El autor, Catedrático de Ética en la Universidad Complutense, plantea de manera clara y sucinta un problema particularmente añejo y actual de la ética. Desde el inicio mismo de la filosofía moral se ha entendido la conducta justamente moral como un obrar, una agencia, propia y peculiarmente humana. Lo cual significa varias cosas: en primer lugar, que se trata de acciones inteligentes y libres, es decir, acciones movidas o motivadas por razones ponderadas y elegidas racionalmente. Por ello el obrar moral se ha tenido siempre por responsable; el sujeto puede responder por qué ha hecho lo que ha decidido hacer. Y, en segundo lugar, el obrar humano no puede renunciar al originario deseo de su propio bien, al interés en obtener el máximo beneficio para él mismo de su acción. Ya desde antiguo, en efecto, ambas tendencias la de las razones que se presentan como rectas y la de la búsqueda del propio interés chocan en ocasiones de modo conflictivo. El autor entiende que buena parte de la ética de lo que se ocupa es de resolver este conflicto.
Lo novedoso en la ética desde esta perspectiva es, por un lado, que en las sociedades modernas (acentuadas por el individualismo liberal y por la creciente propiamente a la Teoría de la filosofía cristiana, tal como la entendía Edith Stein. El estudio se concentra en investigar la afirmación de Stein en Ser finito y ser eterno. El contacto con Santo Tomás que llega tras su conversión supone un acercamiento a problemáticas filosóficas nuevas. Y, sobre todo, el redescubrimiento de la metafísica, especialmente en su sentido de ontología. En esta perspectiva, percibe con nuevas luces coincidencias y diferencias con respecto al método fenomenológico. Y, sobre todo, nota con más claridad el giro de Husserl cuando pasa de la fenomenología como método de intuición de esencias (fenomenología eidética) a la problemática de la constitución de los objetos y del yo trascendental (fenomenología trascendental). El conjunto de los estudios de Edith Stein, según Mario Filippa, le acercan a la postura de Maritain, a la hora de pensar el papel que la fe tiene en la filosofía.
En el cuarto capítulo, al estudiar pormenorizadamente su tratado sobre la estructura de la persona humana, sus juicios sobre Heidegger y, sistemáticamente, el papel de la fe en la obra Ser finito y ser eterno, le permiten al autor estudiar los modos de influir la fe en los escritos de Stein. Aquí ya no es sólo la idea que ella tiene de lo que es filosofía cristiana, sino el hecho de que su pensamiento, en muchos puntos, puede entenderse así. Como resultado de una fe que influye en su pensamiento filosófico. El autor del trabajo identifica cuatro modos: como estímulo, como criterio, como excursus (desarrolla lo iniciado por la razón) y como complemento. En conjunto, pues, este estudio responde al interés que suscita tanto la temática como la autora, dando abundantes sugerencias.
Juan Luis Lorda
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