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Los disgustos de la fertilización in vitro
The Globe. Toronto. 3 de noviembre de 2003

El aumento en la utilización de la fertilización in vitro está dando como resultado un creciente número de niños aislados de uno o de los dos padres biológicos. El deseo de tener hijos a cualquier coste da como resultado tensiones psicológicas y emocionales del más vulnerable: la prole traída al mundo en las clínicas de fertilización in vitro.
Hay mujeres que tienen hijos para venderlos a otras parejas. Una mujer de Manitoba afirmó que estaba usando esperma de un hombre de Ontario para tener un hijo destinado a una pareja británica, a cambio del pago de unos honorarios.

Una mujer de Vancouver, que confirmó su disponibilidad para “producir” un bebé y se ofreció a tener un niño con esperma desconocido para una pareja vietnamita, por 50.000 dólares. Una de nuestra reporteras que se hizo pasar por una madre de alquiler para tener hijos con esperma de un donante a cambio de dinero, recibió rápidamente ocho e-mails expresando interés.

La consecuencia es que los hijos desconocen quiénes son realmente sus padres biológicos. El 20 de enero, el periódico Observer de Londres hacía un balance de las experiencias de algunos de estos niños. Uno de ellos, Melissa, se enteró a los 32 años de que había sido concebida gracias a una donación de esperma. Ahora quiere encontrar a aquel que es realmente su padre.

Otra mujer, con 46, se enteró sólo hace una década de que su padre verdadero era otro. Su madre le descubrió el secreto pero rechazó darle más detalles, hasta hace cinco años. Una vez que supo que era el resultado de un programa de inseminación con semen anónimo, ella y su madre no se volvieron a hablar. Su madre murió hace seis meses.

Según el Observer, entre 1940 y 1983, 483 niños fueron concebidos a través de donantes anónimos en una clínica privada de Exeter, en el Reino Unido. (Las donaciones de esperma fueron las precursoras de las modernas técnicas de inseminación in vitro). Estas personas no tienen la posibilidad de saber quiénes han sido los donantes o sus medio hermanos. No tiene acceso a los informes, en caso de que se conserven, y no tiene derecho a saber nada sobre el hombre que la ayudó a venir al mundo.

Este tipo de problemas están aumentando. Casi 18.000 niños han nacido gracias a donaciones de esperma y óvulos en el Reino Unido desde que se reguló en 1991 con la Human Fertilization and Embryology Authority.

La inseminación de donantes “me ha robado la mitad de mi historial genético, y a mis hijos y nietos también”, afirmó otra mujer. Su argumentos, para lograr el derecho a saber quién era su padre, son un eco de los propuestos en los años setenta por las campañas de niños adoptados para conocer sus informes de nacimiento.

Desde 1991, los detalles sobre los donantes –nombre, lugar y fecha de nacimiento, historial médico, características físicas, religión, ocupación e intereses- han sido registrados por las autoridades británicas. Pero los hijos no tienen derecho a acceder a ellos. Sólo pueden comprobar si tienen relación de parentesco con la persona con la que deseen contraer matrimonio. Cuando lleguen a la edad de 18 años, también podrán preguntar si son producto de gametos o embriones donados.

El asunto del anonimato de los donantes también existe en Australia, como ponía de relieve el Sydney Morning Herald el 29 de noviembre. Una mujer de 19 años de edad de Brisbane ha llegado incluso a la Corte Suprema británica para tratar de obligar a la Harley Street Clinic, donde fue concebida, a que le permita acceder al archivo de su padre biológico. En Sydney, los hijos de donantes de esperma han formado el Donor Conception Support Group. Afirman que quieren saber quiénes fueron sus padres.
En Australia, los donantes de esperma han sido padres de entre 10.000 a 15.000 niños. Estos hombres que hicieron su donación de manera anónima afirman que ellos no tienen responsabilidades legales o emocionales hacia ningún niño y que su confidencialidad debe mantenerse.

“¿Se han mejorado las vidas de las mujeres y se ha elevado su status cuando el nacimiento de un niño, y el niño en sí mismo, se convierten simplemente en un producto que se puede comprar en un banco de genes?” preguntaba la feminista Naomi Wolf en el Sunday Times de Londres el pasado 28 de octubre.

“¿Se refuerza la maternidad cuando se convierte en parte de una economía de mercado en la que las mujeres ricas utilizan los cuerpos de las pobres?” escribía Wolf. “¿Son las mujeres libres definitivamente por el hecho de que no tengan que interactuar con los hombres en el más íntimo de los niveles para crear una familia?”.
Esta reconocida feminista defiende que las nuevas técnicas reproductivas, algunas de las cuales incluso prometían quitar de en medio la necesidad de hombres en la generación de una nueva vida, son un peligro para la vida familiar y el concepto de maternidad. Ponía en guardia contra el hecho de que los “atajos” de la tecnología crean libertades que son, de hecho, “rebajas del diablo”.

Sorpresas legales

No sólo sufren los hijos y las mujeres. Hay que tener en cuenta además los problemas legales. En enero, un tribunal sueco confirmaba una sentencia precedente, según la cual, un hombre de 35 años que había donado privadamente esperma a una pareja de lesbianas es el padre legal de tres niños y debe sostenerlos económicamente, informaba Associated Press el 31 de enero.

Anna Bjurling, la madre de los niños, pidió a Igor Lehnberg que pagase el sostenimiento de sus hijos, después de que la relación con su pareja terminase el pasado año. En diciembre, un tribunal administrativo provincial sentenció a su favor y ordenó a Lehnberg que pagara una pensión de 280 dólares al mes.

Lehnberg contravino la decisión, al defender en un tribunal de distrito, que él no era el padre legal. Pero el tribunal afirmó que un documento firmado por Lehnberg, que reconocía que él era el padre biológico, tiene validez legal. Lehnberg respondió que había firmado el documento solamente para que los niños pudieran saber sus orígenes, sin aceptar ninguna responsabilidad sobre ellos.

En un caso reciente en Estados Unidos, la Corte Suprema de Massachussetts sentenció que los niños concebidos con óvulos o esperma congelados de un padre muerto pueden ser considerados herederos legales, informaba el 3 de enero el Boston Globe.
La justicia dio oídos al caso de dos gemelos de 6 años que nacieron dos años después de que su padre, Warren Woodward de Beverly, muriera de leucemia. Su esperma fue congelado mientras era sometido al tratamiento contra el cáncer, y su viuda fue inseminada artificialmente con su esperma tras su muerte.

El tribunal dio un listado de tres requerimientos que deben ser atendidos a favor de los hijos concebidos póstumamente para que sean considerados herederos. Deben considerarse genéticamente relacionados con el padre muerto; el padre debe dar su asentimiento para la concepción; y el padre debe dar su asentimiento al sostenimiento de los niños. El tribunal no especificó en qué forma debían darse dichos asentimientos.
Aunque los problemas creados por la fertilización in vitro continúan multiplicándose, las clínicas siguen compitiendo en sus ofertas por atraer clientes, según un reportaje del New York Times del 1 de enero. El negocio de la fertilidad es ahora una industria de 1.000 millones de dólares al año, y los médicos están más interesados en conseguir una parte de la tarta que en proteger los intereses de sus pacientes, sostenía el artículo del Times.

Por ejemplo, algunas clínicas implantan demasiados embriones, aumentando el riesgo de que una mujer acabe quedando embarazada de tres o más fetos, algo peligroso tanto para la madres como para los bebés.

El artículo hacía notar que desde 1995 hasta 1998, el año más reciente del que se tienen datos, los tratamientos de fertilización in vitro aumentaron en un 37%, de unos 59.000 pasaron a unos 81.000, y el número de clínicas subió un 28%, de 281 a 360.
¿Cuál ha sido el resultado de todo esto? Ahora que muchos están dejando de lado las consideraciones éticas, corren el riego de perderse en un laberinto de dilemas morales y legales.