Sería de admirarse la habilidad, los cuantiosos fondos y los elaborados argumentos con que se ha orquestado una campaña de control demográfico para América Latina, si no fuera porque no responde a los intereses de nuestros países, sino, por el contrario, va en contra de su desarrollo e identidad.
Prácticamente en toda Lationamérica se difunden y aplican series de acciones muy variadas, aparentemente inconexas, que en realidad forman un todo, me refiero a la interdependencia entre control natal, educación sexual tendenciosa e ideología de género, desarrolladas intensamente en la ultima década hasta convertirse en una sólida estructura de control demográfico.
Me explico: en 1993, en un documento de las Naciones Unidas se hablaba de estrategias para vencer la «resistencia organizada» en materia poblacional. Entre otras cosas se señalaba la necesidad de presentar el control demográfico como «solución de problemas» (al aborto, a la mortalidad materna, etcétera) y la conveniencia de establecer «nuevas alianzas sociales» para vencer dicha «resistencia organizada».
Desde hace algunos años todos podemos comprobar cómo se aplican, entre otras, las siguientes estrategias:
Convertir en facultad personal el acceso al control natal, generando para ello normas legales específicas. Esta estrategia sirve simultáneamente para dificultar la reversión del proceso de control natal.
Manipulación para crear una nueva categoría de derechos humanos: los mal llamados «derechos sexuales y reproductivos».
Introducción del término «salud reproductiva» para convertir la planificación familiar en componente de la salud pública y, con una intensa acción del Estado, convertirla en un verdadero control natal.
Participación insistente de organizaciones que se ocupan de hacer «marketing social» para facilitar el cambio de políticas e introducir control natal y educación sexual y leyes que favorezcan o faciliten el divorcio.
Generación de lobbying parlamentario para impulsar leyes que faciliten el control natal e intervenir en organizaciones médicas o sociedades científicas para que apoyen medidas del Estado sobre control natal.
Creación de obvias «alianzas sociales» con numerosas onG, que además de promover el control natal, difunden en forma creciente la ideología de género e impulsan a personas, producto de estas alianzas, a intervenir en los parlamentos.
Asesoramiento directo a gobiernos mediante terceros para encubrir el verdadero origen de los fondos destinados a esa finalidad.
Introducción masiva de conceptos de la ideología de género en el aparato del Estado y en programas de control natal y educación sexual y masificación de mensajes alusivos en los medios de comunicación social.
Manipulación del lenguaje mediante el uso de eufemismos (interrupción del embarazo en vez de aborto; salud reproductiva en vez de contracepción; huevo en vez de niño concebido…).
Hacer obligatoria la educación sexual tendenciosa en las escuelas públicas, desde los programas para preescolares e infantes, utilizando el llamado «método de la inclusión» que distribuye los contenidos en diferentes asignaturas y dificulta el control de los padres de familia.
Establecimiento de comités nacionales de bioética, para validar procedimientos o productos que dañan a los niños en su fase temprana de vida intrauterina.
Esas estrategias se han hecho evidentes en las conferencias internacionales de la onU de la última década, especialmente en la Conferencia sobre Población y Desarrollo (El Cairo, 1994) y en la Conferencia sobre la Mujer (Pekín, 1995), donde se hizo notoria la existencia de una alianza social entre los países más poderosos y las onG que proclaman la ideología de género.
Independientemente de las estrategias que engloban al control natal, a la educación sexual tendenciosa y a la ideología de género, cada uno de estos temas cumple no sólo sus cometidos obvios por separado, sino otros muy sutiles que pueden pasar inadvertidos y que resultan más graves porque minan las raíces mismas de la identidad de la población.
Control natal ¿por qué la urgencia?
Enfatizar que los niños por nacer van a sustraer bienes a los otros miembros de la familia o a entorpecer el «proyecto personal» de uno o ambos esposos induce inevitablemente a anteponer lo propio a lo comunitario y a actuar contra la propia esencia de la familia: ser comunidad de amor. La difusión intensa y reiterada de conceptos de control natal promueve sutilmente el egoísmo en el matrimonio y la familia, dos instituciones naturales y de la humanidad que se basan precisamente en lo opuesto al egoísmo: el amor.
Asumir que los niños no concebidos aún, serán carga o estorbo, introduce en la familia el concepto de no ser para los otros sino ser para nosotros, lo que altera severamente los procesos de socialización de los hijos ya nacidos y de la familia. Así, el viento del egoísmo termina apagando la flama del amor. En este terreno fértil es fácil que la solidaridad, expresión del amor al prójimo, tarde o temprano sea sustituida por el utilitarismo, expresión del egoísmo, que luego será alimentado por otras personas y familias sujetas al mismo proceso, por los medios de comunicación social, por el Estado, etcétera. Así ha sucedido en las sociedades que introdujeron masivamente el control natal.
Conviene subrayar que las más agresivas y poderosas instituciones que promueven el control natal en América Latina y en el mundo fueron fundadas por importantes miembros de la Sociedad Eugenésica Americana. No queda duda que el control natal es un instrumento eugenista.
En estos últimos 40 años el neodarwinismo ha sido llevado a su máxima expresión por medio de un agresivo neomalthusianismo, no entendido como disciplina demográfica, sino como expresión de un eugenismo brutal que pretende que el mundo sólo puede ser ocupado por seres humanos «útiles», quienes pueden y deben eliminar a los considerados «inservibles». Esta ideología se aplica entre seres individuales, grupos sociales y, más aún, entre naciones. Por supuesto, los fuertes se lo aplican a los débiles, para que no quede duda que se trata de un remozado y fortalecido darwinismo.
Tomando en cuenta datos demográficos de 1990 de la Oficina de Censos del Departamento de Comercio de EUA sobre la distribución racial de la población en ese país, vemos que preveían entonces que para el año 2000 aproximadamente 28% de la población no sería blanca y, proyectando las tendencias, este sector (en su mayoría hispano) crecería a 58% para el 2090. Con razón Julian Simon, recientemente fallecido profesor de la Universidad de Maryland (College of Business and Management), escribió que una de las razones por las que EUA promueve el control natal es por racismo. (¿Debemos deshacernos de la gente, o alimentarla?, junio de 1990).
Existe presión internacional y lobbying permanente en Latinoamérica para despenalizar, legalizar o legitimar el aborto, elemento indispensable para que puedan comercializarse o administrarse abiertamente la píldora abortiva francesa, las vacunas abortivas antiembarazo y otros productos con mecanismo abortivo, como las mal llamadas «píldoras para anticoncepción de emergencia». Por supuesto, la legitimación del aborto es también paso previo para poder aplicar la aspiración manual endouterina en forma masiva e indiscriminada.
Creo que la intensificación de las esterilizaciones masivas en los países de la región es una solución transitoria adoptada por los eugenistas mientras logran legitimar el aborto. En pocos años, hemos pasado de un genocidio en ciernes a un genocidio en marcha.
Como si esto fuera poco, el control natal corrompe y destruye la trascendencia sobrenatural de la cooperación conyugal en la transmisión de la vida. Es penoso ver que muchas familias han aceptado como bueno algo que es intrínsecamente malo, asumiendo así una «distorsión de conciencia» que luego se hace extensiva a la sociedad. México y Brasil fueron los primeros países donde se intensificó el control natal; juntos reúnen más de la mitad de la población latinoamericana.
Fomentar el utilitarismo sexual
Mientras que el control natal inocula el egoísmo en la familia, la educación sexual tendenciosa introduce otro elemento perturbador y destructor: la ruptura del papel educador de los padres hacia sus hijos. Todos sabemos cómo una característica de estos programas es reiterar un supuesto derecho de los menores a la confidencialidad, a cuyo amparo tendrían derecho a recibir, sin conocimiento ni consentimiento de sus padres, servicios de contracepción y aborto.
Es asombroso que muy pocas personas conocen que tal pretensión es incompatible con:
-el artículo 26, inciso 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos;
-el artículo 18, inciso 1 de La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño: Incumbirá a los padres o, en su caso, a los tutores la responsabilidad primordial de la crianza y el desarrollo del niño. Su preocupación fundamental será el interés superior del niño;
-y el artículo 5 de la misma Convención que dice que los Estados firmantes respetarán las responsabilidades, derechos y deberes de los padres para impartir a los niños dirección y orientación apropiadas.
Además de pretender violar el derecho de los padres a educar a sus hijos, estos programas de educación sexual promueven entre niños y jóvenes una conciencia antiembarazo, antimaternidad y de consumo precoz de anticonceptivos, es decir, una conciencia antiniño; es la enseñanza más perversa: enseñar a los niños a ser antiniño.
Definitivamente, un niño o joven en proceso de formación asume como ciertas y buenas estas enseñanzas y las lleva a su familia, contribuyendo a que permee la mentalidad contraria a la vida; sin embargo, me parece que lo más grave es la «distorsión de conciencia» que enseña algo malo como bueno. Está bien demostrado que tarde o temprano, esta distorsión y el consumo precoz de anticonceptivos lleva a los jóvenes al utilitarismo sexual. Cuando se introduce el uso de preservativos en un grupo de jóvenes, la actividad sexual de los chicos no aumenta, pero sí la de las chicas; por otro lado, es un hecho que en las mujeres jóvenes se da el mayor número de enfermedades de transmisión sexual, no en los varones, lo que evidencia que los jóvenes suelen tener varias compañeras. Ambos se habitúan a usarse como instrumentos de placer, sin importar su equilibrio físico o psicológico, y no como compañeros respetados y amados.
Este utilitarismo sexual, ampliamente promovido, lleva a dos consecuencias en el ámbito familiar:
-implica la sustitución de servir a los demás por servirse de los demás como modo relacional, con lo que implícitamente sustrae la capacidad de donación de uno hacia los otros. Esta carencia lleva por lógica a la siguiente consecuencia:
-la incapacidad personal de asumir lo ajeno como propio, y por tanto de entregarse y comprometerse. ¿Qué futuro espera a nuestras naciones con ciudadanos tan limitados en su capacidad de entrega y compromiso?
Éste es en gran parte el origen social de la multiplicación de las uniones de hecho en los sectores jóvenes contemporáneos. Además, como en nuestros países la mayoría de los hijos nacen de madres menores de treinta años y se incrementa el número de uniones de hecho, un alto porcentaje de niños nace fuera del matrimonio, lo que aumenta la posibilidad de que madre e hijos sean abandonados por el padre; problema urgente que compromete el futuro de la familia en la región.
No puede ser más evidente que estamos ante una estrategia de largo plazo, que pretende no sólo enseñar lo malo como bueno, sino sustraer de los niños la base y fundamento de su futuro. Acabo de revisar un programa estatal de educación sexual, en el que aparece la enseñanza de la ideología de género. Se trata de enseñar a niños y jóvenes una antropología ajena a la verdad y a nuestra identidad.
Ideología de género, lucha y conflicto
Esta estructura conceptual se ha multiplicado rápidamente en el seno de nuestras sociedades, ya sea porque los gobiernos la han promovido o porque la difunden muchas onG cumpliendo compromisos con sus patrocinadores.
La ideología de género tiene varios conceptos centrales.
Presenta a la sociedad como el escenario de una ancestral opresión patriarcal de la mujer por el varón; la solución sería «dar poder» a la mujer para acabar con esa opresión y cambiar las instituciones que perpetuarían esa situación; esto es, educación, estado, matrimonio y familia, entre otras.
La sociedad y sus diferentes instituciones (inclusive la familia) son espacios de poder que la mujer debería conquistar, obviamente, luchando contra el varón. Como puede apreciarse, esta ideología de género es conflictual y con un tinte neomarxista que refleja los postulados de la lucha de clases y la toma del poder como solución.
Masculinidad y feminidad son independientes de la condición biológica de varón o mujer y la sociedad determina su comportamiento. Esta teoría es llamada «construcción social del género» y refleja también el concepto marxista «el ser social determina la conciencia social».
Así, se introduce en nuestro continente una ideología que difunde el conflicto como modo social de conducta y como modo relacional entre mujer y varón, y que además plantea la posibilidad natural de una identidad sexual múltiple y no dual. Esto es absolutamente contrario al amor al prójimo, la solidaridad, el compromiso y la donación personal que constituyen un modo social natural de conducta, en el que mujer y varón, con igual dignidad, son complementarios y corresponsables en la conducción de los destinos de sus familias y sus pueblos.
Es innegable que la dignidad de la mujer no ha sido cabalmente respetada, pero es inadmisible aceptar que el conflicto, que es una forma de violencia, sea la solución. Ahora que nuestros pueblos tratan de construir una cultura de paz, esta ideología conflictual se torna antagónica. Tampoco el utilitarismo es solución, pues sus primeras víctimas son los niños y las madres. Lamentablemente, muchas organizaciones que suscriben la ideología de género forman parte, voluntaria o involuntariamente, de las citadas nuevas «alianzas sociales» y se involucran con los programas estatales de control natal y educación sexual, o los apoyan en el proceso de eliminar la solidaridad como paradigma social. Dudo que exista en la actualidad una estructura conceptual más contraria a la mujer que la ideología de género.
Es indiscutible que enseñar esa falsa antropología a los niños entorpecerá sus procesos naturales de identidad sexual y que la difusión masiva de esta ideología sólo puede insertar en el seno de la sociedad y la familia el conflicto que separa, antagónico al amor que unifica. Introducir una ideología conflictual que promueve la lucha por el poder en la sociedad es reflejo de las corrientes neodarwinistas: la supremacía del más fuerte y la destrucción del más débil.
Control demográfico, ¿impacto económico positivo?
Es notable ver cómo en nuestros países se toman decisiones en diferentes áreas sociales y económicas sin considerar los aspectos demográficos, es decir, sin tomar en cuenta a la población, agente fundamental de la economía y protagonista principal de la historia.
El proceso de migración del campo a las ciudades se incrementó en la segunda mitad del siglo XX y produjo un cambio drástico en la vida familiar, afectando esencialmente a los más débiles. Se prestó mucha atención a la urbanización, olvidando que a la vez se debilitaban las áreas rural y agrícola, abandonadas mayoritariamente por jóvenes en edad laboral, incluyendo madres en potencia a quienes se les aplicaban políticas de control natal.
La pérdida actual de productividad agrícola por migración, y la futura por control natal, hacen prever que la tremenda pobreza rural empeorará o, en el mejor de los casos, se mantendrá igual, aumentando la migración y nuevamente la desagricolización, estableciendo un círculo vicioso. ¿No es acaso la pobreza, más aún la pobreza extrema -que propicia los mayores riesgos de enfermar y morir- un atentado contra la dignidad humana, la vida y la familia?
¿Qué encuentra el migrante en la ciudad? Formar parte anónima de un conglomerado humano en sobreoferta de mano de obra no calificada que, si acaso, accederá a los empleos de menor remuneración. La pobreza urbana absorbe al migrante y finalmente, por diversos mecanismos, engulle su identidad y desintegra a su familia.
Aunque el control demográfico no es la única causa del proceso descrito, en las zonas rurales funciona como un motor que ayuda a perennizar la maquinaria que genera la pobreza rural y urbana. En suma, produce ataques contra la vida al inicio del proceso e intenso daño a la familia en su curso y al final.
Con un sistema de generación de pobreza como el descrito, que simultáneamente impone una reforma de los sistemas de salud, en la que los pobres son desatendidos, estamos definitivamente ante un brutal eugenismo neomalthusiano que, si se analiza detenidamente, contiene implícita una nueva persecución: la persecución de los más pobres.
Adicionalmente, el control demográfico reduce los nacimientos y con el tiempo la población laboral; se pierde la proporcionalidad natural entre población laboral y retirada que, también en América Latina, produce ya problemas de envejecimiento poblacional, especialmente en Cuba, Uruguay, Argentina y Chile.
Como en nuestros países gran parte de la población activa es informal y no aporta a los fondos de pensiones, se fomenta una creciente precariedad de las pensiones y de la condición existencial de los jubilados. Esto hace que el envejecimiento poblacional sea un problema de mucho mayor impacto económico y social que en países con mejor producto nacional per cápita. ¿Qué impacto tendrá en las familias de América Latina este proceso de envejecimiento? ¿Tendremos que enfrentar corrientes eutanásicas como en países de economías avanzadas? Como puede percibirse, también en esta área el neodarwinismo arremete galopante en el mundo.
Obviamente nos encontramos ante una lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte. Pero no nos encontramos al margen, sino en medio de la misma.
ISTMO N° 251