Hace pocos días el gobierno de Chile dio carácter obligatorio a las clases de educación sexual. Es decir, todos los colegios deberán ofrecer un curso de educación sexual a sus alumnos como parte del currículo académico. El Gobierno permite a cada establecimiento escoger alguna de las alternativas que se han estado probando en el país, pero no pueden negarse a darlo.
La medida parece prudente y adecuada dada la realidad que están viviendo nuestros jóvenes y adolescentes. Los medios de comunicación, las calles, las películas en el cine y las canciones que escuchan en las “disco” están llenas de mensajes eróticos. Pero la educación sexual puede ser un arma de dos filos.
Cuando hace un cuarto de siglo comenzaron los primeros programas de educación sexual en Inglaterra, la preocupación de quienes los promovieron era la misma de sus actuales impulsores en Chile: disminuir el alto índice de embarazos en adolescentes y evitar el aumento de las enfermedades de transmisión sexual. Los resultados actuales en Inglaterra son desalentadores: 90 mil menores de 19 años quedan embarazadas cada año, de las cuales cerca de 7,700 son menores de 16 años. Además la edad de iniciación a la vida sexual se ha reducido: hoy una de cada cuatro chicas menores de 16 años ya mantiene relaciones sexuales y entre los chicos la proporción es uno de cada tres.
¿Por qué fallaron estos programas? No fue por falta de información ni de recursos. El gobierno ofreció todo el material y personal necesario, atención y orientación profesional gratuita y confidencial a los adolescentes, anticonceptivos e incluso aborto sin costo para los jóvenes que lo soliciten, y sin necesidad de autorización a los padres. Es posible pensar que fallaron porque no se les dio la formación necesaria para utilizar correctamente esta información. Si estas medidas no dieron los resultados esperados, podemos suponer que lo mismo ocurrirá en programas basados en la entrega de información, de medios anticonceptivos y de consultoría a los jóvenes y adolescentes.
Los ingleses se preguntaron qué les faltó introducir en sus programas de educación sexual y han hecho algunos cambios fundamentales en base a sus descubrimientos. Estudiar los fundamentos de los programas de educación sexual que se están planteando actualmente en Inglaterra puede orientarnos en la línea que deberían seguir los modernos programas que se desea implantar. El gobierno de Tony Blair ha decidido impulsar una campaña basada en la promoción de la abstinencia como forma de vida de los adolescentes. Lo que los expertos y los padres de familia están descubriendo, es que ofrecer tanta información “sin formación” es contraproducente. No porque debamos ocultar la sexualidad como algo feo o malo, sino porque la vivencia plena de la sexualidad exige algo más que pura información.
Es posible pensar que en la década de los ‘70 no se sabía bien en qué debía fundamentarse una buena educación sexual y cómo se podía realmente formar a los jóvenes en esta área de su personalidad. Debemos pensar que esto ahora está un poco más claro y que podemos responder con mayor acierto a la pregunta “¿qué debe entregar a los jóvenes una buena educación sexual?” Porque dependiendo de la respuesta que den las escuelas o gobiernos u organizaciones, será lo que ofrezcan a sus adolescentes y jóvenes.
Encontré una buena definición en un libro de texto de esta materia: “la educación sexual es todo lo que una persona tiene que aprender desde que nace, para lograr vivir con una pareja feliz y permanente”.
Leyendo esta definición, parece que la verdadera educación sexual es mucho más que enseñar cómo se realiza un acto sexual o cómo se evitan enfermedades sexuales o embarazos no deseados. Es algo que se aprende desde que nacemos y cuya finalidad es enseñar todas las herramientas necesarias para llegar a vivir felizmente una relación con otra persona. Esto, necesariamente, incluye enseñarles a ser dueños de sí mismos y no dejarse llevar por la emoción del momento.
La sexualidad no es un juego. Es un bien preciosísimo que no siempre sabemos valorar y utilizar correctamente para alcanzarnos la felicidad. Es una “dimensión” del ser humano que le ofrece la posibilidad de construirse a sí mismo equilibrando la libertad y la responsabilidad para alcanzar una verdadera felicidad.
Y si la meta es vivir feliz y permanentemente el mayor número de años posibles, e incluso toda la vida, todos estamos de acuerdo que para lograrlo, se necesita buena dosis de dominio personal, de respeto, de capacidad de entrega y muy importante, de amor verdadero, que busca lo mejor para el otro, por encima de los gustos personales. Esto es lo que debe ofrecer un buen curso de educación sexual, esto es lo que los padres pueden y deben enseñar a sus hijos en primer lugar con el testimonio personal. Esto es lo que los colegios y escuelas en Chile están obligados a ofrecer si realmente dicen estar “Educando para el Amor y la Felicidad”. Por nuestros jóvenes, no aceptemos menos. Ellos merecen lo mejor.
Mujernueva