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Lipofobia, uno de los criterios diagnósticos de la anorexia y bulimia
La especialista universitaria subraya padecimientos por obesidad

Explica Gilda Gómez Peresmitré, de la Facultad de Psicología de la UNAM, que se trata de un temor exagerado, enfermizo e irracional a subir de peso, que lleva a las personas a evitar su propio cuerpo, a no verse en el espejo y a autovalorarse negativamente.

México, DF.– 10 junio 2007.- El miedo exagerado, enfermizo e irracional a engordar, mejor conocido como lipofobia, es uno de los criterios diagnósticos de la anorexia y la bulimia, y se manifiesta como insatisfacción y distorsión de la imagen corporal, afirmó Gilda Gómez Peresmitré, de la Facultad de Psicología de la UNAM.

La experta explicó que tal incomodidad consiste en decir “no estoy a gusto, no me gusta la forma o el tamaño de mi cuerpo”, sin importar que sea delgada, y la deformación a percibirse y sentirse gorda aunque, incluso, esté por debajo de su peso saludable.
Ese temor lleva a las personas a evitar su propia corporeidad, a no verse en el espejo y a autovalorarse negativamente con adjetivos como “estoy fea, cerda” y otros términos que hacen al organismo producir estímulos de ansiedad, detalló.

La experta señaló que la anorexia y bulimia presentan una serie de síntomas para consolidarse, además de factores de riesgo que pueden llevar a su desarrollo.

Entre ellos se encuentra la preocupación por el peso y la realización de dietas.
Según el estudio Factores de riesgo en trastornos de la conducta alimentaria, realizado por Gómez Peresmitré y su equipo de trabajo, existen niños desde los 6 años insatisfechos con su imagen corporal, a quienes no les gusta su cuerpo y con una actitud negativa hacia la obesidad.

En una muestra de 8 mil 673 hombres y mujeres de tres diferentes grupos: de 6 a 9 años, de 10 a 12 y de 13 a 19 años, de escuelas públicas y privadas de la Ciudad de México y zona conurbada, se observa que 40.4 por ciento de las escolares más jóvenes, el 65 de las púberes y el 76.6 de las adolescentes, eligieron una figura delgada y muy delgada como ideal.

La investigación refiere que el factor de riesgo “preocupación por el peso” es uno de los más frecuentes como antecedente de trastornos de conducta alimentaria.
Más del 60 por ciento de los niños y niñas más pequeños ya se preocupan por este indicador.

Se halló que el seguimiento de dietas para su control es uno de los elementos de mayor riesgo.

Entre las niñas, en cada uno de los tres grupos de edad, la mitad dijo privarse de comida para controlar su talla.
Además, se señala que la gran mayoría de los investigados (63 por ciento) presentan una actitud negativa hacia la obesidad, calificando a una niña gorda como “fea, tonta, prieta y asquerosa”.
El resto le da atributos positivos (“simpática, alegre”) y respuestas neutrales (“grande, pesada”).
Estos resultados muestran que el término “obesidad” es altamente peyorativo.
Además, se produce el “efecto del halo”, es decir, aquel en donde se generaliza una característica positiva o negativa a todas las actividades o conductas de una persona.
Por ejemplo, se suele pensar que una chica rubia es “tonta, hueca y superficial”.

La lipofobia se inicia, generalmente, con una autovaloración negativa del cuerpo, influidos por los criterios impuestos, llamados de la “delgadez”, que en su expresión patológica es, literalmente, la de piel pegada al hueso, y en su expresión normal, un culto a la apariencia física en donde se olvidan otras cualidades y valores para enfocarse al “cómo nos vemos”, añadió la experta.

Dicha ansiedad tiende a agudizarse durante el desarrollo de la anorexia.
Por mecanismos de asociación los alimentos relacionados con el aumento de peso o a los que se les atribuye la capacidad de engordar adquieren “propiedades” aversivas.
Cuando se agrava el padecimiento, la respuesta se generaliza a cualquier comestible y aún a lugares físicos y a las personas con quienes se suele departir, especificó.

Así sucede que se inician e incrementan conductas de “evitación”, es decir, se rehuye el consumo de comida, y se hacen dietas o ayunos extremos.

En el corto plazo, explicó Gilda Gómez Perezmitré, esa conducta reduce el apetito, se pierde peso y se mantiene un tono vital alto, lo que refuerza el sentimiento de autocontrol.

No obstante, en el largo plazo, cuando la falta de ingesta se prolonga, se reduce el ritmo metabólico basal y se detiene la pérdida de peso –a menos que disminuya más la ingesta–, y se incrementa la probabilidad de ganar peso y ansiedad.
Es por ello que en la anorexia, el paciente no puede escapar de la situación aversiva, ni siquiera cuando ya tiene una talla baja.
Siempre estará presente la ansiedad que conlleva el riesgo de engordar.
Si no se detiene ese círculo vicioso, inexorablemente el deterioro físico y mental será cada vez más grave y dará lugar a otras enfermedades, e incluso, a la muerte, finalizó.

Fuente: Milenio


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