Bosco Aguirre
Dolly se fue, pero nos dejó el debate. Porque todavía hoy algunos pocos defienden la clonación humana. Porque otros han inventado la fórmula “clonación terapéutica” para disimular proyectos confusos y engañosos
El 5 de julio Dolly habría cumplido 10 años. Desde que naciera en 1996, desde que se publicase la noticia en febrero de 1997, una oveja clonada se había convertido en centro de la atención mundial.
La sociedad reaccionó ante la noticia con estupor y con alegría. Para algunos, era una nueva etapa de la ciencia, llena de peligros y de promesas. Para otros, era un paso sin retorno: las conquistas del saber provocan cambios inevitables en la vida del planeta. Para muchos, era un reto: había que decidir qué hacer cuando la técnica intentase clonar seres humanos.
Dolly fue seguida y estudiada por un gran número de científicos. Parecía, inicialmente, una oveja normal. Llegó incluso a tener un hijo, Bonnie. Luego, las noticias hablaron de un envejecimiento prematuro, de las primeras señales de artritis. Al final, una infección pulmonar llevó a que otros decidieran su muerte, en el mes de febrero de 2003.
Creada en laboratorio (otros decidieron que existiera), también murió porque otros dijeron que no merecía sufrir. Quizá, sólo quizá, habrá quienes ya estén pensando en tratar a los seres humanos como trataron a Dolly: como un producto creado y usado mientras satisfaga a sus “padres productores”.
La llamada “clonación terapéutica” busca crear embriones por clonación para extraer de los mismos preciosas células estaminales embrionarias. Desde luego, a través del sacrificio, de la muerte, de esos embriones (¿podemos llamarles hijos?) clónicos.
El aniversario del nacimiento de Dolly ha pasado discretamente, sin grandes festejos. El tema de la clonación, en cambio, sigue sobre el tapete. Con muchos intereses en juego, hay que decirlo, pues algunos esperan enormes beneficios económicos para aquellos laboratorios que sean “los primeros” en controlar el mercado de las células estaminales obtenidas a través de técnicas de clonación humana.
Existen también, lo reconocemos con satisfacción, millones de personas decididas a defender la dignidad de cualquier ser humano. También de los que, tal vez algún día más o menos lejano, serán “producto” de clonaciones injustas. Bastará con saber que son seres humanos como nosotros, para defenderlos generosamente. Porque quien salva una vida humana salva al mundo entero. Y hacerlo es algo que corresponde a todo buen ciudadano y a tantos heroicos científicos que prefieren menos aplausos y más respeto a la dignidad de cada uno de los hombres y mujeres que nacen, viven y mueren en un planeta lleno de esperanzas.
Fuente: Mujer Nueva |