Presentamos un conjunto de sugerencias a los padres, que podrían ayudar a enfrentar con más éxito algunas de estas temidas ocasiones.
Parece una pregunta simple y natural, pero en ocasiones la pregunta de un(a) niño(a) nos puede inundar de temores ante el desconcierto que produce no saber los alcances de lo que ellos quieren o requieren; o por el temor a hablar de un tema en el que no nos sentimos tan capacitados como quisiéramos. A continuación presentamos un conjunto de sugerencias a los padres, que podrían ayudar a enfrentar con más éxito algunas de estas temidas ocasiones:
La familia es la primera y principal escuela del amor para los hijos, por lo tanto nadie ni nada puede reemplazar el valor de las conversaciones francas y honestas realizadas entre una madre o un padre y su hijo(a). La educación afectiva y sexual debe comenzar en la familia, porque es el medio que ellos consideran más seguro, y el mejor para exponer sus inquietudes en un contexto natural y emocional.
-La verdad no tiene sustituto. A veces actuamos según lo que quisiéramos para ellos y olvidamos que la realidad en que viven determina muchas de sus reales necesidades. Traicionar su confianza no tiene explicación válida, aún menos, cuando ellos deberán enfrentar a un mundo hostilmente competitivo y erotizado; lleno de mensajes desviados que los invitarán a disfrutar de sueños y promesas que aparentan ser reales. Ocultarles parcialmente la verdad que ellos nos pidan es entregarlos a riesgos desconocidos e innecesarios, es desarmarlos para poder tomar decisiones más libres y en conciencia cuando deban decidir por si mismos, y sin sus padres.
-La sexualidad nace con ellos, por lo tanto su conocimiento debe ir de acuerdo y con las exigencias de su crecimiento. Para lograr esto sin exederse y dañarlos, hay que responder a sus preguntas e inquietudes objetivas y no a lo que creemos interpretar como adultos, entregando detalles innecesarios; en general, es más efectivo asegurarnos de qué es lo que desean saber antes de responder, y si es necesario, preguntarles: “¿Qué deseas saber exactamente y porqué?, ya que el tema es amplio y quiero asegurarme de responderte en forma adecuada”. En general, a corta edad (5-7 años) se interesan más por conocer los hechos biológicos, en cambio desde la pre-adolescencia (10-11 años) se inicia su curiosidad por las materias afectivas y sexuales, de relación de pareja y matrimonio.- El momento adecuado lo deciden los hijos. Nosotros los padres debemos estar atentos, disponibles, cercanos, y si es posible, lo más preparados que nos sea posible. Es mejor respetar sus momentos y su intimidad, sin adelantarnos ni extendernos con explicaciones más allá de lo que requieren, ya que podríamos causarles algún daño.
-No es necesario inventar ni avergonzarse por no tener de inmediato una respuesta adecuada. Es más, el reconocer que la pregunta nos interesa y que necesitamos un poco de tiempo para pensar la mejor manera de responderla (y averiguarla), les puede entregar valiosas enseñanzas para aprender a relacionarse con los demás aceptando que nunca lo sabremos todo, y que en ocasiones hay que saber decir “no estoy seguro”, y darse un tiempo para investigar y encontrar la respuesta adecuada.- Muchas respuestas se pueden encontrar en los propios hijos. A veces ellos tienen dudas que desean confirmar o conversar. No necesitan una cátedra, menos aun si es sobre un tema del cual es posible que ya sepan bastante. En estos casos, lo que se sugiere es iniciar una grata conversación; ayudándoles a encontrar sus propias respuestas mediante preguntas que les permitan visualizar las consecuencias de cada acción consultada para su propia vida y las de los demás, en el supuesto caso de actuar en una u otra forma. (Especial importancia tiene este punto para tratar temas como adicciones, embarazo, relaciones sexuales, abuso de libertades...)
-Si la pregunta nos incomoda, no olvidemos que a ellos también. Y no olvidemos el hecho de que si están interesados en conocer más sobre un tema, ello no significa que estén, o que deseen vivirlo en ese momento. Si de malicia se trata, no le atribuyamos nuestra malicia de adultos a nuestros hijos cuando ellos piden alguna información “sensible”.
-El ejemplo de una vida vale más que mil palabras o explicaciones. Lo que los hijos han visto en el hogar durante sus vidas y las expresiones de afecto recibido de los padres en sus diversas formas, determina fuertemente su forma de actuar y de valorar lo que vean y escuchen de otros a futuro; como la forma en que ellos recibieron el cariño y amor de sus padres, o la ternura manifestada en gestos paternos y maternos, los que validan el aprecio al sentimiento de pertenencia (o dependencia mutua). Por otro lado, los influye también el cómo ellos vieron la aplicación de estas mismas conductas entre los mismos padres y como solucionaron o manejaron sus divergencias y desacuerdos para reconstruir y mantener sus lazos afectivos, cómo se expresaron y transmitían su efecto y cariño en forma física, con palabras, gestos y acciones, o cómo se cuidaban entre ellos... transmitiéndoles con ello el valioso mensaje: “Obras son amores”. Ya que, no lo son las solas razones, palabras o buenas intenciones, menos aun nuestros simples buenos deseos.
-El centro de toda conversación es el hijo(a). En toda conversación debemos tratar de ayudarles a ver la realidad desde su punto de vista, considerando el efecto o resultado previsto de cada acción consultada para su vida presente y futura, como su impacto esperado para su entorno social y familiar. Tratemos de despertar su espíritu crítico, ayudándoles a darse cuenta por sí mismos de que lo que otros hagan, o lo que la mayoría pueda hacer en un momento, no les asegura necesariamente que sea verdad o para su beneficio personal. A evaluar las conductas ajenas en virtud de la realidad; no de sueños o ilusiones, por buenas que inicialmente puedan parecer o sólo por lo que otras opiniones digan.- Todo lo que existe tiene una razón natural de ser. ¿Para qué existe tal o cual cosa? Intentemos guiarlos para que ellos lleguen a las conclusiones naturales; las que son extremadamente importantes ya que influyen la orientación de nuestras acciones y en la forma de vida, pasando a ser parte de sus fundamentos. Todo tiene una razón de ser, pero todo puede ser también deformado o alterado, especialmente cuando nos situamos en conductas egocéntricas, extremas o fuera de momento. Por ejemplo: El momento para la sexualidad activa es el matrimonio, porque el buen desarrollo sexual requiere de una relación estable. ¿Cuál es tu proyecto de vida? ¿Deseas formar a futuro una familia? ¿Qué tipo de familia deseas? ¿Arriesgarías tu proyecto de vida futuro por adelantar algunos momentos de satisfacciones puntuales?...
-Ellos deben saber ser responsables. Especialmente desde la adolescencia, es necesario reconocer su derecho a decidir por sí mismos: que son libres. Por lo mismo, es necesario que se sientan y sean responsables de sus acciones, pero considerando su falta de medios y de autonomía como para involucrarse en decisiones donde no puedan responder adecuadamente a sus posibles consecuencias. Deben saber el beneficio de respetar su propia vida (mental, biológica y espiritual), la que necesariamente sigue un curso natural en el tiempo, donde todo tiene su momento. Alterar los momentos puede alterar una vida para siempre, o al menos crear insospechadas dificultades y nuevas limitaciones. Ser responsable es reconocer el precio de lo que se hace y de lo que no se hace; el ocio o la falta de actividades que los ocupen y motiven facilita enormemente que acepten conductas de riesgo y adquirir los sentimientos de llevar una vida sin sentido y estéril, de sentirse poco útil a los demás y por ende, poco apreciado...
¿Para qué existen nuestros hijos? ¿Quiénes son? ¿Qué pueden hacer hoy? ¿Cómo pueden ser más felices? Ellos se hacen las mismas preguntas. Ellos necesitan saber que existen para compartir la felicidad, que la felicidad se crea principalmente compartiendo amor. Ellos deben saber que son seres, personas, con la capacidad de dar y recibir amor durante toda su existencia. Ellos necesitan saber que viven en un mundo lleno de oportunidades, porque está lleno de valiosas tareas pendientes esperando que alguien las realice. Ellos deben sentir que su futuro se construye en el hoy, y que la realización de los sueños depende de lo que ahora estén dispuestos a realizar. Ellos necesitan saber que la felicidad es su meta diaria, y que se obtiene por medio de su relación con los demás, cuando se comprende que la mayor felicidad de muchos de quienes los rodean depende de ellos; de su cuidado y atención por el otro, de esos detalles que manifiestan nuestra preocupación por el prójimo... como un ¿Cómo estás? ¿Te puedo ayudar en algo? Y luego hacerlo. Eso es amar.
Publicado por FISAC. Fundación de Investigaciones Sociales, A.C.