En 2002 el SIDA mató a más de 3 millones de personas y se estima que otros 5 contrajeron VIH, lo que eleva a 42 millones el número de personas que viven con el virus en todo el mundo. Ante una muchedumbre que agoniza, no debemos perder de vista a quienes confiaron en el eslogan que hoy les arrebata la vida: «sexo seguro». Con esas dos palabras y una apuesta ciega a los «preservativos» como punta de lanza de la campaña mundial que pretende combatir el SIDA simulando una atmósfera de seguridad, no hay señales de esperanza para el futuro. Así lo demuestra El SIDA sin engaños [1], una publicación del Comité Independiente Antisida de España, del que presentamos el siguiente extracto.
«Nadie describiría como segura a una compañía aérea que tuviera una tasa de accidentes de 17%. ¿Por qué no se dice lo mismo cuando se trata de sexo? Sólo es verdad que los condones son temporalmente menos letales, en el mejor de los casos...» [2], se lee en una de las revistas médicas más prestigiosas.
Según la ONU, en 2002, 34 millones de personas vivían afectadas por el virus de inmunodeficiencia humana (vih). En el próximo decenio habrá muerto la mayor parte de ese total. En 1999, esta enfermedad mató a 2.8 millones de personas, de las cuales un millón 200 mil eran mujeres y 500 mil, niños.
Voces críticas y estudios científicos avalados con la experiencia de los 20 últimos años, desvelan y desmitifican el dogma del sexo seguro, así como lo contraproducentes que pueden resultar algunas campañas contra el sida. Hablan de realidades preocupantes y poco divulgadas, como son desconocer el número real de infectados por el vih y el alarmante desarrollo de otras enfermedades relacionadas con el sida: las enfermedades de transmisión sexual (ets) y la tuberculosis.
Con el impacto de las terapias combinadas y la capacidad para prolongar el equilibrio inmunológico de los pacientes, se retrasa el diagnóstico oficial de sida en personas infectadas. Esto parece indicar que la epidemia disminuye en algunos países, pero en realidad los contagios están creciendo.
Aunque nunca debe darse mayor importancia al dinero que al sufrimiento de las personas, vale la pena considerar lo que cuesta una epidemia que se nutre básicamente de actos moralmente negativos y que podrían evitarse; sobre todo pensando que si se hubiera actuado eficazmente en la prevención, muchas personas estarían sanas y se podrían haber destinado los recursos a otras necesidades de gran urgencia.
Las siete «I» del condón
Casi en todo el mundo las políticas gubernamentales realizan amplios esfuerzos para difundir el uso del condón, confiando en que frenará el sida. Hoy, muchas personas sospechan que los procedimientos que las campañas machaconamente anuncian no ofrecen seguridad total y que lo del «sexo seguro» es un mito. Para ser sistemáticos, vamos a calificar el instrumento sin tapujos.
Inseguro. El virus del sida es de 450 a 500 veces más pequeño que un espermatozoide, por lo que puede filtrarse a través de las paredes del condón o goma. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que el preservativo falla entre 10 y 20% de los casos, dependiendo de su calidad. Esto sin contar que el virus puede y suele tardar años en manifestarse.
Los preservativos fallan en prevenir la fecundación por lo menos 17.7% del tiempo durante un año de uso [3], que puede ser de 36.3% en el caso de las jóvenes solteras de grupos minoritarios [4] . Un análisis de las relaciones sexuales entre adolescentes revela también que los condones empleados como contraconceptivos pueden fallar hasta 50% [5]. Si esto es así, ¿cuánto fallarán en la prevención del contagio de vih?
Téngase en cuenta que:
a) Los fallos para evitar el embarazo se producen a pesar de que la mujer ovula una sola vez durante su ciclo y que, por tanto, el tiempo de fertilidad es muy limitado; mientras que la persona puede contagiarse de sida en cualquier momento de su vida.
b) Los espermatozoides pueden dañarse por las temperaturas en que se almacenan o transportan los preservativos.
c) El vih es 3 veces más pequeño que el virus que transmite el herpes, 6 veces más pequeño que la espiroqueta que causa la sífilis, 450 veces más pequeño que el espermatozoide y, por tanto, 50 veces más pequeño que los poros del condón de látex de mejor calidad.
d) Los condones vienen con fallas, se rompen durante el uso, etcétera. [6]
Incómodo. Cualquier persona habituada a su empleo, si habla a las claras, siempre dice que usar condón es una incomodidad. Reduce el placer y su empleo se hace antipático. De incómodo, impropio y distorsionante habría que juzgar el besar a una mujer o a un hombre con un plástico protector de por medio. Luego viene el miedo a que se rasgue, a que se deslice. ¿Quién estará tranquilo en momentos que deberían ser de placer?, ¿quién cumplirá instrucciones en esos momentos? Más aún, para quienes hacen del placer su sentido de vida, son incomodidades y exigencias imposibles de asumir.
Inútil. Si tanto se ha hablado del condón, si tantas campañas se han hecho, ¿cuál es el problema?, ¿por qué sigue transmitiéndose el sida?, ¿por qué preocuparse? Pues porque se comprueba que ésa no es la solución.
Se sospechan intereses económicos y políticos tras las campañas sanitarias contra el sida, manipulando la realidad y engañando a los enfermos: la verdad no está en los condones ni en las jeringas desinfectadas. Al ciudadano se le oculta que a los enfermos de sida les espera la muerte, y muchos de ellos la encontrarán en la miseria, abandonados, cubiertos de heridas, tal vez enloquecidos.
Lo mismo revelaba la revista Jano: «Hay que situarse en el ambiente en el que suelen vivir frecuentemente esas personas. Para un drogadicto que esté viendo morir a su alrededor a sus amigos y conocidos por sobredosis, hepatitis-B u otras infecciones, enfermar de sida es un riesgo más que no le lleva a cambiar de conducta. En el ambiente de miseria física, mental y moral en que se mueven tiene poca trascendencia que exista una posibilidad más de defunción». [7]
Ingrato. La condonmanía de la que muchos son presa sólo se explica, en parte, si escindimos la relación sexual del amor, pues entonces todo se reduce a consumismo y visión hedonista de la vida: se ofrece sexo, consuma sexo, éstas son las normas de uso, la fecha de caducidad, etcétera. Quien entiende así al hombre, sabe muy poco de antropología y quiere contagiarnos sus planteamientos.
Inmoral. Advirtamos también que existe una ética de la naturaleza —una ética ecológica—; con base en ella calificamos los actos de buenos o malos. Las acciones que facilitan la propagación de una enfermedad son éticamente reprobables. Los actos que deshumanizan el sentido de la sexualidad, también son reprobables.
Indigno. ¿De qué previene el condón?, ¿previene a los jóvenes de que se conviertan en sexoadictos?, ¿previene del vicio sexual?, ¿previene del adulterio, de la capacidad de amar que tiene el hombre? Si hay personas que no entienden lo indigno del condón, tal vez se deba a que no han recibido educación sexual alguna.
Inverso o contraproducente. Al proporcionar condones, estas campañas estimulan una laxitud en cuanto a las conductas sexuales, que acabará por configurar y modelar una determinada proclividad para las relaciones riesgosas.
La persona que adquiera el nuevo hábito cambiará también su sistema perceptivo y, por consiguiente, cualquier estímulo erótico será más capaz de provocarle una respuesta sexual, haciéndose más dependiente, menos libre respecto a los estímulos del ambiente. Por otra parte, su organismo también se habituará a ese tipo de respuestas, frustrándose con mayor frecuencia e intensidad cuando no pueda satisfacer el deseo.
Habrá personas que repartan condones por insensatez, pero otros lo hacen por auténtica maldad, sabiendo que después del enganche ya serán clientes fijos. ¿Qué ocurre si no con el tema del alcohol o los vendedores de droga? Es conocido que primero surten al futuro cliente de material gratuito o barato, porque saben que después vienen solos a comprarlo.
En el reparto de condones hay muchos intereses publicitarios, económicos, etcétera, camuflados de bondad sanitaria.
Jóvenes, hemofílicos, homosexuales
Da la impresión de que el condón se ha convertido en el amuleto de los ritos de iniciación sexual. Se espera que, por el hecho de haber explicado a los jóvenes cómo utilizarlo y por facilitar que lo lleven en el bolsillo, va a protegerlos y a cambiar su conducta en un aspecto en el que juega tanto la pasión.
Sin embargo, un serio obstáculo para que los jóvenes usen condón es que sus relaciones derivan de un impulso repentino. La todopoderosa Planned Parenthood Federation, asociación estadounidense cuyo fin es difundir métodos anticonceptivos por todo el mundo, reconoció que 83% de los jóvenes entre 14 y 15 años que habían tenido una relación sexual declaró que fue inesperada. [8]
Por otra parte, el aumento de las ets entre adolescentes confirma que el sexo ocasional siempre entraña inseguridad. Cuanto más se generalice esa ocasionalidad, más peligro de enfermedades.
Ya se ve que no basta la «información» y menos aún cuando oculta la existencia de otras muchas ets distintas del sida. Esta «educación sexual zoológica» no parece habilitar a los jóvenes para una sexualidad responsable. ¿No será precisa también la «formación» de su afectividad sexual?
Es evidente que usar condones requiere habilidad, madurez, autodisciplina, planificación, motivación. Los adolescentes -inmaduros, impulsivos y arriesgados-, que buscan la satisfacción inmediata, no parecen buenos candidatos para adquirir y practicar esas cualidades.
Resulta, pues, paradójico que en una época en que se busca a toda costa el «sexo seguro», el comportamiento sexual de los adolescentes tenga más riesgos que nunca. La educación de la afectividad, el amor, la responsabilidad y el compromiso es nula. Ahora todo se pretende hacer a golpe de campaña. Lamentan hipócritamente que disminuya la edad en que los jóvenes inician su vida sexual y, para eso, les ponen en la mano condones: como querer apagar un incendio con gasolina.
Los hemofílicos y sus esposas constituyen un grupo especial: la mayoría se infectó por el uso de hemoderivados contaminados antes del desarrollo de pruebas de detección del vih. Gran parte de estas parejas, usualmente de relaciones estables y monógamas, fueron adiestradas en técnicas para un «sexo más seguro». A pesar del riesgo obvio, el incumplimiento alcanzó una frecuencia de 45-55%. [9]
Los estudios confirman resultados similares entre homosexuales. Según datos oficiales, 41% de ellos, entre 15 y 22 años, no utiliza condones y tienen diversas parejas sexuales. Tom Coates, director del Instituto de Investigación del sida en la Universidad de California afirmó que «ha surgido una falsa sensación de seguridad que ha llevado a una disminución de las medidas de prevención y a un aumento de la promiscuidad».
En los países occidentales, las estadísticas muestran que las conductas con mayor riesgo de contagio para un hombre son el consumo de drogas por vía intravenosa y la homosexualidad. Ahora bien, en la práctica del sexo anal entre homosexuales la tasa de fallos del condón y el riesgo de contagio es mucho más clara [10]. Durante esta relación el roce es mayor por razones anatómicas, por lo que los condones deberían ser más gruesos para ser algo más seguros. Pero entre más grueso, menor es su aceptación. [11]
Campañas que matan
La mayor parte de las campañas mundiales contra el sida promueven el condón. Ni siquiera la OMS toma en cuenta que, en un mundo pluricultural, no se pueden aplicar las mismas medidas en todos los países.
¿Se está atajando la raíz del problema? ¿Se resuelve el desorden con que muchas personas tratan su cuerpo?
Poco acierto han tenido las campañas gubernamentales año tras año. Por ejemplo, la que señalaba «Todos somos iguales ante el sida», cuando el vih seguía comportándose de un modo discriminatorio, atacando principalmente a drogodependientes. Es verdad que la prevención del sida afecta a todos; pero también lo es que si se evitan ciertas conductas, el riesgo no existe, la seguridad es total. La administración pública está cargando, pues, con una enorme responsabilidad moral. ¿Se atreverá a dar cuenta de los resultados de su campaña dentro 15 o 25 años?
Por otra parte, no acaba de entenderse cómo aquel que es incapaz de ser fiel a una persona va a jurar fidelidad al condón. Nunca se detendrá el avance del sida mediante un método que fomenta la inestabilidad y el juego en las relaciones sexuales.
Con frecuencia, los jóvenes que siguen ciegamente estas campañas padecen los amargores de una novatada hecha por los adultos bienpensantes; y en muchos casos, uniformados de látex, se les conduce a un callejón sin salida: problemas psíquicos derivados de experiencias prematuras, inmadurez afectiva, infidelidades, abusos «protegidos».
Eso sin contar a quienes, a pesar del condón, han contraído el sida. ¿A quien deben pedir indemnizaciones estas personas? Las compañías de tabaco están indemnizando a fumadores y con menos razón, pues el fumador ya está advertido de que su vicio le puede producir enfermedades. Estas campañas quieren hacer creer que con condones no hay problemas de ningún tipo.
Si ante cualquier otra enfermedad las campañas de prevención dieran resultados tan limitados, ya nos habríamos planteado la necesidad de nuevas estrategias. Pero en el caso del sida las campañas no se atreven a romper algunos tabúes que impiden ir al fondo de la cuestión. El contagio está ligado a la conducta, y sólo un cambio de ella puede prevenir el mal. Sin embargo, hasta ahora, las campañas no se han centrado en cambiar las conductas de riesgo, sino en seguir haciendo lo mismo con cierta protección.
Luc Montagnier, descubridor del vih, se ha comprometido realmente al decir cómo deberían ser las campañas contra el sida: «Son necesarias campañas contra prácticas sexuales contrarias a la naturaleza biológica del hombre. Y, sobre todo, hay que educar a la juventud contra el riesgo de la promiscuidad y el vagabundeo sexual». [12]
Epidemia de las Ets
Además del sida, existen hasta 50 enfermedades de transmisión sexual; 25 son las más frecuentes. La OMS alertó hace tiempo del considerable aumento de las ets, pues en 1991 se registraban en el mundo 250 millones de infecciones transmitidas por vía sexual, lo que llevó a su director general a declarar el problema como «una epidemia mundial».
Y es que 30% de las ets son incurables, una vez que se adquieren no desaparecen completamente y muchas de ellas traen otros problemas asociados, como esterilidad, infecundidad, abortos, nacimientos de niños mal formados o muertos, cáncer, etcétera. Algunas de estas infecciones pueden aumentar en más de 300% el riesgo de contagio del vih por transmisión sexual, pues disminuyen las barreras inmunológicas.
El Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, el que más información posee en la lucha contra el sida, reconoce que «el uso apropiado del condón en cada acto sexual puede reducir, pero no eliminar, el riesgo de enfermedades de transmisión sexual» y añade: «la abstinencia y la relación sexual con una pareja mutuamente fiel y no infectada son las únicas estrategias preventivas totalmente eficaces». En esos mismos términos, la OMS afirma que «sólo la abstinencia o la fidelidad recíproca perdurable entre los compañeros sexuales no infectados, elimina completamente el riesgo de infección por el VIH». [13]
Para finalizar, no nos resistimos a aportar una cita leída en un periódico y que resume en una sola letra, la P, el origen de la explosión de las enfermedades de transmisión sexual: «El recto uso de la sexualidad llevará a combatir lo que algunos llaman "las cuatro P", que son causa de enfermedades de transmisión sexual: la promiscuidad, la precocidad de las relaciones sexuales de adolescentes, la permisividad en las costumbres y la píldora que lleva a tener este tipo de relaciones porque no hay miedo al embarazo. Lo correcto es volver a la pareja tradicional estable». [14]
[1] VV.AA. Comité Independiente Antisida. Valladolid, España, 2000.
[2] J.J. Goedert. «What is safe sex?» en The New England Journal of Medicine n. 136. 1987. pp. 1339-1342.
[3] Cfr. Family Planning Perspectives n. 21. Mayo-junio, 1989. p. 103.
[4] Ibid. p. 105.
[5] E.E. Jones y J.D. Forest. «Contraceptive Failure Rates Based on the 1988 NSFG». en Family Planning Perspectives n. 24. 1992. pp. 12-19.
[6] Cfr. Nature. n. 335. 1 de septiembre de 1988; American Journal of Nursing. Octubre de 1987 y Social Science and Medicine vol. 36, n. 113. Junio de 1993.
[7] Jano n. 33. 1987. p. 1980.
[8] Harris And Associates Survey. «American Teens Speak: Sex, Myths, TV and Birth Control», conducted for Planned Parenthood. 1986. Se pueden citar aquí otros estudios similares que coinciden en que el olvido o el mal uso es lo corriente, y más si la promiscuidad, la droga o el alcohol están de por medio. Véase, entre otros: C. Weisman, S. Plichta, C.A. Nathanson, et al. «Consistency of Preservatives Use for Disease Prevention Among Adolescent Users of Oral Contraceptives» en Family Planning Perspectives n. 23. 1991. pp. 71-74; H.J. Walter, R.D. Vaughan, A.T. Cohall. «Psychosocial Influence on Acquired Immunodeficiency Syndrome-Risk Behaviors Among High School Students» en Pediatrics n. 88. 1991. pp. 846-852; R.J. Diclemente, M. Dubin, D. Siegel, et al: «Determinants of Preservatives Use Among Junior High School Students in a Minority, Inner City School District» en Pediatrics n. 89. 1992. pp. 197-202; D. P. Orr, C.D. Langefeld, B.P. Katz, et al. «Factors Associated with Preservatives Use Among Sexually Active Female Adolescents» en J. Pediatrics n. 120. 1992. pp. 311-317; CDC. «Sexual Behavior Among High School Students-United States», 1990. MMWR. n. 40. 1992. pp. 885-887; D. P. Orr, M. Beiler, G. Ingersoll. «Premature Sexual Activity as an Indicator of Psychological Risk» en Pediatrics n. 87. 1991. pp. 141-147.
[9] Y. Layaran, J. Peinad, F. Varaste. «VIH Infectan i Sexual Partners od VIH Seropositive Patients with Hemofhilia» en The New England Journal of Medicine n. 320. 1989. pp. 183; J.M. Lusher, E. A. Operskalski, L. M. Alerdot, et al. «Risk of Human Immunodeficiency virus Type I Infection Among Sexual/non Sexual Household Contacts persons With Congenital Clotting Disorders» en Pediatrics n. 88. 1991. pp. 242-249.
[10] Datos extremos que avalan esta conclusión fueron obtenidos en 1993 en Nueva York donde de 4,352 casos de SIDA en hombres, 2,687 mantenían relaciones sexuales con hombres pertenecientes a grupos de riesgo, 261 habían usado drogas intravenosas y tenían relaciones sexuales con hombres y 2 habían mantenido relaciones sexuales con mujeres de grupos de riesgo. AIDS. Surveillance Update. New York City Department of Health. Nueva York. Enero, 1993.
[11] L. wigersma, r. oud. «Safety and Acceptability of Preservatives for use by Homosexual Men as a Prophylactic Against Transmission of VIH During An genital Sexual Intercourse» en British Medical Journal n. 295. 1987. pp. 94.
[12] Luc Montagnier. «SIDA: Naturaleza del virus» en Actas de la IV Reunión Internacional de SIDA. 1989. p. 52.
[13] OMS. 20 de enero de 1992. párrafo 17.
[14] V. Pozuelo. El Mundo. Madrid, 26 de mayo de 1990.
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