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Guerra a la anorexia y bulimia en los colegios

Prohibir el uso de los baños después de comer, vigilar con chaperonas el almuerzo de las alumnas y revisar los receptores de basura son algunas de las medidas que colegios adoptan para evitar que las adolescentes caigan en las redes de la enfermedad de moda o mejor dicho, en el flagelo que la misma moda ha originado y que va en peligroso aumento. 

Por: María Teresa Villafrade 

"¿por qué razón mantienen cerrados los baños de las niñas durante los recreos y en los horarios de almuerzo?", pregunta muy intrigada la mamá de Daniela, alumna de octavo básico de un colegio mixto particular del sector oriente de la capital. La interrogante es planteada a la profesora jefa durante una reunión de apoderados y su respuesta parece no sorprender a la mayoría presente: "Es una medida que se tomó para evitar que algunas alumnas boten el almuerzo a la basura".

Sin embargo, al consultar a la sicóloga del establecimiento, ésta no sólo ignoraba el cierre de los baños, sino que, además, la dirección le prohibió referirse públicamente al tema en cuestión. "Estamos sobrepasados con otros problemas, no tengo tiempo", dijo escuetamente. Una actitud bastante generalizada, porque muchos directores de colegios piensan que al no explicarle a la comunidad, el "problema" desaparece o no existe.
"Podemos dar nuestra opinión, pero sin mencionar el nombre del colegio", es otra frase que se repite por el temor a la reacción de los apoderados. En este caso no se trata de drogadicción, violencia intraescolar, alcoholismo ni sexualidad, sino de los trastornos de alimentación (anorexia y bulimia), un mal de índole psiquiátrico que registra un notable aumento en la población chilena, según los datos analizados desde 1995 por Marcela Pezoa, del Departamento de Estudios y Desarrollo de la Superintendencia de Salud.

"En 1995 hicimos un estudio de las licencias médicas curativas entre los cotizantes de isapres y en esa ocasión los trastornos mentales y del comportamiento eran un 7,5% del total, ocupando el quinto lugar entre las enfermedades. En 2002 subieron al tercer lugar, con un 12,4% del total de las licencias médicas", revela la profesional. Sin embargo, agrega que sin buscarlo, el 2001 marcó un hito: los trastornos alimenticios figuran en el tercer lugar dentro de las patologías mentales (después del episodio depresivo y del trastorno depresivo recurrente), tanto en varones como en mujeres. En los hombres, por ejemplo, el mayor número de licencias solicitadas por anorexia y bulimia corresponde al tramo de edad entre los 30 y 34 años y comienza a partir de los 24 años en adelante. La tasa es de 5,5% por mil cotizantes. En las mujeres la tasa es de 19,8%, y el peak de licencias tramitadas también se registra en el mismo tramo de edad. "Probablemente todas estas mujeres, que aparecen como trabajadoras y ya manifestando un cuadro de trastorno de alimentación, sufrieron silenciosamente la enfermedad durante toda su etapa adolescente", agrega Marcela Pezoa, y advierte que el Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud no tiene el detalle de información para el sector público.

"No me pudieron dar estadísticas, aunque existe conciencia que, al igual que en España, el problema se está haciendo manifiesto cada día más, junto a la gran explosión que ha tenido en Chile la depresión. Sin olvidar que a veces la anorexia y la bulimia surgen asociadas a la depresión", explica.

La misma percepción clínica tienen especialistas como la doctora Ana María Martini, siquiatra de la Unidad de Adolescencia de la Clínica Alemana: "Dentro de lo que me ha tocado ver con mayor frecuencia, y no sé si es la impresión de todos los colegas, están la bulimia o cuadros con episodios de comer compulsivo o atracones, sin que necesariamente se provoquen vómitos. No sería en estricto rigor bulimia, según los criterios diagnósticos, sino que se le llama Trastorno por Atracón, en que las personas no presentan las estrategias compensatorias de la bulimia (autoinducción del vómito, por ejemplo). Por otro lado, no estoy diciendo que la ocurrencia de anorexia haya disminuido respecto de la prevalencia previa, más bien la impresión general es que también es un cuadro que se presenta cada vez con mayor frecuencia e incluso a edades más tempranas".

La doctora Patricia Cordella, siquiatra del Hospital Clínico de la Universidad y directora del primer Diplomado en Trastornos de Alimentación que se está realizando en nuestro país, explica que las pacientes anorécticas van aumentando cada década. De 0,2% hoy fluctúa entre un 1 y 2% (anoréctica restrictiva) y 4% (bulímica). "Creo que es un problema que está subdiagnosticado. Cualquiera puede darse cuenta cuándo una mujer es anoréctica, no sólo por su estado físico deplorable, sino porque está cautiva de su enfermedad y no puede seguir construyendo su vida. No pasa lo mismo con la bulímica, que en general tiene un peso normal o incluso sobrepreso", dice la doctora Cordella.

A menor edad...

La siquiatra Patricia Cordella advierte que los expertos europeos han demostrado que los hermanos de pacientes anorécticos también corren riesgo.

En muchos casos el detonante de la anorexia es una dieta iniciada por un comentario tan simple como "estás más gordita". Mariane Grass, sicóloga del Instituto Santa Sofía, advierte: "Cada vez empiezan más chicas, a los 12 años. Tuve una paciente de esa edad que en el verano pasado escuchó que su tío le decía ‘te ves más bonita, estás más gordita’. Era una niña delgada, no tenía para qué bajar de peso, pero esas palabras la motivaron a empezar un régimen. No comió más. A fines de marzo llegó a mi consulta con 15 kilos menos para su estatura y peso. Estuvo un mes hospitalizada y ahora está en rehabilitación domiciliaria. Ella me contó que de internet sacó todas las ideas, de unas páginas exclusivas para anorécticas y bulímicas donde les cuentan cómo vomitar mejor, las pastillas y los ejercicios que deben hacer".

Mariane Grass hizo un postítulo de Trastornos de Alimentación en España, donde el índice de esta enfermedad alcanza uno de los niveles más altos del mundo: 2% de la población. "Los hospitales estatales cuentan con pisos enteros dedicados a las anorécticas y bulímicas. Argentina también tiene clínicas especializadas. Es la enfermedad de la época y por lo que veo a nivel mundial la prevención hay que comenzarla en los colegios a partir de quinto básico, con charlas a los papás, profesores y a las mismas alumnas", aconseja la sicóloga. Esto con el fin de pesquisar las primeras señales a tiempo e impedir que se llegue al estado de distorsión de la imagen corporal.
"Es el síntoma más grave. En España juntaban en grupos a las anorécticas, todas en bikini, y era tragicómico ver cómo ellas se observaban: ‘Adriana, te ves horrible de flaca’, le decía una a la otra, incapaz de notar su propia delgadez", dice Grass.

Cree que cerrar los baños en los colegios equivale a tapar el sol con un dedo. "Aquellos establecimientos que tienen departamento de sicología pueden orientar a niñas y niños. Yo trabajo también en un consultorio de Lo Barnechea y este año atendí a dos niñitos con anorexia, hijos de nanas, por lo que el problema atraviesa a todos los niveles de la sociedad", agrega.

Este dato lo comparte la siquiatra Patricia Cordella: "En algunos países cambió la relación mujeres y hombres de 9:1 a 8:2, es decir, por cada ocho mujeres con trastornos alimenticios hay dos hombres". Agrega que dada la alta mortalidad de la anorexia (entre un 6% y 12% dependiendo del caso, dos veces más que cualquier otra patología siquiátrica) en la actualidad se interviene ante los primeros síntomas parciales de la enfermedad. "Sin esperar a que exista amenorrea por más de tres ciclos o un peso bajo el 85% esperado para su talla y edad. Está probado que consultar con los síntomas parciales (restricción alimentaria, disconfort emocional, irritabilidad, aislamiento) antes de un año y en la primera vez, la posibilidad de ayudar a que esa paciente salga de su estado es entre un 40% y 50% de todas las que consultan. Hoy las crónicas bajaron de un 30% a un 15%", revela.

Atajar a tiempo es clave. La sicóloga Verónica Bannen, del Colegio Villa María Academy, explica que la sensibilización respecto del tema es muy importante, sobre todo entre los profesores. "Se les informa para que detecten y perciban bien las pistas. Antes se creía que la anorexia se daba por un tema de pretensión entre las niñas que hacían dieta para verse estupendas en el verano. Al contrario, las que se enferman son niñitas depresivas u obsesivas, excelentes alumnas, con promedios de 6,8 y 7", añade.
En este colegio hoy tienen dos casos diagnosticados. "Nuestro Departamento de Orientación ha construido lazos cercanos con las alumnas y ocurre que las primeras en darse cuenta de que algo anda mal son sus propias compañeras. Ellas dan la voz de alarma, a veces, arriesgando la amistad, porque la que se enferma no tiene conciencia de sus síntomas y lo niega".

–¿Cómo reaccionan los papás ante una noticia así?
–Hay de todo, familias muy negadoras, que cuesta que tomen cartas en el asunto, y otras más receptivas, que reaccionan a tiempo. Desgraciadamente, en general, el perfil en que tiende a presentarse esta enfermedad es el de una familia perfeccionista, entonces hacerlas ver lo que está pasando cuando todavía no es tan grave no es fácil. Es paradójico, porque si seguimos esperando la niñita va a empeorar. Son familias difíciles de confrontar y afrontar. Les cuesta reconocer el problema y pedir ayuda.

 

Los hermanos corren riesgo...

Fue un hallazgo sorprendente. En los hombres, el mayor número de licencias solicitadas por anorexia y bulimia corresponde al tramo de edad entre los 30 y 34 años. Y comienza a partir de los 24 años en adelante, señala Marcela Pezoa, del Departamento de Estudios de la Superintendencia de Salud.

Familias rígidas, muy orientadas al logro y donde se privilegia el beneficio colectivo antes que la individualidad es el clásico perfil del núcleo que rodea a una paciente anoréctica. "De más está repetir que la imagen que dicta la moda es la de una figura delgada. También se transmite que la persona de éxito y que consigue más fácilmente la felicidad es una persona delgada. En todo caso, los trastornos alimenticios tienen un origen complejo, multifactorial", señala la doctora Ana María Martini.

Es más fácil advertir casos de probable anorexia que de bulimia en los colegios. La siquiatra opina que la prevención debe partir desde los primeros años y no esperar o dirigirla sólo a los grupos de edades en que estas enfermedades detonan. Además de realizar charlas y talleres sobre los trastornos alimenticios, es importante dedicar tiempo para algunas actividades grupales orientadas a reforzar la autoestima, habilidades sociales, expresión y manejo de las emociones que pudieran ser programadas y estructuradas por las sicólogas de los colegios.

Una vez diagnosticada la enfermedad, el tratamiento se realiza en tres áreas: siquiatría, nutricional y terapia familiar. La doctora Cordella advierte que los expertos europeos demostraron que los hermanos de los pacientes anorécticos también corren riesgo: "Se trata de una patología tan grave que captura la total atención de los padres de una paciente por bastante tiempo, y si hay otros hijos es necesario ayudarles en esa etapa. Los papás deben estar a las horas de las comidas y no como método de control, sino para entregar compañía, afecto, diálogo, establecer vínculo. La niña anoréctica no sale a buscar afuera, ella insiste en que el amor se lo tienen que dar al interior de la familia. Suele estar muy apegada a la madre, uno ve aquí a mamás e hijas muy unidas y muy peleadoras, las dos cosas".
La solución pasa por incorporar el lema "comer y amar van de la mano". "La clave para entender esto es que si llegas a la adolescencia y vas a hacer una dieta sí o sí, y tienes un vínculo con tu madre, con tu padre, que es normal, vas a tener una manera de estar en el mundo que no te desarmará. Pero si has tenido un mal vínculo, por muy distintas razones y esto no tiene nada que ver con que los padres se sientan culpables, un desarrollo síquico alterado, distorsionado, hace que cuando se entra a la dieta corras el riesgo de transformarte en anoréctica. No es la dieta por verse linda, porque todas queremos vernos lindas. Esa es una idea muy pobre de lo que es la enfermedad". \\

El modelo de cinco fases

La siquiatra Patricia Cordella diseñó este modelo de cinco fases para comprender cómo va evolucionando la enfermedad:

Fase 1: La baja de peso. Puede ser el resultado de una indicación médica o de un deseo. Se desea alcanzar un estado de salud, una silueta o la pertenencia a un grupo. Si logra su objetivo, el asunto puede quedar aquí. Pero si la baja de peso significa ser reconocida (vuelta a conocer, ahora con más valor y atención) se puede pasar a la etapa siguiente en la búsqueda de regular la autoestima por esta vía.

Fase 2: El reconocimiento. La motivación inicial de la fase 1 va mutando y ya no es la imagen, sino la autoestima es la solución intentada. Los padres empiezan a preocuparse e intentan convencer a la hija de consumir alimentos.

Fase 3: La protesta relacional. En función de "hacerla comer" la familia toca sus conflictos internos. Entre los factores de riesgo posibles de evidenciar en adolescentes que pasarán a la fase 4 se encuentran: baja brusca de peso, excesiva preocupación por la apariencia, irregularidades menstruales, sensibilidad al frío, fatiga frecuente, cambios de ánimo e irritabilidad, aislamiento social, ansiedad y depresión permanentes por más de dos semanas, interés en preparar alimentos para otros.

Fase 4: La protesta del cuerpo. Esta es la fase donde se presentan claramente los síntomas de la enfermedad. La hospitalización tiene como objetivo recuperar un organismo funcionante para una persona disfuncionante.

Fase 5: La protesta psíquica. La única certeza que resta es un deseo: bajar de peso. Un pensamiento: bajar de peso. Una frase: bajar de peso. Estas pacientes pueden manifestarse como verdaderas sicóticas y suelen tener comprometidos el ánimo, el criterio y el juicio de la realidad.

La Tercera Mujer 1182: 14 /9 /2008


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