Bajo el disfraz de la tolerancia y la libertad de expresión, la sociedad es bombardeada constantemente con mensajes efímeros que incitan al más puro hedonismo. Pero nadie habla nunca de las terribles consecuencias que dejan estos mensajes en lo más íntimo de las personas. ¿Sabe la sociedad las consecuencias de la exposición a la pornografía? ¿Se habla sobre las adicciones, matrimonios rotos, el daño de las imágenes inadecuadas en niños y adolescentes?
Hace poco Justin Francis Rigali describía la pornografía como «un cáncer de la cultura contemporánea…, la violencia, los abusos sexuales, los traumas psicológicos y las relaciones rotas son fruto de la pornografía».
Según la revista económica Capital, Norteamérica es la «primera potencia mundial del sexo», con unos ingresos en este aspecto de unos 10.000 millones de euros al año. Su cine pornográfico, que se lleva a cabo en unos 200 estudios, facturó más dinero, en el año 2005, que toda la industria del cine de Hollywood.
España tampoco se queda atrás. Según el Gobierno, en nuestro país se mueven 18.000 millones de euros al año en este campo, y todos los periódicos nacionales, a excepción de La Gaceta, cuentan con páginas de contactos por las que se embolsan decenas de miles de euros al día. El negocio de la pornografía también llega a los móviles, más fácil y más accesible que nunca. Se trata de un sistema que acaba de comenzar, pero el sector de los contenidos eróticos y pornográficos para el móvil generará, según los expertos, 1,5 millones de euros en el año 2009.
Las cifras dejan claro que la pornografía no es una simple expresión frívola del sexo en nuestros días; se trata de un negocio a nivel mundial, donde los intereses económicos, y otro tipo de intereses más oscuros todavía, ocultan a toda costa las terribles consecuencias psiquiátricas y emocionales que tiene en la vida privada de las personas. Es una reflexión muy políticamente incorrecta, pero que muchos psiquiatras sostienen, alertando incluso del crecimiento constante de esta dependencia.
Pornografía y tortura
«Me parece que son pocos los que se dan cuenta de la gravedad que tiene la producción y consumo masivos de pornografía en nuestra sociedad -afirma el profesor Jaime Nubiola, de la Universidad de Navarra-. Uno de éstos es el Premio Nobel de Literatura 2002, el húngaro Imre Kertész, superviviente de Auschwitz y Buchenwald, que anotaba en su Diario de la Galera: Las dos grandes metáforas del siglo XX: el campo de concentración y la pornografía -ambas bajo el punto de vista de la servidumbre total, de la esclavitud-. Como si la naturaleza mostrara ahora su lado funesto al hombre, a su nacimiento, desvelando radicalmente la naturaleza humana. Quizás a alguno pueda sorprenderle esta equiparación de la pornografía con los campos nazis, pero la tortura y la pornografía son dos aspectos complementarios de la degradación de la naturaleza humana, que caracterizaron lamentablemente al pasado siglo. Quienes hacen negocio explotando la curiosidad morbosa de los hombres son contaminantes morales de la sociedad. Quienes producen pornografía, no sólo explotan a las mujeres y hombres que aparecen en sus productos, sino que destrozan a sus consumidores, dañándoles a veces irremisiblemente. Son vendedores de droga adulterada: parecen vender gratificación sexual en pequeñas dosis, pero, en muchos casos, están contaminando irremisiblemente los cerebros de sus usuarios. Se trata de una droga tan peligrosa y destructiva como las drogas perseguidas penalmente».
Televisión basura: puro negocio
Uno de los ámbitos donde más claramente se observa la influencia de lo morboso como producto de venta al público es el de la televisión. El profesor Navas lo achaca a la «estructura actual del mercado televisivo. Antes había muy poca oferta -explica-, y nos sentábamos delante del televisor a ver qué nos echaban. Hoy prima la demanda. Existen muchos más canales que antes, pero la tarta que les da de comer no ha crecido, y tienen que plegarse a lo que el público quiere, a sus apetencias. Y por lo que parece, el público no es de lo más refinado, y pide morbo. También es un fenómeno que se puede ver en los telediarios: cada vez hay menos política, y más crímenes pasionales, así como el auge de los programas de telerrealidad».
No todo es obsceno o violento, sin embargo. Existen anuncios, películas, historias humanas, limpias y familiares, que triunfan y, en general, también son reconocidas favorablemente por las críticas internacionales. «La televisión limpia sí que puede triunfar -explica el profesor Navas-. Es posible hacer calidad, y, de hecho, en España hay programas buenos, pero se colocan en horarios imposibles. También es cierto que los canales son muy conservadores, y tienen miedo a arriesgarse, por lo que los canales generalistas actúan mediante un efecto mimético, ofreciendo prácticamente la misma oferta a las mismas horas».
A pesar de que políticos e intelectuales suelen expresarse con unanimidad respecto a la falta de calidad y de ética en los contenidos televisivos, nadie parece querer moverse para solucionarlo. Para el profesor Navas esto sucede porque «hay muchísimo dinero en juego. Hay que tener en cuenta que los titulares de los canales televisivos son grandes grupos de comunicación, que mueven muchísimos medios distintos y son muy influyentes. A ningún Gobierno le interesa enfrentarse a ellos, y, además, también es muy cómodo tener a la ciudadanía drogada, adormilada, sin pensar».
Adicción a la pornografía
Nadie puede considerarse inmune a los efectos degradantes de la pornografía y la violencia, o a salvo de la erosión causada por los que actúan bajo su influencia. La pornografía y la violencia sádica desprecian la sexualidad, pervierten las relaciones humanas, explotan a los individuos, especialmente mujeres y niños, destruyen el matrimonio y la vida familiar, inspiran actitudes antisociales, y debilitan la fibra moral de la sociedad. La pornografía, como la droga, puede crear dependencia, y empujar a la búsqueda de un material cada vez más excitante (hardcore) y perverso. La posibilidad de adoptar comportamientos antisociales crecerá en la medida que se vaya dando este proceso.
La adicción a la pornografía existe, y no es ningún mito. El psiquiatra doctor Paulino Castells, escritor de libros sobre pareja o educación (el último, Víctimas y matones, editado en Ceac), afirma que «está plenamente demostrado que la adicción a la pornografía es de las más fuertes dependencias, y que engancha a muchas personas, fundamentalmente hombres. Hay una diferencia entre los sexos en el grupo infanto-juvenil, ya que mientras los niños varones, que no tienen una adecuada supervisión parental y docente, tienden a conectarse a las páginas pornográficas de Internet, en el mismo ordenador las niñas prefieren conectarse a las conversaciones intimistas de los chats. El resultado de la adicción a la pornografía es que el sujeto que la padece no puede vivir sin visualizar escenas de sexo, y cada vez ha de ser sexo más duro, para que pueda calmar sus deseos libidinosos. Así, logra recrear en su mente fantasías sexuales que, de alguna manera, le llenan el vacío de su propia vida sexual y amorosa, habitualmente muy deteriorada. El adicto a la pornografía no es más que un pobre obrero del sexo. Con el agravante de que cada vez necesitará mayor dosis de imágenes pornográficas para autosatisfacerse sexualmente, y la propia rutina de la repetición de los actos sexuales que contempla, le empujará a la búsqueda de nuevas sensaciones, como puede ser la zoofilia, la paidofilia u otras aberraciones sexuales».
Respecto a la mujer, que quizá ha sufrido los cambios más radicales en cuanto a la sexualidad y su feminidad, el doctor Castells opina que, «desgraciadamente, cada vez más las mujeres desean parecerse a los hombres, en vez de mantener, y acrecentar, si cabe, su maravillosa identidad femenina. Y, a todo esto, no desean copiar las características que podríamos considerar ejemplares del comportamiento varonil -que, obviamente, también las tenemos- sino que prefieren calcar las más execrables de la condición masculina, como, por ejemplo, las conductas violentas. Al respecto, es bien conocido que cada día aumenta el porcentaje de chicas que muestran actitudes de gran violencia, que, por ejemplo, agreden salvajemente a sus compañeros escolares. También la mayor agresividad sexual que están adquiriendo las mujeres es asimismo indicativa de esta asimilación de papeles violentos, que hasta el momento era un triste monopolio del sexo masculino».
Son tan sólo unas pinceladas acerca de la realidad de la pornografía, lo obsceno en general..., y su extensión en diferentes ámbitos de la personalidad. Parece que el ser humano es mucho más frágil de lo que en un principio podemos creernos. Oímos por todas partes el mismo reclamo: «Separa tu cuerpo de tu alma, desinhíbete. Olvídate de todo lo que has vivido y aprendido hasta ahora. Deja el pudor escondido en lo más profundo de tu memoria». Pero nadie dice lo que sucede después. Nadie habla de la soledad…
Fuente: Alfa y omega