  
                                    Resumen 
                                    El  rostro humano es fuente de expresividad, quizás la más honda y la más fecunda.  Su capacidad comunicativa desvela la hondura del alma que anima sus gestos. Por  ella se hace capaz de transmitir actitudes y sentimientos, más allá de su  fisiología. Sus músculos se hacen instrumento de un lenguaje, como la voz y las  palabras lo son para el discurso oral. 
                                    Expresividad  y Comunicación 
                                    Levinas  definió como una presencia extrañamente real 2.La magia de la  poesía, y parte de su riqueza, consiste en su capacidad de evocar y hacer  presente lo lejano o lo implícito. La poesía hace posible la presencia de cosas  ocultas o escondidas, con frecuencia más profundas que las explícitas o  evidentes. En este  sentido, el rostro  humano tiene un valor poético; no como recurso retorico, sino propuesta  metafísica, porque la extraña presencia es, en este caso, el alma humana. La presencia del alma no es física, es una presencia  inmaterial, el rostro es su reflejo, Es algo que realmente conocemos por  intuición es intelectual y emocional a la vez. En este sentido podemos  considerar el rostro como una manifestación de quienes somos y esto se cumple  en la medida en que nuestro semblante deja entrever aquellas emociones o  determinaciones más íntimas- las que brotan del yo auténtico- cuando “los signos  en el rostro indican la más alta actividad de las facultades, esto es, su  acción voluntaria” 3. De manera que la voluntad, y con ella la  libertad, obtienen del cuerpo un leguaje para expresarse. 
                                    Por  la unidad de cuerpo y alma, el cuerpo puede ser reflejo del espíritu humano.  Sin embargo, el cuerpo no es por igual ni siempre plenamente expresivo, ni sus  movimientos surgen en toda ocasión del yo más auténtico. Por esta razón,  distinguimos entre gesto postura y  reconocemos, solo al gesto, la virtud de ser comunicativo y expresivo. El  cuerpo humano puede manifestar al alma en sus movimientos, cuando éstos  responden coherentemente a una emoción, sentimiento o deliberación. En cambio,  la mera disposición de los miembros del cuerpo en el espacio es denominada  postura. El arte, en sus variadas manifestaciones, ha buscado siempre atrapar y  reproducir los gestos. Tanto más bellas y de mayor genialidad se reconocen  aquellas creaciones en que se consigue representar algo vivo. Innumerables  obras intentan ser testigo y prueba de la expresividad del cuerpo humano. La  escultura siempre ha buscado moldear emociones y afectos 5. Pero la  parte más expresiva del cuerpo es, obvia e incuestionablemente, el rostro. La  literatura, por ejemplo, habla a menudo y de diversos modos, acerca de la mirada;  como esos conocidos versos de Roxana en Cyrano: “Nuestros ojos se han hablado”,  o como en estos de Wadsworth: Yet I know by their merry eyes/ They are plotting  and planning together/ To take me by surprise”. Un retrato es bueno si  representa su modelo con grandeza y lo único grande es la expresión del alma  misma, manifestándose a sí mediante acciones, gestos o actitudes 6.  La Psicología afirma que cada facultad de la mente tiene un signo preciso en el  rostro 7. Incluso algunos estudios de la fisonomía humana nos dicen  que la expresividad del rostro es lo bello en él y que “cada rostro humano  puede llegar a ser espiritualmente bello por la delicada representación  de sus emociones” 8. 
                                    La  belleza introduce en este discurso el factor del deseo. Y éste es un punto  capital, porque no es sólo conocimiento lo que podemos hallar a través del  rostro, sino también amor o voluntad, siempre trascendente a sí mismo 9.”  Mi deseo de trascendencia, deseo de algo que no puedo encontrar en mí,  caracteriza mi respuesta al rostro como a cierta superioridad, o autoridad  trascendentes” 10. 
                                    En  este contexto, el rostro llega a ser declaración y prueba de una  de las más cruciales cuestiones filosóficas:  el problema mente- cuerpo, o cómo el cuerpo y el alma están relacionados entre  ellos. Las formas del cuerpo están llenas de significado, como expresión del  alma que siente 11. Lo significado por el rostro es el alma. De  Heidegger a Derrida, hay momentos en que el pensamiento contemporáneo adopta  una valoración negativa del espíritu. La opacidad del Geist ha sido interpretada como oscuridad del espíritu mismo 12.  Pero el único obstáculo es su presencia inmaterial. Aquí, el rostro puede  facilitar nuestra comprensión del problema porque es la imagen  de algo invisible. Aunque no es su propia  imagen en sentido estricto- no como su reflejo directo-,  precisamente porque su naturaleza espiritual  es irrepresentable. 
                                    A  pesar de que la naturaleza del alma es espiritual, está unida al cuerpo y lo  informa. Es decir, le otorga su propia vida y movimiento. De este modo, podemos  conocer la forma por el cuerpo en que habita. Conocemos al alma desde el alma,  lo intelectual gracias a las facultades intelectuales, pero también gracias a  la mediación de imágenes sensibles. Sabemos de lo espiritual en el hombre a  través de sus gestos, de su expresividad corpórea. La imaginación permite al  intelecto conseguir nociones generales y le ayuda con imágenes  que la razón puede purificar de  particularidades sensibles 13. Pero sólo se puede entender esta  propuesta pensando en la unidad de cuerpo y alma. Las mayores dificultades  sobre este concepto de unidad aparecen cuando creemos que el cuerpo y el alma  son irremediablemente opuestos entre sí. 
                                    Por  el contrario, también cabe ver que el cuerpo y el alma están armoniosamente  unidos. No se trata de ignorar el problema, sino más bien de abordarlo con  mayor profundidad. Los conflictos en la relación cuerpo-alma o en el mind-body problema surgen de enfoques  dualistas que  cruzan toda la historia  del pensamiento. Si bien es cierto que las cualidades y funciones de la  corporeidad y del espíritu son diversas entre sí, también es verdad que actúan  conjuntamente y en unión. La realidad de esta unión es más manifiesta en la  actividad y en el desarrollo del yo 14. Los actos del cuerpo por el  alma, y los actos del alma a través del cuerpo, manifiestan esta unidad en la  actuación 15. Desde esta unión, el rostro humano se presenta  a sí mismo como desvelamiento del alma. 
                                    El rostro como  desvelamiento 
                                    Espíritu  y naturaleza corpórea pueden reconciliarse y el cuerpo ser testigo de esa  reconciliación. Según Hegel: “En la experiencia de la belleza hallamos la  verdad en forma sensible” 16. Cuando el rostro muestra la verdad de  alguien, se embellece. El rostro es, en cierto modo, el desvelamiento de  quienes somos, por él se entrevé en Alguna medida nuestro ser y, por tanto,  nuestra verdad. En el semblante toma forma sensible la expresividad, la  manifestación de nuestra persona, y ésa es la razón y el origen de su belleza.  Por ello, un rostro es más interesante, incluso más atractivo, que por sus  rasgos físicos. 
                                    El  desvelamiento del alma se nos muestra como un tipo peculiar de experiencia  estética, donde lo estético no es sólo histórico, social,  como algo fuera de la persona; más bien es  algo interno que “construye una cultura y hace una Historia” 17. En  la experiencia estética humana es posible como en este caso participar en las  vivencias internas de otro sujeto. 
                                    Esta  afirmación podría cumplirse respecto de cualquier obra de arte, pero el rostro  humano tiene ciertas ventajas sobre las obras de arte hechas por los hombres.  En realidad, este es el único caso sobre el que podemos decir con  propiedad  <una obra significa fundar  un mundo> 18. Porque cada sujeto humano es, en cierto modo, un  mundo. Lo es su espíritu, su alma, al albergar una hondura y riqueza que ningún  otro objeto estético podría cobijar. En este sentido, el rostro y los fenómenos  elaborados por los hombres, tienen que ser clara y conceptualmente  distinguidos, por  exigencias  metodológicas, y para respetar el orden jerárquico de los conceptos 19.  Es difícil llegar a un acuerdo universal en juicios de valor estético 20,  pero este eterno problema puede ser obviado por el poder de la expresividad  humana. Es decir, en este caso, el valor estético es la capacidad expresiva en  sí, en lugar de un canon concreto preestablecido o en el que debe llegarse a un  acuerdo; porque no se está tomando por objeto ningún modelo físico, sino más  bien la posibilidad de que algunas condiciones físicas sean capaces de plasmar  actitudes que no lo son. Y, en fin, por encima de estas cuestiones, observamos  que el ser humano ofrece la ocasión de desarrollar una experiencia estética a  un nivel espiritual. 
                                    Este  último punto se sostiene por diversas razones. Una de ellas es que la  experiencia estética, comprehende dos amitos: intelectual y sensible. Ésta es  propiamente una cualidad específica de la intencionalidad estética que nos  proporciona percepción real. La percepción real < no es seducida por la  imaginación, que anda errante  a través  del objeto presente; ni por el intelecto, que invita a reducirlo a sus  determinaciones conceptuales> 21. La experiencia estética que  tiene por objeto el espíritu humano, no es sólo una percepción conceptual, ni  únicamente sensible, sino ambas al mismo tiempo. No es exclusivamente,  sensible, porque participan en ella facultades intelectuales. La sensibilidad  no puede realizar la percepción estética ella sola, no pueden las emociones, ni  la voluntad o el amor, sin el concurso de las facultades cognitivas. Tampoco  puede la razón aprehender ella sola las formas de la belleza 22.  Esta incapacidad está relacionada con los factores emocionales que acompañan la  cognición estética, porque algunas emociones estas basadas en estados  cognitivos no proposicionales 23. Mientras la razón discurre  normalmente mediante proposiciones. 
                                    Por  otro lado, la naturaleza humana presenta   diferentes peculiaridades. Y una que repercute directamente en el  fenómeno que se describe es la interacción alma- cuerpo. En la comprehensión  propuesta, podemos observar el cuerpo reconciliado con el alma; por ejemplo, al  reconocer con Maimónides que la salud somática es un noble empeño, porque es  requisito para la salud metal-espiritual 24. Bajo esta perspectiva,  la belleza del cuerpo puede ir unida a la del alma y repercutir en ella. 
                                    La  presencia del alma refuerza la singularidad y a ella se debe la  belleza humana. Por ello, a pesar de la  ausencia que, en ocasiones,  pueda  existir de atractivo físico, el ser humano mantiene esta otra  dimensión susceptible de valoración estética;  constituiría un buen ejemplo la belleza moral posible en quienes físicamente no  resultan muy atractivos por sufrir alguna deficiencia. Se trata de la  distinción entre la belleza externa y la interna, o la física y la moral. Puede  considerarse un tópico, pero Weiss lo ha expuesto de modo interesante:  <Aunque la belleza de algunos cuerpos creados tienen una incomparable  naturaleza y puede que más atractivo y capacidad de satisfacer que esos humanos  que están radicalmente incapacitados, aquéllos   existen sin distintivos profundos y, a pesar de su singularidad  cuantitativa, carecen de individualidad cualitativa>25. 
                                    Otra  razón por la que el ser humano puede ser objeto de experiencia estética, es la afirmación   de la percepción desinteresada que  define a la intencionalidad estética en general, pero que es más fuerte en la  contemplación humana en particular. Al menos en el sentido en que lo propone  Shaftesbury, el desinterés estético es parte de un argumento en la ética  dirigido contra la idea de que <el interés rige el mundo>, defendida  originariamente por Hobbes 26. En este sentido, el desinterés más  alto se halla en la contemplación de otro- alguien que es también humano, que  posee un alma y a quien puede conocerse un poco por su rostro-, sin ningún  deseo de posesión o dominación, sino sólo de contemplación. Entonces, la  belleza de su rostro llega a ser cierto fin en sí mismo. 
                                    El  poder estético, por tanto, es conciliador: capaz de armonizar difíciles  articulaciones, como la del conocimiento-deseo. Según la definición de Tomás de  Aquino, belleza es <lo que, al conocerlo,   agrada>. Luego en la belleza coinciden, temporal y casualmente, las  vertientes cognoscitivas y apetitivas del ser humano. Algo parecido observamos  si atendemos a la visión interior que proporciona la experiencia estética, a  partir de un estímulo exterior. En este caso asistimos a la conciliación de lo  físico y lo espiritual. 
                                    Existe  incluso una tercera cualidad, atribuida a la fuerza de lo bello: el posible  equilibrio entre condiciones pasajeras y permanentes. Baudelaire pensó que la  belleza está compuesta de dos elementos indisolubles: lo efímero y lo eterno 27.  Ambos se hallan  presentes en el rostro  humano: su fiscalidad y el espíritu que se muestra a través de ella. El cuerpo  es lo efímero, el alma lo eterno. 
                                    CALLADA  ELOCUENCIA 
  <La  personalidad en el rostro es a la vez lo más irreemplazable, lo más singular, y  lo que constituye su misma inteligibilidad> 28. El rostro  adquiere significado, es significado, es un leguaje original. Es, en realidad,  el primer modo de comunicación entre los seres humanos. 
                                    La  elocuencia del rostro puede ser incluso mayor que un discurso oral verbalizado  o la lectura de un texto escrito, porque establece una relación inmediata con  los demás. Nos invita a abrirnos a la infinitud  presente en los otros 29. Esta inmediatez de algo infinito, es  necesariamente apertura a la trascendencia, y permite el descubrimiento de  alguien fuera de mí. La infinitud de otro está dentro de ella o él, y la  elocuencia del rostro constituye un modo de acceder a ello. Su valor más  importante es el alivio de la soledad; se realiza el valor trascendente de las  relaciones humanas según el cual cada persona sale de sí en busca de otro yo.  Así se funda un nuevo orden político. Es la generosidad originada por  verdaderas relaciones  humanas en contra  de la teoría política de Hobbes y su afirmación   de que los seres humanos tienen, por encima de todo, el imperioso deseo  de preservar sus propias vidas 30.  
                                    Si  la política no se funda sobre relaciones personales, sin verdaderos contactos entre  los ciudadanos, entonces es solo burocracia, es sólo un aparato externo como la  tecnocracia que aparece como una fuerza opresiva más que como un medio de la  humana expresión de sí 31. El gran problema es la disolución de  singularidades, la desaparición de individualidades, porque sólo a través de  ellas es posible la comunicación humana. El objetivo de la comunicación es  comprendido, para ser útil a la sociedad y a una comunidad verdaderamente compuesta  por singulares. 
                                    Las  relaciones humanas se pervierten por el deseo de poder, cuando la distribución  de bienes es tomada crucial y definitivamente como una distribución de poder.  Una forma de perversión de los bienes es reducirlos a un tipo de información de  la que la gente posee más o menos, y que es usada para mostrarse unos a otros  su standig social. 
                                    Y  a través de los diferentes rangos sociales el poder es, una vez más, el  espinazo del cuerpo político 32. Entonces, el bien es cada persona individual-  ese bien que constituye un tipo de fin-, se disuelve. Todo reduccionismo hace  la sociedad perversa, porque todo reduccionismo olvida la dimensión personal de  la sociedad. El bien sólo puede entenderse con un origen personal, como en el  pensamiento aristotélico, particularmente, o la filosofía antigua en general,  en la que el bien común es el bien de cada ciudadano, de todos. 
                                    Estas  consideraciones presuponen una particular concepción de los individuos, la  sociedad y el bien. El bien humano es, en expresión aristotélica, la eudaimonia. Y esta definición incluye telos,  bien y virtud. La eudaimonia es una realización teleológica del bien humano que  se convierte en virtud 33. La virtud es la excelencia de la mente  por el excelente desarrollo del alma. El específico bien humano no es  vegetativo, ni sensitivo, sino intelectivo 34, donde intelectivo  significa inmaterial, independiente de lo físico; intelectivo significa un  nivel en el alma humana, no conocimiento o abstracción únicamente, sino  percepción y voluntad espirituales. 
                                    La  comunicación humana también es intelectual, no sólo porque usa expresiones  teóricas o porque necesita lenguaje, sino porque tiene su origen en el alma.  Esta es una condición para entender a los individuos y a la sociedad. Esos  conceptos están interrelacionados y son interdependientes. Los seres humanos  son animales políticos, la naturaleza humana es sociable y la razón es-  siguiendo a Habermas- fundamentalmente comunicativa 35. La  expresividad del alma, una vez más, funda la política. 
                                    Estos  argumentos conectan directamente la política con el alma, porque evidencian su  presencia, la necesidad de su intervención en las relaciones humana, su papel  social ineludible. Pero no son ésos los únicos   enfoques en que se advierte su importancia y su relación con el rostro,  sino que éste constituye también un vehículo   importante para la amistad ha sido reconocida en diversos momentos de la  historia de la filosofía como una base del orden político. La amistad es un  tipo de amor, y el amor juega un papel importante, de distintas maneras, en la  política 36. Eso depende   precisamente del tipo de relaciones establecidas entre uno y otros. La  aportación de Aristóteles es definirla amistad como benevolencia. La  benevolencia, la capacidad de generosidad y de relaciones  desinteresadas es la virtud excelente de la  política 37, porque prepara la armonía de la sociedad, de acuerdo  con la concordia que induce  y sostiene a  los individuos unidos en la ciudad 38. 
                                    Entre la estetica y  la politica 
                                    Por  ahora, mi afirmación es que la Estética y la Política tienen su  origen en el alma. El rostro es un lenguaje  para los seres humanos,  un vehículo de  comunicación. He tratado de redescubrir su valor como el peculiar reflejo  externo de un mundo interior y, en consecuencia, un especial idioma para  establecer lazos. Ocurre de esta manera porque <solo los humanos tienen  privacidad de poseer, expresar a través de ellos mismos, y controlar  parcialmente sus cuerpos, como realizar lo que puede no tener valor corporal  alguno>39. En el fondo de toda la propuesta, está la cuestión  acerca del articulación de alma y cuerpo. También está presente la cuestión  acerca de la sociabilidad humana- la dimensión dialógica-, continuando la  estructura arquitectónica del <principio dialógico>,  concebido por Heidegger, Gadamer, Jaspers,  Buber, Merleau-Ponty y Ricoeur, quienes han entendido que <ser humano es ser  interhumano> 40, pero al mismo tiempo creyendo en la singularidad  metafísica de cada humano individual. 
                                    Obviamente  no es éste el único modo de ver que poseen en común Estética y Política; más  bien es el comienzo de una larga discusión o una parte de ella. Los argumentos  son distintos enfocados en diversas direcciones y cada una ocupa un distinto  nivel de interioridad. La diversa argumentación sobre la relación entre Estética  y Política puede ser más o menos <interior>, según a qué aspecto del  sujeto se dirija. Entiendo por <argumentos internos> los que se fundan en  los aspectos más hondos de la persona, que le resultan más intrínsecos o más  cercanos a su esencia. 
                                    Analicemos  algunos ejemplos. Un buen paradigma es ése en que el Estado es considerado  <una obra de arte>. En este caso, se hace especial alusión a las  estrategias de gobierno. El Estado es una obra   del arte de la Política. El elemento estético residirá en la habilidad del  gobierno. Esta alternativa tiene una larga tradición a través de la Historia y está  presente en las obras de Petrarca, Moro o Cesar 41.  
                                    Aquí,  la dimensión estética de la Política se introduce por nociones como  <fama> y <gloria>, siendo ambas parte del elemento eterno que  constituye la experiencia de la belleza. 
                                    La  fama y la gloria del gobernante tienen su complemento en una ciudad radiante,  en el esplendor externo de la ciudad. Su belleza resulta, además, beneficiosa  para sus habitantes y constituye, por tanto, una buena inversión. Petrarca  pensó que <el cuidado de las carreteras y las vistas cautivadoras de la  ciudad contribuirían a la tranquilidad de los ciudadanos, mientras uno podría  no lamentar demasiado los gastos envuelto por la belleza y el bienestar del  estado> 42. Tanto las estrategia política, como la urbanización y  ornamentación, son aspectos estéticos externos, argumentos de unidad  entre Estética y Política basados en facetas  exteriores a la persona, aunque vinculadas directamente  a ella. Existen otros planteamientos o modos  de unir Estética y Política en que tal unión alcanza a grados mayores de  interioridad de la persona. 
                                    Existe  otro enfoque en el que se proyectan, a la vez, aspectos  internos y externos: las utopías. Es externo  si la tomamos como objeto de las medidas políticas y buscamos sus consecuencias  en el gobierno. Entonces, algunos tratados políticos presentan un tipo de  reflexión utópica (al menos en el sentido de que propone un modelo que es  considerado el mejor). Pero es interno en esas ocasiones en que alguien busca  personalmente la utopía. En esos casos, se trata de un ideal personal y singular,  más moral que sociológico. En el Estado de Schiller, encontramos un  cumplimiento de este principio  en su  amado mundo griego antiguo. Y también podemos hallarlo en >Hiperión>,  descrito por Hölderlin. Ambos son modelos de una introducción  estética personal en la reflexión política.  El elemento estético es precisamente el objeto de deseo, su perfección y su  atractivo. Aún la sugerencia más utilitarista puede relacionarse de acuerdo con  estos ejes. 
                                    La  dimensión estética de la Política ha sido incorporada incluso en algunos  enfoques utilitaristas. Pero el programa utilitario deja de lado la apreciación  de la belleza como un ideal, o como un deseo superior o contemplación  desinteresada; y la dimensión estética de la Política pasa a ser placer,  entendido en su aspecto sensible 43. En este caso, un aspecto  interno a la persona como es el placer, queda  exteriorizado por el modo en que se considera y trata: como algo más bien  material, cosificable. 
                                    Otro  punto de vista es el de Edmund Burke, Él visualiza  la distinción entre lo bello y lo sublime  como naturalmente alineado con  otras dos  distinciones: público y privado, y masculino y femenino 44. Estas  consideraciones, además, permiten a la belleza ocupar un lugar en las  relaciones entre los hombres 45. La dimensión social de la belleza  es una propuesta para resolver la articulación Estética – Política. Aunque está  probablemente dentro de distintas categorías de las que he tratado, es una  propuesta similar en el sentido de que está relacionando la belleza y el orden  político desde las personas mismas. Y, en este sentido, éste es un argumento  interno, porque considera un factor interno de la persona. 
                                    Una  propiedad interna de la actuación humana es el juicio, y nos ofrece la ocasión  de reconsiderar los grados de interioridad de las relaciones entre Estética y  Política. Al pensar acerca del juicio, aparece fácilmente un problema en la  comprensión de los términos, porque <la relación entre el juicio estético y  la teoría política ha desaparecido virtualmente desde el discurso crítico. La  Estética es  malinterpretada como  meramente una apreciación de <obras artísticas>; la Política es malinterpretada  como simplemente el gobierno de la estructura organizada del Estado> 46.  El pensamiento político a menudo ha sido  negligente en el estudio del juicio, prefiriendo los campos más  manifiestamente  políticos de la Ética,  la economía política y la teoría social. Depende de cómo se conciben los  juicios, puede verse cierto paralelismo en el pensamiento estético y político. 
                                    Ambos  pueden encontrarse en una comprensión más honda de la facultad  humana de juzgar. Sus actos son similares  cuando su objeto es propiamente estético o político, y es capaz de reconocerlos  como intrínsecamente relacionados. 
                                    Más  clásicas, pero también válidas, son algunas sugerencias desde la tradición  aristotélica. La noción de autarquía,  como un modo de ver propuestas paralelas en las dimensiones social y personal 47  ; la noción de hexis que conecta  estética y política 48; o su eudaimonia que establece las bases para entender a la persona. Todos ellos son ejemplos  en que la virtud redescubre la belleza en el alma humana, en el gobierno y en  la felicidad. 
                                    Algunas  de mis reflexiones están inspiradas en la tradición aristotélica y mi principal  propuesta guarda una estrecha afinidad con ella, por el concepto de lo humano  en que se sostiene. He procurado relacionar Estética y Política uniendo  Metafísica y Antropología, para llegar a ese punto en que todo se une: alma,  verdad, bien y belleza. Espero que mi conclusión sea clara: entiendo el rostro  como una manifestación del alma humana. Esta es la premisa para considerar su  expresividad y belleza en su sentido más hondo. Para este discurso no me he  interesado en otras interferencias políticas, ni en confusiones históricas  sobre ello, sino sólo en el valor antropológico de las experiencias estéticas y  sociales, en las que el rostro es un instrumento importante. 
                                    Referencias  bibliograficas 
                                    1.  Mi estudio fue posible gracias al profesor Lawrence E. Cahoone que me acepto  como visiting scholar en el Departamento de filosofía en Boston University en  el verano de 1999. Quiero expresar mi reconocimiento por las observaciones que  se hizo sobre mi paper, pues todas  fueron de gran utilidad. 
                                    2.  Levinas propone esta definición de experiencia poética. Cfr.  Hamacher, W. and Wellvery, D.E. (eds.) Proper  names., Stanford University Press., Stanford., 1996. 
                                    3.  Redfield, J.W. The twelve qualities of mind.,. C.C. Saveger., New York., 1850.,  p. 4. 
                                    4. Cfr.  Bertellie, S.and Centanni, M., Il Gesto., Ponte alle Grazie., Fierence.,  1995., p.5. 
                                    5. Cfr.  Woolf, F and Cassin, M. Bodylines. The  human figure in art., National Gallery  Education department., London., 1987., p.31 
                                    6.  Schiller, F. Aesthetical and philosophical essays., Cambridge edition.,  Boston., 1884., vol. VIII., p. 254. 
                                    7. Cfr.  Redfield, J.W., The twelve qualities of the mind., Op. cit., p. 4., In a more  modern study it is said: <Considerable research has demostraded that at  least seven basic emotions can be accurately communicated by facial  expressions: happiness, fear, surprise, anger, sadness, disgust, and  contempt> in Zebrowitz., Reading faces, Window to the soul?., Westview  Press., Boulder., 1997., p. 26. 
                                    (.  Duchenne, G.B., Physionomie humaine.,  J. Renouard., Paris., 1862., Reprinted by Cambridge University Press., R.A.  Cuthbertson (ed.)., New York., 1990., p. 101. 
                                    9.  Sobre la trascendencia  de la voluntad  véase: Bosch, M., <Inmanencia y trascendencia de la intencionalidad>., Acta Phisolophica., vol. VII., n.1.,  1997., p. 101-116. 
                                    10.  Huges, Ch. L., The primacy of ethics: Hobbes and Levinas>., Continental Philosopht Review., vol. 31., n. 1., 1998.,  p.86. 
                                    11. Kostman  L. (ed.), Emmpathy form and space.  Problems in german aesthetics, 1873-1893., Getty Center, Santa Monica.,  1994., p. 152. 
                                    12. Ross  Fryer, D., Of Spirit: Heidegger and Derrida on Metaphysics, Ethics, and National Socialism., Inquiry., vol. 39., n. 1., p. 27. 
                                    13.  Cfr. Aristóteles, De anima., III.,  4., 429ª-430., Véase también: Bouriau, C., <Jean-Francois Pic de la  Mirandole: I”imagination entre ciel et terre> Revue Philosophique de la France et de Létranger., vol. 123., n.  4., 1998.,p. 463-482. 
                                    14. Cfr.  Sakakibara, T., <the relationschip between nature and spirit in Husserl´s  phenomenology revisited>., Continental  Philosophy Review.,vol. 31., n. 1., 1998., p. 262. 
                                    15.  Cfr. Bosch, M., <La unión de la intencionalidad en la libertad>., Metafísica de la intencionalidad.,  PPU., Barcelona., 1997., p. 185-199. 
                                    16.  Crowther, P., <Art, architecture and self-consciousness. An exploration of  Hegel´s Aesthetic>, Benjamin, A. (ed.), Phisosophy  and Architecture. Journal of Phisosophy and the Visual Arts., Academy Group  Ltd., London., 1990., p.66. 
                                    17.  Dufrenne, M., Esthetique et Philosophie., Klincksieck.,Paris., 1967., p. 9. 
                                    18.  Heidegger, M., The origin of the work of  art., Harper and Row., New York., 1817., p. 44. 
                                    19. Cfr.  Binswanger, H., <Life- based teleology and the fundations of ethics>.,The Monist., vol. 75., n. 1.,1992., p.  92. 
                                    20. Cfr.  Carrier, D., <Art and its canon>., The  Monist., vol. 76., n. 4., 1993., p. 526. 
                                    21.  Dufrenne, M., Esthetique et Philosophie.,  Op. cit., p. 54. 
                                    22.  Ferry, L., Homo aestheticus. L`invention  du gout L`age democratique., Bernard Grasset, París., 1990., p.36. 
                                    23.  Mulligan, K., < From appropriate emotions to valies>., The Monist., vol. 81., n. 1., 1998.,  163. 
                                    24. Cfr.  Bland, K. P., <Medieval jewish Aesthetics: maimonides, Body, and Scripture  in Profiat Duran>., Journal of the  History of the History of Ideas., vol. 54., n.4., 1993., p.538-540. 
                                    25.  Weiss, P., <Creativity and Beauty>., Philosophy  and Art., D.O. Dahlstrrom (ed.)., Catholic Uviersity of America Press.,  Washington D.C., 1991., p. 162. 
                                    26. Cfr.  Mortensen, P., <Shaftesbury and the moraly of art appreciation>., journal  of History of Ideas., vol. 55., 1994., p. 632. 
                                    27.  Lombardo, P., <The ephemeral and the eternal: reflections on history>.,Rediscovering History, culture, Politics and  the Psyche., M.S. Roth (ed.), Stanford University Press., Stanford., 1994.,  p. 389. 
                                    28.  Levinas, M., Proponer names., Op. Cit.,  p. 95. 
                                    29. Cfr.  Greisch, J., <The face and reading. Immediacy and mediation>.,  Re- Reading Levinas., R. Bernasconi y S.  Critchley (eds.)., Indiana University Press., Indiana., 1991., p. 68. 
                                    30. Cfr.  Hughes, C.L., <The primacy of ethics: Hobbes and Levinas>., Continental Philosophy review., vol.  31., n. 1., 1998., p. 79-97. 
                                    31.  Feenberg, A.,<The Technocracy Thesis revised: On The Critiquen of Power>., Inquiry., vol. 37., n.  1., 1994., p. 85. 
                                    32.  Borgmann, A., <The moral significance of the material culture., Inquiry., vol. 35., ns. 3-4., 1992., p.  293. 
                                    33.  Es fácil advertir un completo acuerdo entre la Política y la Ética a Nicómaco. 
                                    34.  Aristóteles, Ética Nicómaco., 1.,  1097b30-1098ª20. 
                                    35. Cfr.  Larmore, Ch., <Romanticism and modernity>., Inquiry., vol. 34., n.1.,1991., p. 78. 
                                    36. Cfr.  Den Uyl, D.J.,  and Griswold, Ch. L. Jr.,  <Adam Smith on friendship and love>., Review  of methaphyics., vol. 49., n. 3., 1996., p. 609.637. 
                                    37. Cfr.  Schall, J.V., <Friendship and Political Philosophy>., The review of Methaphysics., vol. 50.,  n. 1., 1996., p. 121-141. Ver también Mansini, G.,<Aristotle on needing  friends>., American Catholic  Philosophical Quarterly., vol. 72., n. 3., 1998., 405-417. 
                                    38.  Klonoski, R. J., >Homonoia in  Aristotle´s Ethics and Politics>., History  of Political Thought., vol. 17., n. 3., 1996., p. 315. 
                                    39.  Weiss, P., <Creativity and Beaty>., Op. cit., p. 162. 
                                    40. Cfr.  Yol Jung, HWA., <Mikhail Bakhtin`s Body Politic: A phenomenological  dialogics>., Man and World., vol.  23., n. 1., 1990., p. 85-86. 
                                    41. Bejczy,  I. P., < The state a work of art: Petrarch and his speculum principis>., History of Political Thought., vol. 15.,  n. 3., 1994., p. 313-321. 
                                    42. Ibid., 317. 
                                    43.  Griswold, Ch. L. Jr., < Nature and Philosophy. Adam Smith on stoicism,  aesthetic reconciliation, and imagination>., Man and World., vol. 29., n. 2.,1996., p. 187-213. 
                                    44.  White, S. K., Edmund Burke: Modernity, Politics and Aesthetics., Sage.,  California., 1994., p. 32. 
                                    45. Ibis., p. 33. 
                                    46.  Ferguson, K.,The politics of judgment.,  Lexington Books., Boston., 1999., p. 2.  
                                    47. Cfr.  Swazo, N. K., <The authentic tele of politics:  a reading of Aristotle>., History of  political thought., vol. 12 n. 3., 1991., p. 405- 420. 
                                  48. Cfr.  Nedeerman, C. J., < Character and community in the defensor pacis; Marsiglio  of paduas adaptation aristotelian moral psychology>., History of political thought., vol. 13.  |