |